Música,
amor, intrigas, guerra… Riyoko Ikeda utiliza todos estos elementos para tejer,
en La ventana de Orfeo, una historia llena de encuentros y
desencuentros, tristeza y dolor que tiene como telón de fondo la Revolución
rusa y la Primera Guerra Mundial. En ella, seguimos a sus protagonistas, Isaac,
Klaus y Julius, a lo largo de su adolescencia. Los tres se ven obligados a
crecer y madurar a marchas forzadas mientras a su alrededor el mundo se agita y
se derrumba.
Todo empieza en Ratisbona, en Sankt Sebastian, una academia para jóvenes músicos muy prometedores. Allí hay un lugar maldito, la ventana de Orfeo. Según la leyenda, uno acaba enamorado de la primera persona a la que ve a través de ella, y ese amor está destinado a durar para siempre. Sin embargo, también estará condenado a la desgracia, igual que sucedió en el caso del músico que le da nombre a la ventana. Isaac, Klaus y Julius caen víctimas de la maldición… y no están tan seguros de poder superarla y alcanzar la felicidad, pese a sus esfuerzos.
La
ventana de Orfeo, publicado en España por la ya desaparecida
Glénat, es un manga histórico cuya autora utiliza la mitología clásica como
motivo a partir del cual construir la trama de su historia. A simple vista,
podría parecer que se trata de un elemento anecdótico, pero Orfeo tiene mucha
más relación con Isaac, Klaus, Julius y sus historias de amor de lo que se ve a
primera vista. Y de eso voy a hablaros en la entrada de hoy. 😊 Os
advierto: hay spoilers de la trama. Si teníais pensado
leer el manga y no queréis que os destripe nada, podéis volver después de
haberlo terminado. 😉
La
desdicha de Orfeo y Eurídice
Orfeo conduciendo a Eurídice fuera del infierno (1861), de Jean Baptiste Camille Corot |
Orfeo
era un músico y un poeta tracio, hijo de Eagro y, según la mayoría de las
tradiciones, de una musa (cuyo nombre varía, aunque generalmente se suele
considerar que su madre es Calíope). Hay incluso quien afirma que era el rey de
la región. Fue un héroe célebre por muchas cosas; de hecho, participó, junto a
Jasón y otros héroes, en la expedición de los Argonautas en busca del vellocino
de oro. Se encargaba de marcar el ritmo durante la navegación, de tranquilizar
a sus compañeros con su música. Pero, sin duda, es más conocido por su historia
de amor con Eurídice, una dríade con la que se había casado.
La
muchacha, tras su boda, fue perseguida por un pastor y cazador llamado Aristeo,
que intentó violarla. En su huida, la joven fue mordida por una serpiente
venenosa y, desgraciadamente, murió. Orfeo se sumió en una tristeza muy
profunda que lo llevó a tomar una decisión: bajar a los infiernos y recuperar a
su esposa. Estaba dispuesto a todo: no le importaban los peligros que pudiera
encontrar en su camino, ni siquiera el propio dios Hades/Plutón. Su música fue
su única arma: con ella era capaz de amansar a las fieras y, en su descenso, le
sirvió para aplacar a Cerbero, el perro guardián de los infiernos. También
logró detener, por unos instantes, las terribles torturas a las que estaban
sometidos los condenados del Tártaro: la rueda de Ixión se detuvo, así como la
piedra de Sísifo y la tarea interminable de las Danaides. Su amor era tan
profundo que logró conmover a Hades y Pérsefone, quienes accedieron a
devolverle a Eurídice siempre y cuando cumpliera con una condición: ella debía
caminar tras Orfeo y él no podía girarse a mirarla hasta que ambos alcanzaran
la superficie. No obstante, el músico, cuando le quedaba poco para llegar al
mundo de los vivos, se dejó vencer por las dudas e incumplió su promesa.
Eurídice, entonces, le fue arrebatada. Virgilio, en el cuarto libro de las Geórgicas
[1], recoge el mito y nos permite escuchar los lamentos de la pobre
dríade cuando comprende que no podrá regresar a la vida que conoció junto a su
esposo:
Illa, “Quis et me,” inquit, “miseram et
te [perdidit, Orpheu, quis tantus furor? En iterum crudelia
retro Fata vocant, conditque natantia lumina [somnus. Iamque vale: feror ingenti circumdata
nocte invalidasque tibi tendens, heu non tua, [palmas!” dixit et ex oculis subito, ceu fumus in
auras commixtus tenues, fugit diversa, neque
illum, prensantem nequiquam umbras et multa [volentem dicere, praeterea vidit, nec portitor
Orci amplius obiectam passus transire
paludem.
