miércoles, 23 de diciembre de 2020

Manga y mundo clásico: el tedio de la eternidad

Mientras estaba investigando para mi TFG, me encontré con mangas que desconocía, pero que llamaron poderosamente mi atención. Uno de ellos fue Olympos, del que ya os hablé hace unos meses junto con otros títulos vinculados con la mitología griega. Lo primero que me atrajo fue su dibujo: el estilo de su autora, Aki, es delicado y sutil. Luego leí el argumento. ¿Una relectura del mito de Ganimedes en manga? Tenía pinta de ser muy muy interesante.

Y no me equivoqué. Si bien es cierto que Aki cambia muchos detalles de los dioses y los mitos griegos con los que trabaja, lo hace por una buena razón: ofrecernos una reflexión profunda sobre diversos temas de índole filosófica. De todo ello voy a hablaros en la entrada de hoy. 😊 Os advierto que puede haber algún spoiler de la trama. ¡Empezamos!

Una belleza que encandiló a los dioses

El rapto de Ganimedes,
de Rubens (1636-1638).

La belleza en la mitología griega es un poco peligrosa. Puede hacer que un personaje se compare con las mismísimas divinidades y que, por tanto, estas decidan castigarlo. Si no, que se lo digan, por ejemplo, a Casiopea: por afirmar que su belleza era como la de las nereidas, Poseidón, el dios del mar, le mandó un terrible monstruo para que asolara sus tierras. La única solución era ofrecerle a su hija Andrómeda como sacrificio: de esa forma, lograrían aplacar a la criatura. Por suerte, Perseo, después de derrotar a Medusa, pasó por allí, rescató a la joven y acabó con el monstruo —según algunas versiones, lo petrificó mostrándole la cabeza de la gorgona—.

Pero la hermosura también puede llamar la atención de los dioses y encender su amor. Eso es lo que le ocurrió a Ganimedes, el príncipe troyano al que Aki recupera en Olympos. Según la mayor parte de las versiones, el muchacho era el mortal más bello de todos, hasta tal punto que encandiló, como no podría ser de otra forma, al mismísimo Zeus, famoso por sus muchos amoríos. Así que decidió llevárselo. Mientras Ganimedes apacentaba los rebaños de su padre en el monte, en los alrededores de Troya, el dios lo raptó transformado en águila. A partir de entonces, el muchacho se dedicó a escanciar el néctar para las divinidades del Olimpo, función que también tenía Hebe, diosa de la juventud, hija de Zeus y Hera. Ovidio recoge la historia en sus Metamorfosis:

 

Rex superum Phrygii quondam Ganymedis [amore

arsit, et inventum est aliquid, quod Iuppiter [esse,

quam quod erat, mallet. Nulla tamen alite [verti

dignatur, nisi quae posset sua fulmina ferre.

Nec mora, percusso mendacibus aere [pennis

abripit Iliaden; qui nunc quoque pocula [miscet

invitaque Iovi nectar Iunone ministrat.

 

(Ov. Met. X, 155-161).

 

 

El rey de los dioses en otro tiempo ardió por el amor del frigio Ganimedes, y se descubrió que Júpiter prefería ser otra cosa que lo que era. Sin embargo, no se digna a convertirse en ninguna ave salvo en la que puede llevar sus rayos. Sin demora, herido el aire por sus alas mendaces, se apodera del ilíada, que también ahora mezcla las bebidas y, contra la voluntad de Juno, a Júpiter le sirve el néctar.

 

Según otras versiones, Zeus no se transformó, sino que envió a un águila, su ave predilecta, para que capturara al muchacho. Así nos lo cuenta, por ejemplo, Apolodoro en su Biblioteca:

 

τοτον μν ον δι κάλλος ναρπάσας Ζες δι ετο θεν ονοχόον ν οραν κατέστησεν:

 

(Apollod. Bibliotheca, III.12, 2).

 

 

Así pues, a este, tras raptarlo por su belleza mediante un águila, Zeus lo hizo copero de los dioses en el cielo.

 

¿Y qué hizo Tros, el padre de Ganimedes? Al principio, claro, no se lo tomó muy bien. Se dedicó a lamentarse por su hijo y a llorar su pérdida. Pero Zeus terminó por apiadarse del pobre hombre y, a modo de consolación, le hizo un regalo —que también varía según las versiones—. En general, suele decirse que le entregó unos caballos de raza divina, muy veloces, con los que Tros tuvo que contentarse. Así se indica en la Ilíada y también en el Himno homérico a Afrodita, del que os comparto un fragmento a continuación:

 

Τρα δ πένθος λαστον χε φρένας, οδέ τι [δει,

ππη ο φίλον υἱὸν νήρπασε θέσπις ελλα:

τν δ πειτα γόασκε διαμπερς ματα πάντα

καί μιν Ζες λέησε, δίδου δέ ο υος ποινα,

ππους ρσίποδας, τοί τ θανάτους φορέουσι.

