miércoles, 28 de octubre de 2020

Manga y mundo clásico: música y maldiciones

Música, amor, intrigas, guerra… Riyoko Ikeda utiliza todos estos elementos para tejer, en La ventana de Orfeo, una historia llena de encuentros y desencuentros, tristeza y dolor que tiene como telón de fondo la Revolución rusa y la Primera Guerra Mundial. En ella, seguimos a sus protagonistas, Isaac, Klaus y Julius, a lo largo de su adolescencia. Los tres se ven obligados a crecer y madurar a marchas forzadas mientras a su alrededor el mundo se agita y se derrumba.

Todo empieza en Ratisbona, en Sankt Sebastian, una academia para jóvenes músicos muy prometedores. Allí hay un lugar maldito, la ventana de Orfeo. Según la leyenda, uno acaba enamorado de la primera persona a la que ve a través de ella, y ese amor está destinado a durar para siempre. Sin embargo, también estará condenado a la desgracia, igual que sucedió en el caso del músico que le da nombre a la ventana. Isaac, Klaus y Julius caen víctimas de la maldición… y no están tan seguros de poder superarla y alcanzar la felicidad, pese a sus esfuerzos.

La ventana de Orfeo, publicado en España por la ya desaparecida Glénat, es un manga histórico cuya autora utiliza la mitología clásica como motivo a partir del cual construir la trama de su historia. A simple vista, podría parecer que se trata de un elemento anecdótico, pero Orfeo tiene mucha más relación con Isaac, Klaus, Julius y sus historias de amor de lo que se ve a primera vista. Y de eso voy a hablaros en la entrada de hoy. 😊 Os advierto: hay spoilers de la trama. Si teníais pensado leer el manga y no queréis que os destripe nada, podéis volver después de haberlo terminado. 😉

La desdicha de Orfeo y Eurídice

Orfeo conduciendo a Eurídice fuera del infierno (1861), de Jean Baptiste
Camille Corot

Orfeo era un músico y un poeta tracio, hijo de Eagro y, según la mayoría de las tradiciones, de una musa (cuyo nombre varía, aunque generalmente se suele considerar que su madre es Calíope). Hay incluso quien afirma que era el rey de la región. Fue un héroe célebre por muchas cosas; de hecho, participó, junto a Jasón y otros héroes, en la expedición de los Argonautas en busca del vellocino de oro. Se encargaba de marcar el ritmo durante la navegación, de tranquilizar a sus compañeros con su música. Pero, sin duda, es más conocido por su historia de amor con Eurídice, una dríade con la que se había casado.

La muchacha, tras su boda, fue perseguida por un pastor y cazador llamado Aristeo, que intentó violarla. En su huida, la joven fue mordida por una serpiente venenosa y, desgraciadamente, murió. Orfeo se sumió en una tristeza muy profunda que lo llevó a tomar una decisión: bajar a los infiernos y recuperar a su esposa. Estaba dispuesto a todo: no le importaban los peligros que pudiera encontrar en su camino, ni siquiera el propio dios Hades/Plutón. Su música fue su única arma: con ella era capaz de amansar a las fieras y, en su descenso, le sirvió para aplacar a Cerbero, el perro guardián de los infiernos. También logró detener, por unos instantes, las terribles torturas a las que estaban sometidos los condenados del Tártaro: la rueda de Ixión se detuvo, así como la piedra de Sísifo y la tarea interminable de las Danaides. Su amor era tan profundo que logró conmover a Hades y Pérsefone, quienes accedieron a devolverle a Eurídice siempre y cuando cumpliera con una condición: ella debía caminar tras Orfeo y él no podía girarse a mirarla hasta que ambos alcanzaran la superficie. No obstante, el músico, cuando le quedaba poco para llegar al mundo de los vivos, se dejó vencer por las dudas e incumplió su promesa. Eurídice, entonces, le fue arrebatada. Virgilio, en el cuarto libro de las Geórgicas [1], recoge el mito y nos permite escuchar los lamentos de la pobre dríade cuando comprende que no podrá regresar a la vida que conoció junto a su esposo:

Illa, “Quis et me,” inquit, “miseram et te [perdidit, Orpheu,

quis tantus furor? En iterum crudelia retro

Fata vocant, conditque natantia lumina [somnus.

Iamque vale: feror ingenti circumdata nocte

invalidasque tibi tendens, heu non tua, [palmas!”

dixit et ex oculis subito, ceu fumus in auras

commixtus tenues, fugit diversa, neque illum,

prensantem nequiquam umbras et multa [volentem

dicere, praeterea vidit, nec portitor Orci

amplius obiectam passus transire paludem.

