martes, 20 de septiembre de 2022

Manga y mundo clásico: la esperanza de un mundo mejor

El ser humano ha intentado imaginar su futuro miles de veces. Películas, literatura, ilustraciones, cómics… Son muchos los medios que hemos empleado para comunicar nuestras ideas y reflexiones sobre lo que le espera a la humanidad, sobre lo que vivimos y podremos vivir, y también son muchas las visiones que se nos han ofrecido al respecto. Appleseed, de Masamune Shirow, es una de ellas. En este manga, el autor de Ghost in the shell nos presenta un mundo en ruinas por culpa de una tercera guerra mundial y de los muchos conflictos que enfrentan a las diferentes naciones. Sin embargo, en medio de esa desolación ha surgido un resquicio de esperanza: Olimpo, una ciudad que pretende erigirse como un modelo para acabar con la desolación y la violencia. Es allí adonde llegan Deunan Knute, una humana, y Briareos Hecatonchiros, un cyborg, cuando una habitante de Olimpo, Hitomi, los recluta. Lo que no imaginan es que ese mundo idílico es más complicado de lo que parece y la paz tiene un precio.

Además de plantear cuestiones muy interesantes sobre el ser humano y el uso que hace de la tecnología, entre otros temas, Appleseed rescata elementos de la cultura grecolatina para darle un trasfondo al «paraíso artificial» de Olimpo. El año pasado, os hablé por primera vez de este título —concretamente, de la manera en que Masamune Shirow trasladaba a su obra a los cíclopes y los hecatónquiros; podéis leer la entrada aquí—. Hoy regreso a ese universo para hablaros de otro mito, el de la caja de Pandora, y ver de qué forma se integra en la narrativa del manga. Como siempre, una advertencia: hay spoilers de la trama, así que, si no habéis leído Appleseed y tenéis intención de hacerlo, os recomiendo que os detengáis aquí. Ahora, sin más dilación, ¡vamos allá! 😊

Un castigo para la humanidad

Pandora, de John William Waterhouse
(1896)

Hay muchas cosas que tener en cuenta sobre los dioses griegos, y una de las más importantes es que uno no debe enfurecerlos si quiere llevar una vida sin sobresaltos. Son muchos los personajes que se vuelven objeto de su ira en los mitos grecolatinos por motivos muy diversos, desde creerse comparable —o superior— a ellos hasta engañarlos. Esto es precisamente lo que hizo Prometeo, hijo del titán Jápeto, con el mismísimo padre de los dioses, y no solo en una ocasión, sino en varias. Su astucia lo llevó incluso a sufrir un castigo terrible…

Pero volvamos al principio para ver qué relación tiene Pandora con este personaje. Cierto día, Prometeo engañó por primera vez a Zeus con algo que para la divinidad era muy preciado: los sacrificios. Y lo hizo para beneficiar a los seres humanos, a quienes siempre intentaba favorecer, aunque sus tretas luego conllevaran un escarmiento. En esta ocasión, lo que hizo fue ofrecer un buey a los dioses y, para ello, separó los restos del animal en dos partes: una contenía la carne y las vísceras, cubiertas por la piel; la otra, los huesos. Prometeo los disfrazó con grasa para que parecieran una mejor elección. Después, le pidió a Zeus que escogiera la parte del buey que prefiriese; la otra se la concedería a los hombres.

El padre de los dioses, llevado por las apariencias, eligió los huesos, lo que no le sentó demasiado bien, como podéis imaginar. Así, decidió castigar a los seres humanos por las triquiñuelas de Prometeo: les quitó el fuego, necesario para la civilización. Por suerte, el titán acudió de nuevo en su ayuda y logró recuperarlo, valiéndose de su inteligencia.

Por supuesto, cuando Zeus descubrió lo que había ocurrido, decidió que no podía dejar las cosas así. ¡Faltaría menos! Prometeo había vuelto a hacer de las suyas. Sin embargo, no solo lo castigaría a él, sino también a los mortales. Así se lo dijo al titán, según recoge Hesíodo en su Los trabajos y los días —habla sobre el mito tanto en esta obra como en la Teogonía, así que iré alternando fragmentos de ambas—:

 

«Ἰαπετιονίδη, πάντων πέρι μήδεα εδώς,

χαίρεις πρ κλέψας κα μς φρένας [περοπεύσας,

σοί τ ατ μέγα πμα κα νδράσιν [σσομένοισιν.

τος δ γ ντ πυρς δώσω κακόν, κεν [παντες

τέρπωνται κατ θυμν ἑὸν κακν [μφαγαπντες».

