martes, 15 de septiembre de 2020

Manga y mundo clásico: la lucha contra los mitos

El nombre de Kentaro Miura seguro que os trae a la cabeza Berserk. Y no es para menos, ya que no es solo su obra más importante, sino uno de los mangas más famosos a nivel mundial. La historia de Guts ha cautivado a muchos lectores y se ha convertido en un título de culto. Pero hoy no voy a hablaros de Berserk, no. En esta entrada voy a centrarme en un manga de Miura menos conocido que Panini publicó el año pasado en España: Gigantomaquia

Gigantomaquia nos cuenta la historia de Delos y Prome, una pareja un tanto curiosa que deambula por un mundo postapocalíptico lleno de peligros. Pero no solo por las condiciones que lo hacen inhabitable ni por las bestias. El imperio se expande y lo arrasa todo a su paso. Delos y Prome tendrán que hacerle frente para devolver un poco de tranquilidad a su mundo.  

En Gigantomaquia se dan cita muchos elementos que lo hacen un manga muy disfrutable: una trama sencilla pero emocionante y con un mensaje profundo, el impresionante estilo de Miura… Y, además, tiene relación con la cultura grecolatina, motivo por el que protagoniza la entrada de hoy. 😊 ¡Empezamos!

El día en que dioses y gigantes se enfrentaron

Encélado bajo el Etna,de Bernard Picart. 
Atenea derrotó a este gigante y lo enterró bajo el Etna.
Otras versiones afirman que la diosa
le lanzó la isla de Sicilia.

Los gigantes, hijos de Gea, la tierra, tienen un lugar especial en la mitología griega. Nacieron, según nos cuenta Hesíodo en la Teogonía —obra en la que el poeta griego nos habla de los orígenes del cosmos y los dioses— cuando la diosa, harta de que Urano, el cielo, retuviera a los hijos de ambos en su vientre, suplicó ayuda. Fue Cronos el único de sus otros hijos que se atrevió a desafiar la ira de su padre. Armado con una hoz que le había proporcionado su madre, castró al dios. Gea recogió las gotas de sangre que se derramaron sobre la tierra, y de ellas nacieron, entre otras criaturas, los gigantes. Sobre su aspecto, Hesíodo apenas dice nada: se refiere a su gran tamaño y a que están armados.

 

[…] μεγάλους τε Γίγαντας,

τεύχεσι λαμπομένους, δολίχ γχεα χερσν [χοντας […].

 

(Hes. Th. 185-186)

 

 

“[…] y a los grandes gigantes de armas resplandecientes, que llevan largas lanzas en sus manos […]”.

 


En la Biblioteca de Apolodoro, sin embargo, los gigantes son fruto de la furia. Y, además, se los relaciona desde el principio con el episodio mitológico que nos ocupa hoy: la gigantomaquia, la lucha entre estas criaturas y los dioses. ¿Dónde tuvo su origen? Precisamente, en la ira de Gea. Zeus y los demás dioses habían encerrado a los titanes, también hijos de la diosa, en el Tártaro, un lugar donde sufrirían un castigo eterno. Por ello, Gea engendró a los gigantes, con la esperanza de que pudieran hacer frente a Zeus y los suyos, y así resarcir la ofensa. 

En efecto, los gigantes parecían unos rivales dignos de tener en consideración. Apolodoro vuelve a hacer referencia a su gran tamaño, pero no solo eso: también nos habla de su increíble fuerza y de su aspecto inquietante.

 

[…] μεγθει μν σωμτων νυπερβλτους, δυνμει δ καταγωνστους, ο φοβερο μν τας ψεσι κατεφανοντο, καθειμνοι βαθεαν κμην κ κεφαλς κα γενεων, εχον δ τς βσεις φολδας δρακντων. […]

 

(Apollod. Bibliotheca, I.6)

 

 

“[…] insuperables por el tamaño de su cuerpo, por su fuerza invencibles; aparecían temibles ante la mirada, recubiertos con una espesa cabellera en la cabeza y el mentón. Tenían por pies las escamas de un dragón […]”.  

Los dioses no las tenían todas consigo. Por si fuera poco, un oráculo había vaticinado que no podrían vencer sin la ayuda de un mortal. El tiempo corría en su contra. Gea, al enterarse, empezó a buscar una manera de conseguir que los gigantes se volvieran del todo inmortales. Por suerte para los dioses, Zeus fue más rápido: logró que Eos, la aurora, Selene, la luna, y Helios, el sol, se mantuvieran ocultos. Eso le permitió destruir la sustancia que buscaba Gea y, por supuesto, suplicar la ayuda de un mortal. ¿Y quién mejor que Heracles/Hércules, uno de los héroes más famosos, para combatir a su lado? Gracias a la colaboración entre las divinidades y el guerrero, los gigantes fueron derrotados y la amenaza desapareció.

La colaboración para vencer a los mitos

© Kentaro Miura 2014.

Es precisamente esta lucha, como puede deducirse a partir del título, la que le sirve a Kentaro Miura como base para su manga Gigantomaquia. En el mundo de Delos y Prome —un humano y una criatura con habilidades increíbles denominada khaa—, los gigantes están más vivos que nunca. Son mitos hechos realidad de los que se sirve el imperio para conquistar nuevas regiones y acabar con sus habitantes.