τούς ο δρον δωκεν χειν: επεν δ καστα

Ζηνς φημοσύνσι διάκτορος ργειφόντης,

ς οι θάνατος κα γήρως σα θεοσιν.

ατρ πειδ Ζηνς γ κλυεν γγελιάων,

οκέτ πειτα γόασκε, γεγήθει δ φρένας [νδον,

γηθόσυνος δ πποισιν ελλοπόδεσσιν χετο.

 

(h. Ven., 207-217).

 

 

En cuanto a Tros, un dolor insoportable se apoderó de su corazón, y no sabía adónde se había llevado a su hijo la divina tempestad. Por este, así pues, se lamentaba sin cesar todos los días. Y de este se compadeció Zeus, le dio como compensación por su hijo caballos de vivo cabalgar, los que llevan a los inmortales. A estos se los dio como regalo para que los conservara. Le dijo cada cosa, por orden de Zeus, el mensajero Argifonte: cómo sería inmortal y nunca anciano, al igual que los dioses. Entonces, una vez escuchó el mensaje de Zeus, ya no se lamentó, se alegró su corazón en su interior, se dejaba llevar, gozoso, por los caballos de patas como tormentas.

 

¡Una última cosa! En los primeros textos en los que se habla de Ganimedes, no se menciona una relación amorosa entre él y Zeus. Únicamente se alude a que el dios lo raptó por su belleza. Sin embargo, así es como ha quedado la historia en la posteridad. De hecho, Aki insinúa en Olympos que esto es lo que creen los mortales —ya hablaremos de eso luego—.

El rapto de Ganimedes, de Girolamo da Carpi (1534-1544)
Un ejemplo de esa relación amorosa lo tenemos en Diálogos de los dioses, de Luciano de Samosata, una obra en la que este autor nos muestra una visión satírica, e incluso grotesca, de ciertos mitos griegos. En el caso de Ganimedes, lo retrata como un muchacho inocente que no se entera de las insinuaciones de Zeus y solo está preocupado por regresar para cuidar de su rebaño y que su padre no lo regañe. Os dejo unos fragmentos por si tenéis curiosidad. Aquí vemos a un Ganimedes incapaz de reconocer a su captor. Lo confunde con Pan, a quien los pastores solían hacer ofrendas:

 

Ζεύς

λλ οτε νθρωπον ρς, μειράκιον, οτε αετόν, δ πάντων βασιλες τν θεν οτός εμι πρς τν καιρν λλάξας μαυτόν.

 

Γανυμήδης

τί φής; σ γρ ε Πν κενος; ετα πς σύριγγα οκ χεις οδ κέρατα οδ λάσιος ε τ σκέλη;

 

Ζεύς

μόνον γρ κενον γ θεόν;

 

Γανυμήδης

ναί: […]

 

(Luc. DDeor. 4.1).

 

 

Zeus

Pero no estás viendo ni a un hombre ni a un águila, muchacho, sino que soy el mismísimo rey de todos los dioses, transformado para la ocasión.

 

Ganimedes

¿Qué dices? ¿Acaso tú eres el famoso Pan? Entonces ¿por qué no tienes siringe ni cuernos ni vello en las piernas?

 

Zeus

¿Acaso consideras que este es el único dios que hay?

 

Ganimedes

Sí […].


Y aquí a un muchacho que únicamente desea regresar para no ganarse una reprimenda:

 

Γανυμήδης

τί λέγεις; ο γρ κατάξεις με δη ς τν δην τήμερον;

 

Ζεύς

οδαμς: πε μάτην αετς ν εην ντ θεο γεγενημένος.

 

Γανυμήδης

οκον πιζητήσει με πατρ κα γανακτήσει μ ερίσκων, κα πληγς στερον λήψομαι καταλιπων τ ποίμνιον.

 

(Luc. DDeor. 4.2).

 

 

Ganimedes

 ¿Qué dices? ¿Es que no vas a devolverme hoy mismo al monte Ida?

 

Zeus

De ningún modo. En ese caso, de dios que soy, me habría convertido en águila en vano.

 

Ganimedes

Pero mi padre me buscará y se irritará al no encontrarme, y después recibiré una paliza por haber abandonado mi rebaño.

 El aburrimiento de un inmortal

El rapto de Ganimedes. 
© Aki, 2008-2009.

