Recuerdo
el momento en que Satori Ediciones anunció la licencia de El chico de los
ojos de gato. Yo iba siguiendo las pistas sobre el nuevo autor que se
incorporaba a su catálogo, intrigada y con ganas de saber con qué nos iba a
sorprender la editorial asturiana. Sus otros mangas me habían conquistado y
estaba segura de que su nueva licencia iba a encantarme también. No me
equivoqué.
Aunque
tardé un tiempo en poder leerlo por la situación que hemos vivido en los
últimos meses, la espera mereció la pena. Me encontré con una historia que
atrapa, editada con muchísimo cariño y detalle. Y me apetecía inaugurar la
sección de reseñas del blog con este manga que tanto me ha gustado y que os
recomiendo encarecidamente. ¡Vamos allá!
El
eterno caminar del chico de los ojos de gato
El chico
de los ojos de gato no tiene un lugar en el mundo. Los humanos no lo aceptan
por su aspecto monstruoso, pero los yôkais tampoco. Se parece demasiado a un ser
humano como para vivir entre ellos. Por eso, debe vagar de un lugar
a otro en busca de un hogar. Sin embargo, su camino no es nada fácil: siempre
se topa con situaciones complicadas en las que se ve obligado a intervenir para
ayudar a los inocentes, pese al rechazo que estos puedan sentir por él.
El chico
de los ojos de gato reúne varias historias autoconclusivas llenas de
horror y peligros, tan interesantes que el lector no puede —ni quiere— soltar
el volumen hasta haberlo terminado. En cada una de ellas, el peculiar personaje
de Kazuo Umezz se enfrenta a un enemigo diferente, sin importar el mundo al que
pertenezca: personas de aspecto deforme, temibles yôkais que pretenden
perjudicar a los seres humanos… Y siempre intenta salvar a quienes sufren daño —aunque,
por supuesto, no desaprovecha la oportunidad de dar algún que otro susto o
hacer alguna travesura—.
Humanos
y yôkais: diferentes mundos, el mismo horror
Pero El
chico de los ojos de gato no es solo un manga entretenido y emocionante,
no. Hay algo mucho más profundo en cada uno de los episodios que se recogen en
el tomo. Uno de los elementos comunes a todas las historias es el miedo que el
ser humano siente ante unos monstruos a los que considera una amenaza. Su
aspecto terrible, sus apariciones repentinas, sus aparentes deseos de hacer
daño. No importa que, como en el caso del chico de los ojos de gato, esos extraños
seres pretendan ayudar: siempre prevalece el temor que suscitan, y eso genera,
irremediablemente, el rechazo ante lo que resulta ajeno y amenazador.
© Kazuo Umezz 2006. |
No
obstante, en el fondo, los humanos no son tan distintos de esos monstruos a los
que tanto temen. Los yôkais rechazan al chico de los ojos de gato y lo mismo
hacen los seres humanos, pero no solo con el misterioso personaje que ocupa sus
desvanes sin pedir permiso. También sus semejantes son blanco de su desprecio.
No perdonan la fealdad ni la diferencia, vengan de donde vengan, y esa conducta
genera, precisamente, más horror e incomprensión, y también venganza. Porque
los humanos rechazados no quieren dejar las cosas así: necesitan ajustar
cuentas con los suyos, a ser posible de manera cruel y terrible.
© Kazuo Umezz 2006. |
Y no
solo eso. Muchos de los personajes que Umezz nos presenta en sus historias se
mueven por sus propios deseos y ambiciones, sin importar que, para
conseguirlos, tengan que hacer daño. Científicos locos que experimentan con otros
humanos, niños que coleccionan insectos solo por el placer de matarlos… Incluso
hay quien comete actos terribles de forma inconsciente, pero sin preocuparse de
las consecuencias que puedan conllevar en el futuro.
Cabe
preguntarse, entonces, quién es el verdadero monstruo. Incluso a veces los monstruos
propiamente dichos son menos crueles. El mismo chico de los ojos de gato es un
ejemplo, aunque tenga sus motivos particulares para ayudar más allá de la
simple generosidad. Pero nadie está a salvo de las pesadillas, y el castigo
siempre llega. Lo hace en forma de terror —una sombra perseguidora, un rostro
horripilante, un desconocido temible— y en el momento más inesperado.
Son
todos estos elementos los que le sirven a Umezz para construir unas historias
complejas, llenas de matices y aderezadas con un poco de humor, pese al horror
y los monstruos que las pueblan.
Las
sombras de Kazuo Umezz
© Kazuo Umezz 2006. |
A unos
episodios que enganchan —las más de quinientas páginas del tomo se pasan en un
suspiro— se suma el impresionante estilo de Kazuo Umezz, perfecto para el tipo
de historias que quiere contar. Sus viñetas tienen mucho detalle y resultan
inquietantes gracias al buen uso que el autor hace de las sombras y la negrura.
Pero Umezz no solo sabe ambientar bien. El diseño de sus personajes también
destaca, sobre todo en el caso de los yôkais, a los que el mangaka dota
de unos rasgos espeluznantes para acentuar el terror que suscitan en los
humanos que protagonizan sus historias.
¡Aquí termina la reseña de hoy! Si aún no le habéis dado una oportunidad a El chico de los ojos de gato, espero que lo hagáis; estoy segura de que disfrutaréis un montón. 😊¡Y, por suerte, dentro de muy poco podremos leer el segundo volumen!
Os espero dentro de unos días con una nueva entrada sobre manga y mundo clásico. ¡Hasta la próxima!
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