 

(Hes. Op. 54-58)

 

 

«Japetónida, conocedor de los designios sobre todas las cosas, te alegras al haberme robado el fuego y engañado a mi mente, terrible desgracia para ti mismo y los hombres del futuro. A ellos, a cambio del fuego, les daré un mal con el que todos gozarán en su ánimo, abrazando su propia ruina».

Prometeo, Mercurio y Pandora, de Josef Abel
(1814)

Para ello, urdió un plan en el que colaboraron los demás dioses: dio forma a una mujer, Pandora, para enviarla más tarde a las tierras de los seres humanos. Todos participaron en su creación: Hefesto la moldeó, Atenea le dio inteligencia, Afrodita, las Gracias y las Horas la engalanaron… y Hermes le concedió la capacidad de mentir y seducir.

 

ς φατ: κ δ γέλασσε πατρ νδρν τε [θεν τε.

φαιστον δ κέλευσε περικλυτν ττι [τάχιστα

γααν δει φύρειν, ν δ νθρώπου θέμεν [αδν

κα σθένος, θανάτς δ θες ες πα ίσκειν

παρθενικς καλν εδος πήρατον: ατρ [θήνην

ργα διδασκσαι, πολυδαίδαλον στν [φαίνειν:

κα χάριν μφιχέαι κεφαλ χρυσέην [φροδίτην

κα πόθον ργαλέον κα γυιοβόρους [μελεδώνας:

ν δ θέμεν κύνεόν τε νόον κα πίκλοπον [θος

ρμείην νωγε, διάκτορον ργεϊφόντην.

 

(Hes. Op. 59-68)

 

 

Así dijo, y se rio a carcajadas el padre de hombres y dioses. Al muy ilustre Hefesto le ordenó que rápidamente mezclara la tierra con el agua, le concediera la voz y la vida de un ser humano e hiciera la bella y encantadora figura de una doncella, igual en el rostro a las diosas inmortales; a Atenea, que le enseñara las labores, a tejer una tela muy bien trabajada; a la áurea Afrodita, que vertiera gracia en torno a su cabeza y el terrible deseo y cuitas que muerden los miembros. Y ordenó a Hermes, el mensajero Argifonte, que le otorgara una mente cínica y un carácter embaucador.

Como muchos de los olímpicos habían participado en su creación, llamaron a la mujer Pandora:

 

[…] ν δ ρα φωνν

θκε θεν κρυξ, νόμηνε δ τήνδε γυνακα

Πανδώρην, τι πάντες λύμπια δώματ [χοντες

δρον δώρησαν, πμ νδράσιν [λφηστσιν.

(Hes. Op. 79-82)

 

 

Le concedió voz el heraldo de los dioses y llamó a esta mujer Pandora porque todos los que habitan las moradas olímpicas le habían regalado un don, desgracia para los hombres comedores de pan.

Pandora, de Odilon Redon (ca. 1914)

¿Y a quién le enviaron a Pandora? A Epimeteo, el hermano de Prometeo, que, a diferencia del titán, no pensaba con anticipación, sino que se percataba de las cosas cuando ya era demasiado tarde. De hecho, el propio Prometeo le había advertido que no aceptara ningún regalo que procediese del Olimpo, pues podía encerrar alguna desgracia. No obstante, cuando vio a Pandora, hizo caso omiso de las palabras de su hermano: la belleza de la mujer lo conquistó por completo. A él y a todo el mundo. 

 

ατρ πε δ τεξε καλν κακν ντ [γαθοο.

ξάγαγ, νθα περ λλοι σαν θεο δ [νθρωποι,

κόσμ γαλλομένην γλαυκώπιδος [βριμοπάτρης.

θαμα δ χ θανάτους τε θεος θνητούς τ [νθρώπους,

ς εδον δόλον απύν, μήχανον [νθρώποισιν.

 

(Hes. Th. 585-590)

 

 

Pero, cuando preparó el bello mal a cambio de un bien, lo condujo adonde estaban los demás dioses y los hombres, engalanada con el atavío de la hija de poderoso padre, la de ojos glaucos. El asombro se adueñó de los dioses inmortales y de los hombres mortales cuando vieron el profundo engaño, inevitable para el ser humano.

Pandora, de Alexandre Cabanel (1873)

En aquel momento, no se le pasó por la cabeza que aceptarla y hacerla su esposa acarrearía la ruina a los hombres… porque Pandora llevaba consigo una vasija —¡no una caja!— tapada en cuyo interior se agazapaban todos los males: la enfermedad, la pobreza, lo que se os pueda ocurrir. Y cierto día, movida por la curiosidad, la muchacha destapó el recipiente. Fue entonces cuando la vida de los seres humanos dejó de ser idílica, ya que los males se extendieron por sus dominios y los conquistaron. A partir de entonces, vivieron siempre acechados por la desgracia. Eso sí, no todos los males consiguieron escapar. Los dioses hicieron que la vasija se cerrase antes de que el último saliera del recipiente: la esperanza, que se quedó en su interior.

