viernes, 25 de marzo de 2022

Anime y mundo clásico: vientos del espacio exterior

Hace unos meses, os hablé por primera vez de Ulises 31 en el blog. Esta producción franco-japonesa que muchos recordaréis es una manifestación de la cultura popular que da para reflexionar bastante sobre cómo se adapta la Antigüedad grecolatina en nuestro presente y de qué forma la conciben en el país del sol naciente. Ya entonces os adelanté que quería dedicarle una entrada cada cierto tiempo y analizar el papel de la mitología en sus episodios. ¡Bien! Pues hoy os traigo la segunda. 🤗 Podéis leer la anterior aquí.

En esta ocasión, voy a centrarme en el cuarto episodio, que trata sobre el encuentro entre Ulises y Eolo. Antes de empezar, os hago la advertencia de siempre: puede haber spoilers de la trama. Si queréis ver la serie sin que os destripe nada, os recomiendo que os detengáis aquí. Dicho esto, ¡empezamos! 😊

El señor de los vientos

Eolo, de Pedro Pablo Rubens (principios
del siglo XVII)

A muchos probablemente os suene el nombre de Eolo. En la mitología grecolatina, hay varios personajes que se llaman igual y, muchas veces, en los relatos se confunden. El primero es un rey de Magnesia, descendiente de Deucalión y Pirra, dos personajes muy interesantes dentro de los mitos clásicos —tras un diluvio que acabó con la mayoría de los seres humanos, Zeus les concedió el deseo de repoblar la tierra y, para ello, tuvieron que lanzar piedras por encima de sus hombros, de las que surgieron nuevos hombres y mujeres—. Al segundo lo abandonaron nada más nacer junto con su hermano gemelo, fue criado por unos pastores y cedido después a los reyes de Icaria; finalmente, tuvo que luchar por su vida debido a las intrigas de su madrastra —la historia es un poco más larga y enrevesada, hay además diferentes versiones, ¡pero supongo que más o menos os hacéis una idea!—. El tercero es el Eolo al que se alude en la Odisea: según las versiones, los otros dos personajes del mismo nombre se identifican con él. No me voy a detener en este asunto, pero me parecía importante señalarlo. Muchos mitos y leyendas se entrecruzan; el resultado son estas mezclas y confusiones.

Una vez dicho todo esto, en el poema homérico Eolo aparece como el señor de los vientos: se trata de un personaje capaz de controlarlos gracias a un don concedido por la divinidad; los contiene y los libera según sus deseos. Ulises y sus compañeros llegan a su hogar, la isla de Eolia, después del terrible episodio de Polifemo y los cíclopes —así que, de alguna forma, este artículo continúa el que escribí sobre Ulises 31 hace unos meses—. Allí los recibe Eolo, muy amablemente. El propio héroe griego nos cuenta lo siguiente al principio del canto x:

 

Αολίην δ ς νσον φικόμεθ: νθα δ ναιεν

Αολος πποτάδης, φίλος θανάτοισι θεοσιν,

πλωτ ν νήσ: πσαν δέ τέ μιν πέρι τεχος

χάλκεον ρρηκτον, λισσ δ ναδέδρομε πέτρη.

το κα δώδεκα παδες ν μεγάροις γεγάασιν,

ξ μν θυγατέρες, ξ δ υέες βώοντες:

νθ γε θυγατέρας πόρεν υάσιν εναι κοίτις.

ο δ αε παρ πατρ φίλ κα μητέρι κεδν

δαίνυνται, παρ δέ σφιν νείατα μυρία κεται,

κνισεν δέ τε δμα περιστεναχίζεται αλ

ματα: νύκτας δ ατε παρ αδοίς λόχοισιν

εδουσ ν τε τάπησι κα ν τρητοσι λέχεσσι.

(Od. X, 1-12)

 

 

Llegamos a la isla de Eolia. Allí tiene su morada Eolo el Hipótada, querido por los dioses inmortales, en una isla flotante: alrededor de toda ella hay un muro de bronce indestructible; los escollos, lisos, se alzan desde el mar. Doce hijos le nacieron en su morada, seis hijas y seis hijos en la flor de la juventud: Eolo dio las hijas a sus hijos para que fueran sus esposas. Estos siempre celebran sus banquetes en casa de su querido padre y su respetable madre. Junto a ellos hay infinidad de alimentos. Las habitaciones están llenas del aroma de la grasa y resuenan con cantos todo el día. Por las noches, junto a sus venerables esposas, duermen en tapetes y ricos lechos.

