Mientras
estaba investigando para mi TFG, me encontré con mangas que desconocía, pero
que llamaron poderosamente mi atención. Uno de ellos fue Olympos, del
que ya os hablé hace unos meses junto con otros títulos vinculados con la
mitología griega. Lo primero que me atrajo fue su dibujo: el estilo de su
autora, Aki, es delicado y sutil. Luego leí el argumento. ¿Una relectura del
mito de Ganimedes en manga? Tenía pinta de ser muy muy interesante.
Y no me
equivoqué. Si bien es cierto que Aki cambia muchos detalles de los dioses y los
mitos griegos con los que trabaja, lo hace por una buena razón: ofrecernos una
reflexión profunda sobre diversos temas de índole filosófica. De todo ello voy
a hablaros en la entrada de hoy. 😊 Os advierto que puede haber algún spoiler
de la trama. ¡Empezamos!
Una
belleza que encandiló a los dioses
El rapto de Ganimedes, de Rubens (1636-1638). |
La
belleza en la mitología griega es un poco peligrosa. Puede hacer que un
personaje se compare con las mismísimas divinidades y que, por tanto, estas
decidan castigarlo. Si no, que se lo digan, por ejemplo, a Casiopea: por
afirmar que su belleza era como la de las nereidas, Poseidón, el dios del mar,
le mandó un terrible monstruo para que asolara sus tierras. La única solución
era ofrecerle a su hija Andrómeda como sacrificio: de esa forma, lograrían aplacar
a la criatura. Por suerte, Perseo, después de derrotar a Medusa, pasó por allí,
rescató a la joven y acabó con el monstruo —según algunas versiones, lo petrificó
mostrándole la cabeza de la gorgona—.
Pero la hermosura
también puede llamar la atención de los dioses y encender su amor. Eso es lo
que le ocurrió a Ganimedes, el príncipe troyano al que Aki recupera en Olympos.
Según la mayor parte de las versiones, el muchacho era el mortal más bello de
todos, hasta tal punto que encandiló, como no podría ser de otra forma, al
mismísimo Zeus, famoso por sus muchos amoríos. Así que decidió llevárselo.
Mientras Ganimedes apacentaba los rebaños de su padre en el monte, en los
alrededores de Troya, el dios lo raptó transformado en águila. A partir de
entonces, el muchacho se dedicó a escanciar el néctar para las divinidades del
Olimpo, función que también tenía Hebe, diosa de la juventud, hija de Zeus y
Hera. Ovidio recoge la historia en sus Metamorfosis:
Rex
superum Phrygii quondam Ganymedis [amore arsit,
et inventum est aliquid, quod Iuppiter [esse, quam
quod erat, mallet. Nulla tamen alite [verti dignatur,
nisi quae posset sua fulmina ferre. Nec mora, percusso mendacibus aere [pennis abripit Iliaden; qui nunc quoque pocula [miscet invitaque Iovi nectar Iunone ministrat. (Ov. Met. X, 155-161). |
El rey de los dioses en otro tiempo
ardió por el amor del frigio Ganimedes, y se descubrió que Júpiter prefería
ser otra cosa que lo que era. Sin embargo, no se digna a convertirse en ninguna
ave salvo en la que puede llevar sus rayos. Sin demora, herido el aire por
sus alas mendaces, se apodera del ilíada, que también ahora mezcla las
bebidas y, contra la voluntad de Juno, a Júpiter le sirve el néctar. |
Según otras versiones, Zeus no se transformó, sino que envió a un águila, su ave predilecta, para que capturara al muchacho. Así nos lo cuenta, por ejemplo, Apolodoro en su Biblioteca:
τοῦτον μὲν οὖν διὰ κάλλος ἀναρπάσας Ζεὺς δι᾽ ἀετοῦ θεῶν οἰνοχόον ἐν
οὐρανῷ κατέστησεν: (Apollod. Bibliotheca, III.12, 2). |
Así pues, a este, tras raptarlo por su
belleza mediante un águila, Zeus lo hizo copero de los dioses en el cielo. |
¿Y qué hizo Tros, el padre de Ganimedes? Al principio, claro, no se lo tomó muy bien. Se dedicó a lamentarse por su hijo y a llorar su pérdida. Pero Zeus terminó por apiadarse del pobre hombre y, a modo de consolación, le hizo un regalo —que también varía según las versiones—. En general, suele decirse que le entregó unos caballos de raza divina, muy veloces, con los que Tros tuvo que contentarse. Así se indica en la Ilíada y también en el Himno homérico a Afrodita, del que os comparto un fragmento a continuación:
Τρῶα δὲ πένθος ἄλαστον ἔχε φρένας, οὐδέ τι [ᾔδει, ὅππη οἱ φίλον υἱὸν ἀνήρπασε θέσπις ἄελλα: τὸν δὴ ἔπειτα
γόασκε διαμπερὲς ἤματα πάντα καί
μιν Ζεὺς ἐλέησε, δίδου δέ οἱ υἷος ἄποινα, ἵππους ἀρσίποδας, τοί τ᾽ ἀθανάτους
φορέουσι. τούς
οἱ δῶρον ἔδωκεν ἔχειν: εἶπεν δὲ ἕκαστα Ζηνὸς ἐφημοσύνῃσι
διάκτορος Ἀργειφόντης, ὡς ἔοι ἀθάνατος καὶ ἀγήρως ἶσα θεοῖσιν. αὐτὰρ ἐπειδὴ Ζηνὸς ὅ γ᾽ ἔκλυεν ἀγγελιάων, οὐκέτ᾽ ἔπειτα
γόασκε, γεγήθει δὲ φρένας [ἔνδον, γηθόσυνος
δ᾽ ἵπποισιν ἀελλοπόδεσσιν ὀχεῖτο. (h. Ven., 207-217). |
En cuanto a Tros, un dolor insoportable
se apoderó de su corazón, y no sabía adónde se había llevado a su hijo la
divina tempestad. Por este, así pues, se lamentaba sin cesar todos los días.