(Verg. G. IV, 494-503) |
Ella dijo: «¿Qué locura nos ha perdido
tanto a mí, desdichada, como a ti, Orfeo? ¿Qué locura tan grande? He aquí que
de nuevo los hados crueles me llaman hacia atrás y cubre mis ojos anegados el
sueño. Y ahora adiós: soy arrastrada, rodeada por la inmensa noche, mientras
tiendo hacia ti, ¡ay, sin ser tuya!, mis manos impotentes». Y de repente,
como el humo que se disipa en el aire sutil, de sus ojos desapareció en
dirección contraria, y en adelante ya no vio a aquel que en vano trataba de
agarrar las sombras y que quería decirle muchas cosas. El barquero del Orco
no permitió más que cruzara la laguna que se interponía. |
Orfeo (1865), de Gustave Moreau |
Orfeo
tuvo que resignarse, ya que Caronte no le permitió regresar de nuevo. Y, a
partir de entonces, se sumió en una tristeza mucho más profunda hasta que,
tiempo después, el poeta tracio también murió. Hay muchas versiones sobre este
suceso, pero la más común afirma que fueron unas mujeres tracias —y,
concretamente, unas ménades o bacantes, es decir, adoradoras del dios
Dioniso/Baco— quienes acabaron con él. Los motivos son muy diversos: unos
afirman que las rechazó por permanecer fiel a Eurídice —o incluso porque
despreció el culto a Dioniso—; otros, que promovió el amor hacia los hombres y
se mantuvo alejado de las mujeres; otros, que fue víctima de una maldición de
los dioses. Las bacantes tracias lo mataron, lo despedazaron y arrojaron su
cadáver destrozado a un río. Incluso entonces el poeta no dejó de llamar a su
adorada Eurídice:
Tum quoque marmorea caput a cervice [revulsum gurgite cum medio portans Oeagrius
Hebrus volveret, Eurydicen vox ipsa et frigida
lingua “ah miseram Eurydicen!” anima fugiente [vocabat: “Eurydicen” toto referebant flumine
ripae.”
(Verg. G. IV, 523-527) |
Entonces el Hebro Eagrio, que llevaba la
cabeza arrancada del marmóreo cuello, la hacía dar vueltas en medio del
torbellino. La misma voz, «Eurídice», la lengua helada, «¡ah, desdichada
Eurídice!», llamaba, mientras se le escapaba la vida; «Eurídice», repetían
por todo el río las riberas. |
Y eso
fue todo. Ni Eurídice ni él tuvieron mucha suerte. Qué triste, ¿verdad? Y qué
poco satisfactorio. Pero no os preocupéis: si queréis un final feliz para la
pareja, siempre podéis acudir a las Metamorfosis de Ovidio. A él tampoco
debió de gustarle el destino de los dos amantes porque les dio una nueva
oportunidad en el mundo de los muertos, la posibilidad de un reencuentro y de
compartir su felicidad para siempre:
Umbra
subit terras et quae loca viderat ante, cuncta
recognoscit quaerensque per arva [piorum invenit
Eurydicen cupidisque amplectitur [ulnis. Hic modo
coniunctis spatiantur passibus [ambo, nunc
praecedentem sequitur, nunc praevius [anteit Eurydicenque
suam iam tutus respicit [Orpheus. (Ov. Met. XI, 61-66) |
La
sombra entra bajo tierra y los lugares que antes había visto todos los
reconoce, y, buscándola a través de los campos de los piadosos, encuentra a
Eurídice y la rodea con brazos ansiosos. Aquí unas veces, con pasos unidos,
ambos se pasean; ahora él sigue a la que lo precede, ahora él va delante y se
vuelve a mirar a su Eurídice, ya seguro, Orfeo. |
Una maldición que trasciende sus propios límites
© Riyoko Ikeda 1975 |
¿Y cómo
utiliza Riyoko Ikeda el mito de Orfeo en su manga? Bien, como he mencionado
antes, le sirve de marco para la historia que quiere contar. La ventana de
Orfeo nos habla de las dificultades para amar y ser feliz en el contexto de
una época tan complicada como la Revolución rusa y la Primera Guerra Mundial.