¿Y cómo es el Ganimedes que nos presenta Aki en Olympos? Es un joven hermoso, víctima de un secuestro por parte de la divinidad, sí. Como fruto de ese rapto, termina en el terreno de los dioses, obligado a vivir eternamente y sin envejecer. Sin embargo, son muchas las diferencias con respecto al mito original que Aki introduce en su historia. La propia autora reconoce que leyó mucho sobre mitología griega, pero que no pretendía trasladar sus vivencias y su forma de ser a las viñetas tal y como fueron concebidas en la Antigüedad. Lo que de verdad le interesó de ellos es, precisamente, la cantidad de tiempo que tenían en sus manos para perseguir a los mortales, castigarlos e influir en su vida.

Y esa es una de las muchas cuestiones que se plantean en Olympos. ¿Hasta qué punto es deseable la eternidad? ¿Qué haría un ser inmortal con tantos milenios por delante? Aki lo tiene muy claro: aburrirse. Porque sus dioses no suelen inmiscuirse en la vida de los humanos. Para ellos, se trata de criaturas insignificantes que no merecen ni un minuto de su atención, aunque jueguen con ellas de vez en cuando para aliviar un poco su tedio. Pero terminan dándose cuenta de que, pese a ser efímeros y poco importantes, están más vivos que ellos. No sufren ese tedio que invade a los inmortales.

Apolo. © Aki, 2008-2009.

Por eso Apolo —que no Zeus— rapta a Ganimedes. Porque se aburre y necesita una distracción con la que llenar sus horas muertas. Encierra al muchacho en un hermoso jardín y se dedica a molestarlo. Los fútiles intentos del príncipe por escapar de su cárcel son un mero divertimento —un poco cruel, eso sí— para el dios. Poco a poco, el joven va llamando la atención de otros dioses, entre ellos Zeus, que en Olympos se dedica a vagar por el cielo sin pronunciar palabra ni preocuparse por los mortales que suplican en la tierra. Ganimedes es, por tanto, un elemento discordante en la aburrida cotidianeidad de unas divinidades que parecen estar condenadas a la inmortalidad. Esta ya no es un don, como en el caso del mito original, sino una tortura. 

La llegada de Ganimedes, además, constituye un punto de partida para el cambio. Apolo evoluciona a lo largo de la historia: pasa de ser un dios caprichoso y molesto a uno que se hace preguntas y se cuestiona su propia existencia, entre otras cosas. Olympos trata, precisamente, de eso: de plantearse preguntas que hasta entonces uno no se había preguntado. La mitología griega se utiliza en el manga como punto de partida para una reflexión filosófica sobre muchos conceptos. Al del tiempo se le suman otros como el del bien y el mal, la existencia o la verdad.

¿Y si los dioses no fueran como hemos imaginado?

Iris. © Aki, 2008-2009.

Otro de los puntos más interesantes de Olympos es, precisamente, las diferencias que Aki establece entre los dioses y los mortales. Los segundos se ocupan de agasajar a los primeros con sacrificios y ofrendas de todo tipo para que los ayuden. Piensan que sus súplicas surten efecto cuando sus cosechas crecen, cuando no hay sequía, cuando viven tranquilamente sin tormentas o terremotos que puedan afectar a su cotidianeidad. 

Pero no es así. Como ya he comentado, los dioses que Aki nos presenta están muy lejos de responder a sus súplicas. Y nos damos cuenta en un capítulo concreto del manga, cuando Apolo, después de una broma de Poseidón, recibe a una muchacha como sacrificio. Los suyos la abandonan en un templo para que el dios disponga de ella como quiera.

Para Apolo, la pobre Iris, que se muestra especialmente dispuesta a agasajarlo, es una molestia. Es una más de esas hormigas que corretean por la tierra mientras las divinidades se dedican a aburrirse. Sin embargo, en esa ocasión, Apolo decide no ignorar a la pobre muchacha. Y, a lo largo de su conversación, descubre infinidad de cosas.

Iris demuestra que todo lo que los humanos creen es una quimera. Mientras ellos se afanan por complacer a unos dioses a los que no les importan, su esperanza les da fuerza para seguir adelante. Lo que para Apolo son meras casualidades —que las cosechas crezcan, que no haya sequía— para Iris es una prueba irrefutable de que los dioses quieren ayudarlos. Han construido una imagen de ellos en su mente, y piensan que dicha imagen se corresponde con la realidad.

Apolo, Poseidón... 
y sus estatuas.
© Aki, 2008-2009.


