miércoles, 31 de agosto de 2022

Reseña: Happiness

Hace unos años, se cruzó en mi camino un manga titulado Las flores del mal. Me llamó la atención sobre todo por el título —Baudelaire es uno de mis poetas favoritos, así que me intrigaba la relación que podía tener con él— y, cuando por fin lo leí, quedé cautivada por una historia oscura, perturbadora. Ese fue mi primer contacto con Shûzô Oshimi, un autor que me parece especialmente interesante por la manera que tiene de ahondar en lo más sombrío de la esencia humana, con títulos incómodos dibujados con un estilo que siempre busca jugar con la narrativa de las viñetas. A partir de entonces, he ido leyendo muchas de sus obras, a cuál más espeluznante —qué decir, por ejemplo, de Rastros de sangre, que trata sobre una madre demasiado sobreprotectora y su hijo, atados por un vínculo asfixiante… y hasta aquí puedo leer—.

Una de las últimas ha sido Happiness. La empecé cuando Milky Way Ediciones comenzó a publicarla, pero, al final, decidí esperar a que estuviese completa para leerla del tirón: los tomos de Oshimi se hacen muy cortos y, cuando los terminas, te quedas con ganas de más. Fue una buena decisión; Happiness me enganchó y no la solté hasta que llegué al final de la historia. Y es que su autor plantea muchas cosas interesantísimas en sus páginas a raíz de sus protagonistas y las vivencias que perturban su normalidad. Hoy quiero hablaros de esta historia de vampiros. 😊

El mundo de la noche

© Shûzô Oshimi, 2015

Makoto Okazaki lleva una vida bastante anodina. Acaba de empezar secundaria, pero no lo ha hecho con buen pie: apenas tiene amigos en el instituto y, por si fuera poco, se ve obligado a hacer todo lo que algunos de sus compañeros, liderados por el carismático Yûki, le piden. Su día a día es siempre igual hasta que una noche decide salir de casa para devolver un DVD en el videoclub. Entonces, una chica muy extraña se abalanza sobre él y, para su sorpresa, le chupa la sangre. Pero no solo eso, también le hace una pregunta: ¿desea morir o prefiere ser como ella? Okazaki no se lo piensa dos veces y elige vivir. A partir de ese momento, todo cambia para el chico: tras despertarse en el hospital, se da cuenta de que le molesta la luz del sol, apenas tiene apetito… y se muere por beber sangre. Por suerte, no está solo: Gosho, una chica de otra clase, se ofrece a ayudarlo, aunque no termine de entender lo que le ocurre. Eso sí, ¿podrá controlarse eternamente? ¿Cómo logrará salir adelante?

© Shûzô Oshimi, 2015

En Happiness, Shûzô Oshimi nos ofrece su particular visión sobre los vampiros contándonos una historia sobre la oscuridad que se agazapa en nuestro interior y cómo intentamos hacerle frente, aunque no siempre sea fácil. Los diez tomos constituyen un viaje para los personajes en el que deberán tomar decisiones —complicadas la mayoría de las veces— y, si pueden, elegir qué quieren ser teniendo en cuenta sus circunstancias y su condición.

Dejarse arrastrar por los instintos… o no

Aunque Happiness no es la obra más retorcida del autor, se trata de un título oscuro, cada vez más según avanza la historia y los protagonistas se van adentrando en un lado desconocido de su realidad: el de las criaturas de la noche. Okazaki, Yûki, Gosho y Nao van evolucionando según lo hacen sus experiencias, que muchas veces son incómodas, terribles, de pesadilla. Cada uno de ellos tiene su propio camino. Mientras que unos terminan convertidos en vampiros, otros sufren las consecuencias de dicha transformación, de diversas formas. Y todos sufren. No solo la sed de sangre es atroz, también la manera en que esta afecta a los seres queridos de los protagonistas.

© Shûzô Oshimi, 2015

En este sentido, Oshimi plasma muy bien en el papel los sentimientos de los personajes, no solo de los adolescentes que se encuentran por primera vez con una situación que, hasta entonces, había pertenecido al terreno de la fantasía, sino también de quienes llevan ya mucho tiempo siendo vampiros y han asumido —o no— lo que esa nueva vida implica, como Nora, la chica que muerde al protagonista. Un buen ejemplo de ello es el propio Okazaki. En su caso, las luchas son constantes: en su interior late un instinto irracional, de depredador, que quiere reprimir con todas sus fuerzas porque, aunque su vida haya dado un vuelco, desea mantener su humanidad. Por supuesto, él no es el único con una carga a sus espaldas: todos los personajes de Oshimi tienen la suya. Traumas, desesperación, incomprensión, dificultades para luchar y salir adelante… Y, según vamos pasando las páginas, algunas de ellas se vuelven más pesadas.

