Ya os he
hablado en varias ocasiones del dios del manga. A Osamu Tezuka le interesaba la
cultura grecolatina, sobre todo la mitología, y la utilizó en algunos de sus
títulos como telón de fondo. Umi no triton y la lucha de su protagonista
contra Poseidón. Los viajes de Unico como consecuencia de los celos de la diosa
del amor. Los mitos de Orestes, Apolo y Dafne como punto de partida para La
canción de Apolo. ¡Y podría seguir! Son muchas las historias a las que
Tezuka recurrió y de las que nos ofreció su propia visión.
Hoy toca
hablar de la guerra de Troya, ese acontecimiento tan importante para la cultura
y la literatura grecolatina. Troyanos y aqueos se enfrentaron en un conflicto
terrible que duró diez años y en el que perdieron la vida muchos héroes de
ambos bandos. La guerra permea una grandísima parte de los textos literarios de
la Antigüedad clásica, entre los que destacan, por supuesto, grandes poemas
épicos como la Ilíada y la Odisea.
Tezuka
no podía ignorarla, claro. Y es en Fénix, su gran obra —publicada en
España por Planeta Cómic, de la que os hablé brevemente aquí—, donde nos vuelve
a contar la historia que tan bien conocemos, pero integrada en un nuevo marco y
desde un punto de vista muy personal. Aunque en general Fénix se centra
en la historia de Japón, tanto el pasado como el futuro, hay una serie de
capítulos, publicados en la revista Shôjo Club, que están ambientados en
otros lugares: Egipto, Grecia y Roma. Es en el segundo en el que Tezuka nos
traslada a Esparta y a Troya para hablarnos de su enemistad, un odio tan grande
que desembocó en terribles batallas. Hay muchas cosas de las que me gustaría
hablar: el desarrollo de la contienda, el papel del fénix —elemento común en
todos los capítulos de la obra—, los personajes de cada bando y cómo cambian
con respecto a los mitos originales… Así que en la entrada de hoy voy a
centrarme específicamente en los elementos argumentales que Tezuka toma de la
historia que nos contaron los antiguos y en cómo los modifica para cumplir con
sus objetivos: ajustar el capítulo de Grecia a una trama más larga y mostrarnos
los horrores de la guerra, que él mismo había presenciado. Si no habéis leído
la obra y tenéis intención de hacerlo, cuidado: hay spoilers de la
trama. ¡Vamos allá! 😊
Envidia
y belleza: el origen de un terrible conflicto
Las bodas de Tetis y Peleo, de Jacques Jordaens (1636-1638).
El
comienzo de la guerra de Troya, de acuerdo con las fuentes clásicas, es
complejo. Todo empieza con unas bodas, las de Tetis y Peleo, padres de Aquiles.
De acuerdo con un oráculo, la diosa estaba destinada a tener un hijo más poderoso
que su padre, así que sus pretendientes, Zeus y Poseidón, abandonaron sus
intenciones y se decidió que Tetis contraería matrimonio con un mortal. A la
boda fueron invitadas todas las divinidades… menos una: Eris, la diosa de la
discordia, que, pese a todo, se dejó caer por allí. Y, como no podía ser de
otro modo, causó problemas: llevó consigo una manzana dorada con una
inscripción, «para la más hermosa», que se disputaron entre sí tres grandes
diosas: Hera, Atenea y Afrodita. Ninguna estaba dispuesta a concedérsela a sus
rivales, claro, y el resto de dioses no quiso pronunciarse. Por tanto, había
que elegir un nuevo juez. ¿Y a quién le tocó? A Paris, hijo de Príamo y Hécuba,
reyes de Troya, sobre quien un oráculo había predicho que sería la ruina de la
ciudad.
Así que
las tres diosas se dirigieron a donde el muchacho se encontraba. Se le
presentaron mientras apacentaba sus rebaños —había sido abandonado en el monte
por el vaticinio que acabo de mencionar y lo habían criado unos pastores—, le
ofrecieron cosas que cualquier mortal desearía. Poder, sabiduría, salir
vencedor de cualquier lucha. Hay muchas versiones al respecto. Pero Paris no
quiso ninguna de esas cosas, excepto lo que le ofreció Afrodita: el amor de la
mujer más hermosa de todas, Helena, casada con Menelao, el rey de Esparta. Así que
Afrodita se alzó victoriosa y aquel fue el inicio de la terrible guerra que después
consumió Troya: Paris acudió a Esparta y se llevó a Helena consigo. ¿La respuesta
de Menelao? Pedir ayuda al resto de reyes aqueos y dirigirse a Troya para
recuperar a su esposa.
El juicio de Paris, de Pedro Pablo Rubens (1638). |
En Fénix no hay divinidades que intervengan en el destino de los humanos. Paris, entonces, no debe elegir quién es la diosa más bella. Pero sí hay un juicio, y este resulta ser también el inicio de la guerra, aunque los espartanos y los troyanos de Tezuka hagan gala de una enemistad centenaria.
