jueves, 18 de noviembre de 2021

Anime y mundo clásico: hacia las entrañas de la Tierra

Makoto Shinkai es uno de los nombres más célebres en el campo de la animación japonesa, y no es para menos. Su sensibilidad y buen hacer a la hora de trasladar sus historias a la pantalla lo han convertido en un director muy querido por espectadores de todo el mundo. De hecho, Your name, como muchos sabréis, se ha convertido en una de las películas de anime más taquilleras de la historia —a mí me gustó tanto que fui a verla al cine más de una vez—. Pero, por supuesto, Makoto Shinaki tiene más títulos que merecen la pena: 5 cm por segundo, El jardín de las palabras, El tiempo contigo… Y Viaje a Agartha, de la que os voy a hablar hoy. 😊 En ella, Makoto Shinkai nos hace viajar a un lugar en el interior de la tierra —que ciertas teorías esotéricas ubican bajo el desierto de Gobi— para contarnos una historia sobre la búsqueda, la muerte y el duelo. Si no la habéis visto, os recomiendo que lo hagáis: es muy emotiva y, además, visualmente está bastante cuidada. Recuerda un poco a la estética de los títulos del estudio Ghibli.

Pero en la entrada de hoy no quiero contaros por qué me ha gustado Viaje a Agartha. Para su película, Makoto Shinkai ha empleado como base numerosas referencias y una de ellas son los mitos clásicos, concretamente el de Orfeo y Eurídice. Nuestro director lo reinterpreta de una manera libre y lo mezcla con otras culturas para entretejer la trama de su cinta. Si no habéis visto Viaje a Agartha, podéis volver al blog cuando lo hayáis hecho: hay spoilers del argumento y no os la quiero arruinar. 🤗 Dicho esto, ¡vamos allá!

De camino al inframundo

Orfeo y Eurídice, de Rubens (1636-1638)

No es la primera vez que os hablo de Orfeo y Eurídice. Ya lo hice el año pasado, en la entrada que le dediqué a La ventana de Orfeo, de Riyoko Ikeda. Si queréis leer una versión más extensa del mito, con fragmentos de autores clásicos traducidos, podéis hacerlo aquí. Ahora voy a contaros un resumen por si es la primera vez que visitáis el blog o queréis refrescar la memoria.

Orfeo, músico y poeta tracio de habilidades excepcionales —era capaz, incluso, de amansar a las fieras más terribles con su lira—, contrajo matrimonio con una dríade de la que estaba profundamente enamorado: Eurídice. Parecía que el futuro les reservaba la felicidad absoluta, pero en realidad no fue así. El mismo día del enlace, Eurídice fue perseguida por Aristeo, un pastor y cazador que la deseaba, y, mientras huía, sufrió la picadura de una serpiente muy venenosa. Nadie pudo hacer nada para salvarla.

La muerte de Orfeo, de Émile Levy
(1866)

Sin embargo, para Orfeo rendirse no era una opción, por lo que decidió emprender un viaje hacia el inframundo y recuperar a Eurídice. En su camino, se encontró con decenas de peligros que logró sortear con ayuda de su música; incluso apaciguó al fiero Cerbero, el perro que guardaba el infierno, y detuvo las torturas de los condenados en el Tártaro. Hades y Perséfone no fueron una excepción: también ellos se sintieron conmovidos y accedieron a devolverle a la muchacha. Sin embargo, Orfeo tenía que cumplir una condición: no debía mirar a Eurídice hasta que salieran a la superficie. La muchacha caminaría detrás de él.

La historia no tiene un final feliz —salvo en las Metamorfosis de Ovidio, en las que el poeta se permite imaginar un reencuentro en el más allá—. Orfeo, abrumado por las dudas, fue incapaz de aguantar: se volvió a mirar a Eurídice y la ninfa tuvo que volver al inframundo. A partir de entonces, el músico vivió sumido en la tristeza más profunda hasta su muerte: fueron unas bacantes tracias las que lo mataron, despedazándolo. Las razones difieren según la versión del mito que consultemos.

Cuando Izanagi descendió a las tinieblas

Izanami e Izanagi, de Kobayashi 
Eitaku (ca. 1885)

En Viaje a Agartha, como os he comentado ya, no solo hay elementos procedentes de la historia de Orfeo y Eurídice, sino también de un mito japonés que tenemos recogido en el Kojiki: el viaje del dios Izanagi a Yomi, el País de las Tinieblas, en busca de su esposa Izanami. Ambos son deidades niponas primigenias, de las primeras que surgieron, y se encargaron, entre otras cosas, de crear el archipiélago de Japón y al linaje de la familia imperial.

Izanami murió tras dar a luz al dios del fuego. Su esposo, no obstante, no se rindió y, al igual que Orfeo, decidió ir al País de las Tinieblas en su busca. Cuando llegó, Izanami le abrió las puertas del palacio que allí se alzaba y le dijo que no podía salir de Yomi, ya que había probado la comida del País de las Tinieblas y eso la ataba a aquel sombrío lugar. De todas formas, decidió consultar a los dioses del inframundo al respecto, así que le indicó a Izanagi que esperara y que no la mirase hasta su regreso. A diferencia del mito de Orfeo y Eurídice, aquí no son los soberanos del inframundo quienes establecen sus condiciones, sino la mujer que va a ser rescatada.