Pero, aparte de todo lo que tiene que ver con los vampiros, Happiness nos enseña hasta qué punto nosotros mismos podemos convertirnos en bestias sin que nadie beba nuestra sangre. El ser humano también posee un lado oscuro que lo consume. Nuestras obsesiones, creencias y deseos pueden llevarnos a unos extremos tales que la línea que nos separa de esas criaturas de la noche, esclavas de su sed y sus instintos, se vuelve muy fina. Hay monstruos en ambos bandos.

Retratar la sed: el dibujo de Shûzô Oshimi

© Shûzô Oshimi, 2015

Los trazos de Shûzô Oshimi son muy especiales. En sus títulos, juega con todo lo que el dibujo le ofrece, y en ese sentido Happiness no es una excepción. Lo más destacable es la forma que tiene de representar los sentimientos de sus personajes, en especial de quienes, como Okazaki, sufren los terribles efectos de la sed de sangre. Para mostrárnoslos, deforma lo que se ve en las viñetas, emplea diferentes técnicas de dibujo, nos ofrece imágenes de expresión más sencilla en el trazo pero, a la vez, más impactante, aprovecha las páginas completas y las dobles páginas, juega con el color negro y las sombras… Gracias a ello, somos capaces de entender, muchas veces sin necesidad de palabras, el sufrimiento que domina la vida de los vampiros, especialmente de los que acaban de convertirse, acuciados por una necesidad imperiosa que les impide vivir con normalidad si no llegan a controlarla. Además, de vez en cuando, nos encontramos con ilustraciones a color, de lápiz y acuarela.

Con todos estos recursos, Shûzô Oshimi establece un contraste entre la vida cotidiana de Okazaki y los demás, esos momentos en los que creen posible la normalidad o el nivel de peligro es menor, y los instantes de locura más extrema. Esta dicotomía funciona muy bien en la narrativa del manga.


Con esto termino la reseña de hoy. 😊 ¡Espero que os animéis a leer Happiness si no lo habéis hecho! Os espero dentro de unos días, ya para la celebración del evento #AnimeRetroMFT. Os recuerdo que tendrá lugar el 10 de septiembre y que vosotros también podéis participar compartiendo recuerdos de las series de animación japonesas que veíais en la tele —es más, ¡los compañeros que también participan y yo os animamos a que lo hagáis!—. ¡Hasta entonces! 😊


domingo, 21 de agosto de 2022

Anime y mundo clásico: el poder de una melodía

Las sirenas han sido, desde siempre, una de mis criaturas mitológicas favoritas, así que me moría de ganas de hablar de ellas en el blog. Pero no había llegado el momento, aún no. Sin embargo, estas últimas semanas los planes que tenía para Afrodita L se han trastocado un poco —al final, la entrada sobre manga y mundo clásico que había pensado se quedará para septiembre, probablemente— y, cuando tuve que decidir qué publicar este mes en el blog, opté por ellas. No tuve que pensarlo mucho: fue uno de esos pálpitos que tengo en los momentos en los que no sé muy bien sobre qué escribir. Y aquí están. 😊 De nuevo, me sumerjo en el universo futurista de Ulises 31 para ver cómo se adapta el famoso episodio de las sirenas en esta aventura espacial. Antes de empezar, os hago la advertencia de siempre: hay spoilers del capítulo, así que, si tenéis intención de verlo, podéis deteneros aquí y volver cuando lo hayáis hecho. Sin más dilación, ¡vamos allá! 🤗