 

Πρν μν γρ ζώεσκον π χθον φλ [νθρώπων

νόσφιν τερ τε κακν κα τερ χαλεποο [πόνοιο

νούσων τ ργαλέων, α τ νδράσι Κρας [δωκαν.

αψα γρ ν κακότητι βροτο [καταγηράσκουσιν.

λλ γυν χείρεσσι πίθου μέγα πμ [φελοσα

σκέδασ: νθρώποισι δ μήσατο κήδεα [λυγρά.

μούνη δ ατόθι λπς ν ρρήκτοισι [δόμοισιν

νδον μιμνε πίθου π χείλεσιν, οδ [θύραζε

ξέπτη: πρόσθεν γρ πέλλαβε πμα πίθοιο

αγιόχου βουλσι Δις νεφεληγερέταο.

 

(Hes. Op. 90-99)

 

 

Pues antes las tribus de los hombres vivían en la tierra lejos de los males y lejos del duro trabajo y de las terribles enfermedades que a los hombres les dan la muerte. Pues, al punto, en la desgracia envejecen los mortales. Pero la mujer, al quitar con las manos la gran tapa de la tinaja, los esparció y a los hombres procuró funestas preocupaciones. Solo permaneció en el interior la esperanza, en irrompible morada, bajo los bordes de la tinaja, y no voló hacia la puerta, pues antes se echó la tapa encima de la tinaja por voluntad de Zeus, el portador de la Égida, el amontonador de nubes.

Pandora, de Dante Gabriel Rosetti (1878)

Hay muchas teorías de diferentes estudiosos sobre el significado del mito y por qué precisamente la esperanza —que hoy en día tiene connotaciones positivas— se encontraba también en la «caja» de Pandora. Lo que me contaban mis profesores es que, para los griegos, este sentimiento no era tan bueno. Al fin y al cabo, la esperanza nos mantiene aguardando algo que posiblemente nunca se cumpla. A veces, nos hace tener unas expectativas que, al final, se quedan en algo vano, vacío.

Hesíodo, en la Teogonía, termina la historia de una forma categórica: por mucho que uno intente engañar a los dioses, estos siempre salen victoriosos y quienes han tratado de embaucarlos se llevan su correspondiente castigo. Prometeo terminó encadenado en el Cáucaso, sometido a una tortura eterna:

 

ς οκ στι Δις κλέψαι νόον οδ [παρελθεν.

οδ γρ απετιονίδης κάκητα Προμηθες

τοό γ πεξήλυξε βαρν χόλον, λλ π [νάγκης

κα πολύιδριν όντα μέγας κατ δεσμς [ρύκει.

 

(Hes. Th. 613-616)

 

 

Así, no es posible engañar la voluntad de Zeus ni transgredirla, pues ni el Japetónida, Prometeo, el salvador, se libró de su violenta cólera, sino que a él una gran cadena lo retuvo por la fuerza, aun siendo tan astuto.

¿Un paso hacia el progreso o una catástrofe mundial? El Proyecto Esperanza

© Masamune Shirow, 1985

Ahora volvemos al Olimpo, pero no al de los dioses griegos, al de ese Zeus furioso porque Prometeo lo ha dejado en evidencia, sino al de Appleseed: una utopía futurista que, pese a las buenas intenciones de quienes la gobiernan, tiene sus luces y sus sombras. Y es que muchas veces buscar el bien común conlleva equivocarse. Establecer un nuevo equilibrio supone acabar, en muchos aspectos, con el que ya imperaba, y eso no es siempre positivo. No del todo, al menos. 

Esto es lo que sucede con el Plan Esperanza, una idea de los ancianos que constituyen el Consejo, uno de los órganos de gobierno de Olimpo. En un mundo devastado por las guerras, donde es increíblemente complicado mantener la estabilidad, la ciudad se erige como un bastión de una paz muy deseada y una vida feliz. Sin embargo, incluso en esa utopía es difícil conservar la estabilidad y la calma: los ataques terroristas se suceden, hay diferentes intereses en juego que en ocasiones entran en conflicto y, por si fuera poco, Olimpo está en el punto de mira de las naciones que aún quedan en el mundo.

