domingo, 27 de septiembre de 2020

Reseña: GoGo Monster

GoGo Monster ha sido una de mis eternas lecturas pendientes. Me lo regalaron cuando salió porque tenía muchas ganas de leerlo, pero al final quedó relegado para un momento que no parecía llegar nunca. Ese es el problema de tener tantos títulos en la lista: al final, una termina aplazando muchos de ellos y pueden pasar meses o años hasta que se adentra en sus páginas.

En el caso de GoGo Monster, me arrepentí mucho. ¡Tendría que haberle dado una oportunidad antes! Taiyô Matsumoto es un autor que me fascina, no importa lo que lea. Tekkon Kinkreet me descubrió a un mangaka diferente cuyo estilo e historias me cautivaron. Por eso sabía que GoGo Monster iba a gustarme, pero no tenía ni idea de hasta qué punto. Yuki, Makoto, IQ y los misteriosos seres invisibles que pueblan su colegio me atraparon y no pude parar de leer hasta que terminé el tomo. 

El misterio de la cuarta planta

Yuki Tachibana no es un niño como los demás. Mientras sus compañeros de clase viven una vida despreocupada de deberes, exámenes y salidas con los amigos, él no puede relajarse. En el cuarto piso de su escuela, cuyo acceso está vedado a los estudiantes, habitan unas criaturas invisibles amigas de Yuki que, sin embargo, se ven amenazadas por unos terribles enemigos. Esos enemigos, los “otros”, han empezado a cambiar su escuela: los cristales se rompen solos, las plantas florecen fuera de fecha… Y lo peor es que a nadie parece preocuparle, salvo, quizá, a Ganz, el conserje, el único que cree en sus palabras.

Pero Yuki no solo tiene que enfrentarse a los “otros”, sino también a las burlas e incomprensión de sus compañeros. Para ellos es tan solo un bicho raro del que reírse. Cuando a la escuela llegan varios estudiantes nuevos, Yuki encontrará a un compañero con el que pasar buenos ratos: Makoto Suzuki, un niño que, pese a los consejos de los demás, intenta acercarse a él. 

La imaginación como huida

© Taiyô Matsumoto 2000.

GoGo Monster no es solo una historia fantástica. No trata solo sobre los seres invisibles de la cuarta planta ni de los planes que tienen para hacerse notar. Taiyô Matsumoto quiere hablarnos de algo mucho más importante: la sensación de no encajar en tu entorno, por diversas razones.

Yuki, el protagonista, es un niño especial. Tiene una imaginación desbordante y concibe el mundo de una manera distinta, de ahí que sus compañeros crean que le falta un tornillo y se rían de él. Algo similar ocurre con IQ, un misterioso alumno que oculta su rostro con una caja de cartón. Su apariencia inquietante y su peculiar forma de ser hacen que los demás estudiantes se alejen de su lado. Ninguno de ellos tiene amigos —salvo el señor Ganz en el caso de Yuki y los conejos del corral del colegio en el de IQ—; nadie hace un esfuerzo por comprenderlos. Por eso, ambos pasan los días en soledad y cada uno tiene su propia manera de afrontar su situación. Yuki se centra en la jardinería y la botánica; IQ se encarga de cuidar a los animales de la escuela. 

© Taiyô Matsumoto 2000.

De todos modos, el colegio no es el único mundo en el que los personajes no encajan. Hay otro en el que Yuki tampoco desea entrar, por diversas razones: el de los adultos. Así lo expresa a lo largo del manga: no quiere crecer porque, si lo hace, entonces se le pudrirá el cerebro. GoGo Monster también nos habla de las dudas y el miedo que nos asaltan cuando dejamos la infancia atrás. Volverse adulto supone asumir nuevas responsabilidades, preocuparse por nuevos asuntos. Y Yuki no está preparado para hacerlo.

La situación en la que se encuentran Yuki e IQ es la que los lleva a adentrarse en la cuarta planta del colegio, un viaje del que no saben si podrán regresar. Taiyô Matsumoto plasma sus sentimientos en una historia compleja y exigente con el lector, llena de metáforas y símbolos, en la que la imaginación supone una válvula de escape ante una realidad que asusta y genera rechazo a partes iguales.

© Taiyô Matsumoto 2000.