Las desgracias del poeta tracio contribuyen a darle un dramatismo aún mayor a
las muchas historias de amor que Riyoko Ikeda entreteje, la mayoría malditas,
pocas con un final feliz. Al principio del manga, se nos cuenta el mito
completo [2], y los personajes mencionan continuamente a Orfeo y su
maldición como si él fuera el culpable, desde el Más Allá, de todas sus
desdichas.
En
principio, parece que el destino de la ventana ubicada en la academia de Sankt
Sebastian solo afecta a quienes se acercan a ella. Así se ve en el caso de los
tres protagonistas: Isaac y Klaus se enamoran de Julius, quien en realidad es
una mujer, porque la ven a través de la ventana de Orfeo, y ella tampoco se
libra de la maldición. También ocurre con la madre de Julius y el profesor Hermann
Wirklich, unidos en su juventud por la ventana, separados por el destino.
Finalmente, ambos mueren al caer por la ventana que enlazó su suerte.
Pero hay
mucho más. Todos los personajes, y no solo los vinculados a la academia Sankt
Sebastian, tienen dificultades en el amor. Moritz, compañero de Isaac, Julius y
Klaus, nunca consigue el amor de Friederike, la hermana de Isaac, y luego es la
muerte de la joven la que los separa. Aunque cree encontrar la felicidad en
Malwida, tiene esa sensación porque la chica es idéntica a Friederike, y pronto
se da cuenta de que la muerte no va a devolverle a quien fue su primer amor.
Como en el caso de Orfeo, aunque Moritz no descienda a los infiernos. ¿Y qué
hay de Alraune y Dimitri, partidarios de la Revolución rusa, separados también
por la muerte? La desgracia alcanza incluso a Isaac cuando este se separa de
Julius y Klaus y decide encontrar el amor en otras mujeres. Ni siquiera su
historia con Roberta, una prostituta a la que conoció de joven cuando trabajaba
como pianista en un bar, sale bien. Después de varios desencuentros, ella
enferma y muere. El único consuelo que le queda a Isaac es su hijo. ¡Hay tantos
ejemplos que mencionar!
© Riyoko Ikeda 1975 |
Por
cierto, qué curioso que la ventana se encuentre justo en una academia de
música, ¿verdad? Y que muchos de los personajes pertenezcan a este mundo. Para
Isaac es incluso su principal razón para vivir, y sufre lo indecible cuando una
dolencia en las manos lo obliga a alejarse de su querido piano, ese mismo que
lo llevó a la fama y lo convirtió en un virtuoso.
Klaus y
Julius: cuando el destino se interpone
© Riyoko Ikeda 1975 |
Pero,
sin duda, la historia que más se asemeja a la de Orfeo es la de Klaus y Julius,
uno de los amores más importantes del manga. Ambos, como ya he dicho, quedan
unidos a través de la ventana, aunque tienen que pasar por muchas vicisitudes
antes de poder estar juntos. Durante su estancia en Sankt Sebastian, sus
sentimientos van creciendo poco a poco; sin embargo, hay un impedimento que se
interpone entre ellos: la revolución. Klaus, que en realidad es ruso, debe
volver a su país para ayudar a sus camaradas y derrocar al zar. Su hermano
Dimitri murió por la causa y él tiene que continuar con su legado. Es en ese
momento en el que se separa de Julius, con la idea de que nunca podrán estar
juntos. A Orfeo fue la muerte la que le arrebató a Eurídice; en el caso de
Julius, es el deber.
No
obstante, Julius no se rinde. Al igual que Orfeo cuando perdió a Eurídice —aunque,
en este caso, Klaus siga vivo—, la joven no se resigna y emprende un viaje
hacia lo desconocido. Como el poeta tracio, no sabe qué le espera en Rusia, qué
peligros va a encontrarse en una Europa sacudida por los conflictos. Aun así,
no le importa. Y tiene dificultades, por supuesto, pero termina superándolas
todas gracias a su tenacidad. Sus esfuerzos hacen que el destino le conceda un
reencuentro “definitivo” con Klaus, en muchos sentidos. Durante su estancia en
Rusia, Julius pierde sus recuerdos y es incapaz de dilucidar qué la llevó hasta
allí. Por eso, no solo vuelve a encontrarse entre los brazos de su amado, sino
que también, poco a poco, va acordándose de todo lo que vivieron juntos. Su
felicidad es la misma que la que sintió Orfeo cuando Hades le devolvió a su
esposa.
