miércoles, 28 de octubre de 2020

Manga y mundo clásico: música y maldiciones

Música, amor, intrigas, guerra… Riyoko Ikeda utiliza todos estos elementos para tejer, en La ventana de Orfeo, una historia llena de encuentros y desencuentros, tristeza y dolor que tiene como telón de fondo la Revolución rusa y la Primera Guerra Mundial. En ella, seguimos a sus protagonistas, Isaac, Klaus y Julius, a lo largo de su adolescencia. Los tres se ven obligados a crecer y madurar a marchas forzadas mientras a su alrededor el mundo se agita y se derrumba.

Todo empieza en Ratisbona, en Sankt Sebastian, una academia para jóvenes músicos muy prometedores. Allí hay un lugar maldito, la ventana de Orfeo. Según la leyenda, uno acaba enamorado de la primera persona a la que ve a través de ella, y ese amor está destinado a durar para siempre. Sin embargo, también estará condenado a la desgracia, igual que sucedió en el caso del músico que le da nombre a la ventana. Isaac, Klaus y Julius caen víctimas de la maldición… y no están tan seguros de poder superarla y alcanzar la felicidad, pese a sus esfuerzos.

La ventana de Orfeo, publicado en España por la ya desaparecida Glénat, es un manga histórico cuya autora utiliza la mitología clásica como motivo a partir del cual construir la trama de su historia. A simple vista, podría parecer que se trata de un elemento anecdótico, pero Orfeo tiene mucha más relación con Isaac, Klaus, Julius y sus historias de amor de lo que se ve a primera vista. Y de eso voy a hablaros en la entrada de hoy. 😊 Os advierto: hay spoilers de la trama. Si teníais pensado leer el manga y no queréis que os destripe nada, podéis volver después de haberlo terminado. 😉

La desdicha de Orfeo y Eurídice

Orfeo conduciendo a Eurídice fuera del infierno (1861), de Jean Baptiste
Camille Corot

Orfeo era un músico y un poeta tracio, hijo de Eagro y, según la mayoría de las tradiciones, de una musa (cuyo nombre varía, aunque generalmente se suele considerar que su madre es Calíope). Hay incluso quien afirma que era el rey de la región. Fue un héroe célebre por muchas cosas; de hecho, participó, junto a Jasón y otros héroes, en la expedición de los Argonautas en busca del vellocino de oro. Se encargaba de marcar el ritmo durante la navegación, de tranquilizar a sus compañeros con su música. Pero, sin duda, es más conocido por su historia de amor con Eurídice, una dríade con la que se había casado.

La muchacha, tras su boda, fue perseguida por un pastor y cazador llamado Aristeo, que intentó violarla. En su huida, la joven fue mordida por una serpiente venenosa y, desgraciadamente, murió. Orfeo se sumió en una tristeza muy profunda que lo llevó a tomar una decisión: bajar a los infiernos y recuperar a su esposa. Estaba dispuesto a todo: no le importaban los peligros que pudiera encontrar en su camino, ni siquiera el propio dios Hades/Plutón. Su música fue su única arma: con ella era capaz de amansar a las fieras y, en su descenso, le sirvió para aplacar a Cerbero, el perro guardián de los infiernos. También logró detener, por unos instantes, las terribles torturas a las que estaban sometidos los condenados del Tártaro: la rueda de Ixión se detuvo, así como la piedra de Sísifo y la tarea interminable de las Danaides. Su amor era tan profundo que logró conmover a Hades y Pérsefone, quienes accedieron a devolverle a Eurídice siempre y cuando cumpliera con una condición: ella debía caminar tras Orfeo y él no podía girarse a mirarla hasta que ambos alcanzaran la superficie. No obstante, el músico, cuando le quedaba poco para llegar al mundo de los vivos, se dejó vencer por las dudas e incumplió su promesa. Eurídice, entonces, le fue arrebatada. Virgilio, en el cuarto libro de las Geórgicas [1], recoge el mito y nos permite escuchar los lamentos de la pobre dríade cuando comprende que no podrá regresar a la vida que conoció junto a su esposo:

Illa, “Quis et me,” inquit, “miseram et te [perdidit, Orpheu,

quis tantus furor? En iterum crudelia retro

Fata vocant, conditque natantia lumina [somnus.