El argumento
se desarrolla de la siguiente forma. Los troyanos encuentran en el mar a una
muchacha, Daiya, y le salvan la vida. En ese momento, su nave se dirige a
Esparta: el príncipe Héctor acude ante sus enemigos en calidad de emisario. Como
no saben quién es Daiya, se la llevan consigo hasta allí, sin sospechar que su
belleza despertará la envidia de la reina de la ciudad, la madre de Helena.
Mientras el príncipe Héctor es «agasajado» con un banquete —y pongo comillas
porque no se trata de una cena de disfrute, sino de una oportunidad más para
que los dos bandos discutan—, la reina manda llamar a Daiya… para compararla
con su propia hija, Helena.
© Osamu Tezuka, 1954, 2016. |
Daiya resulta ser más bella, así que la reina decide matarla. Es la propia Helena quien intercede por la joven, pero solo consigue que su madre la encierre en unas mazmorras. Cuando Héctor se percata de que los espartanos han raptado a la mujer, decide vengarse y se lleva a Helena en su barco a una Troya en la que la princesa solo recibe humillaciones y desprecio. Ese es el detonante para el enfrentamiento definitivo entre ambos bandos: los griegos suben a sus naves y emprenden una expedición de castigo que termina en una terrible guerra.
Como
vemos, hay varios elementos que coinciden en el mito original y en la versión
de Tezuka. Hay envidia y celos, hay un juicio sobre la belleza, hay un
veredicto, hay secuestros. Y, como consecuencia, el inicio de una guerra. Pero
el tratamiento de los mismos es diferente en ambos casos. ¿Por qué Tezuka
cambia estos aspectos de la historia y les da ese giro? En mi opinión, se debe
a dos razones.
La
primera es su propia obra. Los capítulos de Fénix de Egipto, Grecia y
Roma tienen como protagonistas a Daiya y Club, dos muchachos que beben la
sangre del fénix y, por tanto, ganan miles de años de vida. Es por eso por lo
que aparecen en escenarios tan distintos y épocas con siglos de diferencia. Eso
sí, pierden sus recuerdos: no saben quiénes son ni qué clase de vínculo los
une. Pero ellos son siempre los personajes alrededor de los cuales giran las
tres historias.
© Osamu Tezuka, 1954, 2016. |
Así,
Daiya ocupa el papel de Helena en el mito, mientras esta se convierte en un
personaje secundario. Tiene su importancia para la trama, sí, pero es mucho
menor. El encierro de Daiya es la principal causa de la guerra, ya que, si la
reina de Esparta no hubiera sentido celos de ella, Helena tampoco habría sido
secuestrada. También se mantiene en un segundo plano cuando llega a Troya,
mientras que Daiya participa activamente en los hechos e incluso llega a estar
en el campo de batalla junto con Club, que en esta historia toma el papel de un
muchacho al que Ulises convierte en su criado.
El otro
motivo tiene que ver con el propio Tezuka y lo que quiere contar. En esta
versión de la guerra de Troya, no hay dioses, a diferencia de los relatos de la
Antigüedad, en los que las distintas divinidades optan por uno de los dos
bandos y lo ayudan mientras intentan perjudicar al otro. De hecho, Afrodita
toma partido por los troyanos, mientras que Hera y Atenea prefieren a los
aqueos a causa del juicio de Paris. Pero en Fénix no hay seres
superiores que intervengan en la batalla, a excepción, quizá, del fénix, el
pájaro fabuloso e inmortal que todos los capítulos de la obra comparten y al
que los troyanos consideran como un posible recurso para salir victoriosos de
la guerra —hablaré de su papel en otro artículo—. Al principio del capítulo de
Egipto, sí vemos a una figura divina que se encarga de repartir las
reencarnaciones y vigilar a las almas, pero no interviene en la historia de
Grecia.
Creo que
el hecho de que los dioses estén ausentes obedece a que Tezuka quiere mostrar
que la guerra y todo el horror que trae consigo son fruto de la ambición, la
crueldad y el odio de los seres humanos. Son ellos quienes deciden solucionar
sus problemas con las armas y no con la palabra, quienes se niegan a escapar de
un odio enraizado y antiguo, quienes prefieren mantener la situación tal y como
está en lugar de cambiarla. Muchos de los acontecimientos de la guerra de Troya
tienen lugar gracias a la ayuda e intervención de los dioses, pero, en mi
opinión, Tezuka no quiere dejar el desarrollo de la contienda en sus manos.
Todo es culpa del ser humano, que por envidia juzga la belleza de una muchacha
y la encierra, que se acostumbra al odio y permite que estalle.
Las
heridas que abre la guerra
Y es ese
mensaje antibelicista el que propicia muchos de los cambios del manga.
Fijémonos, por ejemplo, en el secuestro de Helena. Es Héctor quien se la lleva,
no Paris, y desde luego no lo hace porque esté enamorado de ella. Forma parte
de su venganza por lo que Esparta le ha hecho a Daiya: de hecho, cuando la princesa
ya está en Troya, la trata con el mismo desprecio que los demás, pues se trata
de una enemiga. Eso es lo único que ve en ella. El Héctor de la Ilíada se
muestra mucho más amable con Helena. En Fénix, es Paris, un muchacho muy
joven que detesta la guerra, el único que la trata con gentileza.