Odiseo en la caverna de los vientos, de Jan van der Straet
(ca. 1590-1599)
Parece un buen sitio en el que quedarse unos días después de un viaje accidentado, ¿verdad? El hogar de Eolo es bello, apacible. Por suerte para Ulises y sus compañeros, el señor de los vientos los acogió durante bastante tiempo con la hospitalidad debida a los huéspedes. Pero no solo eso: también accedió a ayudarlos a regresar a Ítaca. Para ello, le hizo un regalo sin igual al astuto héroe griego: le entregó un odre donde había encerrado a todos los vientos —excepto a Céfiro, pues su papel era soplar para que la flota arribase al puerto deseado—. De ese modo, nada interrumpiría su travesía. Sin embargo, como podéis imaginar, Ulises no lo tuvo tan fácil: fue la desconfianza de sus compañeros la que los llevó a la ruina.

Después de surcar los mares durante varias jornadas, vieron a lo lejos las costas de Ítaca, que todos añoraban. No obstante, el héroe, rendido tras tantos días de viaje, se durmió. Quienes navegaban con él aprovecharon para comentar entre sí sus sospechas acerca del misterioso regalo que le había hecho Eolo. Sus palabras destilaban envidia. Así hablaban, según se recoge en la Odisea:

 

« πόποι, ς δε πσι φίλος κα τίμιός στιν

νθρώποις, τεών τε πόλιν κα γααν κηται.

πολλ μν κ Τροίης γεται κειμήλια καλ

ληίδος, μες δ ατε μν δν [κτελέσαντες

οκαδε νισσόμεθα κενες σν χερας χοντες:

κα νν ο τάδ δωκε χαριζόμενος φιλότητι

Αολος. λλ γε θσσον δώμεθα ττι τάδ [στίν,

σσος τις χρυσός τε κα ργυρος σκ [νεστιν».

 

(Od. X, 38-45)

 

 

«¡Ay, cómo quieren y admiran a este todos los hombres a cuya ciudad o tierra llega! Muchos hermosos tesoros se lleva del botín de Troya y nosotros, aun habiendo hecho el mismo camino, a casa regresamos con las manos vacías. Y ahora a él le ha entregado estos regalos Eolo en su amor. Pero, ¡ea!, veamos rápidamente qué hay aquí, cuánto oro y cuánta plata contiene el odre».

Eolo dándole los vientos a Odiseo, de Isaac Moillon (siglo XVII)
Su desconfianza y sus celos fueron tales que terminaron por abrir el odre. Los vientos, por supuesto, escaparon con toda su fuerza y arrastraron las naves lejos de Ítaca una vez más. Ulises no daba crédito a lo ocurrido: ¡había estado tan cerca de su hogar! Y ahora sus esfuerzos y sus penurias habían sido en vano. Sus barcos llegaron de nuevo a Eolia, donde el héroe volvió a pedirle ayuda al señor de los vientos, extrañado de verlo allí. Esa vez no hubo suerte: en cuanto se enteró de por qué habían terminado en la isla, Eolo se negó a auxiliarlos. Al fin y al cabo, eran víctimas de la ira de los dioses, ¿quién se atrevería a oponerse a sus designios? Desde luego, él no:

 

«ρρ κ νήσου θσσον, λέγχιστε ζωόντων:

ο γάρ μοι θέμις στ κομιζέμεν οδ [ποπέμπειν

νδρα τόν, ς κε θεοσιν πέχθηται [μακάρεσσιν:

ρρε, πε ρα θεοσιν πεχθόμενος τόδ [κάνεις.».

 

(Od. X, 72-75)

 

 

«¡Márchate de la isla enseguida, tú, el más miserable de los seres vivos! Pues no es ley para mí acoger ni ayudar en su vuelta a ningún hombre que les sea detestable a los dioses dichosos. ¡Márchate, pues has venido odiado por los dioses!».

Juno pidiéndole a Eolo que libere a los vientos, de
François Boucher (1769)

De todas formas, este no es el único episodio de la literatura clásica en el que interviene Eolo. Si a Ulises intentó ayudarlo, en el caso de otro famoso héroe, Eneas, hizo todo lo contrario a petición de una de las diosas más importantes del panteón grecolatino: Hera/Juno. Así nos lo cuenta Virgilio al principio del canto i de la Eneida, poema épico sobre la huida de Eneas de Troya y su llegada al Lacio para reinar allí y poner las bases de lo que más tarde sería Roma. 

Juno tenía mucho en contra de Eneas y sus compañeros; para empezar, el juicio de Paris, que había perdido porque el príncipe troyano había preferido a Afrodita/Venus —os lo conté con más detalle aquí—. Además, Virgilio nos habla de la eterna rivalidad entre Roma y Cartago introduciéndola en su poema. La diosa tenía preferencia por la segunda ciudad y, como una profecía había vaticinado que un pueblo de origen troyano llegaría al Lacio y conseguiría derrotarla en el futuro, se esforzó por impedir que Eneas alcanzara su destino. Con estas pinceladas, Virgilio empieza ya a ensalzar a Roma y establece una rivalidad entre la divinidad y un héroe que recuerda, precisamente, a la de la Odisea entre Poseidón y Ulises.