 

(Verg. G. IV, 494-503)

Ella dijo: «¿Qué locura nos ha perdido tanto a mí, desdichada, como a ti, Orfeo? ¿Qué locura tan grande? He aquí que de nuevo los hados crueles me llaman hacia atrás y cubre mis ojos anegados el sueño. Y ahora adiós: soy arrastrada, rodeada por la inmensa noche, mientras tiendo hacia ti, ¡ay, sin ser tuya!, mis manos impotentes». Y de repente, como el humo que se disipa en el aire sutil, de sus ojos desapareció en dirección contraria, y en adelante ya no vio a aquel que en vano trataba de agarrar las sombras y que quería decirle muchas cosas. El barquero del Orco no permitió más que cruzara la laguna que se interponía.

 

Orfeo (1865), de Gustave Moreau

Orfeo tuvo que resignarse, ya que Caronte no le permitió regresar de nuevo. Y, a partir de entonces, se sumió en una tristeza mucho más profunda hasta que, tiempo después, el poeta tracio también murió. Hay muchas versiones sobre este suceso, pero la más común afirma que fueron unas mujeres tracias —y, concretamente, unas ménades o bacantes, es decir, adoradoras del dios Dioniso/Baco— quienes acabaron con él. Los motivos son muy diversos: unos afirman que las rechazó por permanecer fiel a Eurídice —o incluso porque despreció el culto a Dioniso—; otros, que promovió el amor hacia los hombres y se mantuvo alejado de las mujeres; otros, que fue víctima de una maldición de los dioses. Las bacantes tracias lo mataron, lo despedazaron y arrojaron su cadáver destrozado a un río. Incluso entonces el poeta no dejó de llamar a su adorada Eurídice:



Tum quoque marmorea caput a cervice [revulsum

gurgite cum medio portans Oeagrius Hebrus

volveret, Eurydicen vox ipsa et frigida lingua

“ah miseram Eurydicen!” anima fugiente [vocabat:

“Eurydicen” toto referebant flumine ripae.”

 

(Verg. G. IV, 523-527)

Entonces el Hebro Eagrio, que llevaba la cabeza arrancada del marmóreo cuello, la hacía dar vueltas en medio del torbellino. La misma voz, «Eurídice», la lengua helada, «¡ah, desdichada Eurídice!», llamaba, mientras se le escapaba la vida; «Eurídice», repetían por todo el río las riberas.

 

Y eso fue todo. Ni Eurídice ni él tuvieron mucha suerte. Qué triste, ¿verdad? Y qué poco satisfactorio. Pero no os preocupéis: si queréis un final feliz para la pareja, siempre podéis acudir a las Metamorfosis de Ovidio. A él tampoco debió de gustarle el destino de los dos amantes porque les dio una nueva oportunidad en el mundo de los muertos, la posibilidad de un reencuentro y de compartir su felicidad para siempre:

Umbra subit terras et quae loca viderat ante,

cuncta recognoscit quaerensque per arva [piorum

invenit Eurydicen cupidisque amplectitur [ulnis.

Hic modo coniunctis spatiantur passibus [ambo,

nunc praecedentem sequitur, nunc praevius [anteit

Eurydicenque suam iam tutus respicit [Orpheus.

(Ov. Met. XI, 61-66)

La sombra entra bajo tierra y los lugares que antes había visto todos los reconoce, y, buscándola a través de los campos de los piadosos, encuentra a Eurídice y la rodea con brazos ansiosos. Aquí unas veces, con pasos unidos, ambos se pasean; ahora él sigue a la que lo precede, ahora él va delante y se vuelve a mirar a su Eurídice, ya seguro, Orfeo.

 










Una maldición que trasciende sus propios límites

© Riyoko Ikeda 1975

¿Y cómo utiliza Riyoko Ikeda el mito de Orfeo en su manga? Bien, como he mencionado antes, le sirve de marco para la historia que quiere contar. La ventana de Orfeo nos habla de las dificultades para amar y ser feliz en el contexto de una época tan complicada como la Revolución rusa y la Primera Guerra Mundial. Las desgracias del poeta tracio contribuyen a darle un dramatismo aún mayor a las muchas historias de amor que Riyoko Ikeda entreteje, la mayoría malditas, pocas con un final feliz. Al principio del manga, se nos cuenta el mito completo [2], y los personajes mencionan continuamente a Orfeo y su maldición como si él fuera el culpable, desde el Más Allá, de todas sus desdichas.

En principio, parece que el destino de la ventana ubicada en la academia de Sankt Sebastian solo afecta a quienes se acercan a ella. Así se ve en el caso de los tres protagonistas: Isaac y Klaus se enamoran de Julius, quien en realidad es una mujer, porque la ven a través de la ventana de Orfeo, y ella tampoco se libra de la maldición. También ocurre con la madre de Julius y el profesor Hermann Wirklich, unidos en su juventud por la ventana, separados por el destino. Finalmente, ambos mueren al caer por la ventana que enlazó su suerte.