Una voz tan cautivadora como mortal

Las sirenas son, probablemente, una de las criaturas marinas más célebres de la mitología grecolatina: los cantos con los que atraían a los marineros, la ruina a la que los arrastraban... Eso sí, lo primero que debemos tener en cuenta es que no fue hasta finales de la Antigüedad cuando empezaron a representarse con cola de pez, imagen con la que se las identifica en la época romana tardía y el medievo: antes tenían parte de ave y parte de mujer. Su linaje es objeto de dudas; hay bastantes autores que hablan sobre sus progenitores. Por lo general, en los textos suele haber bastante acuerdo sobre la identidad de su padre, el dios río Aqueloo. El problema es su madre. Por ejemplo, Apolonio de Rodas, en sus Argonáuticas —poema en el que narra el viaje de los argonautas en busca del vellocino de oro—, nos dice que se trataba de Terpsícore, musa de la danza y la poesía que la acompañaba:

 

τς μν ρ εειδς χελωί ενηθεσα

γείνατο Τερψιχόρη, Μουσέων μία:

 

(A.R. Argonautica, IV, 895-896)

  

A estas las engendró, unida en el lecho con Aqueloo, la hermosa Terpsícore, una de las musas.

Ulises y las sirenas, de Herbert James Draper (ca. 1909)
Y Apolodoro, en su Biblioteca, la identifica con Melpómene, otra de las nueve musas, concretamente la de la tragedia. Este autor, asimismo, les da nombre a las sirenas e indica a qué se dedicaba cada una:

 

α δ Σειρνες σαν χελου κα Μελπομένης μις τν Μουσν θυγατέρες, Πεισινόη γλαόπη Θελξιέπεια. τούτων μν κιθάριζεν, δ δεν, δ ηλει, κα δι τούτων πειθον καταμένειν τος παραπλέοντας.

 

(Apollod. Bibliotheca, Epit., 18-19)

 

Las sirenas eran hijas de Aqueloo y Melpómene, una de las musas: Pisínoe, Agláope y Telxiepía. De ellas una tocaba la cítara, otra cantaba y otra tocaba la flauta, y mediante su música convencían a los navegantes para que se quedaran.

Por supuesto, hay más versiones, ¡pero creo que con estos fragmentos podéis haceros una idea! Por cierto, su número también varía según los textos, así como los nombres: Apolodoro es tan solo uno de los que menciona estos datos.

Odiseo y las sirenas, vasija de figuras rojas

Tampoco están de acuerdo los autores en por qué llegaron a convertirse en seres mitad ave y mitad mujer. Ovidio propone, en sus Metamorfosis, la siguiente historia: en un principio, las sirenas eran las acompañantes de Perséfone —Proserpina para los romanos—, hija de Deméter, diosa del campo y la agricultura. Cuando Hades raptó a la muchacha para llevársela al inframundo y convertirla en su esposa, las sirenas no pudieron impedirlo y suplicaron a las divinidades que les concedieran un nuevo aspecto para recorrer el mundo y dar con su compañera. Ahora bien, la transformación no supuso una pérdida total de su humanidad: conservaron su rostro de muchachas y esa voz que más tarde encandilaría a cientos de marineros.

 

vobis, Acheloides, unde

pluma pedesque avium, cum virginis ora [geratis?

an quia, cum legeret vernos Proserpina [flores,

in comitum numero, doctae Sirenes, [eratis?

Quam postquam toto frustra quaesistis in [orbe,

protinus, ut vestram sentirent aequora [curam,

posse super fluctus alarum insistere remis

optastis, facilesque deos habuistis et artus

vidistis vestros subitis flavescere pennis.

Ne tamen ille canor mulcendas natus ad [aures

tantaque dos oris linguae deperderet usum,

virginei vultus et vox humana remansit.

 

 

(Ov. Met. V, 552-563)

  

Y vosotras, Aqueloides, ¿por qué tenéis plumas y patas de ave con rostro de doncella? ¿Acaso porque, cuando Proserpina recogía flores primaverales, estabais entre sus acompañantes, doctas sirenas? Después de buscarla en vano por todo el mundo sin deteneros, para que el mar sintiera vuestra inquietud, deseasteis poder apoyaros sobre las olas con los remos de vuestras alas, y los dioses estuvieron dispuestos y visteis cómo vuestros miembros se volvían dorados con repentinas plumas. Sin embargo, para que aquel canto nacido para acariciar los oídos y el impresionante don de vuestra boca no perdiera por completo la práctica del lenguaje, permanecieron el rostro de doncella y la voz humana.