Pero lo que me gusta de GoGo Monster no es solo los temas que trata ni la forma en que lo hace, sino el mensaje final que, en mi opinión, se extrae de la historia. Puede que muchas veces nos sintamos fuera de lugar en el mundo en el que vivimos, puede que tengamos que enfrentarnos a situaciones complicadas. Pese a todo, siempre podemos a encontrar a alguien que nos saque de la oscuridad, que haga lo imposible por entendernos y permanecer a nuestro lado. Así lo vemos en el personaje de Makoto, que, a pesar de las habladurías y las burlas, se esfuerza por entender a Yuki y consigue ganarse su confianza. Es esa amistad la que permite que Yuki supere sus miedos y encuentre un poco de comprensión entre tantas burlas e indiferencia.

Taiyô Matsumoto: plasmar lo imposible en el papel

Taiyô Matsumoto tiene un estilo único. Basta con ver una de sus viñetas para reconocer la mano del mangaka. Pero no es solo eso lo que lo hace un autor imprescindible: los universos que crea y los personajes a los que da vida son memorables. En GoGo Monster demuestra, una vez más, que es capaz de plasmar sobre el papel todo lo que se le pase por la cabeza, aunque sea una locura.

© Taiyô Matsumoto 2000.

No es fácil ponerse en la piel de Yuki para mostrarnos el mundo a través de sus ojos. Aun así, Matsumoto se las arregla para hacer de su manga un regalo visual para el lector. El peso de la historia no lo tienen tanto los diálogos como las imágenes, en las que se entremezclan el mundo real y el de la imaginación, lo que Yuki percibe y lo que los demás le dicen que es verdadero. Para trasladarnos a ese universo, Matsumoto se vale de infinidad de técnicas, y las utiliza con mucho acierto. Planos impactantes de los personajes, juegos de luces y sombras, distorsiones de los escenarios… y esas magníficas escenas, muchas veces inquietantes, en las realidad e ilusión se fusionan. Las viñetas de Matsumoto maravillan y nos ayudan a adentrarnos en esta historia tan compleja y oscura.

 

¡Hasta aquí la reseña de hoy! 😊 Si no habéis leído GoGo Monster, espero que le deis una oportunidad. El miércoles que viene publicaré la última entrada del mes, sobre manga y mundo clásico. ¡Espero que os guste, estoy deseando ponerme con ella!

Aprovecho para decir que, a partir de octubre, tendré un poco más de tiempo para dedicarle al blog y podré hacer un calendario aproximado de las entradas. Así no volverá a pasarme lo de este mes, que, al final, las dos últimas publicaciones van a salir poco espaciadas entre sí.

¡Os espero la semana que viene! ¡Hasta entonces!

martes, 15 de septiembre de 2020

Manga y mundo clásico: la lucha contra los mitos

El nombre de Kentaro Miura seguro que os trae a la cabeza Berserk. Y no es para menos, ya que no es solo su obra más importante, sino uno de los mangas más famosos a nivel mundial. La historia de Guts ha cautivado a muchos lectores y se ha convertido en un título de culto. Pero hoy no voy a hablaros de Berserk, no. En esta entrada voy a centrarme en un manga de Miura menos conocido que Panini publicó el año pasado en España: Gigantomaquia

Gigantomaquia nos cuenta la historia de Delos y Prome, una pareja un tanto curiosa que deambula por un mundo postapocalíptico lleno de peligros. Pero no solo por las condiciones que lo hacen inhabitable ni por las bestias. El imperio se expande y lo arrasa todo a su paso. Delos y Prome tendrán que hacerle frente para devolver un poco de tranquilidad a su mundo.  

En Gigantomaquia se dan cita muchos elementos que lo hacen un manga muy disfrutable: una trama sencilla pero emocionante y con un mensaje profundo, el impresionante estilo de Miura… Y, además, tiene relación con la cultura grecolatina, motivo por el que protagoniza la entrada de hoy. 😊 ¡Empezamos!

El día en que dioses y gigantes se enfrentaron

Encélado bajo el Etna,de Bernard Picart. 
Atenea derrotó a este gigante y lo enterró bajo el Etna.
Otras versiones afirman que la diosa
le lanzó la isla de Sicilia.

