Narciso
es un personaje que ha cautivado a artistas y estudiosos durante siglos. Y no
es para menos: su historia, tan sugerente, da pie a infinidad de lecturas e
interpretaciones. No es de extrañar entonces que haya llamado también la
atención de algunos mangakas y, más concretamente, de Hideo Azuma, que
no dudó en incluir este mito en Olympus no Pollon. Os he hablado en
varias ocasiones de este manga, ¡pero hay tanto que decir sobre él! La
relectura que hace su autor de la mitología griega y la manera en que la
traslada a sus viñetas es muy interesante. Utiliza el humor para acercarla a
sus lectores. La actualiza e incluye en ella elementos de nuestro presente. Y
también de la cultura japonesa, claro. Os puse un ejemplo hace unos meses con
el mito de Apolo y Dafne. Podéis leer la entrada aquí.
¡Pero
hoy es el turno de Narciso! Os adelanto ya que la versión de Hideo Azuma es tan
gamberra como el resto de las historias protagonizadas por la pequeña Pollon y
su amigo Eros. Además, he encontrado durante la relectura algunos elementos que
me apetecía mucho comentar. ¿Me acompañáis? 😊
El
muchacho que se enamoró de sí mismo
Seguro
que os suena el mito de Narciso. O, al menos, la versión que nos ha llegado a
través de Ovidio en sus Metamorfosis. La historia del joven que se
enamoró de su reflejo tiene algunas variantes. Una de ellas nos cuenta, por
ejemplo, que un muchacho llamado Aminias se había enamorado de él, pero que
Narciso lo rechazó. En su soberbia, llegó a enviarle una espada como regalo,
con la que el propio Aminias se suicidó ante la puerta de su casa. Eso sí, no
sin antes maldecirlo: las cosas no podían quedar así. Fue esa maldición la que
hizo que Narciso, cierto día, se descubriera en una fuente, se enamorara con
pasión de sí mismo y terminara matándose por la desesperación. El joven muestra
una arrogancia que supera los límites impuestos por la divinidad, lo que los
antiguos griegos llamaban ὕβρις, ‘hýbris’.
Eco y Narciso, de John William Waterhouse (1903). |
Sin
embargo, la versión más famosa es, como he dicho antes, la que transmite
Ovidio. Es en ella donde encontramos el destino fatal del joven y a un personaje
que suele aparecer ligado a él: el de Eco. Una ninfa con el don de la palabra,
capaz de entretener a la mismísima Hera cuando su esposo, Zeus, se ausentaba
para disfrutar con las ninfas del monte. La diosa, por supuesto, acabó dándose
cuenta. Y castigó a Eco. La que un día pudo pronunciar las palabras más hermosas
fue condenada a desprenderse de ellas. A partir de entonces, su voz solo pudo
repetir las últimas palabras que la ninfa hubiera oído.
Pero
volvamos a Narciso. Tal y como nos cuenta Ovidio en el tercer libro de sus Metamorfosis,
sobre él pesaba un horrible destino. Su madre, la ninfa Liríope, le preguntó al
famoso adivino Tiresias si su hijo llegaría a ser anciano. Estas fueron las
palabras del sabio:
Enixa est utero pulcherrima pleno infantem,
nymphis iam tunc qui posset [amari, Narcissumque vocat. De quo consultus, an
[esset tempora maturae visurus longa senectae, fatidicus vates “si se non noverit”
inquit. (Ov. Met. III, 342-346). |
La hermosísima ninfa parió de su útero
pleno un niño que ya entonces era digno objeto de amor, y lo llama Narciso.
Al consultar sobre él si iba a poder ver los largos tiempos de una vejez
plena, el profético vate le dijo: «si no se conoce». |
Namque
ter ad quinos unum Cephisius [annum addiderat poteratque puer iuvenisque
videri: multi illum iuvenes, multae cupiere
puellae. Sed fuit in tenera tam dura superbia
forma: nulli illum iuvenes, nullae tetigere
puellae. (Ov. Met. III, 349-353). |
Así pues, el Cefiso había añadido un año
a los quince y podía parecer un niño y un joven: a él muchos jóvenes, muchas
muchachas lo desearon. Pero (había en su hermosura una soberbia tan dura)
ninguno de los jóvenes ni ninguna de las muchachas lo conmovió. |
Narciso, de Caravaggio (ca. 1600) |
También
Eco, como no podía ser de otra forma, se enamoró de él. Lo vio un día mientras
el muchacho cazaba y lo siguió. Sin embargo, no pudo expresar sus sentimientos:
su castigo tan solo le permitía repetir las palabras que Narciso le decía. Lo
único que consiguió fue que el joven la rechazara, como había sucedido con
tantos y tantos otros. Eco, sumida en la tristeza, vivió desde entonces en
lugares solitarios, en los que su pena terminó consumiéndola hasta que de ella
solo quedó la voz, esa voz que repetía sin cesar y que es el origen mitológico
del eco, como el propio nombre de la ninfa indica.