Estatua funeraria de una sirena

Encontramos la misma versión en las Argonáuticas: Ovidio transmite la que cuenta Apolonio de Rodas. Sin embargo, de acuerdo con Higinio, este cambio no fue fruto del deseo de las sirenas, sino de la ira de Deméter, que las castigó por haber descuidado a la pobre Perséfone —ya sabéis que quienes hacían enfadar a los dioses, aunque fuera de manera inconsciente, no acababan bien—. 

En lo que todos los autores coinciden es, por supuesto, en su canto seductor, tan poderoso, con el que arrastraban a los navegantes a su perdición: la isla donde vivían estaba llena de los huesos de aquellos que se habían dejado hechizar, a quienes las criaturas habían devorado. Su voz tenía tanto poder que, de hecho, una de las etimologías que se proponen para su nombre tiene que ver con σειρά, ‘seirá’, que en griego significa «cuerda» o «atadura». Al fin y al cabo, la melodía que salía de sus labios era como una cadena para los desdichados que la escuchaban: los atrapaba y ya no los dejaba ir.

Y eso es precisamente lo que sucede en los episodios mitológicos que protagonizan las sirenas. El más célebre de ellos es, probablemente, el pasaje de la Odisea en el que Ulises y sus compañeros tienen que pasar cerca de su isla. Después de que el héroe griego descendiera a las puertas del inframundo para pedirle consejo al adivino Tiresias sobre su viaje, decidió emprender de nuevo la travesía y abandonar la morada de la hechicera Circe, donde había permanecido bastante tiempo —ya os hablaré de ella en otras entradas—. Ella le advirtió sobre los diferentes peligros que iba a encontrarse en el camino, entre ellos las sirenas, de las que dice:

«Σειρνας μν πρτον φίξεαι, α ά τε [πάντας

νθρώπους θέλγουσιν, τις σφεας [εσαφίκηται.

ς τις ιδρεί πελάσ κα φθόγγον κούσ

Σειρήνων, τ δ ο τι γυν κα νήπια τέκνα

οκαδε νοστήσαντι παρίσταται οδ [γάνυνται,

λλά τε Σειρνες λιγυρ θέλγουσιν οιδ

μεναι ν λειμνι, πολς δ μφ στεόφιν [θς

νδρν πυθομένων, περ δ ινο μινύθουσι.

λλ παρεξελάαν, π δ οατ λεψαι [ταίρων

κηρν δεψήσας μελιηδέα, μή τις κούσ

τν λλων: τρ ατς κουέμεν α κ [θέλσθα,

δησάντων σ ν νη θο χεράς τε πόδας τε

ρθν ν στοπέδ, κ δ ατο πείρατ [νήφθω,

φρα κε τερπόμενος π κούσς Σειρήνοιιν.

ε δέ κε λίσσηαι τάρους λσαί τε κελεύς,

ο δέ σ τι πλεόνεσσι τότ ν δεσμοσι [διδέντων».

 

(Od. XII, 39-54)

 

«Primero llegarás a las sirenas, que hechizan a todos los hombres que se acercan a ellas. A quien, imprudente, se aproxima y escucha su voz, de regreso a casa ya no lo rodearán su esposa ni sus hijos, aún en la niñez, ni lo alegrarán, sino que las sirenas lo hechizan con su sonoro canto, sentadas en el prado, con un numeroso montón de huesos de hombres que se pudren en torno a ellas; a su alrededor, las pieles se consumen. Pero tú pasa de largo y tapa los oídos de tus compañeros con blanda cera tras amasarla para que ninguno de ellos las escuche: solo tú lo harás si quieres, después de que te aten las manos y los pies en la veloz nave, erguido en el mástil; que las cuerdas estén atadas a este para que, deleitándote, escuches a las sirenas. Y, si suplicas y ordenas a tus compañeros que te liberen, que estos te aten todavía con más cuerdas».

 

Ulises y las sirenas, de John William Waterhouse (1891)
Ulises, por supuesto, obedeció. Sus compañeros, siguiendo sus órdenes, se taparon los oídos con cera y lo ataron al mástil, tal y como les había pedido. Así, el héroe pudo escuchar la voz de las sirenas, que intentaron «encadenarlo» con su canto. Lo tentaron con el conocimiento:

«δερ γ ών, πολύαιν δυσε, μέγα [κδος χαιν,

να κατάστησον, να νωιτέρην π κούσς.

ο γάρ πώ τις τδε παρήλασε νη μελαίν,

πρίν γ μέων μελίγηρυν π στομάτων π [κοσαι,

λλ γε τερψάμενος νεται κα πλείονα [εδώς.