Pero hay mucho más. Todos los personajes, y no solo los vinculados a la academia Sankt Sebastian, tienen dificultades en el amor. Moritz, compañero de Isaac, Julius y Klaus, nunca consigue el amor de Friederike, la hermana de Isaac, y luego es la muerte de la joven la que los separa. Aunque cree encontrar la felicidad en Malwida, tiene esa sensación porque la chica es idéntica a Friederike, y pronto se da cuenta de que la muerte no va a devolverle a quien fue su primer amor. Como en el caso de Orfeo, aunque Moritz no descienda a los infiernos. ¿Y qué hay de Alraune y Dimitri, partidarios de la Revolución rusa, separados también por la muerte? La desgracia alcanza incluso a Isaac cuando este se separa de Julius y Klaus y decide encontrar el amor en otras mujeres. Ni siquiera su historia con Roberta, una prostituta a la que conoció de joven cuando trabajaba como pianista en un bar, sale bien. Después de varios desencuentros, ella enferma y muere. El único consuelo que le queda a Isaac es su hijo. ¡Hay tantos ejemplos que mencionar!

© Riyoko Ikeda 1975

Por cierto, qué curioso que la ventana se encuentre justo en una academia de música, ¿verdad? Y que muchos de los personajes pertenezcan a este mundo. Para Isaac es incluso su principal razón para vivir, y sufre lo indecible cuando una dolencia en las manos lo obliga a alejarse de su querido piano, ese mismo que lo llevó a la fama y lo convirtió en un virtuoso.

Klaus y Julius: cuando el destino se interpone

© Riyoko Ikeda 1975

Pero, sin duda, la historia que más se asemeja a la de Orfeo es la de Klaus y Julius, uno de los amores más importantes del manga. Ambos, como ya he dicho, quedan unidos a través de la ventana, aunque tienen que pasar por muchas vicisitudes antes de poder estar juntos. Durante su estancia en Sankt Sebastian, sus sentimientos van creciendo poco a poco; sin embargo, hay un impedimento que se interpone entre ellos: la revolución. Klaus, que en realidad es ruso, debe volver a su país para ayudar a sus camaradas y derrocar al zar. Su hermano Dimitri murió por la causa y él tiene que continuar con su legado. Es en ese momento en el que se separa de Julius, con la idea de que nunca podrán estar juntos. A Orfeo fue la muerte la que le arrebató a Eurídice; en el caso de Julius, es el deber.

No obstante, Julius no se rinde. Al igual que Orfeo cuando perdió a Eurídice —aunque, en este caso, Klaus siga vivo—, la joven no se resigna y emprende un viaje hacia lo desconocido. Como el poeta tracio, no sabe qué le espera en Rusia, qué peligros va a encontrarse en una Europa sacudida por los conflictos. Aun así, no le importa. Y tiene dificultades, por supuesto, pero termina superándolas todas gracias a su tenacidad. Sus esfuerzos hacen que el destino le conceda un reencuentro “definitivo” con Klaus, en muchos sentidos. Durante su estancia en Rusia, Julius pierde sus recuerdos y es incapaz de dilucidar qué la llevó hasta allí. Por eso, no solo vuelve a encontrarse entre los brazos de su amado, sino que también, poco a poco, va acordándose de todo lo que vivieron juntos. Su felicidad es la misma que la que sintió Orfeo cuando Hades le devolvió a su esposa.

Leonid Yusúpov, militar ruso partidario del zar, le dice a Julius que Klaus y ella pueden abandonar el país antes de una fecha determinada. Fue él quien recogió a la muchacha tras su llegada a Rusia y termina enamorándose de ella, por lo que es incapaz de verla sufrir, pese a sus diferencias políticas con Klaus. Le recomienda a Julius alejarse de una Rusia donde todo va a ser muerte y sufrimiento y regresar a la paz de Ratisbona, lo que, en cierto modo, recuerda a ese viaje de Orfeo y Eurídice desde las sombras del mundo de los muertos a la luz del mundo de los vivos. Pero, como no podría ser de otra forma, ninguno consigue alcanzar la felicidad y la maldición se cumple. Klaus muere en Rusia mientras lucha por aquello en lo que cree y Julius se ve obligada a regresar completamente sola. Es ella quien consigue volver a la “luz” de Ratisbona, mientras su amado queda atrás. Sus desgracias la sumen en una profunda tristeza que la lleva a olvidar ciertos recuerdos y a adoptar comportamientos extraños.