© Masamune Shirow, 1985

El Plan Esperanza, que lleva el nombre de ese último mal que permaneció en la vasija de Pandora —el propio Masamune Shirow así lo indica en una nota a pie de página—, pretende ser una solución para acabar con la violencia y restaurar el equilibrio. ¿Su idea principal? Modificar a los seres humanos, regular sus emociones al igual que se hace con los bioroides, los clones artificiales perfeccionados que habitan en Olimpo y se encargan de administrar la ciudad, carentes de sentimientos. De acuerdo con el consejo, si el plan se lleva a cabo, todo lo que hace inestables y complicados a los seres humanos —su materialismo, sus ambiciones, su individualismo, sus dificultades para entender conceptos como el de «familia»— desaparecerá y, por fin, se alcanzará la verdadera utopía. Según sus palabras, para conseguir una sociedad perfecta es preciso que sus miembros también sean perfectos, ya que una comunidad es el reflejo de la manera en que estos conviven y ven el mundo.

Como sabréis si habéis leído el manga, el Plan Esperanza está lejos de ser la solución definitiva, y más cuando Gaia, el superordenador que controla Olimpo y sirve de intermediario entre los seres humanos y los bioroides, lo analiza para comprobar si de verdad es tan positivo y decide que constituye un peligro para los seres humanos. Por esa razón, toma el control de los robots y las plataformas armadas de la ciudad para eliminar los elementos defectuosos del plan, bioroides incluidos. Es entonces cuando los protagonistas, Deunan y Briareos, intervienen como miembros de las fuerzas de seguridad de Olimpo para apagar el ordenador y terminar con la ola de destrucción.

© Masamune Shirow, 1985

En esta historia, que ocupa el segundo tomo de la serie —aunque en volúmenes posteriores, de vez en cuando, se vuelve a mencionar la idea del Consejo—, hay reflejos del mito original, de Pandora y ese caos que desata cuando la curiosidad la lleva a esparcir los males por el mundo. El Consejo tampoco tiene intención de generar un problema tan serio: elaboran el Plan Esperanza para hacer aún mejor el hogar donde viven y alcanzar esa perfección a la que aspiran. No es curiosidad, sino responsabilidad en este caso. Pero el resultado es el mismo: al igual que los hogares de esos seres humanos que se vieron invadidos por los males, la ciudad de Olimpo se ve asediada por la destrucción y el horror que traen consigo los robots controlados por Gaia. En el propio nombre del plan subyace esa dualidad que veíamos en la esperanza de la «caja» de Pandora, sobre la que muchos se han preguntado: ¿es un bien? ¿Es un mal? Las mismas dudas surgen cuando se trata de la idea del Consejo. Tampoco Deunan y Briareos están seguros de qué es lo mejor: ¿es tan terrible permitir que los seres humanos sean modificados en aras de la paz? ¿Quién decide que detener a Gaia sea lo correcto? ¿Quién es el verdadero enemigo: el superordenador o los bioroides? ¿Cómo deberían emplearse las máquinas para salvaguardar los intereses y la integridad de todo el mundo? ¿Hasta qué punto debe tenerse todo perfectamente controlado?

© Masamune Shirow, 1985

De esta forma, y aprovechando lo ambigua que puede resultar la esperanza del mito si reflexionamos al respecto, Masamune Shirow plantea a sus lectores infinidad de preguntas sobre el bien y el mal, sobre si una utopía es posible, sobre la esencia humana. Muchas de ellas no tienen una respuesta; es el lector quien tiene que sacar sus propias conclusiones a partir de la historia de Deunan, Briareos y los demás. En este caso, el elemento clásico se emplea como trasfondo del argumento y como base para la reflexión, un componente muy propio de estas historias de ciencia ficción. El Plan Esperanza se convierte en una representación no solo de ese sentimiento que nos hace anhelar cosas que tal vez no se produzcan —como esa utopía que ansían los habitantes de Olimpo—, sino en una representación de toda la «caja» de Pandora, una «caja» que, en este caso, puede ser considerada como fuente de males según el punto de vista desde el que se mire. Desde luego, para el Consejo no lo era... al menos antes de que se desatara el caos y Olimpo corriese peligro por sus buenas intenciones.

 

Con esto termino la entrada de hoy. ¡Espero que os haya gustado! 😊 En el futuro, le dedicaré más entradas a Appleseed; aún queda bastante por contar al respecto: Atenea y Nike, el consejo que participa en el gobierno de Olimpo, la figura de Prometeo —que aparece en el título de todas las entregas—… Por mi parte, os espero dentro de unos días con una nueva reseña. ¡Hasta entonces! 🤗

 

Bibliografía

Como siempre, os dejo por aquí una lista de las referencias que he utilizado para escribir la entrada. 😊

Grimal, Pierre (1981). Diccionario de mitología griega y romana (trad. de Francisco Payarols), Barcelona: Paidós.

Nisbet, Gideon (2016). “Mecha in Olympus: Shirow Masamune’s Appleseed”, en Marshall, C. W. & Kovacs, George (eds.) (2016). Son of classics and comics, Oxford: Oxford University Press, pp. 67-78.