domingo, 31 de enero de 2021

Manga y mundo clásico: una guerra por la belleza

Ya os he hablado en varias ocasiones del dios del manga. A Osamu Tezuka le interesaba la cultura grecolatina, sobre todo la mitología, y la utilizó en algunos de sus títulos como telón de fondo. Umi no triton y la lucha de su protagonista contra Poseidón. Los viajes de Unico como consecuencia de los celos de la diosa del amor. Los mitos de Orestes, Apolo y Dafne como punto de partida para La canción de Apolo. ¡Y podría seguir! Son muchas las historias a las que Tezuka recurrió y de las que nos ofreció su propia visión.

Hoy toca hablar de la guerra de Troya, ese acontecimiento tan importante para la cultura y la literatura grecolatina. Troyanos y aqueos se enfrentaron en un conflicto terrible que duró diez años y en el que perdieron la vida muchos héroes de ambos bandos. La guerra permea una grandísima parte de los textos literarios de la Antigüedad clásica, entre los que destacan, por supuesto, grandes poemas épicos como la Ilíada y la Odisea

Tezuka no podía ignorarla, claro. Y es en Fénix, su gran obra —publicada en España por Planeta Cómic, de la que os hablé brevemente aquí—, donde nos vuelve a contar la historia que tan bien conocemos, pero integrada en un nuevo marco y desde un punto de vista muy personal. Aunque en general Fénix se centra en la historia de Japón, tanto el pasado como el futuro, hay una serie de capítulos, publicados en la revista Shôjo Club, que están ambientados en otros lugares: Egipto, Grecia y Roma. Es en el segundo en el que Tezuka nos traslada a Esparta y a Troya para hablarnos de su enemistad, un odio tan grande que desembocó en terribles batallas. Hay muchas cosas de las que me gustaría hablar: el desarrollo de la contienda, el papel del fénix —elemento común en todos los capítulos de la obra—, los personajes de cada bando y cómo cambian con respecto a los mitos originales… Así que en la entrada de hoy voy a centrarme específicamente en los elementos argumentales que Tezuka toma de la historia que nos contaron los antiguos y en cómo los modifica para cumplir con sus objetivos: ajustar el capítulo de Grecia a una trama más larga y mostrarnos los horrores de la guerra, que él mismo había presenciado. Si no habéis leído la obra y tenéis intención de hacerlo, cuidado: hay spoilers de la trama. ¡Vamos allá! 😊

Envidia y belleza: el origen de un terrible conflicto

Las bodas de Tetis y Peleo, de Jacques Jordaens (1636-1638). 

El comienzo de la guerra de Troya, de acuerdo con las fuentes clásicas, es complejo. Todo empieza con unas bodas, las de Tetis y Peleo, padres de Aquiles. De acuerdo con un oráculo, la diosa estaba destinada a tener un hijo más poderoso que su padre, así que sus pretendientes, Zeus y Poseidón, abandonaron sus intenciones y se decidió que Tetis contraería matrimonio con un mortal. A la boda fueron invitadas todas las divinidades… menos una: Eris, la diosa de la discordia, que, pese a todo, se dejó caer por allí. Y, como no podía ser de otro modo, causó problemas: llevó consigo una manzana dorada con una inscripción, «para la más hermosa», que se disputaron entre sí tres grandes diosas: Hera, Atenea y Afrodita. Ninguna estaba dispuesta a concedérsela a sus rivales, claro, y el resto de dioses no quiso pronunciarse. Por tanto, había que elegir un nuevo juez. ¿Y a quién le tocó? A Paris, hijo de Príamo y Hécuba, reyes de Troya, sobre quien un oráculo había predicho que sería la ruina de la ciudad.