Iamque vale: feror ingenti circumdata nocte

invalidasque tibi tendens, heu non tua, [palmas!”

dixit et ex oculis subito, ceu fumus in auras

commixtus tenues, fugit diversa, neque illum,

prensantem nequiquam umbras et multa [volentem

dicere, praeterea vidit, nec portitor Orci

amplius obiectam passus transire paludem.

 

(Verg. G. IV, 494-503)

Ella dijo: «¿Qué locura nos ha perdido tanto a mí, desdichada, como a ti, Orfeo? ¿Qué locura tan grande? He aquí que de nuevo los hados crueles me llaman hacia atrás y cubre mis ojos anegados el sueño. Y ahora adiós: soy arrastrada, rodeada por la inmensa noche, mientras tiendo hacia ti, ¡ay, sin ser tuya!, mis manos impotentes». Y de repente, como el humo que se disipa en el aire sutil, de sus ojos desapareció en dirección contraria, y en adelante ya no vio a aquel que en vano trataba de agarrar las sombras y que quería decirle muchas cosas. El barquero del Orco no permitió más que cruzara la laguna que se interponía.

 

Orfeo (1865), de Gustave Moreau

Orfeo tuvo que resignarse, ya que Caronte no le permitió regresar de nuevo. Y, a partir de entonces, se sumió en una tristeza mucho más profunda hasta que, tiempo después, el poeta tracio también murió. Hay muchas versiones sobre este suceso, pero la más común afirma que fueron unas mujeres tracias —y, concretamente, unas ménades o bacantes, es decir, adoradoras del dios Dioniso/Baco— quienes acabaron con él. Los motivos son muy diversos: unos afirman que las rechazó por permanecer fiel a Eurídice —o incluso porque despreció el culto a Dioniso—; otros, que promovió el amor hacia los hombres y se mantuvo alejado de las mujeres; otros, que fue víctima de una maldición de los dioses. Las bacantes tracias lo mataron, lo despedazaron y arrojaron su cadáver destrozado a un río. Incluso entonces el poeta no dejó de llamar a su adorada Eurídice:



Tum quoque marmorea caput a cervice [revulsum

gurgite cum medio portans Oeagrius Hebrus

volveret, Eurydicen vox ipsa et frigida lingua

“ah miseram Eurydicen!” anima fugiente [vocabat:

“Eurydicen” toto referebant flumine ripae.”

 

(Verg. G. IV, 523-527)

Entonces el Hebro Eagrio, que llevaba la cabeza arrancada del marmóreo cuello, la hacía dar vueltas en medio del torbellino. La misma voz, «Eurídice», la lengua helada, «¡ah, desdichada Eurídice!», llamaba, mientras se le escapaba la vida; «Eurídice», repetían por todo el río las riberas.

 

Y eso fue todo. Ni Eurídice ni él tuvieron mucha suerte. Qué triste, ¿verdad? Y qué poco satisfactorio. Pero no os preocupéis: si queréis un final feliz para la pareja, siempre podéis acudir a las Metamorfosis de Ovidio. A él tampoco debió de gustarle el destino de los dos amantes porque les dio una nueva oportunidad en el mundo de los muertos, la posibilidad de un reencuentro y de compartir su felicidad para siempre:

Umbra subit terras et quae loca viderat ante,

cuncta recognoscit quaerensque per arva [piorum

invenit Eurydicen cupidisque amplectitur [ulnis.

Hic modo coniunctis spatiantur passibus [ambo,

nunc praecedentem sequitur, nunc praevius [anteit

Eurydicenque suam iam tutus respicit [Orpheus.

(Ov. Met. XI, 61-66)

La sombra entra bajo tierra y los lugares que antes había visto todos los reconoce, y, buscándola a través de los campos de los piadosos, encuentra a Eurídice y la rodea con brazos ansiosos. Aquí unas veces, con pasos unidos, ambos se pasean; ahora él sigue a la que lo precede, ahora él va delante y se vuelve a mirar a su Eurídice, ya seguro, Orfeo.

 










Una maldición que trasciende sus propios límites

© Riyoko Ikeda 1975

¿Y cómo utiliza Riyoko Ikeda el mito de Orfeo en su manga? Bien, como he mencionado antes, le sirve de marco para la historia que quiere contar. La ventana de Orfeo nos habla de las dificultades para amar y ser feliz en el contexto de una época tan complicada como la Revolución rusa y la Primera Guerra Mundial. Las desgracias del poeta tracio contribuyen a darle un dramatismo aún mayor a las muchas historias de amor que Riyoko Ikeda entreteje, la mayoría malditas, pocas con un final feliz. Al principio del manga, se nos cuenta el mito completo [2], y los personajes mencionan continuamente a Orfeo y su maldición como si él fuera el culpable, desde el Más Allá, de todas sus desdichas.

