sábado, 10 de julio de 2021

Anime y mundo clásico: los vínculos que nos unen

Este año los cines se han llenado de nostalgia: los niños elegidos y sus digimon han vuelto. Selecta Visión anunció hace un tiempo que en marzo iba a estrenar la nueva película de la franquicia, una buenísima noticia para todos aquellos que crecimos disfrutando de las aventuras de Tai y los demás. Fui al cine con muchísima ilusión, acompañada de mi hermana, y salí con el corazón destrozado —creo que a muchos nos ha ocurrido—, pero muy contenta. Porque Digimon adventure: last evolution kizuna es el colofón perfecto, desde mi punto de vista, para esa serie que amenizaba nuestras tardes y nos hizo soñar con el mundo digital.

Pero esta entrada no es para hablaros de lo mucho que me gustó la película y de por qué deberíais verla —si necesitáis motivos para hacerlo, en Estantería Otaku y Blog Visual os dan bastantes 😉—. Con Digimon adventure: last evolution kizuna me sucedió lo que otras muchas veces cuando leo un manga o veo un anime: que, de repente, me encuentro con una referencia al mundo clásico. Y no lo puedo evitar, me entran ganas de hablar sobre ello. 😁 Cuando terminó la película, tenía una idea en mente y por fin he encontrado ocasión para darle forma. Me hace mucha ilusión empezar a hablar de anime y cultura clásica precisamente con el mundo de los digimon. 😊

Antes de empezar, como siempre, una advertencia: hay spoilers de la trama, así que, si no habéis visto la película, podéis volver cuando lo hayáis hecho. 😊

© Toei Animation 2020.

El duelo de Eos

Eos con el cuerpo de su hijo, Memnón.

Antes de hablar de la película, vamos a centrarnos en Eos, la diosa griega del amanecer, a la que los romanos llamaron Aurora. Y es que esta divinidad sufrió una pérdida muy importante: la de su hijo Memnón, que había acudido a la guerra de Troya para ayudar a su tío, el rey Príamo, contra los griegos. Era un hombre valiente, un buen luchador, pero tuvo la mala suerte de enfrentarse con alguien superior a él en el campo de batalla.

Todo empezó cuando Memnón tropezó, en medio de la contienda, con Néstor, rey de Pilos, anciano prudente y uno de los principales caudillos del bando griego. Temiendo morir a manos del muchacho, el hombre llamó a gritos a su hijo Antíloco, que acudió en su auxilio… y sucumbió al luchar contra Memnón. Así nos lo cuenta, entre otros, Píndaro, concretamente en la Pítica VI:

 

γεντο κα πρότερον ντίλοχος βιατς

νόημα τοτο φέρων,

ς περέφθιτο πατρός, ναρίμβροτον

ναμείναις στράταρχον Αθιόπων

Μέμνονα. Νεστόρειον γρ ππος ρμ πέδα

Πάριος κ βελέων δαϊχθείς: δ φεπεν

κραταιν γχος:

Μεσσανίου δ γέροντος

δονηθεσα φρν βόασε παδα ν:

χαμαιπετς δ ρ πος οκ πέριψεν: ατο

μένων δ θεος νρ

πρίατο μν θανάτοιο κομιδν πατρός,

δόκησέν τε τν πάλαι γενε

πλοτέροισιν, ργον πελώριον τελέσαις,

πατος μφ τοκεσιν μμεν πρς ρετάν.

 

(Pi. P. VI, 28-42).

 

 

Vivió antes también el fuerte Antíloco, de este mismo pensamiento, que murió por su padre enfrentándose al asesino de hombres, al jefe de los etíopes: Memnón. Pues trababa el carro de Néstor su caballo, herido de muerte por los dardos de Paris. Este [Memnón] dirigía su fuerte lanza contra él. El alma agitada del anciano mesenio llamaba a gritos a su hijo. Profirió unas palabras que no cayeron al suelo: allí, firme, el divino hombre compró con su muerte la vida de su padre, y pareció a los más jóvenes de la raza de los antiguos que, por haber realizado una hazaña prodigiosa, era el mejor en valor por el amor a los padres.