Así que las tres diosas se dirigieron a donde el muchacho se encontraba. Se le presentaron mientras apacentaba sus rebaños —había sido abandonado en el monte por el vaticinio que acabo de mencionar y lo habían criado unos pastores—, le ofrecieron cosas que cualquier mortal desearía. Poder, sabiduría, salir vencedor de cualquier lucha. Hay muchas versiones al respecto. Pero Paris no quiso ninguna de esas cosas, excepto lo que le ofreció Afrodita: el amor de la mujer más hermosa de todas, Helena, casada con Menelao, el rey de Esparta. Así que Afrodita se alzó victoriosa y aquel fue el inicio de la terrible guerra que después consumió Troya: Paris acudió a Esparta y se llevó a Helena consigo. ¿La respuesta de Menelao? Pedir ayuda al resto de reyes aqueos y dirigirse a Troya para recuperar a su esposa.

El juicio de Paris, de Pedro Pablo Rubens (1638).

En Fénix no hay divinidades que intervengan en el destino de los humanos. Paris, entonces, no debe elegir quién es la diosa más bella. Pero sí hay un juicio, y este resulta ser también el inicio de la guerra, aunque los espartanos y los troyanos de Tezuka hagan gala de una enemistad centenaria.

El argumento se desarrolla de la siguiente forma. Los troyanos encuentran en el mar a una muchacha, Daiya, y le salvan la vida. En ese momento, su nave se dirige a Esparta: el príncipe Héctor acude ante sus enemigos en calidad de emisario. Como no saben quién es Daiya, se la llevan consigo hasta allí, sin sospechar que su belleza despertará la envidia de la reina de la ciudad, la madre de Helena. Mientras el príncipe Héctor es «agasajado» con un banquete —y pongo comillas porque no se trata de una cena de disfrute, sino de una oportunidad más para que los dos bandos discutan—, la reina manda llamar a Daiya… para compararla con su propia hija, Helena.

© Osamu Tezuka, 1954, 2016.

Daiya resulta ser más bella, así que la reina decide matarla. Es la propia Helena quien intercede por la joven, pero solo consigue que su madre la encierre en unas mazmorras. Cuando Héctor se percata de que los espartanos han raptado a la mujer, decide vengarse y se lleva a Helena en su barco a una Troya en la que la princesa solo recibe humillaciones y desprecio. Ese es el detonante para el enfrentamiento definitivo entre ambos bandos: los griegos suben a sus naves y emprenden una expedición de castigo que termina en una terrible guerra.

Como vemos, hay varios elementos que coinciden en el mito original y en la versión de Tezuka. Hay envidia y celos, hay un juicio sobre la belleza, hay un veredicto, hay secuestros. Y, como consecuencia, el inicio de una guerra. Pero el tratamiento de los mismos es diferente en ambos casos. ¿Por qué Tezuka cambia estos aspectos de la historia y les da ese giro? En mi opinión, se debe a dos razones.

La primera es su propia obra. Los capítulos de Fénix de Egipto, Grecia y Roma tienen como protagonistas a Daiya y Club, dos muchachos que beben la sangre del fénix y, por tanto, ganan miles de años de vida. Es por eso por lo que aparecen en escenarios tan distintos y épocas con siglos de diferencia. Eso sí, pierden sus recuerdos: no saben quiénes son ni qué clase de vínculo los une. Pero ellos son siempre los personajes alrededor de los cuales giran las tres historias.

© Osamu Tezuka, 1954, 2016.

Así, Daiya ocupa el papel de Helena en el mito, mientras esta se convierte en un personaje secundario. Tiene su importancia para la trama, sí, pero es mucho menor. El encierro de Daiya es la principal causa de la guerra, ya que, si la reina de Esparta no hubiera sentido celos de ella, Helena tampoco habría sido secuestrada. También se mantiene en un segundo plano cuando llega a Troya, mientras que Daiya participa activamente en los hechos e incluso llega a estar en el campo de batalla junto con Club, que en esta historia toma el papel de un muchacho al que Ulises convierte en su criado.