Izanagi fue paciente, pero su esposa tardaba demasiado en volver. Al final, no pudo resistir la tentación de seguirla y rompió su promesa: se adentró en el palacio de Yomi y vio a Izanami…, que se estaba pudriendo. De su cuerpo salían gusanos. Tan horrible fue la visión que el dios salió despavorido, lo que enfureció a Izanami, quien se sintió despreciada. Así, ordenó a las sikome —similares a las furias de la cultura grecolatina— que fueran tras él. Aunque Izanagi intentó librarse de ellas en varias ocasiones, las sikome no cejaron en su empeño, y tampoco las Ocho Deidades de los Truenos y los Mil Quinientos Guerreros del País de las Tinieblas, a los que Izanami azuzó para que lo persiguieran.

Página de un facsímil
del Kojiki

Cuando Izanagi alcanzó el límite entre el mundo de los vivos y el de los muertos, se percató de que todavía no se había librado de sus perseguidores. La solución fue lanzarles tres melocotones, fruta que se utilizaba ya en China para alejar a los malos espíritus, y entonces las criaturas de las tinieblas se rindieron. Pero no Izanami. Para evitar que la diosa lo alcanzara, Izanagi selló la entrada al País de las Tinieblas con una roca que únicamente podía mover la fuerza de mil hombres. Como venganza, Izanami juró que segaría la vida de mil personas cada día. Izanagi, por su parte, afirmó que construiría mil quinientas cabañas de parto diarias para contrarrestar el mal que su esposa imponía a los seres humanos. Y así termina la historia: con un enfrentamiento. Nada que ver con la pena de Orfeo cuando regresó a la superficie sin su esposa.

El dolor por la ausencia

Como hemos visto, en Viaje a Agartha confluyen muchas influencias distintas: no solo la mitología grecolatina y la cultura japonesa, también el mundo del hinduismo con el carro volador shakuna vimana, las teorías esotéricas sobre la Tierra hueca… Todo ello le sirve a Makoto Shinkai para construir una historia sobre lo difícil que resulta lidiar con la ausencia de esos seres queridos que ya no están.

© Makoto Shinkai 2011/CMMMY - EDV982

La historia empieza cuando Asuna capta una extraña melodía a través de su radio. A partir de entonces, su vida cambia por completo. Cierto día, se encuentra con una criatura de pesadilla de la que la salva un chico, Shun, que procede de un mundo llamado Agartha. Poco después, la gente lo encuentra muerto y Asuna, en compañía del profesor Morisaki, decide emprender un viaje a la tierra de la que procedía Shun para traerlo de vuelta, pues, según se dice, en Agartha se cumplen todos los deseos.

En Viaje a Agartha nos encontramos con un doble Orfeo, un doble Izanagi. Por un lado, está Asuna, que decide partir para encontrarse con Shun; por otro, el profesor Morisaki, cuya esposa murió hace tiempo. Ambos han perdido a alguien importante y ansían recuperarlo, aunque de una manera distinta. El viaje de ambos personajes es muy diferente y también lo que están dispuestos a sacrificar para conseguir su objetivo.

© Makoto Shinkai 2011/CMMMY - EDV982

El periplo, igual que el del músico tracio, no es fácil. Son muchos los obstáculos a los que los protagonistas deben hacer frente, desde la organización Arcángel —a la que Morisaki, en principio, pertenece, pero que no duda en abandonar para conseguir sus propios objetivos— hasta las espantosas criaturas que aguardan en Agartha. La primera está formada por un grupo de personas que buscan el conocimiento sobre el inframundo para guiar a la humanidad por el camino correcto. En cuanto a las segundas, los seres que más problemas les causan a Asuna y Morisaki son los izoku, criaturas de la sombra que devoran a quienes encuentran en su camino. Los protagonistas no tienen música como la de Orfeo para hacerles frente, pero sí su propia fuerza interior y la ayuda de otros personajes, como Shin, el hermano de Shun, que acude varias veces en su rescate. Al igual que Cerbero y los demás peligros que Orfeo tuvo que afrontar, pueden ser superados. Por otra parte, su persecución constante recuerda en cierto modo a la de las sikome en el mito de Izanagi, solo que los izoku hostigan a Asuna y Morisaki cuando viajan hacia Finis Terra, la puerta entre el mundo de los vivos y el de los muertos, y no cuando regresan hacia la superficie. Por otro lado, no forman parte de la venganza de ningún dios: son un mecanismo más que regula la vida y la muerte en Agartha, un mundo intermedio entre la Tierra y el más allá.

© Makoto Shinkai 2011/CMMMY - EDV982

En este sentido, también destacan los soldados de Amaurot, uno de los pueblos de Agartha, que persiguen a Morisaki y Asuna para que les devuelvan la clavis, un instrumento que permite abrir las puertas a su mundo y también acceder a Finis Terra. Al igual que las sikome, persiguen a los protagonistas por unos actos que, según su criterio —el de Izanami en el mito japonés—, están mal: viajar hacia el mundo de los muertos para traerlos de vuelta en el caso de la película, abandonar el inframundo por miedo en lo que respecta a la historia de Izanagi y su esposa. Al igual que con los izoku, la persecución tiene lugar en sentido contrario, cuando los protagonistas están en medio del viaje de ida y no cuando regresan, pero se pueden encontrar ciertas similitudes.

Otro elemento común que tienen los mitos y la película es la intervención de los dioses, si bien su papel en Viaje a Agartha se asemeja más al de Hades y Perséfone. Cuando Morisaki llega por fin a Finis Terra, le pide un deseo a un dios de aspecto bastante peculiar: su cuerpo está completamente cubierto por ojos que vigilan los alrededores —no pude evitar pensar en Argos, el gigante de la mitología griega, que vigiló a Ío, una de las amantes de Zeus, con sus cien ojos—. Es él quien se lo concede y quien le impone también unas condiciones, similares, en cierta manera, a las que tiene que aceptar Orfeo en el mito griego original. Por una parte, para que su esposa regrese necesita un cuerpo que le sirva de recipiente; por otra, Morisaki paga un precio: su vista. Mientras su mujer vuelve a la vida, él se queda ciego. No es la misma «ceguera» a la que se vio sometido Orfeo —al fin y al cabo, él no tuvo que sacrificar sus ojos; simplemente, no debía mirar a Eurídice—, pero al profesor también se le impide ver a su amada.

© Makoto Shinkai 2011/CMMMY - EDV982

¿Y qué decir de los diferentes lagos y mares que Asuna y Morisaki deben atravesar durante su periplo? Primero, el Mar Intersticial, una suerte de laguna en la que se hunden para llegar a Agartha; después, otro lago y un río, por los que navegan en una barca para llegar, por fin, a su destino: Finis Terra. En cierto sentido, esas partes de la película me recordaron a Caronte, el barquero del inframundo que conducía a las almas de los muertos al Hades cruzando el Aqueronte, uno de los ríos del infierno.

Entender la muerte: un nuevo Orfeo

© Makoto Shinkai 2011/CMMMY - EDV982

Makoto Shinkai tampoco le concede un final feliz a su Orfeo, Morisaki. Pese al deseo de traer de vuelta a su mujer, sus sueños se frustran: el recipiente que necesita es la propia Asuna, su única compañía durante el viaje, pero Shin impide el proceso de «resurrección». Y es que, al fin y al cabo, lo importante son los vivos. Son ellos los que deben tener una oportunidad, no quienes se han marchado definitivamente. Por supuesto, Morisaki intenta que sus planes salgan adelante, aunque no lo consigue. Así termina su descenso a los infiernos: como sucedía en el mito clásico original, Orfeo pierde a Eurídice para siempre.

© Makoto Shinkai 2011/CMMMY - EDV982

Sin embargo, hay una diferencia. Mientras que el músico tracio se sumía en una tristeza increíblemente profunda que lo condujo a su muerte, Morisaki no. Llora su pérdida, por supuesto, pero termina asumiéndola. En la película no se nos muestra mucho más sobre él, pero parece que se queda en Agartha para empezar de nuevo. Y, de esa forma, Makoto Shinkai nos transmite un mensaje sobre la pérdida y el duelo: es inevitable sentir pena por nuestros muertos, pero hay que seguir adelante.

El otro Orfeo de Shinkai, de hecho, se da cuenta antes de que ese es el camino. Asuna descendió a Agartha porque se sentía sola —recordemos que perdió a Shun, tan especial para ella, y también a su padre cuando todavía era una niña—, pero durante su viaje encontró a nuevos compañeros que consiguieron aliviar un poco esa soledad. Por otro lado, en la superficie la espera su madre, y también un futuro prometedor. Aún le quedan muchas cosas que hacer, que vivir, y el duelo no puede convertirse en su rémora.

© Makoto Shinkai 2011/CMMMY - EDV982

Así, Makoto Shinkai nos presenta a un Orfeo diferente que no se queda en su lamento, sino que acepta y sigue adelante de una forma u otra. Es un Orfeo lleno de esperanza que, incluso, puede encontrar una nueva felicidad.

 

Con esto, termino la entrada de hoy. 😊 ¡Espero que os haya gustado! Viaje a Agartha es una película preciosa, tanto por su argumento como por el mimo con el que está animada. Tenía muchas ganas de hablar de ella. Dicho esto, os espero dentro de unos días con una nueva reseña. ¡Hasta entonces! 😊

 

Bibliografía

Como siempre, os dejo por aquí una lista de las referencias que he utilizado para escribir la entrada, por si tenéis interés. 😊 Recordad que podéis pinchar en las imágenes para acceder a su fuente. Los fotogramas de la película proceden de la página web de CoMix Wave Films.

Rubio, Carlos & Tani Moratalla, Rumi (trads.) (20183). Kojiki. Crónicas de antiguos hechos de Japón, Madrid: Trotta (primera ed., 2008).


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