© Osamu Tezuka, 1954, 2016. |
Además, a diferencia de lo que sucede en los poemas épicos de la literatura grecolatina, los héroes no despuntan. Es cierto que hay tantos nombres que sería imposible incluirlos todos en un manga como Fénix, pero ni siquiera los pocos con los que se queda Tezuka tienen un gran desarrollo en el campo de batalla. No hay capítulos centrados en un único héroe para demostrar su valentía cuando tiene que enfrentarse al enemigo, no se los muestra como soldados casi invencibles, capaces de hacer frente a cualquier peligro y sin miedo a morir. Los personajes suelen aparecer desdibujados en este sentido. Eso es lo que sucede, por ejemplo, con Aquiles, un personaje totalmente secundario en Fénix. Su cólera, esa cólera con la que da comienzo la Ilíada y que es fundamental en el poema épico, aquí no es determinante para la guerra. Es otra la que toma su lugar: la ira colectiva de dos pueblos que se han condenado a sí mismos.
La
muerte de Héctor no es en Fénix un episodio tan destacado como en la Ilíada.
No vemos a su mujer, Andrómaca, ni a su hijo; Aquiles no lo busca
específicamente en el campo de batalla para vengar a Patroclo; Príamo no acude
al campamento enemigo para recuperar su cuerpo. Para Tezuka, Héctor es uno más
de los muchos soldados que pierden la vida en el campo de batalla, y con
Aquiles sucede lo mismo. También en la versión de Tezuka muere a manos de
Paris, quien le acierta con una flecha en el talón, su punto débil. Pero esta
vez no hay alivio por haber acabado con uno de los mayores héroes griegos: Paris
rompe su arco y se echa a llorar, pues comprende que esa venganza no va a
devolverle a Héctor.
Daiya y
Club son testigos de estos horrores, ya que ellos mismos son obligados a ir al
campo de batalla en compañía de los miles de soldados a los que se les han prometido
recompensas insignificantes por su participación en la guerra. Para los
poderosos, los reyes de Troya y Esparta, su vida no tiene valor: son meros
peones que utilizan para causar daño al enemigo. De hecho, los gobernantes son
crueles y se dejan llevar por su rabia y sus deseos más bajos. En Fénix
no hay un Príamo venerable entre los troyanos, y lo mismo sucede entre los griegos.
Todos, pertenezcan al bando al que pertenezcan, son igual de atroces e
inhumanos. Tezuka dibuja en sus páginas la injusticia del poder, al que no le
importan lo más mínimo quienes se juegan la vida en el campo de batalla.
© Osamu Tezuka, 1954, 2016. |
La última muestra de crueldad es el famoso caballo de Troya, que, al igual que en el mito original, pone fin a la guerra. Los griegos fingen marcharse, dejan tras de sí un enorme caballo de madera y los troyanos lo introducen en su ciudad pensando que se trata de una especie de obsequio… pero nada más lejos de la realidad. Cuando las celebraciones terminan, los griegos salen de su vientre y siembran el caos y el terror en Troya. Es el propio Ulises el que hiere a Daiya por tratarse de una muchacha enemiga, y le recrimina a Club que traicionara a quienes lo acogieron por ella: desde su punto de vista, es un cobarde. Pero los griegos están lejos de salir victoriosos: su treta no solo causa estragos entre los troyanos, sino también entre los suyos. Su propia arma se vuelve en su contra. Eso es lo que Tezuka pone de relieve: que las guerras no se ganan, aunque un bando prevalezca sobre el otro. El precio que deben pagar por la victoria es demasiado alto. Aunque el manga tiene un tono humorístico en ciertos momentos, muchas veces la sonrisa se nos queda congelada: detrás de la broma y del chiste hay un mensaje mucho más profundo y terrible.
Así que esa
es la función de la cultura grecolatina en el capítulo de Grecia: transmitir una
serie de ideas que se repiten en otras partes de Fénix en particular y
de la obra de Tezuka en general. De ahí muchos de los cambios que el dios del
manga introduce en sus páginas.
Con
esto, termino la entrada de hoy. 😊 ¡Ya os hablaré de Fénix en otra
ocasión, que se me han quedado muchas cosas en el tintero! Os espero dentro de
unos días con una nueva entrada. ¡Hasta entonces! Y gracias por estar ahí. 😊
Bibliografía
Como
siempre, os dejo una lista de las referencias que he consultado por si queréis
echarles un vistazo. 😊
Grimal, Pierre
(1981). Diccionario de mitología griega y romana (trad. de Francisco
Payarols), Barcelona: Paidós.
Peer, Ayelet & Greenberg, Raz (2020). “The Japanese Trojan war: Tezuka Osamu’s
envisioning of the Trojan cycle”, Greece and Rome, 67(2), pp. 151-176.