El otro motivo tiene que ver con el propio Tezuka y lo que quiere contar. En esta versión de la guerra de Troya, no hay dioses, a diferencia de los relatos de la Antigüedad, en los que las distintas divinidades optan por uno de los dos bandos y lo ayudan mientras intentan perjudicar al otro. De hecho, Afrodita toma partido por los troyanos, mientras que Hera y Atenea prefieren a los aqueos a causa del juicio de Paris. Pero en Fénix no hay seres superiores que intervengan en la batalla, a excepción, quizá, del fénix, el pájaro fabuloso e inmortal que todos los capítulos de la obra comparten y al que los troyanos consideran como un posible recurso para salir victoriosos de la guerra —hablaré de su papel en otro artículo—. Al principio del capítulo de Egipto, sí vemos a una figura divina que se encarga de repartir las reencarnaciones y vigilar a las almas, pero no interviene en la historia de Grecia.

Creo que el hecho de que los dioses estén ausentes obedece a que Tezuka quiere mostrar que la guerra y todo el horror que trae consigo son fruto de la ambición, la crueldad y el odio de los seres humanos. Son ellos quienes deciden solucionar sus problemas con las armas y no con la palabra, quienes se niegan a escapar de un odio enraizado y antiguo, quienes prefieren mantener la situación tal y como está en lugar de cambiarla. Muchos de los acontecimientos de la guerra de Troya tienen lugar gracias a la ayuda e intervención de los dioses, pero, en mi opinión, Tezuka no quiere dejar el desarrollo de la contienda en sus manos. Todo es culpa del ser humano, que por envidia juzga la belleza de una muchacha y la encierra, que se acostumbra al odio y permite que estalle.

Las heridas que abre la guerra

Y es ese mensaje antibelicista el que propicia muchos de los cambios del manga. Fijémonos, por ejemplo, en el secuestro de Helena. Es Héctor quien se la lleva, no Paris, y desde luego no lo hace porque esté enamorado de ella. Forma parte de su venganza por lo que Esparta le ha hecho a Daiya: de hecho, cuando la princesa ya está en Troya, la trata con el mismo desprecio que los demás, pues se trata de una enemiga. Eso es lo único que ve en ella. El Héctor de la Ilíada se muestra mucho más amable con Helena. En Fénix, es Paris, un muchacho muy joven que detesta la guerra, el único que la trata con gentileza.

© Osamu Tezuka, 1954, 2016.

Además, a diferencia de lo que sucede en los poemas épicos de la literatura grecolatina, los héroes no despuntan. Es cierto que hay tantos nombres que sería imposible incluirlos todos en un manga como Fénix, pero ni siquiera los pocos con los que se queda Tezuka tienen un gran desarrollo en el campo de batalla. No hay capítulos centrados en un único héroe para demostrar su valentía cuando tiene que enfrentarse al enemigo, no se los muestra como soldados casi invencibles, capaces de hacer frente a cualquier peligro y sin miedo a morir. Los personajes suelen aparecer desdibujados en este sentido. Eso es lo que sucede, por ejemplo, con Aquiles, un personaje totalmente secundario en Fénix. Su cólera, esa cólera con la que da comienzo la Ilíada y que es fundamental en el poema épico, aquí no es determinante para la guerra. Es otra la que toma su lugar: la ira colectiva de dos pueblos que se han condenado a sí mismos.

La muerte de Héctor no es en Fénix un episodio tan destacado como en la Ilíada. No vemos a su mujer, Andrómaca, ni a su hijo; Aquiles no lo busca específicamente en el campo de batalla para vengar a Patroclo; Príamo no acude al campamento enemigo para recuperar su cuerpo. Para Tezuka, Héctor es uno más de los muchos soldados que pierden la vida en el campo de batalla, y con Aquiles sucede lo mismo. También en la versión de Tezuka muere a manos de Paris, quien le acierta con una flecha en el talón, su punto débil. Pero esta vez no hay alivio por haber acabado con uno de los mayores héroes griegos: Paris rompe su arco y se echa a llorar, pues comprende que esa venganza no va a devolverle a Héctor.