En principio, parece que el destino de la ventana ubicada en la academia de Sankt Sebastian solo afecta a quienes se acercan a ella. Así se ve en el caso de los tres protagonistas: Isaac y Klaus se enamoran de Julius, quien en realidad es una mujer, porque la ven a través de la ventana de Orfeo, y ella tampoco se libra de la maldición. También ocurre con la madre de Julius y el profesor Hermann Wirklich, unidos en su juventud por la ventana, separados por el destino. Finalmente, ambos mueren al caer por la ventana que enlazó su suerte.

Pero hay mucho más. Todos los personajes, y no solo los vinculados a la academia Sankt Sebastian, tienen dificultades en el amor. Moritz, compañero de Isaac, Julius y Klaus, nunca consigue el amor de Friederike, la hermana de Isaac, y luego es la muerte de la joven la que los separa. Aunque cree encontrar la felicidad en Malwida, tiene esa sensación porque la chica es idéntica a Friederike, y pronto se da cuenta de que la muerte no va a devolverle a quien fue su primer amor. Como en el caso de Orfeo, aunque Moritz no descienda a los infiernos. ¿Y qué hay de Alraune y Dimitri, partidarios de la Revolución rusa, separados también por la muerte? La desgracia alcanza incluso a Isaac cuando este se separa de Julius y Klaus y decide encontrar el amor en otras mujeres. Ni siquiera su historia con Roberta, una prostituta a la que conoció de joven cuando trabajaba como pianista en un bar, sale bien. Después de varios desencuentros, ella enferma y muere. El único consuelo que le queda a Isaac es su hijo. ¡Hay tantos ejemplos que mencionar!

© Riyoko Ikeda 1975

Por cierto, qué curioso que la ventana se encuentre justo en una academia de música, ¿verdad? Y que muchos de los personajes pertenezcan a este mundo. Para Isaac es incluso su principal razón para vivir, y sufre lo indecible cuando una dolencia en las manos lo obliga a alejarse de su querido piano, ese mismo que lo llevó a la fama y lo convirtió en un virtuoso.

Klaus y Julius: cuando el destino se interpone

© Riyoko Ikeda 1975

Pero, sin duda, la historia que más se asemeja a la de Orfeo es la de Klaus y Julius, uno de los amores más importantes del manga. Ambos, como ya he dicho, quedan unidos a través de la ventana, aunque tienen que pasar por muchas vicisitudes antes de poder estar juntos. Durante su estancia en Sankt Sebastian, sus sentimientos van creciendo poco a poco; sin embargo, hay un impedimento que se interpone entre ellos: la revolución. Klaus, que en realidad es ruso, debe volver a su país para ayudar a sus camaradas y derrocar al zar. Su hermano Dimitri murió por la causa y él tiene que continuar con su legado. Es en ese momento en el que se separa de Julius, con la idea de que nunca podrán estar juntos. A Orfeo fue la muerte la que le arrebató a Eurídice; en el caso de Julius, es el deber.

No obstante, Julius no se rinde. Al igual que Orfeo cuando perdió a Eurídice —aunque, en este caso, Klaus siga vivo—, la joven no se resigna y emprende un viaje hacia lo desconocido. Como el poeta tracio, no sabe qué le espera en Rusia, qué peligros va a encontrarse en una Europa sacudida por los conflictos. Aun así, no le importa. Y tiene dificultades, por supuesto, pero termina superándolas todas gracias a su tenacidad. Sus esfuerzos hacen que el destino le conceda un reencuentro “definitivo” con Klaus, en muchos sentidos. Durante su estancia en Rusia, Julius pierde sus recuerdos y es incapaz de dilucidar qué la llevó hasta allí. Por eso, no solo vuelve a encontrarse entre los brazos de su amado, sino que también, poco a poco, va acordándose de todo lo que vivieron juntos. Su felicidad es la misma que la que sintió Orfeo cuando Hades le devolvió a su esposa.