© Riyoko Ikeda 1975

¿Cómo termina Julius? De forma muy parecida a Orfeo. También a ella la matan, aunque no por los mismos motivos que al poeta tracio. Se trata de una venganza, sí, pero por razones distintas. Jacob, un antiguo criado de su familia a quien ella creía muerto, la empuja y la tira a un río por todos los problemas que el padre de Julius les causó a los suyos, por las muchas intrigas en las que se vio envuelto y de las que salió airoso, dejando un rastro de sangre tras de sí. Orfeo y Julius acaban arrastrados por una corriente de agua, sin haber alcanzado la felicidad y habiendo dejado a su verdadero amor atrás.

Al final, el mito de Orfeo no esta solo presente como telón de fondo para las diferentes historias de los personajes, sino que, en mi opinión, puede identificarse con las vivencias de Klaus y Julius. Con una inversión, eso sí, porque, en el caso del manga de Riyoko Ikeda, es la mujer quien parte en busca del hombre para traerlo de vuelta consigo.

 

Y hasta aquí la entrada de hoy. 😊 ¡Espero que os haya gustado! Os espero el viernes o el sábado con la última entrada del mes. ¡Hasta entonces!

Bibliografía

Os dejo algunas de las fuentes que he consultado para escribir el artículo. Algunas de las ideas presentes en ellas están recogidas en la entrada y me han servido para profundizar un poco en el papel que tiene el mito de Orfeo en el manga de Riyoko Ikeda. 😊 Algunas de ellas están solo en inglés y en italiano.

Grimal, Pierre (1981). Diccionario de mitología griega y romana (trad. de Francisco Payarols), Barcelona: Paidós.

Scilabra, Carla (2015). “Vivono fra noi. L’uso del classico come espressione di alterità nella produzione fumettistica giapponese”, Status Quaestionis, 1(8), pp. 92-109.

Theisen, Nicholas (2011). “Declassicizing the classical in Japanese comics”, en Marshall, C. W. & Kovacs, George (eds.) (2011). Classics and comics, Oxford: Oxford University Press, pp. 59-72.

 

Notas

[1] En las Geórgicas, obra en la que Virgilio habla sobre las labores del campo y hace una alabanza de la vida rural, el poeta latino introduce el mito de Orfeo y Eurídice cuando habla de Aristeo. El cuarto libro, en el que se inserta la historia, habla sobre la apicultura: la manera de realizar este trabajo, el comportamiento de las abejas y la manera de recuperar una colmena cuando estas enferman —e incluso desaparecen—. El mito de Aristeo enlaza con este último tema. Sus abejas estaban muriendo, puesto que debía expiar su culpabilidad por la muerte de Eurídice: fue Proteo, un dios marino, quien se lo confesó. Acudió a él por consejo de su madre, la ninfa Cirene.

[2] En la edición española, que es la que tengo yo, se mantiene la procedencia tracia de Orfeo. Sin embargo, parece ser que en otras ediciones se dice que el poeta nació en Francia. Theisen (2011:63) así lo afirma: “The one peculiarity, though, in the myth that Ikeda does tell is the claim that Orpheus is not, in fact, Thracian but rather the son of a French King”. No sé exactamente qué escribió Riyoko Ikeda en el manga original, ya que no he podido echarle un vistazo a la edición japonesa.

miércoles, 14 de octubre de 2020

Reseña: Sunny Sunny Ann!

El mercado del manga en España está en un buen momento. Ahora mismo, podemos encontrar una gran variedad de títulos para todos los gustos, desde las series más populares hasta otras más desconocidas. Eso ha abierto las puertas al manga underground e independiente y, de vez en cuando, las editoriales nos sorprenden con títulos que se salen de lo habitual. Eso es lo que ha hecho Astiberri con Sunny Sunny Ann!, de Miki Yamamoto, una obra muy especial que llamó mi atención desde el momento en que se anunció la licencia. 

La saqué de la estantería para añadirla a mis lecturas del #LeoAutorasOct de este año, una iniciativa que pretende reivindicar el trabajo de las autoras al proponer que, durante el mes de octubre, se lean únicamente títulos escritos por mujeres. Y la obra de Miki Yamamoto ha sido una aventura. Ann me ha llevado por las carreteras de Estados Unidos en un viaje que he disfrutado muchísimo. 😊

Sin rumbo por Estados Unidos

Ann es una mujer independiente. No hay nada que la ate: ni una familia, ni un amor, ni un hogar. Su coche es su casa: en él guarda todo lo que necesita y, además, le permite marcharse adonde quiera. Lleva una vida tranquila y libre: trabaja cuando le hace falta el dinero, se acuesta con quien quiere y disfruta de los pequeños placeres.

© Miki Yamamoto 2012.