Daiya y Club son testigos de estos horrores, ya que ellos mismos son obligados a ir al campo de batalla en compañía de los miles de soldados a los que se les han prometido recompensas insignificantes por su participación en la guerra. Para los poderosos, los reyes de Troya y Esparta, su vida no tiene valor: son meros peones que utilizan para causar daño al enemigo. De hecho, los gobernantes son crueles y se dejan llevar por su rabia y sus deseos más bajos. En Fénix no hay un Príamo venerable entre los troyanos, y lo mismo sucede entre los griegos. Todos, pertenezcan al bando al que pertenezcan, son igual de atroces e inhumanos. Tezuka dibuja en sus páginas la injusticia del poder, al que no le importan lo más mínimo quienes se juegan la vida en el campo de batalla.

© Osamu Tezuka, 1954, 2016.

La última muestra de crueldad es el famoso caballo de Troya, que, al igual que en el mito original, pone fin a la guerra. Los griegos fingen marcharse, dejan tras de sí un enorme caballo de madera y los troyanos lo introducen en su ciudad pensando que se trata de una especie de obsequio… pero nada más lejos de la realidad. Cuando las celebraciones terminan, los griegos salen de su vientre y siembran el caos y el terror en Troya. Es el propio Ulises el que hiere a Daiya por tratarse de una muchacha enemiga, y le recrimina a Club que traicionara a quienes lo acogieron por ella: desde su punto de vista, es un cobarde. Pero los griegos están lejos de salir victoriosos: su treta no solo causa estragos entre los troyanos, sino también entre los suyos. Su propia arma se vuelve en su contra. Eso es lo que Tezuka pone de relieve: que las guerras no se ganan, aunque un bando prevalezca sobre el otro. El precio que deben pagar por la victoria es demasiado alto. Aunque el manga tiene un tono humorístico en ciertos momentos, muchas veces la sonrisa se nos queda congelada: detrás de la broma y del chiste hay un mensaje mucho más profundo y terrible.

Así que esa es la función de la cultura grecolatina en el capítulo de Grecia: transmitir una serie de ideas que se repiten en otras partes de Fénix en particular y de la obra de Tezuka en general. De ahí muchos de los cambios que el dios del manga introduce en sus páginas.

 

Con esto, termino la entrada de hoy. 😊 ¡Ya os hablaré de Fénix en otra ocasión, que se me han quedado muchas cosas en el tintero! Os espero dentro de unos días con una nueva entrada. ¡Hasta entonces! Y gracias por estar ahí. 😊

 

Bibliografía

Como siempre, os dejo una lista de las referencias que he consultado por si queréis echarles un vistazo. 😊

Grimal, Pierre (1981). Diccionario de mitología griega y romana (trad. de Francisco Payarols), Barcelona: Paidós.

Peer, Ayelet & Greenberg, Raz (2020). “The Japanese Trojan war: Tezuka Osamu’s envisioning of the Trojan cycle”, Greece and Rome, 67(2), pp. 151-176.

martes, 26 de enero de 2021

Reseña: El pueblo de arena y escamas azules

A veces, no hace falta una historia de grandes héroes, mundos cautivadores y aventuras trepidantes para emocionarnos. A veces, basta simplemente con pequeños retazos del día a día, personajes de a pie con los que poder identificarnos… y un toque de magia. Todo eso es lo que nos aguarda en las páginas de El pueblo de arena y escamas azules, un manga de dos tomos publicado en español por Milky Way Ediciones. Cuando la editorial lo anunció en junio del año pasado, lo primero que me llamó la atención fue el dibujo, pero la sinopsis fue lo que terminó de convencerme. Esperé a tener los dos tomos para leer la historia y cuando lo hice me encontré con un manga lleno de sensibilidad sobre la pérdida, la tristeza, la búsqueda y la superación. Una lectura muy recomendable, sin duda, especialmente si, como a mí, os gustan los slice of life. ¡Empezamos! 😊

Sunanomori: ¿el lugar donde existen las sirenas?