¿Qué sucedió después? Que Memnón pagó esa victoria con su vida. Aquiles no dudó en hacerle frente para vengar la muerte de Antíloco, y ese fue el final del hijo de Eos. Tanto ella como Tetis, la madre de Aquiles, se presentaron en la morada de Zeus porque temían el desenlace de la contienda. El padre de los dioses enseguida lo dejó todo muy claro: pesó la suerte de los dos héroes en una balanza para determinar su destino. Memnón salió perdedor y Aquiles le arrebató la vida.

Eos levantando el cuerpo de su hijo Memnón.

Sin embargo, Eos no aceptó la suerte de su hijo. El dolor por su pérdida fue tal que lloró como nunca lo había hecho, y sus lágrimas dieron origen al rocío. Terriblemente apenada, le suplicó a Zeus que le concediera la inmortalidad. Ovidio, en sus Metamorfosis, le da voz a la diosa:

 

«Omnibus inferior, quas sustinet aureus [aether

(nam mihi sunt totum rarissima templa per [orbem),

diva tamen veni, non ut delubra diesque

des mihi sacrificos caliturasque ignibus aras.

Si tamen adspicias, quantum tibi femina [praestem,

tum cum luce nova noctis confinia servo,

praemia danda putes; sed non ea cura neque [hic est

nunc status Aurorae, meritos ut poscat [honores:

Memnonis orba mei venio, qui fortia frustra

pro patruo tulit arma suo primisque sub [annis

occidit a forti, sic vos voluistis, Achille.

Da, precor, huic aliquem, solacia mortis, [honorem,

summe deum rector, maternaque vulnera [leni».

 

(Ov. Met. XIII, 587-599).

 

 

«Inferior a todas a las que sostiene el áureo éter —pues tengo escasísimos templos por toda la tierra— y sin embargo divina, he venido no para que me des santuarios y días de sacrificios y altares que ardan con fuegos. Con todo, si tienes en consideración cuánto a ti, como mujer, te proporciono en el momento en que con la luz nueva de la noche guardo los confines, puedes pensar que se me han de conceder recompensas. Pero no es este mi cuidado ni esta es ahora la actitud de la Aurora, que reclame unos honores merecidos: vengo privada de mi Memnón, que en vano blandió las fuertes armas en favor de su tío y en sus primeros años sucumbió —así vosotros lo quisisteis— a manos del fuerte Aquiles. Concédele, te lo ruego, algún honor consuelo de su muerte, gobernante de los dioses, y alivia mis heridas maternas».

Sus lágrimas y ruegos ablandaron el corazón del dios, que accedió a su petición.

Titono: una inmortalidad complicada

Aurora y Titono, de Francesco Solimena
(1704)

Pero Memnón no es el único para quien Eos solicitó la inmortalidad. De hecho, también la pidió para Titono, el padre del joven, de quien la diosa se había enamorado perdidamente. Eos era bastante enamoradiza por culpa de Afrodita, que la había castigado por su atrevimiento al unirse con Ares. Eso sí, sus amores no solían ir demasiado bien… y la relación con Titono no fue una excepción.

No voy a adelantarme; volvamos al principio. Titono, hijo de Laomedonte y hermano de Príamo, era un príncipe troyano de gran belleza. Fue por eso por lo que atrajo la atención de Eos, que terminó raptándolo, un modus operandi bastante frecuente en el caso de esta diosa: hizo lo mismo con otros de sus amantes, entre ellos Céfalo, uno de los más famosos. El caso es que Eos lo amaba con tanta fuerza que le pidió a Zeus que lo hiciera inmortal. Sin embargo, se olvidó de algo muy importante: la juventud eterna. Así se cuenta en el Himno homérico a Afrodita:

 

ς δ α Τιθωνν χρυσόθρονος ρπασεν [ώς,

μετέρης γενες, πιείκελον θανάτοισι.

Β δ μεν ατήσουσα κελαινεφέα Κρονίωνα,

θάνατόν τ εναι κα ζώειν ματα πάντα:

τ δ Ζες πένευσε κα κρήηνεν έλδωρ.