Pero un día, de repente, ocurre algo que supone un cambio importante en su vida. Ann entonces se despide de sus conocidos y comienza un viaje en coche sin rumbo fijo, adonde el destino la lleve. En su camino, se encontrará con diferentes personajes, con sus luces y sus sombras, con sus problemas. Y, de una forma u otra, terminará involucrada en un breve capítulo de sus vidas.

Sunny Sunny Ann! es un soplo de aire fresco, pese a los momentos duros que viven tanto la protagonista como los personajes que la acompañan. Porque, aunque suframos, siempre podemos encontrar pequeños resquicios de felicidad. Además, nos invita a reflexionar sobre la vida y sobre lo que es realmente importante para nosotros.

Una realidad poco amable

Sunny Sunny Ann! se divide en cinco capítulos. Ann aparece en todos, pero en los tres centrales permanece en un segundo plano, deja que otros personajes alcen la voz para mostrarnos la realidad de un mundo lleno de sombras. Edward, un millonario, y Laura, su joven esposa, protagonizan el segundo y el tercero; la pequeña Abbie y su madre, el cuarto. En cada una de estas historias breves, Miki Yamamoto pone sobre el papel problemas relacionados con la familia, el matrimonio, el amor o el dinero que aquejan a nuestra sociedad.

© Miki Yamamoto 2012.


La historia de Edward y Laura nos muestra los prejuicios que muchas veces tenemos hacia los demás. Ella es una modelo, sí, y su principal aliciente para contraer matrimonio con el anciano es el dinero. Pero el personaje va evolucionando a lo largo de los dos capítulos. Cuando el chófer los abandona en medio de un páramo, indignado por que Edward se haya dejado engatusar por Laura, es ella su único sostén. Hasta que Ann los recoge con su coche, se encarga de él y lo cuida, arrastrando su silla de ruedas por una tierra desierta. Y ese cariño que todo el mundo tildaba de falso crece. La Laura con la que empieza la historia no es la misma que aparece al final, aunque los familiares de Edward piensen que sí, que nada ha cambiado y que su único interés es el dinero.

Por otro lado, en el cuarto capítulo conocemos a Abbie, una niña varada en un bar de carretera con su madre. Los problemas que tiene con su pareja la han absorbido hasta tal punto que la han apartado de su hija. Y ella, incapaz de soportar que su madre la ignore y no le dé el cariño que necesita, se encuentra por casualidad con Ann.

© Miki Yamamoto 2012.

En ambas historias, Ann aparece como una figura que alivia. Es la única que comprende a Laura y reconoce su esfuerzo; es la salvación de Abbie cuando ni siquiera su madre le tiende la mano. Está ahí para resaltar los problemas —los juicios y prejuicios de la sociedad, la desesperación cuando nuestras circunstancias nos superan— y transmitir un mensaje esperanzador. Por una parte, que no importa lo que los demás piensen, siempre y cuando uno esté satisfecho consigo mismo y tenga claro quién es. Por otra, que incluso en las situaciones más oscuras uno siempre puede encontrar el camino de vuelta hacia sus seres queridos y recordar qué es lo más importante.

Pero no solo las historias de Laura, Edward y Abbie son interesantes. También los capítulos en los que Ann es la protagonista indiscutible llaman la atención. En ellos vemos realmente al personaje, quién es más allá de esa persona que aparece en el momento justo con la palabra justa. Pequeños retazos sobre su familia, su manera de ver el mundo y la vida, su necesidad de ser y sentirse libre. Y, como los demás personajes, Ann pasa por momentos difíciles, aunque siempre intente disfrutar de las pequeñas cosas.

Es en esos capítulos en los que Miki Miyamoto dibuja a su protagonista y nos hace interesarnos por ella, hasta el punto de que, cuando llegamos al final y vemos que la historia de Ann no se cierra, no podemos evitar preguntarnos cómo continuará su viaje en busca de nuevos horizontes.

Miki Yamamoto: la libertad hecha dibujo

© Miki Yamamoto 2012.

Sunny Sunny Ann! no solo es especial por la historia que cuenta y la forma de hacerlo. Miki Yamamoto hace gala de un estilo singular, alejado del manga más tradicional, que recuerda más al de un cómic independiente europeo y americano. Pero ese es, precisamente, su encanto. La forma de disponer las viñetas, el retrato de los personajes, las escenas… Todo está al servicio de esa trama en la que se entremezclan los sinsabores de la vida y los atisbos de felicidad que esta nos ofrece. Los trazos de Miyamoto son sueltos, frescos, desenfadados y libres. La personalidad de Ann, nuestra protagonista, se aprecia tanto en la historia como en el dibujo.