En este canto, cuando Eneas y sus compañeros ven a lo lejos la isla de Sicilia, Juno decide tomar cartas en el asunto: se dirige a Eolia para hacerle una petición a Eolo. Además, le ofrece a cambio de su ayuda una recompensa que el señor de los vientos no puede rechazar:

 

«Aeole, namque tibi divom pater atque [hominum rex

et mulcere dedit fluctus et tollere vento,

gens inimica mihi Tyrrhenum navigat [aequor,

Ilium in Italiam portans victosque Penates:

incute vim ventis submersasque obrue [puppes,

aut age diversos et disiice corpora ponto.

Sunt mihi bis septem praestanti corpore [nymphae,

quarum quae forma pulcherrima Deiopea,

conubio iungam stabili propriamque [dicabo,

omnis ut tecum meritis pro talibus annos

exigat, et pulchra faciat te prole parentem».

 

(Verg. Aen. I, 65-75)

 

 

«Eolo, pues a ti el padre de los dioses y el rey de los hombres te concedió calmar el oleaje y agitarlo con el viento: una raza enemiga para mí navega por el mar Tirreno llevando a Italia los penates vencidos de Ilión. Aviva la fuerza del viento y sumerge sus naves hasta hundirlas, o sepáralos y dispersa sus cuerpos por el mar. Tengo catorce ninfas de distinguida belleza, de las cuales la más hermosa es Deyopea: la uniré a ti en firme matrimonio y la consagraré como tuya para que, por tales servicios, contigo pase los años y te haga padre de una hermosa prole».

Así, Eolo libera a los vientos y los lanza contra Eneas. Se desata una violenta tempestad que los aleja del Lacio; también hunde algunos de sus barcos. Por suerte, Poseidón/Neptuno interviene: tras reprender a los vientos por lo sucedido, calma el oleaje. De esa manera, el héroe troyano y los suyos pueden llegar a tierra firme. Pero eso es otra historia.

Un peligroso juego

© DiC Entertainment y Tokyo Movie Shinsha (TMS) 1981

El Eolo que aparece en Ulises 31 comparte algunos rasgos con el señor de los vientos de la mitología, pero también se diferencia de él en bastantes cosas. Y es que no es tan amable como el rey de Eolia, ni mucho menos.

Voy a refrescaros la memoria sobre el argumento del capítulo. En su viaje por el espacio, la nave de Ulises sufre una avería repentina. No obstante, el héroe, su hijo Telémaco, Nono y Thais logran adentrarse en una misteriosa estructura, de la que de repente surgen una especie de brazos de viento que agarran la nave y la llevan ante Eolo. Al igual que en la mitología, se trata del rey de los vientos —y también de las corrientes cósmicas—, pero sus intenciones no son acoger a Ulises ni ayudarlo en su regreso: tras capturar a los integrantes de la nave Odysseus, le dice al héroe que está obligado a participar en un juego para celebrar el cumpleaños de Eolia, su hija, quien no se muestra de acuerdo con los planes de su padre. A Ulises no le queda otra que aceptar, así que se somete a una serie de pruebas. En caso de que las supere, Eolo liberará a Thais y a Telémaco, y, además, le otorgará un cofre mágico que le permitirá salir del Olimpo.

© DiC Entertainment y Tokyo Movie Shinsha (TMS) 1981

El hogar de Eolo y su familia se parece a la descripción que encontramos de la isla Eolia en la Odisea: el «palacio» sideral no está rodeado por una muralla indestructible, pero sí por una serie de agujeros con una especie de cuchillas gigantescas que trituran todo lo que pasa por allí. Este es el primer obstáculo con el que Ulises y sus compañeros se encuentran cuando su nave se acerca al hogar del señor de los vientos, aunque, por suerte para ellos, consiguen salvarlo —por los pelos, eso sí—.  Por otra parte, alrededor de Eolo se encuentra toda su familia y, pese a que no tiene tantos hijos como en el texto homérico —Eolia, quien lleva el nombre de la isla original de la mitología, parece ser la única—, verlos reunidos nos produce una sensación similar a la del texto: todos asisten a la celebración del cumpleaños de Eolia, todos están pendientes del juego en el que Ulises se ve obligado a participar.

Otro elemento que tienen en común la serie animada y la historia original es el papel de los vientos. Si bien es cierto que en la Odisea Céfiro quedaba libre para ayudar al héroe, el resto habían sido encerrados en el odre porque constituían un obstáculo, como luego se demuestra. En Ulises 31, todos los vientos —a Céfiro añadimos Noto, Bóreas y Euro— aparecen personificados y en ningún caso le sirven de apoyo al protagonista, sino que siempre son una dificultad añadida. En este caso, no influyen directamente en el viaje de regreso, pero sí en la posibilidad de que Ulises escape de las garras de Eolo: a lo largo de las pruebas, aparecen para impedir que las supere. En la primera, le disparan con unas pistolas de rayos cada vez que una diana aparece sobre el héroe; en la tercera, lo encierran en una máquina de pinball —vemos aquí la influencia de la cultura popular de la época en la que se hizo la serie— y se divierten a su costa. También Céfiro. Todos los vientos están a las órdenes de Eolo, así que no se salen de su papel.