Y de este se compadeció Zeus, le dio como compensación por su hijo caballos
de vivo cabalgar, los que llevan a los inmortales. A estos se los dio como
regalo para que los conservara. Le dijo cada cosa, por orden de Zeus, el
mensajero Argifonte: cómo sería inmortal y nunca anciano, al igual que los
dioses. Entonces, una vez escuchó el mensaje de Zeus, ya no se lamentó, se
alegró su corazón en su interior, se dejaba llevar, gozoso, por los caballos
de patas como tormentas. |
¡Una última cosa! En los primeros textos en los que se habla de Ganimedes, no se menciona una relación amorosa entre él y Zeus. Únicamente se alude a que el dios lo raptó por su belleza. Sin embargo, así es como ha quedado la historia en la posteridad. De hecho, Aki insinúa en Olympos que esto es lo que creen los mortales —ya hablaremos de eso luego—.
El rapto de Ganimedes, de Girolamo da Carpi (1534-1544) |
Ζεύς ἀλλ᾽ οὔτε ἄνθρωπον ὁρᾷς, ὦ μειράκιον, οὔτε αἰετόν, ὁ δὲ πάντων βασιλεὺς τῶν θεῶν οὗτός εἰμι πρὸς τὸν καιρὸν ἀλλάξας ἐμαυτόν. Γανυμήδης τί φής;
σὺ γὰρ εἶ ὁ Πὰν ἐκεῖνος; εἶτα πῶς σύριγγα οὐκ ἔχεις οὐδὲ κέρατα οὐδὲ λάσιος εἶ τὰ σκέλη; Ζεύς μόνον γὰρ ἐκεῖνον ἡγῇ θεόν; Γανυμήδης ναί:
[…] (Luc. DDeor. 4.1). |
Zeus Pero no estás viendo ni a un hombre ni a
un águila, muchacho, sino que soy el mismísimo rey de todos los dioses,
transformado para la ocasión. Ganimedes ¿Qué dices? ¿Acaso tú eres el famoso
Pan? Entonces ¿por qué no tienes siringe ni cuernos ni vello en las piernas? Zeus ¿Acaso consideras que este es el único
dios que hay? Ganimedes Sí […]. |
Y aquí a
un muchacho que únicamente desea regresar para no ganarse una reprimenda:
Γανυμήδης τί
λέγεις; οὐ γὰρ κατάξεις με ἤδη ἐς τὴν Ἴδην τήμερον; Ζεύς οὐδαμῶς: ἐπεὶ μάτην αἰετὸς ἂν εἴην ἀντὶ θεοῦ γεγενημένος. Γανυμήδης οὐκοῦν ἐπιζητήσει με ὁ
πατὴρ καὶ ἀγανακτήσει μὴ εὑρίσκων, καὶ πληγὰς ὕστερον λήψομαι καταλιπων τὸ ποίμνιον. (Luc. DDeor. 4.2). |
Ganimedes ¿Qué
dices? ¿Es que no vas a devolverme hoy mismo al monte Ida? Zeus De ningún modo. En ese caso, de dios que
soy, me habría convertido en águila en vano. Ganimedes Pero mi padre me buscará y se irritará
al no encontrarme, y después recibiré una paliza por haber abandonado mi
rebaño. |
El rapto de Ganimedes.
© Aki, 2008-2009.