 

Y, con esto, termino la reseña de hoy. 😊 Si no habéis leído Sunny Sunny Ann!, os invito a que le deis una oportunidad. ¡No os vais a arrepentir! Os espero la semana que viene con una nueva entrada sobre manga y mundo clásico. ¡Hasta entonces! 😊

viernes, 2 de octubre de 2020

Manga y mundo clásico: Platón en la corte inglesa

Una de las cosas que me fascinan del manga es la capacidad que tienen los japoneses para encontrar inspiración en la historia y la cultura de otros países, por muy lejanos que estén, reinterpretar esos elementos e integrarlos en su propia visión del mundo. Eso es lo que consigue Aya Kanno, con mucho acierto, en Réquiem por el rey de la rosa, obra publicada en España por la editorial Tomodomo que nos cuenta la historia del enfrentamiento entre las casas de York y Lancaster por el trono de Inglaterra. Para conseguirlo, lucharon en terribles batallas durante lo que después se llamó la Guerra de las Rosas. En las páginas del manga, seguimos a Richard, el hijo más joven de la casa de York, y a otros muchos personajes de la corte, todos inmersos en intrigas, contiendas y alianzas que siempre derivan en dolor y sufrimiento.

Para documentarse y entretejer su historia, Aya Kanno se valió de muchas fuentes. Entre ellas, destacan, sin duda, dos obras de Shakespeare, Enrique VI y Ricardo III, que la autora aderezó con detalles históricos reales y elementos de su propia cosecha. Pero no son los únicos textos que sirvieron de base para Réquiem por el rey de la rosa. En varias entrevistas, Aya Kanno ha afirmado que, a la hora de construir el personaje de Richard, tuvo también en mente El banquete, uno de los diálogos más célebres de Platón, y, en concreto, la figura del andrógino que en él aparece. Shakespeare nos muestra al personaje de Ricardo III como un jorobado deforme, un hombre cuya fealdad exterior es reflejo de su fealdad interior. Sin embargo, Aya Kanno optó por que Richard fuera un andrógino. El mito que Aristófanes relata en El banquete le recordó al personaje, ya que, según la autora, los andróginos, pese a su aspecto, eran inteligentes, al igual que Richard.

Y de eso voy a hablaros en la entrada de hoy, de cómo Aya Kanno utiliza el texto de Platón en su manga y de cómo, en mi opinión, este influye en la trama del manga y la enriquece. Os adelanto ya que hay spoilers de la trama hasta el tomo 11, así que, si no habéis leído aún el manga y tenéis intención de hacerlo, deteneos aquí y volved cuando lo hayáis hecho. 😉 ¡Vamos allá! 😊

Aristófanes y El banquete: el origen del amor

El banquete es uno de los diálogos más famosos de Platón y además, según muchos expertos, se trata de una de sus mejores obras. En ella, varios personajes pronuncian diversos discursos sobre un tema curioso dentro de la producción del filósofo, el amor. En boca de cada uno de ellos, Platón pone una serie de ideas que, finalmente, son refutadas durante la intervención de Sócrates, quien expone la teoría platónica sobre el amor explicando el diálogo que mantuvo con una sabia mujer, Diotima.

Aya Kanno escoge el pasaje más célebre de El banquete para utilizarlo como base del personaje de Richard: el discurso de Aristófanes. Platón hace que, en su texto, el famoso autor de comedias hable sobre los orígenes del amor mediante un mito que, hoy en día, mucha gente conoce, aunque sea de oídas.

De acuerdo con el mito, el ser humano tuvo una forma primigenia antes de adoptar la que posee actualmente. De estas primeras criaturas, se nos dice lo siguiente:


[…] ἔπειτα λον ν κάστου το νθρώπου τ εδος στρογγύλον, ντον κα πλευρς κύκλ χον, χερας δ τέτταρας εχε, κα σκέλη τ σα τας χερσίν, κα πρόσωπα δύ π αχένι κυκλοτερε, μοια πάντ: κεφαλν δ π μφοτέροις τος προσώποις ναντίοις κειμένοις μίαν, κα τα τέτταρα, κα αδοα δύο, κα τλλα πάντα ς π τούτων ν τις εκάσειεν. […]

 

(Pl. Smp. 189ε-190α)


[…] Por otro lado, la forma de cada ser humano era completamente redonda, con la espalda y los costados en forma de círculo; tenían cuatro manos y piernas iguales en número a las manos, y dos rostros sobre un cuello circular, iguales en todo. Y una única cabeza sobre uno y otro rostro, colocados en direcciones contrarias, y cuatro orejas, y dos órganos sexuales, y todas las demás cosas como alguien podría figurarse a partir de esto. […]


Y, además, había tres sexos:


[…] γρ τρία ν τ γένη τ τν νθρώπων […]

 

(Pl. Smp. 189δ)


[…] pues tres eran los sexos de los seres humanos […]

El tercero, en efecto, es el del andrógino, con características masculinas y femeninas. 