Cuando Delos y Prome terminan, por casualidad, en el territorio de los scarabe, los hombres-insecto, se ven inmersos en la lucha por la libertad que gran cantidad de pueblos mantienen con el imperio todos los días. De pronto, hay una alerta: el enemigo se está acercando y, como siempre, viene acompañado de su herramienta más poderosa. Los gigantes. Esos gigantes que se han transformado en una pesadilla. Los scarabe están dispuestos a luchar, aunque no pueden vencerlos solos. El imperio es implacable. Pero Delos y Prome no se quedan de brazos cruzados y son ellos quienes asumen el papel principal en la batalla.

Hay algunos aspectos en los que la trama de Gigantomaquia se parece al mito original, ¿verdad? El enemigo temible al que aparentemente no se puede vencer, la imposibilidad de salir adelante sin la cooperación de alguien ajeno. Incluso los gigantes proceden de Gaia —otro de los nombres para Gea—, a la que, en el manga, se identifica con la naturaleza. La propia Prome afirma que son “parte carnal” de ella y, además, en los lugares en los que muere un gigante la tierra reverdece y florece de nuevo. El vínculo original entre la diosa y sus hijos se mantiene.

© Kentaro Miura 2014.

Sin embargo, Kentaro Miura le da una vuelta de tuerca al mito para contarnos una historia con mensaje. Aquí quienes han de enfrentarse a los gigantes no son dioses, ni mucho menos: es un pobre pueblo al que el imperio amenaza y que está más bien indefenso. Los dioses son poderosos, los scarabe no. El más fuerte pretende abusar del más débil y arrebatarle todo lo que tiene.

Pero hay una vía de escape: la colaboración. Con ayuda todo puede conseguirse, incluso derrotar al enemigo más temible. Y eso es lo que demuestran Delos y Prome cuando se unen a la causa de los scarabe. Aunque son solo ellos dos quienes luchan contra los gigantes del imperio, la idea de la cooperación se mantiene. Prome, mediante sus habilidades de hkaa, logra convertir temporalmente a Delos en un poderoso gigante. Si ambos no hubieran unido fuerzas, no habrían conseguido nada.

Al igual que en el mito original, son criaturas totalmente diferentes las que se ayudan. Los scarabe y su apariencia de insecto no tienen nada que ver con Delos, y este es muy distinto a Prome, aunque la chica tenga aspecto humano. De esa forma, Miura nos demuestra que no importa lo que nos separa cuando se trata de hacer frente a una dificultad. ¡Y menos cuando la libertad y el bienestar están en juego!

De todas formas, Delos es un protagonista que no solo se caracteriza por su fuerza. Tiene también un lado humano y compasivo que lo aleja de un héroe implacable y frío. Pese a que su enemigo ha perpetrado crímenes y ha subyugado por la fuerza a miles de pueblos, es capaz de perdonar. En su mundo postapocalíptico también hay lugar para la bondad y la esperanza. Los gigantes del imperio son aniquilados, pero no el enemigo que los controla. En el mito que Apolodoro recoge en su Biblioteca, la amenaza desaparece por completo.

El imperio… ¿romano?

© Kentaro Miura 2014.


La gigantomaquia es la base del manga de Miura, sí, aunque no es el único elemento grecolatino que aparece en él. Los nombres de Delos y Prome tienen una resonancia clásica y, además, se menciona el Olimpo, aunque no se nos dan muchos datos sobre él. Pero, además, el propio Delos y el imperio pertenecen a otro mundo, uno que tiene su origen en Roma, una de las mayores potencias de la Antigüedad y que, como sabéis, logró expandir sus límites más allá de lo imaginable.

Delos es un gladiador, un esclavo condenado a luchar en coliseos sin descanso. Matar o morir, esas son las directrices por la que se ha regido su vida hasta que consigue alcanzar la libertad. De hecho, en Gigantomaquia incluso podemos ver una lucha en una especie de anfiteatro: antes de que Delos y los scarabe se entiendan, uno de sus campeones desafía al protagonista. Los hombres-insecto lo consideran una amenaza, tal vez un agente del imperio. Pero Delos demuestra ser todo lo contrario. Y, además, lucha con ese honor y esa templanza que lo caracterizan.

Creo que el hecho de que Delos sea un esclavo y un gladiador contribuye, en cierto modo, a engrandecerlo. Hércules es un héroe formidable, un semidiós; Delos pertenece a un grupo marginado, pese a su fuerza y su condición de guerrero. Aun así, logra derrotar a los gigantes con la ayuda de su compañera, que posee unos poderes increíbles y a la que el propio guerrero llama “diosa” en alguna ocasión. Prome es el elemento “divino” de la pareja.

© Kentaro Miura 2014.


Por otro lado, ese imperio tan temible tiene una estética totalmente romana. Sus armaduras son muy parecidas a las de los legionarios. Y, además, su afán de dominación —visto de forma negativa, por supuesto— recuerda también al del imperio romano.

 

Hasta aquí la entrada de hoy. ¡Espero que os haya gustado y que le deis una oportunidad a Gigantomaquia si no lo habéis leído ya! 😊 Os espero dentro de unos días. ¡Hasta entonces!




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