Leonid Yusúpov, militar ruso partidario del zar, le dice a Julius que Klaus y ella pueden abandonar el país antes de una fecha determinada. Fue él quien recogió a la muchacha tras su llegada a Rusia y termina enamorándose de ella, por lo que es incapaz de verla sufrir, pese a sus diferencias políticas con Klaus. Le recomienda a Julius alejarse de una Rusia donde todo va a ser muerte y sufrimiento y regresar a la paz de Ratisbona, lo que, en cierto modo, recuerda a ese viaje de Orfeo y Eurídice desde las sombras del mundo de los muertos a la luz del mundo de los vivos. Pero, como no podría ser de otra forma, ninguno consigue alcanzar la felicidad y la maldición se cumple. Klaus muere en Rusia mientras lucha por aquello en lo que cree y Julius se ve obligada a regresar completamente sola. Es ella quien consigue volver a la “luz” de Ratisbona, mientras su amado queda atrás. Sus desgracias la sumen en una profunda tristeza que la lleva a olvidar ciertos recuerdos y a adoptar comportamientos extraños.
© Riyoko Ikeda 1975 |
¿Cómo termina Julius? De forma muy parecida a Orfeo. También a ella la matan, aunque no por los mismos motivos que al poeta tracio. Se trata de una venganza, sí, pero por razones distintas. Jacob, un antiguo criado de su familia a quien ella creía muerto, la empuja y la tira a un río por todos los problemas que el padre de Julius les causó a los suyos, por las muchas intrigas en las que se vio envuelto y de las que salió airoso, dejando un rastro de sangre tras de sí. Orfeo y Julius acaban arrastrados por una corriente de agua, sin haber alcanzado la felicidad y habiendo dejado a su verdadero amor atrás.
Al
final, el mito de Orfeo no esta solo presente como telón de fondo para las
diferentes historias de los personajes, sino que, en mi opinión, puede
identificarse con las vivencias de Klaus y Julius. Con una inversión, eso sí,
porque, en el caso del manga de Riyoko Ikeda, es la mujer quien parte en busca
del hombre para traerlo de vuelta consigo.
Y hasta
aquí la entrada de hoy. 😊 ¡Espero que os haya gustado! Os espero el
viernes o el sábado con la última entrada del mes. ¡Hasta entonces!
Bibliografía
Os dejo
algunas de las fuentes que he consultado para escribir el artículo. Algunas de
las ideas presentes en ellas están recogidas en la entrada y me han servido
para profundizar un poco en el papel que tiene el mito de Orfeo en el manga de
Riyoko Ikeda. 😊 Algunas
de ellas están solo en inglés y en italiano.
Grimal, Pierre
(1981). Diccionario de mitología griega y romana (trad. de Francisco
Payarols), Barcelona: Paidós.
Scilabra,
Carla (2015). “Vivono fra noi. L’uso del classico come espressione di alterità nella
produzione fumettistica giapponese”, Status
Quaestionis, 1(8), pp. 92-109.
Theisen, Nicholas (2011). “Declassicizing the classical in Japanese comics”, en
Marshall, C.
W. & Kovacs, George (eds.) (2011).
Classics
and comics, Oxford: Oxford University
Press, pp. 59-72.
Notas
[1] En las Geórgicas,
obra en la que Virgilio habla sobre las labores del campo y hace una alabanza
de la vida rural, el poeta latino introduce el mito de Orfeo y Eurídice cuando
habla de Aristeo. El cuarto libro, en el que se inserta la historia, habla
sobre la apicultura: la manera de realizar este trabajo, el comportamiento de
las abejas y la manera de recuperar una colmena cuando estas enferman —e
incluso desaparecen—. El mito de Aristeo enlaza con este último tema. Sus
abejas estaban muriendo, puesto que debía expiar su culpabilidad por la muerte
de Eurídice: fue Proteo, un dios marino, quien se lo confesó. Acudió a él por
consejo de su madre, la ninfa Cirene.
[2] En la edición española, que es la que tengo yo, se mantiene la procedencia tracia de Orfeo. Sin embargo, parece ser que en otras ediciones se dice que el poeta nació en Francia. Theisen (2011:63) así lo afirma: “The one peculiarity, though, in the myth that Ikeda does tell is the claim that Orpheus is not, in fact, Thracian but rather the son of a French King”. No sé exactamente qué escribió Riyoko Ikeda en el manga original, ya que no he podido echarle un vistazo a la edición japonesa.
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