δμεν γάρ τοι πάνθ σ ν Τροί ερεί

ργεοι Τρές τε θεν ότητι μόγησαν,

δμεν δ, σσα γένηται π χθον [πουλυβοτείρ».

 

(Od. XII, 184-191)

 

«Ven aquí, célebre Ulises, ilustre gloria de los aqueos; conduce aquí tu nave para escuchar nuestra voz. Pues nadie ha pasado en su negra nave sin escuchar la dulce voz que sale de nuestra boca, sino que se va después de deleitarse y conocer muchas cosas. Pues sabemos todo cuanto en la anchurosa Troya sufrieron los argivos y los troyanos por voluntad de los dioses; sabemos cuanto sucede en la tierra fecunda».

 

La sirena, de Edward Armitage (1888)

Pero Ulises y los suyos no fueron los únicos que tuvieron que enfrentarse a estas criaturas. También los argonautas fueron víctimas de sus encantos en su viaje de vuelta desde la Cólquide, donde se habían hecho con el vellocino de oro. Sin embargo, ellos no contaban con los consejos de Circe: esta vez fue uno de los suyos, Orfeo —del que ya os he hablado aquí y aquí—, quien los salvó del peligro. Su música era capaz casi de cualquier cosa y logró imponerse a la de las sirenas, como nos cuenta Apolonio de Rodas:

 

να δ υκρας νεμος φέρεν. αψα δσον

καλήν, νθεμόεσσαν σέδρακον, νθα [λίγειαι

Σειρνες σίνοντ χελωίδες δείσιν

θέλγουσαι μολπσιν, τις παρ πεσμα [βάλοιτο.

[…]

αε δ εόρμου δεδοκημέναι κ περιωπς

θαμ δ πολέων μελιηδέα νόστον λοντο,

τηκεδόνι φθινύθουσαι: πηλεγέως δ ρα [κα τος

εσαν κ στομάτων πα λείριον. ο δ π [νης

δη πείσματ μελλον π ιόνεσσι [βαλέσθαι,

ε μ ρ Οάγροιο πάις Θρηίκιος ρφες

Βιστονίην ν χερσν ας φόρμιγγα [τανύσσας

κραιπνν υτροχάλοιο μέλος κανάχησεν [οιδς,

φρ μυδις κλονέοντος πιβρομέωνται [κουα

κρεγμ: παρθενικν δ νοπν βιήσατο [φόρμιγξ.

 

(Apollod. Bibliotheca, Epit., 18-19)

 

Un suave viento llevaba la nave. Al punto divisaron la hermosa isla de Antenóesa, donde las hijas de Aqueloo, las melodiosas sirenas, hechizan con sus dulces cantos para su ruina a quien por allí echa sus amarras. […] Siempre vigilando en lugares apropiados para el desembarco, con frecuencia han arrebatado el dulce regreso a muchos, consumiéndolos de extenuación. Sin miramientos, también para ellos derramaron de su boca una voz de lirio. Estos desde la nave ya tenían intención de echar amarras en la orilla cuando el hijo de Eagro, el tracio Orfeo, tendiendo la lira Bistonia en sus manos, hizo resonar la impetuosa melodía de su raudo canto para que sus oídos resonaran a la vez con el estruendo de sus cuerdas. La lira venció a la voz virginal.

De entre los héroes que iban en la nave Argo, solo uno se dejó seducir: Butes. No obstante, la diosa del amor, Afrodita, consiguió salvarlo de las sirenas y las aguas del mar. Un final más o menos feliz, aunque a los argonautas todavía les quedaban algunos retos que superar.

La música que arruina, la música que salva

© DiC Entertainment y Tokyo Movie Shinsha (TMS), 1981

Por supuesto, en Ulises 31 no podía faltar el famoso episodio de la Odisea, así que este Ulises futurista, junto con Telémaco, Nono y Thais, debe hacer frente a unas sirenas espaciales que pretenden hacerles daño. Y este capítulo me resulta curioso porque me parece que, de alguna forma, se mezclan los dos viajes de los que os he hablado en el apartado anterior: el del astuto héroe griego y el de los argonautas. No sé si era la intención de los guionistas o no, pero, desde luego, el capítulo tiene puntos en común con ambas historias.