νηπίη, οδ νόησε μετ φρεσ πότνια Ἠὼς

βην ατσαι ξσαί τ πο γρας λοιόν.

 

(h.Ven. 218-224).

 

 

Así a su vez raptó Eos, de áureo trono, a Titono, de vuestra raza, semejante a los inmortales. Fue a pedirle al Cronión, que cubre el cielo de nubes negras, que fuera inmortal y viviera para siempre. Zeus se lo concedió y cumplió su anhelo. ¡Infeliz! No tuvo en mente la venerable Eos pedir la juventud y que le raspara la funesta vejez.

La consecuencia de tan desafortunado desliz fue que Titono siguió envejeciendo, hasta el punto de que terminó por convertirse en un anciano que apenas podía moverse. Según algunas versiones del mito, Eos, aunque dejó de compartir lecho con él, siguió cuidándolo hasta que de él solo quedó la voz, como se ve en el Himno homérico a Afrodita:

 

ατρ πε πρται πολια κατέχυντο θειραι

καλς κ κεφαλς εηγενέος τε γενείου,

το δ τοι ενς μν πείχετο πότνια ώς,

ατν δ ατ τίταλλεν ν μεγάροισιν [χουσα,

σίτ τ μβροσί τε κα εματα καλ [διδοσα.

λλ τε δ πάμπαν στυγερν κατ γρας [πειγεν,

οδέ τι κινσαι μελέων δύνατ οδ ναεραι,

δε δέ ο κατ θυμν ρίστη φαίνετο βουλή:

ν θαλάμ κατέθηκε, θύρας δ πέθηκε [φαεινάς.

το δ τοι φων έει σπετος, οδέ τι κκυς

σθ, οη πάρος σκεν ν γναμπτοσι [μέλεσσιν.

 

(h.Ven. 228-238).

 

 

Pero cuando los primeros cabellos canos se dejaron caer de la hermosa cabeza y el noble mentón, de su lecho se apartó la venerable Eos. A él todavía lo cuidaba, manteniéndolo en su morada, con alimento y ambrosía y dándole hermosos vestidos. Pero, cuando lo oprimió completamente la odiosa vejez y no podía mover sus miembros ni levantarlos, consideró en su ánimo que esta era la mejor decisión: lo instaló en una habitación y cerró las resplandecientes puertas. Y, ciertamente, su voz fluye inagotable, y no queda nada de la fuerza que en otro tiempo hubo en sus flexibles miembros.

Según otras versiones, Titono no se consumió hasta dejar tras de sí únicamente un hilo de voz, sino que terminó transformado en cigarra.

La Aurora, de William-Adolphe
Bouguereau (1881)
Ovidio también nos muestra a una Eos que ya no desea dormir con su antiguo amante. Una vez pierde su juventud, ese amor que le había abrasado las entrañas se disipa y se aleja de él en cuanto tiene ocasión. El poeta así se lo reprocha en su obra Amores, en un poema en el que se queja porque, con la llegada de la diosa, los amantes deben separarse y ya no se les permite disfrutar de esa compañía de la que habían gozado por la noche:

 

Tithono vellem de te narrare liceret;

femina non caelo turpior ulla foret.

Illum dum refugis, longo quia grandior aevo,

surgis ad invisas a sene mane rotas.

 

(Ov. Am. I. 13, 35-38).

 

 

Querría que a Titono se le permitiera hablar sobre ti: no habría en el cielo una mujer más avergonzada. Huyendo de él porque es demasiado viejo por su larga vida, te subes en las odiadas ruedas, abandonando al anciano.

 

Sin embargo, aunque aquí vemos a una Eos que se apresura a subirse en su carro para iluminar el mundo, no todos los autores grecolatinos la retratan de esta manera. En la Ilíada y la Odisea, por ejemplo, se nos dice que la diosa sigue durmiendo junto a Titono: «ἠὼς δ κ λεχέων παρ γαυο Τιθωνοο / ρνυθ, ν θανάτοισι φόως φέροι δ βροτοσι:», («Eos se levantó del lecho que compartía con el ilustre Titono para llevar la luz a los inmortales y a los humanos», Il. XI, 1-2).