El banquete de Platón (1648), de Pietro Testa.

El problema es que estas criaturas, debido a su increíble fuerza, se volvieron orgullosas y se alzaron en contra de los dioses. Como no podía ser de otro modo, las divinidades no lo dejaron pasar y, después de muchas deliberaciones, optaron por castigarlos. Si los aniquilaban, se quedarían sin ofrendas, por lo que la solución al problema debía ser menos drástica. Zeus expuso su parecer: los dioses dividirían en dos a los seres humanos, de modo que ya no caminarían con cuatro piernas, sino con dos. Además, si no cejaban en su empeño, siempre podían volver a dividirlos; de esa forma, garantizaban su εσέβεια (‘eusébeia’), es decir, el temor respetuoso hacia la divinidad. El ombligo, donde se juntaba la piel que quedaba después del corte, se convirtió en un recuerdo del castigo. Al principio, los nuevos seres humanos ansiaban unirse con su otra mitad y morían por no comer ni actuar separados. Zeus se compadeció de ellos e hizo que sus órganos sexuales quedaran en la parte delantera para que pudieran unirse de algún modo. Además, de esa forma permitió que los seres humanos se perpetuaran.

Así, según el discurso de Aristófanes, el amor surgió como consecuencia de este castigo. Cuando uno se encuentra con su otra mitad —algo que, por cierto, está reservado solo para unos pocos—, se queda maravillado y ya no desea alejarse de ella. Es una unión duradera que no se limita a la atracción física y se basa en un sentimiento difícil de explicar: la añoranza del otro, ese anhelo que, al principio, causaba la muerte de los seres humanos primigenios tras su división. Si os apetece una versión más actual del mito narrado por Aristófanes, podéis ver la película Hedwig and the angry inch. La canción The origin of love lo retoma, ¡y está muy bien!

Esta es la historia que Aya Kanno emplea en Réquiem por el rey de la rosa. Pero hay varios aspectos que subvierte para encajarlos en la trama de la Guerra de las Rosas y en lo que quiere contar. 

Un andrógino infeliz

Lo primero que destaca del personaje de Richard es su sufrimiento. Ese dolor que debe soportar continuamente se debe a una cosa: la falta de afecto, ya sea porque los demás lo rechazan, ya porque él mismo se niega la posibilidad de querer a otro, aunque algunos intenten demostrarle cariño y amor. Por su condición de andrógino, la realidad en la que vive, incapaz de comprenderlo y aceptarlo como uno más, lo ha condenado a la soledad y al tormento. 

Desde los primeros tomos vemos lo que Richard tiene que soportar simplemente por haber nacido. Su madre lo considera un ser demoníaco que traerá la destrucción a la familia de los York y lo carga con la culpa de todas las desgracias que suceden. Por supuesto, no todos los personajes están al tanto de su secreto, pero quienes se enteran, por lo general, sienten repugnancia. El propio Richard teme el rechazo de las personas más cercanas a él si lo descubren. Su sufrimiento lo marca profundamente y, por supuesto, tiene mucho que ver con su evolución a lo largo del manga. 

© Aya Kanno 2014.

Esa es la primera diferencia que vemos entre Richard y el andrógino original —además, claro, del aspecto físico de los seres humanos esféricos—. En el mito narrado por Aristófanes, el ser humano primigenio está completo, es feliz. Su separación supone un castigo, una “degradación” que el ser humano sufre a partir de un estado superior, concepto presente en otros mitos de la Antigüedad grecolatina, como el de las Edades. El andrógino no tiene las carencias de Richard y, desde luego, su aspecto o su condición no lo vuelven un ser “demoníaco”, aunque su figura se nos antoje curiosa. 

© Aya Kanno 2018. 

Richard es un andrógino “desvinculado” del otro, alguien que se encuentra completamente solo entre miles de personas que poseen un único sexo. Su separación de los demás no es fruto de un castigo impuesto por su orgullo, sino que viene con su condición. Ha nacido en una sociedad que no lo acepta por ser diferente y debe cargar con ese peso incluso antes de haber cometido ninguna falta. Además, la falta de afecto que sufre no se refiere solo al amor romántico, sino a muchos otros ámbitos: su madre es incapaz de quererlo, apenas tiene amigos o gente en la que confiar, muchas veces es una marioneta en manos de su familia. Richard es un andrógino atípico desde el punto de vista del mito original porque su entorno le arrebata esa felicidad, esa unión tan estrecha que tenían los seres humanos primigenios. Y, como tiene carencias en muchos ámbitos, también se relaciona con diferentes “mitades”. Hablaré de esto enseguida.