Antes de comentaros por qué, como siempre, voy a poneros en situación. Cierto día, Thais, la niña alienígena que acompaña a Ulises, tiene un extraño sueño en el que se encuentra en un mundo lejano, con el peligro acechándola, y debe abrir un arca con ayuda de una flauta cuya melodía se le queda en el recuerdo. Telémaco no quiere darle importancia hasta que Sylca, el ordenador inteligente del Odysseus, detecta un cuerpo extraño cerca de la nave. Se trata de un arca en cuyo interior hay un traje de astronauta y un mapa electrónico que parece conducir hacia un magnífico tesoro: la carta de navegación del Olimpo, un artefacto que a Ulises le vendría estupendamente para encontrar el camino de regreso a la Tierra. Dicha carta se encuentra en el planeta Sirena, que está en su trayectoria, de modo que los tripulantes del Odysseus deciden ir hasta allí en su busca. Eso sí, deben tener cuidado porque lo custodian unas peligrosas criaturas, las mismas que le dan nombre al planeta.

© DiC Entertainment y Tokyo Movie Shinsha (TMS), 1981

Cuando aterrizan allí las cosas no salen como habían planeado, y no precisamente por las sirenas: unos bandidos los están esperando para capturarlos. Ellos también ansían la carta de navegación, pero no desean encontrarse con las sirenas, cuyo dulce canto atrae, como en la mitología, a todo aquel que lo escuche. Utilizando a Telémaco y Thais como rehenes, obligan a Ulises y a Nono a partir en busca del tesoro, así que ambos tienen que atravesar el océano para llegar a la morada de las criaturas. Durante la travesía, como no podía ser de otro modo, escuchan su canto, que los seduce sin remedio: inquieto, Ulises le pide a Nono que lo ate al mástil de su barco y desconecta el sistema auditivo del robot para que también esté a salvo. Sin embargo, gracias a su fuerza logra romper las cuerdas que lo atan y se lanza al agua sin que Nono pueda hacer nada para detenerlo. Mientras, Thais y Telémaco logran escapar de sus captores y parten siguiendo a Ulises. Antes de nada se tapan las orejas con unas canicas que los salvan de las sirenas.

A partir de entonces, los acontecimientos se desarrollan como en el sueño de Thais: navegando, llegan a unas rejas que logran abrir gracias a la flauta de la niña y acceden a la guarida de las sirenas, a quienes consiguen mantener a raya con la melodía que Thais escuchó. Rescatan a Ulises y se hacen con la carta de navegación, aunque una lengua de metal gigantesca los ataca. La música es de nuevo su salvación. Cuando por fin salen de allí, regresan a donde los bandidos y les ofrecen un cofre que supone su perdición: en su interior, se encuentra atrapada la lengua de metal, que escapa, ataca a los piratas y les roba la energía vital. Esa es, en realidad, la verdadera forma de las sirenas: son un metal vivo que paraliza a la gente y la transforma en una especie de estatua.

© DiC Entertainment y Tokyo Movie Shinsha (TMS), 1981

Una vez superadas las dificultades, Ulises y los demás se disponen a partir… pero la carta de navegación, de repente, comienza a arder y se desintegra. Su periplo continúa, aunque no de la mejor manera: aún han de arreglárselas para escapar del Olimpo y los dioses.

De nuevo, vemos que en Ulises 31 se modifican varios elementos del mito original y se incluyen otros para hacer la aventura todavía más emocionante si cabe. Comencemos hablando de las sirenas, que en este episodio tienen también una apariencia muy relacionada con el mar, alejada de las criaturas mitad ave que intentaron seducir al verdadero Ulises: se trata de mujeres cuya parte inferior, esta vez, parece ser de pulpo o de medusa. Pero también se presentan como esa lengua bífida de metal de la que os he hablado antes. En este sentido, me parece que así se refuerza esa dualidad que ya veíamos en la Antigüedad: la hermosura de su canto —y tal vez de sus rostros— contrasta con su carácter de monstruo, y uno bastante peligroso además. No son lo que parecen en un principio. Eso sí, al igual que en las historias originales, buscan acabar con quienes se dirigen a su planeta. Para ello, los atraen primero con las arcas que envían al espacio y, más tarde, con sus voces. La «cadena», en este caso, es doble: de esa forma, las sirenas se aseguran de que la víctima vaya aparecer. El arca actúa, en cierto modo, como esas promesas que le ofrecían a Ulises en la Odisea: si el viajero va a su planeta, conseguirá un increíble tesoro. El canto les sirve para rematar la faena; no es lo primero que utilizan para atraer y seducir.