© Yôko Komori 2013.

La vida de Tokiko da, de repente, un giro de ciento ochenta grados. Su situación familiar hace que tanto ella como su padre se trasladen a Sunanomori, el pequeño pueblo costero donde nació su madre. Allí la niña se ve obligada a empezar de cero: una nueva escuela, unos nuevos compañeros, un nuevo ritmo en su rutina. Sunanomori no tiene mucho que ver con el caos de Tokio y Tokiko debe acostumbrarse a la que va a ser su realidad de ahora en adelante. Sin embargo, no es la primera vez que la niña visita el pueblecito… Su madre la llevó allí cuando tenía cuatro años y le ocurrió algo increíble. Mientras jugaba en la playa, estuvo a punto de ahogarse, pero alguien apareció para salvarla: una sirena. Ahora, aunque Tokiko ya no es la misma, sigue buscando a la criatura que la rescató para darle las gracias. ¿Conseguirá encontrarla?

El pueblo de arena y escamas azules nos traslada, junto con la protagonista, a Sunanomori. Recorremos el pueblo de su mano, desvelamos sus misterios con Tokiko y sus amigos y nos sumergimos de lleno en un mar donde aún pueden encontrarse sirenas. Yôko Komori nos cuenta una historia pausada, pero no por ello menos cautivadora: nos permite ver cómo, poco a poco, Tokiko se va adaptando a su nuevo hogar mientras nos va ofreciendo pistas sobre el misterio que rodea a Sunanomori y a la propia protagonista.

Una aventura para superar lo que nos duele

Desde el principio, sabemos que la situación familiar de Tokiko es complicada. Una mudanza repentina, la ausencia de su madre, un padre que no sabe muy bien qué camino seguir… Y ella se encuentra en medio de esa vorágine. Tiene problemas, y el tiempo le demuestra que, para poder continuar, uno debe enfrentarse a ellos, aunque duela. Pero no es la única que ha perdido algo: también le ocurre a Narumi, uno de sus compañeros de clase. Tokiko se ha visto obligada a dejar atrás la vida que conocía junto a sus padres; Narumi tuvo que decir adiós a su hermano.  En el mundo de ambos hay ausencias que arrastran con ellos.

© Yôko Komori 2013.

A lo largo de la historia, tanto Tokiko como Narumi se ven envueltos en diferentes situaciones que les permiten hacer frente a sus heridas. El pueblo de Sunanomori guarda un secreto relacionado con el festival que se celebra allí todos los años y con un misterioso túnel que los niños no pueden cruzar sin correr peligro. Yôko Komori entrelaza en su trama los pasos que los protagonistas y sus amigos dan para averiguar qué está ocurriendo en Sunanomori con sus circunstancias personales y consigue dar forma a una preciosa historia llena de esperanza en la que el dolor se supera, en la que saber no es sinónimo de sufrir, sino de sentir alivio. Los destinos de Tokiko y Narumi convergen para que puedan seguir adelante con sus cicatrices.

La magia de los trazos de Yôko Komori

© Yôko Komori 2013.

El pueblo de arena y escamas azules me llamó la atención, como dije al principio, por el dibujo. El estilo de Yôko Komori, sencillo y muy especial, cautiva desde el primer vistazo. La autora sabe bien qué quiere contar y cómo hacerlo: sus trazos son perfectos para una historia como la de Tokiko, sensible y con una pizca de fantasía. De hecho, una de las cosas que más me gustan del manga es cómo Komori da forma a los sueños y los miedos de sus personajes, también a sus recuerdos. Sus sentimientos de extrañeza ante una situación que no comprenden, las criaturas fantásticas que su cabeza imagina mientras duermen… Y las sirenas. Con sus trazos delicados, Yôko Komori consigue aunar la tranquilidad del día a día con la magia, entrelazar realidad y sueños. Y también logra cumplir con el objetivo que ella misma cuenta en el manga: hacer que el lector sienta la brisa, el olor y el sonido del mar. ¡Ojalá nos lleguen más obras suyas!