Leonid Yusúpov, militar ruso partidario del zar, le dice a Julius que Klaus y ella pueden abandonar el país antes de una fecha determinada. Fue él quien recogió a la muchacha tras su llegada a Rusia y termina enamorándose de ella, por lo que es incapaz de verla sufrir, pese a sus diferencias políticas con Klaus. Le recomienda a Julius alejarse de una Rusia donde todo va a ser muerte y sufrimiento y regresar a la paz de Ratisbona, lo que, en cierto modo, recuerda a ese viaje de Orfeo y Eurídice desde las sombras del mundo de los muertos a la luz del mundo de los vivos. Pero, como no podría ser de otra forma, ninguno consigue alcanzar la felicidad y la maldición se cumple. Klaus muere en Rusia mientras lucha por aquello en lo que cree y Julius se ve obligada a regresar completamente sola. Es ella quien consigue volver a la “luz” de Ratisbona, mientras su amado queda atrás. Sus desgracias la sumen en una profunda tristeza que la lleva a olvidar ciertos recuerdos y a adoptar comportamientos extraños.

© Riyoko Ikeda 1975

¿Cómo termina Julius? De forma muy parecida a Orfeo. También a ella la matan, aunque no por los mismos motivos que al poeta tracio. Se trata de una venganza, sí, pero por razones distintas. Jacob, un antiguo criado de su familia a quien ella creía muerto, la empuja y la tira a un río por todos los problemas que el padre de Julius les causó a los suyos, por las muchas intrigas en las que se vio envuelto y de las que salió airoso, dejando un rastro de sangre tras de sí. Orfeo y Julius acaban arrastrados por una corriente de agua, sin haber alcanzado la felicidad y habiendo dejado a su verdadero amor atrás.

Al final, el mito de Orfeo no esta solo presente como telón de fondo para las diferentes historias de los personajes, sino que, en mi opinión, puede identificarse con las vivencias de Klaus y Julius. Con una inversión, eso sí, porque, en el caso del manga de Riyoko Ikeda, es la mujer quien parte en busca del hombre para traerlo de vuelta consigo.

 

Y hasta aquí la entrada de hoy. 😊 ¡Espero que os haya gustado! Os espero el viernes o el sábado con la última entrada del mes. ¡Hasta entonces!

Bibliografía

Os dejo algunas de las fuentes que he consultado para escribir el artículo. Algunas de las ideas presentes en ellas están recogidas en la entrada y me han servido para profundizar un poco en el papel que tiene el mito de Orfeo en el manga de Riyoko Ikeda. 😊 Algunas de ellas están solo en inglés y en italiano.

Grimal, Pierre (1981). Diccionario de mitología griega y romana (trad. de Francisco Payarols), Barcelona: Paidós.

Scilabra, Carla (2015). “Vivono fra noi. L’uso del classico come espressione di alterità nella produzione fumettistica giapponese”, Status Quaestionis, 1(8), pp. 92-109.

Theisen, Nicholas (2011). “Declassicizing the classical in Japanese comics”, en Marshall, C. W. & Kovacs, George (eds.) (2011). Classics and comics, Oxford: Oxford University Press, pp. 59-72.

 

Notas

[1] En las Geórgicas, obra en la que Virgilio habla sobre las labores del campo y hace una alabanza de la vida rural, el poeta latino introduce el mito de Orfeo y Eurídice cuando habla de Aristeo. El cuarto libro, en el que se inserta la historia, habla sobre la apicultura: la manera de realizar este trabajo, el comportamiento de las abejas y la manera de recuperar una colmena cuando estas enferman —e incluso desaparecen—. El mito de Aristeo enlaza con este último tema. Sus abejas estaban muriendo, puesto que debía expiar su culpabilidad por la muerte de Eurídice: fue Proteo, un dios marino, quien se lo confesó. Acudió a él por consejo de su madre, la ninfa Cirene.

[2] En la edición española, que es la que tengo yo, se mantiene la procedencia tracia de Orfeo. Sin embargo, parece ser que en otras ediciones se dice que el poeta nació en Francia. Theisen (2011:63) así lo afirma: “The one peculiarity, though, in the myth that Ikeda does tell is the claim that Orpheus is not, in fact, Thracian but rather the son of a French King”. No sé exactamente qué escribió Riyoko Ikeda en el manga original, ya que no he podido echarle un vistazo a la edición japonesa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario