viernes, 2 de octubre de 2020

Manga y mundo clásico: Platón en la corte inglesa

Una de las cosas que me fascinan del manga es la capacidad que tienen los japoneses para encontrar inspiración en la historia y la cultura de otros países, por muy lejanos que estén, reinterpretar esos elementos e integrarlos en su propia visión del mundo. Eso es lo que consigue Aya Kanno, con mucho acierto, en Réquiem por el rey de la rosa, obra publicada en España por la editorial Tomodomo que nos cuenta la historia del enfrentamiento entre las casas de York y Lancaster por el trono de Inglaterra. Para conseguirlo, lucharon en terribles batallas durante lo que después se llamó la Guerra de las Rosas. En las páginas del manga, seguimos a Richard, el hijo más joven de la casa de York, y a otros muchos personajes de la corte, todos inmersos en intrigas, contiendas y alianzas que siempre derivan en dolor y sufrimiento.

Para documentarse y entretejer su historia, Aya Kanno se valió de muchas fuentes. Entre ellas, destacan, sin duda, dos obras de Shakespeare, Enrique VI y Ricardo III, que la autora aderezó con detalles históricos reales y elementos de su propia cosecha. Pero no son los únicos textos que sirvieron de base para Réquiem por el rey de la rosa. En varias entrevistas, Aya Kanno ha afirmado que, a la hora de construir el personaje de Richard, tuvo también en mente El banquete, uno de los diálogos más célebres de Platón, y, en concreto, la figura del andrógino que en él aparece. Shakespeare nos muestra al personaje de Ricardo III como un jorobado deforme, un hombre cuya fealdad exterior es reflejo de su fealdad interior. Sin embargo, Aya Kanno optó por que Richard fuera un andrógino. El mito que Aristófanes relata en El banquete le recordó al personaje, ya que, según la autora, los andróginos, pese a su aspecto, eran inteligentes, al igual que Richard.

Y de eso voy a hablaros en la entrada de hoy, de cómo Aya Kanno utiliza el texto de Platón en su manga y de cómo, en mi opinión, este influye en la trama del manga y la enriquece. Os adelanto ya que hay spoilers de la trama hasta el tomo 11, así que, si no habéis leído aún el manga y tenéis intención de hacerlo, deteneos aquí y volved cuando lo hayáis hecho. 😉 ¡Vamos allá! 😊

Aristófanes y El banquete: el origen del amor

El banquete es uno de los diálogos más famosos de Platón y además, según muchos expertos, se trata de una de sus mejores obras. En ella, varios personajes pronuncian diversos discursos sobre un tema curioso dentro de la producción del filósofo, el amor. En boca de cada uno de ellos, Platón pone una serie de ideas que, finalmente, son refutadas durante la intervención de Sócrates, quien expone la teoría platónica sobre el amor explicando el diálogo que mantuvo con una sabia mujer, Diotima.

Aya Kanno escoge el pasaje más célebre de El banquete para utilizarlo como base del personaje de Richard: el discurso de Aristófanes. Platón hace que, en su texto, el famoso autor de comedias hable sobre los orígenes del amor mediante un mito que, hoy en día, mucha gente conoce, aunque sea de oídas.

De acuerdo con el mito, el ser humano tuvo una forma primigenia antes de adoptar la que posee actualmente. De estas primeras criaturas, se nos dice lo siguiente:


[…] ἔπειτα λον ν κάστου το νθρώπου τ εδος στρογγύλον, ντον κα πλευρς κύκλ χον, χερας δ τέτταρας εχε, κα σκέλη τ σα τας χερσίν, κα πρόσωπα δύ π αχένι κυκλοτερε, μοια πάντ: κεφαλν δ π μφοτέροις τος προσώποις ναντίοις κειμένοις μίαν, κα τα τέτταρα, κα αδοα δύο, κα τλλα πάντα ς π τούτων ν τις εκάσειεν. […]

 

(Pl. Smp. 189ε-190α)


[…] Por otro lado, la forma de cada ser humano era completamente redonda, con la espalda y los costados en forma de círculo; tenían cuatro manos y piernas iguales en número a las manos, y dos rostros sobre un cuello circular, iguales en todo. Y una única cabeza sobre uno y otro rostro, colocados en direcciones contrarias, y cuatro orejas, y dos órganos sexuales, y todas las demás cosas como alguien podría figurarse a partir de esto. […]


Y, además, había tres sexos:


[…] γρ τρία ν τ γένη τ τν νθρώπων […]

 

(Pl. Smp. 189δ)


[…] pues tres eran los sexos de los seres humanos […]

El tercero, en efecto, es el del andrógino, con características masculinas y femeninas. 

El banquete de Platón (1648), de Pietro Testa.

El problema es que estas criaturas, debido a su increíble fuerza, se volvieron orgullosas y se alzaron en contra de los dioses. Como no podía ser de otro modo, las divinidades no lo dejaron pasar y, después de muchas deliberaciones, optaron por castigarlos. Si los aniquilaban, se quedarían sin ofrendas, por lo que la solución al problema debía ser menos drástica. Zeus expuso su parecer: los dioses dividirían en dos a los seres humanos, de modo que ya no caminarían con cuatro piernas, sino con dos. Además, si no cejaban en su empeño, siempre podían volver a dividirlos; de esa forma, garantizaban su εσέβεια (‘eusébeia’), es decir, el temor respetuoso hacia la divinidad. El ombligo, donde se juntaba la piel que quedaba después del corte, se convirtió en un recuerdo del castigo. Al principio, los nuevos seres humanos ansiaban unirse con su otra mitad y morían por no comer ni actuar separados. Zeus se compadeció de ellos e hizo que sus órganos sexuales quedaran en la parte delantera para que pudieran unirse de algún modo. Además, de esa forma permitió que los seres humanos se perpetuaran.

Así, según el discurso de Aristófanes, el amor surgió como consecuencia de este castigo. Cuando uno se encuentra con su otra mitad —algo que, por cierto, está reservado solo para unos pocos—, se queda maravillado y ya no desea alejarse de ella. Es una unión duradera que no se limita a la atracción física y se basa en un sentimiento difícil de explicar: la añoranza del otro, ese anhelo que, al principio, causaba la muerte de los seres humanos primigenios tras su división. Si os apetece una versión más actual del mito narrado por Aristófanes, podéis ver la película Hedwig and the angry inch. La canción The origin of love lo retoma, ¡y está muy bien!

Esta es la historia que Aya Kanno emplea en Réquiem por el rey de la rosa. Pero hay varios aspectos que subvierte para encajarlos en la trama de la Guerra de las Rosas y en lo que quiere contar. 

Un andrógino infeliz

Lo primero que destaca del personaje de Richard es su sufrimiento. Ese dolor que debe soportar continuamente se debe a una cosa: la falta de afecto, ya sea porque los demás lo rechazan, ya porque él mismo se niega la posibilidad de querer a otro, aunque algunos intenten demostrarle cariño y amor. Por su condición de andrógino, la realidad en la que vive, incapaz de comprenderlo y aceptarlo como uno más, lo ha condenado a la soledad y al tormento. 

Desde los primeros tomos vemos lo que Richard tiene que soportar simplemente por haber nacido. Su madre lo considera un ser demoníaco que traerá la destrucción a la familia de los York y lo carga con la culpa de todas las desgracias que suceden. Por supuesto, no todos los personajes están al tanto de su secreto, pero quienes se enteran, por lo general, sienten repugnancia. El propio Richard teme el rechazo de las personas más cercanas a él si lo descubren. Su sufrimiento lo marca profundamente y, por supuesto, tiene mucho que ver con su evolución a lo largo del manga. 

© Aya Kanno 2014.

Esa es la primera diferencia que vemos entre Richard y el andrógino original —además, claro, del aspecto físico de los seres humanos esféricos—. En el mito narrado por Aristófanes, el ser humano primigenio está completo, es feliz. Su separación supone un castigo, una “degradación” que el ser humano sufre a partir de un estado superior, concepto presente en otros mitos de la Antigüedad grecolatina, como el de las Edades. El andrógino no tiene las carencias de Richard y, desde luego, su aspecto o su condición no lo vuelven un ser “demoníaco”, aunque su figura se nos antoje curiosa. 

© Aya Kanno 2018. 

Richard es un andrógino “desvinculado” del otro, alguien que se encuentra completamente solo entre miles de personas que poseen un único sexo. Su separación de los demás no es fruto de un castigo impuesto por su orgullo, sino que viene con su condición. Ha nacido en una sociedad que no lo acepta por ser diferente y debe cargar con ese peso incluso antes de haber cometido ninguna falta. Además, la falta de afecto que sufre no se refiere solo al amor romántico, sino a muchos otros ámbitos: su madre es incapaz de quererlo, apenas tiene amigos o gente en la que confiar, muchas veces es una marioneta en manos de su familia. Richard es un andrógino atípico desde el punto de vista del mito original porque su entorno le arrebata esa felicidad, esa unión tan estrecha que tenían los seres humanos primigenios. Y, como tiene carencias en muchos ámbitos, también se relaciona con diferentes “mitades”. Hablaré de esto enseguida.

Por otro lado, como ya he comentado, tanto los andróginos como el resto de seres humanos primigenios son condenados por su orgullo, un orgullo que los lleva a desafiar a los dioses. El deseo de hacerse con el trono para sí no está en Richard desde su infancia, aunque haga lo posible por que quede en manos de su familia: va alimentándose a medida que sus enemigos le arrebatan lo poco que tiene y que las intrigas en palacio van sucediéndose. Aquí, el andrógino, que sufre ya desde el principio, se atreve a rebasar ciertos límites según ese sufrimiento va aumentando por distintas razones.

Las “mitades” de Richard

Pese al rechazo que muchos sienten, también hay personajes que aceptan a Richard tal y como es o que tratan de establecer un vínculo con él. Así, a diferencia de los seres humanos primigenios, que solo contaban con una mitad, en el caso de Richard hay varias personas que le ofrecen —o en las que busca— afecto y apoyo, que lo “completan” en diversos ámbitos: la familia, el amor, la política… Aunque luego se niegue a sí mismo el disfrute de la felicidad o las circunstancias se interpongan en su camino. Catesby, su leal escudero; Anne, su esposa; Henry, un rey que no quiere reinar entre tanto dolor… Richard tiene muchas carencias y, por tanto, muchas “mitades” que le ofrecen cosas diferentes: afecto, amor, ayuda, apoyo.

© Aya Kanno 2014. 

Voy a empezar hablando de su padre, con quien Richard tiene una relación muy especial. Al contrario que su madre, lo acepta tal y como es. Richard hereda de él su nombre: su padre siempre le menciona la importancia de salvaguardarlo, ya que es “nombre de rey”. Pero no solo eso, también la responsabilidad de cuidar de la casa de York por encima de todo lo demás, de conseguir que la corona permanezca en sus manos. Además, hay un detalle que me recuerda especialmente al texto de Platón: el momento en que el padre de Richard le dice que es parte de él, que vive en su interior. Es como si ambos conformaran ese todo del que hablaba Aristófanes. Lamentablemente, la lucha entre los York y los Lancaster le arrebata su amor a Richard.

¿Y qué hay de Henry? Desde que ambos se encuentran por primera vez, sus vidas vuelven a cruzarse sin cesar, como si fuera cosa del destino. Lo que le ofrecen a Richard estos encuentros es una tranquilidad alejada de las intrigas de la corte y un sincero afecto. Eso hace que termine enamorándose de Henry, aunque se resista a amar por sus circunstancias. Además, al igual que en el caso de su padre, también hay detalles que evocan el texto de Platón. Esos “te he echado de menos” continuos de Henry. La necesidad que tienen ambos de verse, de estar juntos en esa pequeña burbuja de paz. Parecen los sentimientos de añoranza de los seres humanos primigenios tras ser separados, ¿verdad?

© Aya Kanno 2014. 

Anne también le ofrece tranquilidad a Richard durante el tiempo que este pasa en su residencia. Sin embargo, termina pensando que su afecto es fruto del mero interés, de la carga que la sociedad le impone como mujer noble. Debe casarse y un enlace con Richard podría proporcionarle beneficios. Aun así, el amor de Anne es sincero.

Voy a referirme, por último, a Buckingham y Catesby. El segundo, conocedor del secreto de Richard, es su fiel escudero. A lo largo del manga, pasa a servir a otros nobles, pero siempre está ahí para Richard cuando más lo necesita. Es esa mitad que aparece en los peores momentos para salvarlo, protegerlo y ayudarlo en sus planes, sin cuestionar nada, con lealtad, queriéndolo incondicionalmente. En cuanto a Buckingham, se ofrece desde un primer momento para convertir a Richard en rey. Es su mitad en la política, en el mundo de sangre y horror que representa la lucha por el trono. Es quien complementa al lado más oscuro de Richard, el ambicioso, el que está dispuesto a todo para conseguir sus deseos. Lo único que le pide a cambio es que le ofrezca solo a él esa parte que los demás desconocen, su parte de mujer. Y Richard accede. De ese modo, se produce esa unión entre estas dos mitades.

© Aya Kanno 2018. 

Es curiosa además la pequeña rivalidad que parece haber, en determinados momentos, entre Buckingham y Catesby. Hay veces en las que el primero afirma haberse convertido en la “mitad del demonio” y le pregunta al segundo si él sería capaz de lograrlo. Es como si, al igual que en el caso de los seres humanos primigenios, solo pudiera haber un elegido para caminar al lado de Richard. 

 

Y con esto termino mi lectura sobre el mito del andrógino en Réquiem por el rey de la rosa. 😊 Me he dejado algunas cosas en el tintero, ¡pero para otra ocasión! Espero que os haya gustado y os espero dentro de unos días con una nueva entrada.

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