 

Con esto termino la reseña de hoy. 😊 Espero que os haya gustado y que os animéis a leer El pueblo de arena y escamas azules. Es una obra muy especial. 😊

Por último, antes de cerrar la entrada, me gustaría compartir con vosotros una noticia que me ha hecho especial ilusión. Los chicos de Estantería Otaku, el blog en el que me entrevistaron el mes pasado —podéis leer la entrevista aquí—, están organizando unos premios para celebrar su segundo aniversario en la web. ¡Y Afrodita L está nominado en la categoría de mejor portal web o blog dedicado a la difusión de manga, anime, videojuegos y cultura japonesa! 😀 El 6 de febrero se anunciarán los ganadores. No podría estar más contenta, no solo por el reconocimiento, sino porque comparto la nominación con compañeros que hacen un gran trabajo y a los que admiro: La Colina de Raven, Tu Web Anime, Nanashi no Samurái, BlogVisual y AnimeFagos.

Desde aquí, quiero dar las gracias a Estantería Otaku por tener en cuenta este humilde blog para sus premios y la enhorabuena a mis compañeros. ¡Son nominaciones merecidísimas!😊 Cuando empecé a escribir, jamás habría imaginado que Afrodita L me traería tantas cosas buenas.

Ahora sí, me despido. Os espero dentro de unos días con una nueva entrada sobre manga y mundo clásico. ¡Hasta entonces! 😄


domingo, 17 de enero de 2021

Manga y mundo clásico: mitos que se hicieron reales

Dentro de los temas relacionados con el mundo clásico, la mitología es uno de los preferidos por los mangakas. Y es que las historias de los dioses y héroes grecolatinos todavía nos siguen atrayendo, sin importar el país al que pertenezcamos o el mayor o menor vínculo que podamos tener con la Antigüedad clásica. En Afrodita L os he hablado ya de algunas de las muchas reinterpretaciones a las que se han visto sometidos nuestros mitos clásicos en el manga. Una alegoría del poder y la lucha contra la dominación en Gigantomaquia. Un punto de partida para la reflexión filosófica en Olympos. Un elemento narrativo para subrayar la tragedia en La ventana de Orfeo

Y también es muy variado el contexto en el que esos mitos aparecen. Hace unos meses os hablé brevemente de algunos títulos que se limitaban a un escenario clásico, pero los mangakas no siempre optan por mantener un marco plenamente mitológico. Muchas veces prefieren hacer descender a los dioses del Olimpo y trasladarlos a nuestro mundo. ¿De qué manera? Mediante una reencarnación, por ejemplo. O imaginando una posible relación, más directa que la de los rituales, los rezos y los sacrificios, entre la divinidad y los mortales. De eso quiero hablaros en la entrada de hoy: de algunos mangas en los que los dioses se han vuelto reales para sus protagonistas. En ellos, el pasado se liga al presente, la Antigüedad clásica se vincula estrechamente con Japón y otros lugares lejanos, los mortales se percatan de que los dioses a los que veneran son más reales de lo que imaginaban. ¡Empezamos! 😊

La historia de un amor prohibido: Deimos no hanayome

Comienzo con un título muy curioso, un manga con elementos de terror en el que se mezclan el mundo grecolatino y el japonés, como es habitual en las diferentes manifestaciones de la cultura popular: Deimos no hanayome. Etsuko Ikeda y Yuho Ashibe nos cuentan en él la trágica historia de Deimos y su amada Venus, la diosa del amor, condenados por su relación ilícita. En el manga, ambos son hermanos gemelos, lo que no les impide amarse… aunque eso no guste al resto de dioses. Ambos fueron castigados: a Venus la encerraron en el Hades y la naturaleza de Deimos se transformó: Ikeda y Ashibe lo representan con un aspecto demoníaco.