Un paraíso lleno de sombras

Voy a empezar con una pregunta. ¿Os suena la imagen de la vasija griega en la que Eos sostiene a Memnón en sus brazos? En efecto, es la que tiene colgada Menoa Belluci en la pared de su despacho, esa que tanto le gusta a Armadillomon.

© Toei Animation 2020.

No es una casualidad. Tampoco lo es que le ponga Eosmon al digimon al que Tai, Matt y los demás tienen que enfrentarse. Hay algo de la diosa griega en él y también en Menoa, que se ha dedicado a investigar sobre el vínculo que une a humanos y criaturas digitales. Recordemos que, cuando un niño elegido se hace adulto, esos lazos se desvanecen y su digimon desaparece para siempre sin que pueda hacerse nada para evitarlo. Lo que anima a Menoa a buscar con tanto ahínco una solución al problema es su propia tristeza, una tristeza que se ha enquistado en su interior y que se ve incapaz de superar.

Por eso quiere ayudar al resto de los niños elegidos. Solo que la forma en que lo hace no es la más idónea.

© Toei Animation 2020.

¿Qué comparten Eos y Menoa? Para empezar, ese dolor por la separación. La diosa griega —y su versión romana, Aurora, que también aparece mencionada en la película en relación con la vasija griega— sufre porque Aquiles le ha arrebatado a su hijo, historia presente en el filme mediante la imagen de la vasija. Aunque no se hable de Titono, ocurre lo mismo en su caso: Eos teme perderlo —no hay, en este caso, una separación, sino el miedo a la misma— y solicita la inmortalidad para él. Por su parte, Menoa desearía recuperar a su compañero digimon, Morphomon, solo que, en su caso, no hay un Zeus que la ayude. Se encuentra sola ante la adversidad y aprovecha sus habilidades de niña prodigio para cumplir sus deseos. Si ella alcanza el éxito, los demás niños elegidos no tendrán que enfrentarse a ese dolor: podrán evitar la pérdida antes de que sea demasiado tarde. 

La solución, en ambos casos, es muy similar. Eos le pide a Zeus la inmortalidad para su hijo. También para el padre de este cuando aún le es posible impedir su muerte. A su vez, Menoa opta por una suerte de «vida eterna»: un paraíso en el que los dueños de los digimon serán siempre niños, sin llegar a esa temida edad adulta. Por suerte, hay también una juventud eterna, esa que le habría gustado tener a Titono. Cuando Menoa pierde a Morphomon, no hay nadie que le conceda la «inmortalidad» a su compañero perdido, pero ella sí puede evitar que los demás niños elegidos se hagan adultos. 

© Toei Animation 2020.

Y es aquí donde entra Eosmon, ese digimon creado que roba sus consciencias y los deja en coma en el mundo real. Al igual que Eos raptó, por ejemplo, a Titono, la criatura «captura» y digitaliza dichas consciencias en ese Nunca Jamás que Menoa ha ideado para que todos puedan ser felices. Sin embargo, hay algo que la muchacha no tiene en cuenta, como le sucedió también a la diosa: encerrar a los niños elegidos en un paraíso aparente no es la solución a los problemas. Uno debe seguir adelante, pese a todo, y avanzar, tomar nuevas decisiones: en definitiva, crecer. A Eos se le olvidó que Titono necesitaba la juventud eterna, Menoa obvia tanto la voluntad de aquellos a quienes «rapta» como el hecho de que la vida debe seguir su curso. Y por eso sus respectivas historias no terminan como ellas esperaban.

© Toei Animation 2020.

 

¡Con esto termino la entrada de hoy! 😊 Espero que os haya gustado, a mí me ha hecho mucha ilusión escribirla. ¡Llevo unos cuantos meses con ella en la cabeza! Dicho esto, os espero dentro de unos días con una nueva reseña. ¡Hasta entonces! Y muchas gracias por pasaros por aquí. 😊

Bibliografía

Como siempre, aquí tenéis una lista de las referencias que he consultado para escribir la entrada. 😊

Grimal, Pierre (1981). Diccionario de mitología griega y romana (trad. de Francisco Payarols), Barcelona: Paidós.


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