¿Y cómo
es el Ganimedes que nos presenta Aki en Olympos? Es un joven hermoso,
víctima de un secuestro por parte de la divinidad, sí. Como fruto de ese rapto,
termina en el terreno de los dioses, obligado a vivir eternamente y sin
envejecer. Sin embargo, son muchas las diferencias con respecto al mito
original que Aki introduce en su historia. La propia autora reconoce que leyó
mucho sobre mitología griega, pero que no pretendía trasladar sus vivencias y su
forma de ser a las viñetas tal y como fueron concebidas en la Antigüedad. Lo
que de verdad le interesó de ellos es, precisamente, la cantidad de tiempo que
tenían en sus manos para perseguir a los mortales, castigarlos e influir en su
vida.
Y esa es
una de las muchas cuestiones que se plantean en Olympos. ¿Hasta qué
punto es deseable la eternidad? ¿Qué haría un ser inmortal con tantos milenios
por delante? Aki lo tiene muy claro: aburrirse. Porque sus dioses no suelen
inmiscuirse en la vida de los humanos. Para ellos, se trata de criaturas
insignificantes que no merecen ni un minuto de su atención, aunque jueguen con
ellas de vez en cuando para aliviar un poco su tedio. Pero terminan dándose
cuenta de que, pese a ser efímeros y poco importantes, están más vivos que
ellos. No sufren ese tedio que invade a los inmortales.
Apolo. © Aki, 2008-2009. |
Por eso
Apolo —que no Zeus— rapta a Ganimedes. Porque se aburre y necesita una distracción
con la que llenar sus horas muertas. Encierra al muchacho en un hermoso jardín
y se dedica a molestarlo. Los fútiles intentos del príncipe por escapar de su
cárcel son un mero divertimento —un poco cruel, eso sí— para el dios. Poco a
poco, el joven va llamando la atención de otros dioses, entre ellos Zeus, que
en Olympos se dedica a vagar por el cielo sin pronunciar palabra ni
preocuparse por los mortales que suplican en la tierra. Ganimedes es, por
tanto, un elemento discordante en la aburrida cotidianeidad de unas divinidades
que parecen estar condenadas a la inmortalidad. Esta ya no es un don, como en
el caso del mito original, sino una tortura.
La
llegada de Ganimedes, además, constituye un punto de partida para el cambio.
Apolo evoluciona a lo largo de la historia: pasa de ser un dios caprichoso y molesto
a uno que se hace preguntas y se cuestiona su propia existencia, entre otras
cosas. Olympos trata, precisamente, de eso: de plantearse preguntas que
hasta entonces uno no se había preguntado. La mitología griega se utiliza en el
manga como punto de partida para una reflexión filosófica sobre muchos
conceptos. Al del tiempo se le suman otros como el del bien y el mal, la
existencia o la verdad.
¿Y si
los dioses no fueran como hemos imaginado?
Iris. © Aki, 2008-2009. |
Otro de
los puntos más interesantes de Olympos es, precisamente, las diferencias
que Aki establece entre los dioses y los mortales. Los segundos se ocupan de
agasajar a los primeros con sacrificios y ofrendas de todo tipo para que los
ayuden. Piensan que sus súplicas surten efecto cuando sus cosechas crecen,
cuando no hay sequía, cuando viven tranquilamente sin tormentas o terremotos
que puedan afectar a su cotidianeidad.
Pero no
es así. Como ya he comentado, los dioses que Aki nos presenta están muy lejos
de responder a sus súplicas. Y nos damos cuenta en un capítulo concreto del
manga, cuando Apolo, después de una broma de Poseidón, recibe a una muchacha
como sacrificio. Los suyos la abandonan en un templo para que el dios disponga
de ella como quiera.
Para
Apolo, la pobre Iris, que se muestra especialmente dispuesta a agasajarlo, es
una molestia. Es una más de esas hormigas que corretean por la tierra mientras
las divinidades se dedican a aburrirse. Sin embargo, en esa ocasión, Apolo
decide no ignorar a la pobre muchacha. Y, a lo largo de su conversación,
descubre infinidad de cosas.
Iris demuestra
que todo lo que los humanos creen es una quimera. Mientras ellos se afanan por
complacer a unos dioses a los que no les importan, su esperanza les da fuerza
para seguir adelante. Lo que para Apolo son meras casualidades —que las
cosechas crezcan, que no haya sequía— para Iris es una prueba irrefutable de que
los dioses quieren ayudarlos. Han construido una imagen de ellos en su mente, y
piensan que dicha imagen se corresponde con la realidad.
Apolo, Poseidón... y sus estatuas. © Aki, 2008-2009. |
¿Qué hay
de las inmensas cantidades de fruta que dejan en los templos como ofrenda? Apolo
desconoce para qué son. ¿Y de los doce dioses olímpicos? Él mismo afirma
desconocer a la mayoría. Únicamente ha visto a Hades, Poseidón, Zeus y Ártemis.