¿Cómo se traslada esta historia al país del sol naciente? A través de Minako, una estudiante de instituto amable, alegre y muy guapa. Es la reencarnación física de Venus y por eso Deimos se siente atraído por ella. Además, la necesita para sus propios fines: conseguir que su amada Venus vuelva a la vida.

En Deimos no hanayome, la mitología grecolatina —Deimos es un nombre griego, mientras que Venus es la versión romana de Afrodita— se utiliza como trasfondo de una historia de amor trágica que empezó hace siglos, sin un final feliz para los amantes castigados. Todo ello aderezado con elementos propios de las historias de terror y del folclore japonés: Deimos, Minako y los demás comparten viñetas con personajes como la princesa Kaguya.

Un amor que lucha contra las adversidades: Aries

Pero Deimos y Venus no son los únicos personajes atados a una historia de amor que termina mal. Y si no que se lo digan a Hades y Perséfones, los protagonistas de Aries, manga de Rurika Fuyuki en el que la autora recrea este mito en la actualidad, en el marco de un instituto. Arisa es una estudiante que no recuerda nada de su pasado como diosa: se limita a vivir su día a día. Ni siquiera es consciente de su historia de amor con Hades, el dios del inframundo, que, como ella, se ha reencarnado: es Amano, el compañero de clase de Arisa. Ambos se enamoran de nuevo, pese a las nuevas circunstancias en las que les ha tocado vivir… Con una diferencia: Hades no está dispuesto a dejarla marchar otra vez, como le sucedió en el pasado. Ambos dioses fueron separados en contra de sus deseos, pero su reencarnación les está ofreciendo una nueva oportunidad para vivir su amor. Eso sí, no lo tendrán fácil. Los demás dioses tampoco se han quedado en el pasado, en el Olimpo… y algunos intentarán interponerse entre ellos.

En Aries, nos encontramos con una nueva versión del mito de Hades y Perséfone que Rurika Fuyuki utiliza como trasfondo para una historia de amor, de esas en la que una pareja debe luchar contra todo y todos para alcanzar la felicidad. Según el manga, entre ambos dioses existía un vínculo muy profundo desde el principio: fue Zeus el que engañó a Perséfone para separarlos. ¿Qué tenemos como resultado? El escenario perfecto para una trama llena de dificultades que los protagonistas tendrán que superar. Además, la autora mantiene algunos de los rasgos característicos de los dioses y los personajes de la mitología grecolatina que se dan cita en las páginas de Aries. Zeus, como no podría ser de otra forma, es un seductor. Hera conserva sus celos ancestrales. ¡Y un largo etcétera!

Los caballeros de Atenea: Saint Seiya

Mucho se ha hablado de Saint Seiya, y con razón: se trata de un título de éxito internacional, tanto en la versión impresa como en la animada. Y es que Masami Kurumada ha sabido dar forma a una historia emocionante cuyos protagonistas tienen que hacer frente a diferentes retos y peligros para cumplir con su misión: salvar al mundo del mal y proteger a Athena de sus enemigos. 

Son innumerables los elementos que Kurumada toma de la mitología grecolatina para trasladarlos a sus viñetas. Para empezar, tenemos a la diosa Athena/Atenea, reencarnada en la joven Saori, que ni siquiera en la actualidad está a salvo de sus enemigos. Pero no solo eso: los caballeros protagonistas se enfrentan a poderosos enemigos, como Hades y Poseidón, algunas de sus guerras y batallas toman el nombre de importantes luchas míticas —como la gigantomaquia, de la que ya os hablé aquí—, por sus páginas desfilan infinidad de personajes de la Antigüedad clásica…

En Saint Seiya, la mitología grecolatina forma parte de un universo ecléctico en el que convive con elementos propios de otras culturas, filosofías, religiones… Grecia y Roma se fusionan con el budismo, los mitos nórdicos, el folclore nipón, ¡e incluso La divina comedia!

¡Por el poder de la luna!: Sailor moon

Y de un gran éxito paso a hablaros de otro. Porque Sailor moon, de Naoko Takeuchi, es también un manga increíblemente popular en todo el mundo. Las aventuras de Tsukino Usagi y sus compañeras, que deben proteger la Tierra y su propio reino de todo mal, han sido leídas por miles de lectores, y también son muchos los espectadores que han disfrutado de sus diferentes adaptaciones al anime. 

¿Cuál es el mito clásico que encontramos en Sailor moon? La historia de Selene, la diosa griega de la luna, y Endimión, el mortal del que se enamoró. Aunque, como suele ocurrir, Naoko Takeuchi lo modifica en función de lo que quiere contar y lo mezcla con su propia cultura y sus referencias para ofrecernos una historia completamente nueva. ¿El mecanismo para trasladar a los dioses al Japón del presente? La reencarnación. En Usagi renace la princesa de la luna; en Mamoru Chiba, Endymion.

Pero no es este el único guiño a la Antigüedad clásica que encontramos en Sailor moon. Algunos de los personajes, como Artemis y Diana —los gatitos que ayudan a Usagi y sus compañeras— llevan los nombres de la diosa de la caza en la mitología grecolatina, después vinculada con la luna. Incluso hay quien ha querido ver una correspondencia entre la forma de ser de algunas de las guerreras que ayudan a Usagi y ciertas divinidades clásicas.

La doctora personal de Hades: Colette wa shinu koto ni shita

¿Qué ocurriría si un día, por casualidad, cayeras por un pozo y terminaras en el inframundo? Eso es lo que le sucede a Colette, la protagonista que Alto Yukimura nos presenta en Colette wa shinu koto ni shita, y desde entonces su vida cambia por completo. Conoce a Hades, el dios de los muertos, y se encarga de curarlo de una extraña enfermedad. Ese es el principio de una serie de viajes al inframundo para ayudar a esta divinidad con sus problemas de salud. Poco a poco, Colette va conociéndolo mejor y descubriendo los secretos de su reino.

Alto Yukimura nos traslada al Hades de la mano de su protagonista y nos muestra una visión un poco más amable —a veces, incluso cómica— de la morada del dios de los muertos. Recupera algunos de los lugares que se mencionan en los mitos y los textos, como los campos de Asfódelos, y también a algunos personajes y criaturas de la mitología. Por ejemplo, a Cerbero, el monstruoso perro que guardaba la puerta del Hades… y que en el manga se transforma en tres adorables cachorritos cuando tiene hambre.

 

Con esto termino la entrada de hoy. 😊 He elegido solo cinco títulos —de los que, como siempre, os iré hablando poco a poco en el futuro—, aunque hay alguno más. ¡Espero que os haya gustado!

Aprovecho para desearos a todos un feliz 2021. Muchas gracias por acompañarme también este año. ¡Os espero dentro de unos días con una nueva entrada! 😊

 

Bibliografía

Como siempre, os dejo una lista de referencias que he utilizado y a las que podéis echarles un vistazo si sentís curiosidad. 😊

Hernández Reyes, Adexe (2008). “Los mitos griegos en el manga japonés”, en Castillo Pascual, María José (coord.) (2008). Congreso Internacional “Imagines”. La Antigüedad en las Artes escénicas y visuales/International Conference “Imagines”. The reception of Antiquity in performing and visual Arts, Logroño: Universidad de La Rioja, pp. 633-644.

Scilabra, Carla (2019). “Back to the future: reviving classical figures in Japanese comics”, en Renger, Almut-Barbara & Fan, Xin (eds.) (2019). Receptions of Greek and Roman antiquity in East Asia, Leiden: BRILL, pp. 287-309.