Por otro lado, como ya he comentado, tanto los andróginos como el resto de seres humanos primigenios son condenados por su orgullo, un orgullo que los lleva a desafiar a los dioses. El deseo de hacerse con el trono para sí no está en Richard desde su infancia, aunque haga lo posible por que quede en manos de su familia: va alimentándose a medida que sus enemigos le arrebatan lo poco que tiene y que las intrigas en palacio van sucediéndose. Aquí, el andrógino, que sufre ya desde el principio, se atreve a rebasar ciertos límites según ese sufrimiento va aumentando por distintas razones.

Las “mitades” de Richard

Pese al rechazo que muchos sienten, también hay personajes que aceptan a Richard tal y como es o que tratan de establecer un vínculo con él. Así, a diferencia de los seres humanos primigenios, que solo contaban con una mitad, en el caso de Richard hay varias personas que le ofrecen —o en las que busca— afecto y apoyo, que lo “completan” en diversos ámbitos: la familia, el amor, la política… Aunque luego se niegue a sí mismo el disfrute de la felicidad o las circunstancias se interpongan en su camino. Catesby, su leal escudero; Anne, su esposa; Henry, un rey que no quiere reinar entre tanto dolor… Richard tiene muchas carencias y, por tanto, muchas “mitades” que le ofrecen cosas diferentes: afecto, amor, ayuda, apoyo.

© Aya Kanno 2014. 

Voy a empezar hablando de su padre, con quien Richard tiene una relación muy especial. Al contrario que su madre, lo acepta tal y como es. Richard hereda de él su nombre: su padre siempre le menciona la importancia de salvaguardarlo, ya que es “nombre de rey”. Pero no solo eso, también la responsabilidad de cuidar de la casa de York por encima de todo lo demás, de conseguir que la corona permanezca en sus manos. Además, hay un detalle que me recuerda especialmente al texto de Platón: el momento en que el padre de Richard le dice que es parte de él, que vive en su interior. Es como si ambos conformaran ese todo del que hablaba Aristófanes. Lamentablemente, la lucha entre los York y los Lancaster le arrebata su amor a Richard.

¿Y qué hay de Henry? Desde que ambos se encuentran por primera vez, sus vidas vuelven a cruzarse sin cesar, como si fuera cosa del destino. Lo que le ofrecen a Richard estos encuentros es una tranquilidad alejada de las intrigas de la corte y un sincero afecto. Eso hace que termine enamorándose de Henry, aunque se resista a amar por sus circunstancias. Además, al igual que en el caso de su padre, también hay detalles que evocan el texto de Platón. Esos “te he echado de menos” continuos de Henry. La necesidad que tienen ambos de verse, de estar juntos en esa pequeña burbuja de paz. Parecen los sentimientos de añoranza de los seres humanos primigenios tras ser separados, ¿verdad?

© Aya Kanno 2014. 

Anne también le ofrece tranquilidad a Richard durante el tiempo que este pasa en su residencia. Sin embargo, termina pensando que su afecto es fruto del mero interés, de la carga que la sociedad le impone como mujer noble. Debe casarse y un enlace con Richard podría proporcionarle beneficios. Aun así, el amor de Anne es sincero.

Voy a referirme, por último, a Buckingham y Catesby. El segundo, conocedor del secreto de Richard, es su fiel escudero. A lo largo del manga, pasa a servir a otros nobles, pero siempre está ahí para Richard cuando más lo necesita. Es esa mitad que aparece en los peores momentos para salvarlo, protegerlo y ayudarlo en sus planes, sin cuestionar nada, con lealtad, queriéndolo incondicionalmente. En cuanto a Buckingham, se ofrece desde un primer momento para convertir a Richard en rey. Es su mitad en la política, en el mundo de sangre y horror que representa la lucha por el trono. Es quien complementa al lado más oscuro de Richard, el ambicioso, el que está dispuesto a todo para conseguir sus deseos. Lo único que le pide a cambio es que le ofrezca solo a él esa parte que los demás desconocen, su parte de mujer. Y Richard accede. De ese modo, se produce esa unión entre estas dos mitades.

© Aya Kanno 2018. 

Es curiosa además la pequeña rivalidad que parece haber, en determinados momentos, entre Buckingham y Catesby. Hay veces en las que el primero afirma haberse convertido en la “mitad del demonio” y le pregunta al segundo si él sería capaz de lograrlo. Es como si, al igual que en el caso de los seres humanos primigenios, solo pudiera haber un elegido para caminar al lado de Richard. 

 

Y con esto termino mi lectura sobre el mito del andrógino en Réquiem por el rey de la rosa. 😊 Me he dejado algunas cosas en el tintero, ¡pero para otra ocasión! Espero que os haya gustado y os espero dentro de unos días con una nueva entrada.