Los gigantes, hijos de Gea, la tierra, tienen un lugar especial en la mitología griega. Nacieron, según nos cuenta Hesíodo en la Teogonía —obra en la que el poeta griego nos habla de los orígenes del cosmos y los dioses— cuando la diosa, harta de que Urano, el cielo, retuviera a los hijos de ambos en su vientre, suplicó ayuda. Fue Cronos el único de sus otros hijos que se atrevió a desafiar la ira de su padre. Armado con una hoz que le había proporcionado su madre, castró al dios. Gea recogió las gotas de sangre que se derramaron sobre la tierra, y de ellas nacieron, entre otras criaturas, los gigantes. Sobre su aspecto, Hesíodo apenas dice nada: se refiere a su gran tamaño y a que están armados.

 

[…] μεγάλους τε Γίγαντας,

τεύχεσι λαμπομένους, δολίχ γχεα χερσν [χοντας […].

 

(Hes. Th. 185-186)

 

 

“[…] y a los grandes gigantes de armas resplandecientes, que llevan largas lanzas en sus manos […]”.

 


En la Biblioteca de Apolodoro, sin embargo, los gigantes son fruto de la furia. Y, además, se los relaciona desde el principio con el episodio mitológico que nos ocupa hoy: la gigantomaquia, la lucha entre estas criaturas y los dioses. ¿Dónde tuvo su origen? Precisamente, en la ira de Gea. Zeus y los demás dioses habían encerrado a los titanes, también hijos de la diosa, en el Tártaro, un lugar donde sufrirían un castigo eterno. Por ello, Gea engendró a los gigantes, con la esperanza de que pudieran hacer frente a Zeus y los suyos, y así resarcir la ofensa. 

En efecto, los gigantes parecían unos rivales dignos de tener en consideración. Apolodoro vuelve a hacer referencia a su gran tamaño, pero no solo eso: también nos habla de su increíble fuerza y de su aspecto inquietante.

 

[…] μεγθει μν σωμτων νυπερβλτους, δυνμει δ καταγωνστους, ο φοβερο μν τας ψεσι κατεφανοντο, καθειμνοι βαθεαν κμην κ κεφαλς κα γενεων, εχον δ τς βσεις φολδας δρακντων. […]

 

(Apollod. Bibliotheca, I.6)

 

 

“[…] insuperables por el tamaño de su cuerpo, por su fuerza invencibles; aparecían temibles ante la mirada, recubiertos con una espesa cabellera en la cabeza y el mentón. Tenían por pies las escamas de un dragón […]”.  

Los dioses no las tenían todas consigo. Por si fuera poco, un oráculo había vaticinado que no podrían vencer sin la ayuda de un mortal. El tiempo corría en su contra. Gea, al enterarse, empezó a buscar una manera de conseguir que los gigantes se volvieran del todo inmortales. Por suerte para los dioses, Zeus fue más rápido: logró que Eos, la aurora, Selene, la luna, y Helios, el sol, se mantuvieran ocultos. Eso le permitió destruir la sustancia que buscaba Gea y, por supuesto, suplicar la ayuda de un mortal. ¿Y quién mejor que Heracles/Hércules, uno de los héroes más famosos, para combatir a su lado? Gracias a la colaboración entre las divinidades y el guerrero, los gigantes fueron derrotados y la amenaza desapareció.

La colaboración para vencer a los mitos

© Kentaro Miura 2014.

Es precisamente esta lucha, como puede deducirse a partir del título, la que le sirve a Kentaro Miura como base para su manga Gigantomaquia. En el mundo de Delos y Prome —un humano y una criatura con habilidades increíbles denominada khaa—, los gigantes están más vivos que nunca. Son mitos hechos realidad de los que se sirve el imperio para conquistar nuevas regiones y acabar con sus habitantes.

Cuando Delos y Prome terminan, por casualidad, en el territorio de los scarabe, los hombres-insecto, se ven inmersos en la lucha por la libertad que gran cantidad de pueblos mantienen con el imperio todos los días. De pronto, hay una alerta: el enemigo se está acercando y, como siempre, viene acompañado de su herramienta más poderosa. Los gigantes. Esos gigantes que se han transformado en una pesadilla. Los scarabe están dispuestos a luchar, aunque no pueden vencerlos solos. El imperio es implacable. Pero Delos y Prome no se quedan de brazos cruzados y son ellos quienes asumen el papel principal en la batalla.