© DiC Entertainment y Tokyo Movie Shinsha (TMS), 1981

De todas formas, coinciden con las sirenas de la Antigüedad en que acaban con sus víctimas, aunque de una manera diferente: no las devoran exactamente, sino que absorben su energía vital. Esta manera de hacerlo, y también su apariencia verdadera, me recuerda, en cierto modo, a Medusa: la lengua bífida podría ser la de las serpientes de su cabello y, además, los marineros que sucumben a los encantos de las sirenas terminan convertidos en una especie de estatuas metálicas. Mueren, sí, pero es su figura, y no sus huesos, lo que adorna la morada de las criaturas.

Por otra parte, como comentaba al principio, me da la impresión de que en el capítulo se fusionan el viaje de Ulises y el de los Argonautas, aunque con ciertas diferencias. La primera de ellas es que el planeta Sirena no constituye un lugar de paso, sino una verdadera parada en un viaje más largo. De hecho, las criaturas consiguen encandilarlos con la promesa de la carta de navegación: las primeras cadenas funcionan. Asimismo, ninguno de los tripulantes del Odysseus es plenamente consciente del peligro que suponen las sirenas hasta que los bandidos les ofrecen una explicación. El que Ulises opte por atarse al mástil y Thais y Telémaco se taponen los oídos no es fruto de un consejo anterior a la aventura, sino una medida de supervivencia cuando ya se encuentran inmersos en unas circunstancias complicadas. De hecho, lo que al Ulises de Homero le funcionó al de la serie no: las sirenas terminan atrapándolo porque las ataduras del héroe no son lo suficientemente fuertes. En este sentido, me parece que, de nuevo, no se quiere destacar el ingenio que caracterizó al personaje en la Antigüedad —y que, como hemos visto en otros artículos, no siempre estaba bien visto—. Al fin y al cabo, es humano, corre peligro y, si no fuera por Telémaco y Thais, habría muerto.

© DiC Entertainment y Tokyo Movie Shinsha (TMS), 1981
Es precisamente la niña alienígena la que asume el papel de otro héroe de la mitología clásica: Orfeo. Al final, al igual que en el caso de los argonautas, es la música la que consigue vencer a las sirenas: la melodía de la flauta de Thais. No solo le permite superar todos los obstáculos que se encuentran en el camino, sino también rescatar a Ulises y conseguir la carta de navegación. La música de las sirenas destruye, la de Thais salva. Y, como sucede en el caso de Orfeo, capaz de amansar a cualquier criatura, puede derrotar a sus enemigos, por poderosos que sean.

Creo que las modificaciones que se han hecho sobre la historia original se deben a varios motivos —además de obedecer, de nuevo, a esa mezcla de elementos que se aprecia en muchas manifestaciones de la cultura popular en general y del manganime en particular—. Por una parte, añadir a los bandidos y darles a las sirenas más herramientas para que atrapen a sus víctimas hace más emocionante el episodio, lo transforma en una aventura más compleja, con sus muchos obstáculos que superar. Las criaturas marinas no son simplemente un peligro pasajero. Además, el hecho de que Telémaco y, sobre todo, Thais cobren relevancia en el capítulo contribuye a humanizar todavía más a Ulises. Es un héroe valiente y diestro con las armas, pero en ocasiones los obstáculos pueden con él. Si no contara con ayuda, no habría podido escapar del planeta Sirena.


Con esto, termino la entrada de hoy. 😊 ¡Espero que os haya gustado! Dentro de un tiempo volveré a Ulises 31 para seguir explorando la forma en que se adaptan la mitología grecolatina y la Odisea e esta aventura espacial. Dicho esto, os espero dentro de unos días con una nueva reseña. ¡Hasta entonces!

 

Bibliografía

Como siempre, os dejo aquí una lista de las referencias que he utilizado para escribir la entrada. 😊

García Gual, Carlos (2003). Diccionario de mitos. Madrid: Siglo Veintiuno de España Editores.

Grimal, Pierre (1981). Diccionario de mitología griega y romana (trad. de Francisco Payarols), Barcelona: Paidós.