¿Qué hay de las inmensas cantidades de fruta que dejan en los templos como ofrenda? Apolo desconoce para qué son. ¿Y de los doce dioses olímpicos? Él mismo afirma desconocer a la mayoría. Únicamente ha visto a Hades, Poseidón, Zeus y Ártemis. Del resto no sabe nada, ya sea porque no existen, ya sea porque nunca han coincidido. Los mitos, los sacrificios, la personalidad de las diferentes divinidades… Todo es fruto de la imaginación de un ser humano que necesita algo a lo que aferrarse para continuar adelante. Incluso la propia historia de Ganimedes: el propio Apolo bromea con el joven. Le indica que todo el mundo piensa que fue raptado por Zeus porque ansiaba convertirlo en su amante y su sirviente. Nada más lejos de la realidad: el dios apenas lo ha visitado, aunque el muchacho esté consiguiendo, poco a poco, despertar su curiosidad. El Ganimedes real es muy diferente del copero que todo el mundo imagina.

De hecho, los mortales ni siquiera son capaces de representar a los dioses de manera fidedigna en las estatuas que les construyen. Apolo se queja de que lo han hecho demasiado musculoso, aunque a Poseidón le agrade la idea porque considera que, de esa forma, parecen más poderosos. Pero ninguno se parece a sus estatuas y su personalidad tampoco se corresponde con la de los mitos, más allá de que pueden ser caprichosos y egoístas. Apolo, que aparece identificado con el sol y Helios —como es habitual en los mangas—, no tiene claras las atribuciones que los mortales le hacen. Incluso llega a insinuar que es el dios de la caza, y es Ganimedes quien tiene que corregirlo: esa es Ártemis, él es también un dios vinculado a las enfermedades. Zeus, por su parte, tiene un aspecto que se asemeja al de las águilas, sus aves: siempre aparece rodeado de plumas, aunque con un gesto serio, sin preocuparse por nada. No persigue a las mortales, no tiene que rendir cuentas ante una esposa que le reprocha sus continuas infidelidades. De hecho, Hera ni siquiera existe en este mundo.

Zeus y Hades. © Aki, 2008-2009.

¿Y qué hay de Hades? Su apariencia depende de la persona que lo mire. El dios del inframundo —que Aki vincula también a las sombras y, en cierto modo, al mal, a todo aquello que se escapa del dominio de Zeus, ligado al cielo y a la luz— se muestra como un monstruo ante Iris, pero para Ganimedes es una mujer. Ciertamente, su apariencia tiene un aire demoníaco que se aleja mucho de las representaciones de la Antigüedad —en las que suele aparecer como un hombre maduro con los atributos propios de un rey— y recuerda más a un diablo.

Ártemis y Apolo.
© Aki, 2008-2009.

Ártemis es también muy interesante. Se trata de una muchacha dulce y delicada, nada que ver con la cazadora de la mitología clásica —y, por supuesto, está vinculada a la luna y a Selene—. Apolo termina deduciendo que se trata de un reflejo de sí mismo, al igual que la luna refleja la luz del sol. Es con quien pasa la mayor parte del tiempo, siempre en conversaciones banales. Cuando se separa de ella, no sabe a qué se dedica y la muchacha llega a afirmar que su existencia no tiene sentido sin Apolo. De hecho, este se sorprende cuando Ganimedes le dice que los mortales la consideran una divinidad vinculada a la caza.

En definitiva, los dioses de Aki son muy distintos. Representan al sol, la luna, el cielo, el mar o el mundo subterráneo, pero no se identifican con ellos. Ni siquiera se alimentan con néctar y ambrosía, como dicen los mitos. Son el reflejo de una voluntad, de unas creencias y su existencia es, como Hades y Apolo afirman, simbólica. El descubrimiento de todo eso es lo que hace que Apolo se desmorone: él pensaba saberlo todo, pero hay muchas cosas que ignora. Ni siquiera está seguro de por qué existe, de si está en el mundo por la voluntad de algo o alguien. Me parece muy interesante cómo Aki plantea esta cuestión: ¿hasta qué punto hemos dado forma a nuestro mundo? ¿Hasta qué punto lo que creemos que es verdad se corresponde con la realidad?

Olympos está lleno de reflexiones. Nos ofrece muchas preguntas y no tantas respuestas. Y me parece que eso es lo interesante del manga y de la forma en que se utiliza la mitología griega para contar una historia: los dioses son un interrogante.

 

Con esto termino la entrada de hoy. 😊 Por desgracia, Olympos no está publicado en español, pero podéis leerlo en inglés gracias a la editorial Yen Press. Por mi parte, os espero dentro de unos días con una nueva entrada. ¡Hasta entonces!


Bibliografía

Como siempre, os dejo una lista de referencias. 😊

Grimal, Pierre (1981). Diccionario de mitología griega y romana (trad. de Francisco Payarols), Barcelona: Paidós.

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