Hay algunos aspectos en los que la trama de Gigantomaquia se parece al mito original, ¿verdad? El enemigo temible al que aparentemente no se puede vencer, la imposibilidad de salir adelante sin la cooperación de alguien ajeno. Incluso los gigantes proceden de Gaia —otro de los nombres para Gea—, a la que, en el manga, se identifica con la naturaleza. La propia Prome afirma que son “parte carnal” de ella y, además, en los lugares en los que muere un gigante la tierra reverdece y florece de nuevo. El vínculo original entre la diosa y sus hijos se mantiene.

© Kentaro Miura 2014.

Sin embargo, Kentaro Miura le da una vuelta de tuerca al mito para contarnos una historia con mensaje. Aquí quienes han de enfrentarse a los gigantes no son dioses, ni mucho menos: es un pobre pueblo al que el imperio amenaza y que está más bien indefenso. Los dioses son poderosos, los scarabe no. El más fuerte pretende abusar del más débil y arrebatarle todo lo que tiene.

Pero hay una vía de escape: la colaboración. Con ayuda todo puede conseguirse, incluso derrotar al enemigo más temible. Y eso es lo que demuestran Delos y Prome cuando se unen a la causa de los scarabe. Aunque son solo ellos dos quienes luchan contra los gigantes del imperio, la idea de la cooperación se mantiene. Prome, mediante sus habilidades de hkaa, logra convertir temporalmente a Delos en un poderoso gigante. Si ambos no hubieran unido fuerzas, no habrían conseguido nada.

Al igual que en el mito original, son criaturas totalmente diferentes las que se ayudan. Los scarabe y su apariencia de insecto no tienen nada que ver con Delos, y este es muy distinto a Prome, aunque la chica tenga aspecto humano. De esa forma, Miura nos demuestra que no importa lo que nos separa cuando se trata de hacer frente a una dificultad. ¡Y menos cuando la libertad y el bienestar están en juego!

De todas formas, Delos es un protagonista que no solo se caracteriza por su fuerza. Tiene también un lado humano y compasivo que lo aleja de un héroe implacable y frío. Pese a que su enemigo ha perpetrado crímenes y ha subyugado por la fuerza a miles de pueblos, es capaz de perdonar. En su mundo postapocalíptico también hay lugar para la bondad y la esperanza. Los gigantes del imperio son aniquilados, pero no el enemigo que los controla. En el mito que Apolodoro recoge en su Biblioteca, la amenaza desaparece por completo.

El imperio… ¿romano?

© Kentaro Miura 2014.


La gigantomaquia es la base del manga de Miura, sí, aunque no es el único elemento grecolatino que aparece en él. Los nombres de Delos y Prome tienen una resonancia clásica y, además, se menciona el Olimpo, aunque no se nos dan muchos datos sobre él. Pero, además, el propio Delos y el imperio pertenecen a otro mundo, uno que tiene su origen en Roma, una de las mayores potencias de la Antigüedad y que, como sabéis, logró expandir sus límites más allá de lo imaginable.

Delos es un gladiador, un esclavo condenado a luchar en coliseos sin descanso. Matar o morir, esas son las directrices por la que se ha regido su vida hasta que consigue alcanzar la libertad. De hecho, en Gigantomaquia incluso podemos ver una lucha en una especie de anfiteatro: antes de que Delos y los scarabe se entiendan, uno de sus campeones desafía al protagonista. Los hombres-insecto lo consideran una amenaza, tal vez un agente del imperio. Pero Delos demuestra ser todo lo contrario. Y, además, lucha con ese honor y esa templanza que lo caracterizan.

Creo que el hecho de que Delos sea un esclavo y un gladiador contribuye, en cierto modo, a engrandecerlo. Hércules es un héroe formidable, un semidiós; Delos pertenece a un grupo marginado, pese a su fuerza y su condición de guerrero. Aun así, logra derrotar a los gigantes con la ayuda de su compañera, que posee unos poderes increíbles y a la que el propio guerrero llama “diosa” en alguna ocasión. Prome es el elemento “divino” de la pareja.

© Kentaro Miura 2014.


Por otro lado, ese imperio tan temible tiene una estética totalmente romana. Sus armaduras son muy parecidas a las de los legionarios. Y, además, su afán de dominación —visto de forma negativa, por supuesto— recuerda también al del imperio romano.

 

Hasta aquí la entrada de hoy. ¡Espero que os haya gustado y que le deis una oportunidad a Gigantomaquia si no lo habéis leído ya! 😊 Os espero dentro de unos días. ¡Hasta entonces!