© DiC Entertainment y Tokyo Movie Shinsha (TMS) 1981
¿Y qué hay del odre de los vientos? En el capítulo existe, solo que en forma de cofre mágico, como he mencionado antes. Es el premio que recibirá Ulises, en teoría, si logra salir victorioso de todas las pruebas. Eolo le dice que, con él, podrá salir del Olimpo, pero en su interior no se encuentran los vientos: se trata, más bien, de un recipiente para una especie de energía bastante poderosa. Mientras su padre se enfrenta a los vientos, Telémaco y Thais, con ayuda de Eolia, lo encuentran. Gracias a él consiguen derrotar al terrible monstruo que aparece al final del capítulo, tras las pruebas —Ulises y los demás iban a servirle de alimento—, rechazar a los vientos y debilitar al propio Eolo. Sin querer, el muchacho hiere a Eolia, y es entonces cuando su padre se percata de hasta qué punto ha llegado su maldad. Eso sí, al igual que en el mito, Ulises y sus compañeros se quedan sin el recurso que podría llevarlos a casa: en el caso de la Odisea, por culpa de la envidia y la desconfianza; en lo que respecta a la serie, el motivo es más noble, ya que Telémaco busca salvar a su padre y escapar de la prisión donde han terminado sin querer.

© DiC Entertainment y Tokyo Movie Shinsha (TMS) 1981

Voy a centrarme, por último, en el propio Eolo. Si nos fijamos, el señor de los vientos amable y compasivo de la Odisea no está presente en el anime. Salvando las distancias, cumple más el papel de la Eneida, ya que interviene directamente en la desdicha del héroe: no hay una divinidad que vaya a recompensarlo, pero él queda satisfecho al divertirse con sus desventuras durante el juego. Hay cierta inversión del carácter del personaje y se intensifica su papel como obstáculo, todo con un sentido: que se dé cuenta de su enorme crueldad y de que el amor de su hija es mucho más importante. Su posible ayuda queda condicionada a las normas que él mismo impone y, además, nada le asegura a Ulises que vaya a cumplir con lo prometido.

Dicho todo esto, ¿a qué pueden obedecer los cambios en el mito original? Como sucedía en el episodio de los cíclopes, me parece que transformar a Eolo en un villano refuerza lo difícil de la travesía espacial del héroe. En esta nueva versión de la historia, ni siquiera los personajes que en la Odisea estaban más o menos dispuestos a ayudarlo le ofrecen auxilio. Se han convertido en un enemigo más, en otra barrera. Consigue superar los problemas, primero, por sus muchas cualidades; por otro lado, también cuenta con la inestimable ayuda de su hijo Telémaco, un apoyo fundamental para él en determinados episodios de la Odisea, ya en el tramo final de la obra. Asimismo, creo que la figura de Eolo se ha ajustado al tópico del antagonista que no necesita motivos concretos para hacer el mal, sino que su propia esencia lo empuja a actuar de esa forma. Se trata de una lucha tradicional entre el bien y el mal: en este caso, el primero sale victorioso gracias, en parte, a la inocencia de la propia Eolia. 

© DiC Entertainment y Tokyo Movie Shinsha (TMS) 1981
Hay que destacar también que, de nuevo, Ulises no supera las pruebas por su ingenio, su principal cualidad en la mitología y la literatura grecolatina. Os comenté en la entrada sobre los cíclopes que en la Antigüedad muchas veces esa astucia no se consideraba una virtud. De nuevo, aquí vemos a un héroe valiente, ágil, diestro en la lucha. Se enfrenta a los vientos con estas cualidades: esquiva sus disparos en la primera prueba, lucha contra las figuras de un ajedrez gigante —entre las que, por cierto, hay un centauro— en la segunda, intenta escapar del pinball en la tercera.

 

Con esto termino la entrada de hoy. 😊 ¡Espero que os haya gustado! En los meses que viene, seguiré hablando de vez en cuando de Ulises 31. ¡Aún hay mucho que decir al respecto! Por mi parte, os espero dentro de unos días con una nueva reseña. ¡Hasta entonces! 🤗

 

Bibliografía

Como siempre, aquí va una lista de las referencias que he utilizado para escribir la entrada. 😊

Grimal, Pierre (1981). Diccionario de mitología griega y romana (trad. de Francisco Payarols), Barcelona: Paidós.