Del resto no sabe nada, ya sea porque no existen, ya sea porque nunca han coincidido.
Los mitos, los sacrificios, la personalidad de las diferentes divinidades… Todo
es fruto de la imaginación de un ser humano que necesita algo a lo que
aferrarse para continuar adelante. Incluso la propia historia de Ganimedes: el
propio Apolo bromea con el joven. Le indica que todo el mundo piensa que fue
raptado por Zeus porque ansiaba convertirlo en su amante y su sirviente. Nada
más lejos de la realidad: el dios apenas lo ha visitado, aunque el muchacho esté
consiguiendo, poco a poco, despertar su curiosidad. El Ganimedes real es muy
diferente del copero que todo el mundo imagina.
De
hecho, los mortales ni siquiera son capaces de representar a los dioses de
manera fidedigna en las estatuas que les construyen. Apolo se queja de que lo
han hecho demasiado musculoso, aunque a Poseidón le agrade la idea porque
considera que, de esa forma, parecen más poderosos. Pero ninguno se parece a
sus estatuas y su personalidad tampoco se corresponde con la de los mitos, más
allá de que pueden ser caprichosos y egoístas. Apolo, que aparece identificado
con el sol y Helios —como es habitual en los mangas—, no tiene claras las
atribuciones que los mortales le hacen. Incluso llega a insinuar que es el dios
de la caza, y es Ganimedes quien tiene que corregirlo: esa es Ártemis, él es
también un dios vinculado a las enfermedades. Zeus, por su parte, tiene un
aspecto que se asemeja al de las águilas, sus aves: siempre aparece rodeado de
plumas, aunque con un gesto serio, sin preocuparse por nada. No persigue a las
mortales, no tiene que rendir cuentas ante una esposa que le reprocha sus
continuas infidelidades. De hecho, Hera ni siquiera existe en este mundo.
Zeus y Hades. © Aki, 2008-2009. |
¿Y qué
hay de Hades? Su apariencia depende de la persona que lo mire. El dios del
inframundo —que Aki vincula también a las sombras y, en cierto modo, al mal, a
todo aquello que se escapa del dominio de Zeus, ligado al cielo y a la luz— se
muestra como un monstruo ante Iris, pero para Ganimedes es una mujer.
Ciertamente, su apariencia tiene un aire demoníaco que se aleja mucho de las
representaciones de la Antigüedad —en las que suele aparecer como un hombre
maduro con los atributos propios de un rey— y recuerda más a un diablo.
Ártemis y Apolo. © Aki, 2008-2009. |
Ártemis
es también muy interesante. Se trata de una muchacha dulce y delicada, nada que
ver con la cazadora de la mitología clásica —y, por supuesto, está vinculada a
la luna y a Selene—. Apolo termina deduciendo que se trata de un reflejo de sí
mismo, al igual que la luna refleja la luz del sol. Es con quien pasa la mayor
parte del tiempo, siempre en conversaciones banales. Cuando se separa de ella,
no sabe a qué se dedica y la muchacha llega a afirmar que su existencia no
tiene sentido sin Apolo. De hecho, este se sorprende cuando Ganimedes le dice
que los mortales la consideran una divinidad vinculada a la caza.
En
definitiva, los dioses de Aki son muy distintos. Representan al sol, la luna,
el cielo, el mar o el mundo subterráneo, pero no se identifican con ellos. Ni
siquiera se alimentan con néctar y ambrosía, como dicen los mitos. Son el
reflejo de una voluntad, de unas creencias y su existencia es, como Hades y
Apolo afirman, simbólica. El descubrimiento de todo eso es lo que hace que
Apolo se desmorone: él pensaba saberlo todo, pero hay muchas cosas que ignora.
Ni siquiera está seguro de por qué existe, de si está en el mundo por la
voluntad de algo o alguien. Me parece muy interesante cómo Aki plantea esta
cuestión: ¿hasta qué punto hemos dado forma a nuestro mundo? ¿Hasta qué punto
lo que creemos que es verdad se corresponde con la realidad?
Olympos está
lleno de reflexiones. Nos ofrece muchas preguntas y no tantas respuestas. Y me
parece que eso es lo interesante del manga y de la forma en que se utiliza la
mitología griega para contar una historia: los dioses son un interrogante.
Con esto
termino la entrada de hoy. 😊 Por desgracia, Olympos no está
publicado en español, pero podéis leerlo en inglés gracias a la editorial Yen Press.
Por mi parte, os espero dentro de unos días con una nueva entrada. ¡Hasta
entonces!
Bibliografía
Como
siempre, os dejo una lista de referencias. 😊
Grimal, Pierre
(1981). Diccionario de mitología griega y romana (trad. de Francisco
Payarols), Barcelona: Paidós.
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