Narciso,
sin embargo, no quedó indemne. Una de las personas a las que había rechazado lo
maldijo y Némesis, la diosa encargada de castigar a quienes pecaban de ὕβρις, escuchó
sus plegarias: el muchacho amaría, pero jamás lograría alcanzar ese amor. Eso
fue lo que sucedió un día de caza cuando Narciso, cansado y agobiado por el calor,
se inclinó sobre una fuente. Ovidio nos cuenta cómo, poco a poco, se descubre a
sí mismo y se recrea en su rostro, en su cuerpo:
Dumque
bibit, visae correptus imagine [formae spem
sine corpore amat: corpus putat esse, [quod unda est, adstupet
ipse sibi, vultuque inmotus eodem haeret,
ut e Pario formatum marmore [signum. Spectat
humi positus geminum, sua lumina, [sidus et
dignos Baccho, dignos et Apolline crines impubesque genas et eburnea colla [decusque oris
et in niveo mixtum candore ruborem, cunctaque miratur, quibus est mirabilis
ipse. Se
cupit imprudens et qui probat, ipse [probatur, dumque
petit, petitur, pariterque accendit et [ardet. (Ov. Met. III, 414-424). |
Mientras bebe, arrebatado por el reflejo
de la belleza que ve, ama una esperanza sin cuerpo, piensa que es un cuerpo
lo que es agua. Se queda atónito consigo mismo e, inmovilizado con la misma
expresión, permanece quieto como una estatua hecha de mármol de Paros. Mira,
echado en la tierra, el astro doble, sus ojos, sus cabellos dignos de Baco,
dignos de Apolo, las mejillas imberbes y el cuello de marfil y la nobleza de
la boca, y el rubor mezclado con nívea blancura, y admira todas las cosas por
las que él mismo es admirable. Se desea a sí mismo, ignorante, y él mismo
alaba y es alabado, mientras busca, es buscado, y a la vez enciende y arde. |
Eco y Narciso, de Nicolas Poussin (ca. 1630). |
Quae tamen ut vidit, quamvis irata [memorque, indoluit, quotiensque puer miserabilis [“eheu” dixerat,
haec resonis iterabat vocibus “eheu”; cumque suos manibus percusserat ille [lacertos, haec
quoque reddebat sonitum plangoris [eundem. Ultima
vox solitam fuit haec spectantis in [undam, “heu frustra dilecte puer!” totidemque [remisit verba locus, dictoque vale “vale!”
inquit et [Echo. (Ov. Met. III, 492-499). |
Sin embargo, esta, cuando lo vio, aunque
airada y rencorosa, se dolió, y cuantas veces el desgraciado muchacho decía:
«¡ay!», ella repetía con su voz resonadora: «¡ay!»; y cuando él golpeaba sus
brazos con sus manos ella también reproducía el mismo sonido del golpe. La
última palabra del que se contemplaba en la acostumbrada fuente fue: «¡Ay,
muchacho querido en vano!», y el lugar le devolvió otras tantas palabras. Y
cuando dijo «adiós», «adiós» también dijo Eco. |
Al morir, Narciso se transformó en la flor que lleva su nombre.
Por
cierto, no a todos los antiguos les convencía esta versión del mito. Pausanias,
en su Descripción de Grecia, cuando habla del monte Helicón, nos ofrece
otra muy distinta que pretende racionalizar la historia. Según él mismo nos
dice, «τοῦτο μὲν δὴ
παντάπασιν εὔηθες, ἡλικίας ἤδη τινὰ ἐς τοσοῦτο ἥκοντα ὡς ὑπὸ ἔρωτος ἁλίσκεσθαι
μηδὲ ὁποῖόν τι ἄνθρωπος
καὶ ὁποῖόν τι ἀνθρώπου
σκιὰ διαγνῶναι:», «esto
es absolutamente ridículo, que quien ya ha llegado a una edad tal como para ser
dominado por el amor no distinga a un hombre de la imagen de un hombre» (Paus.
9.31.7). A continuación, afirma que, en realidad, Narciso se enamoró de su
hermana gemela y, cuando ella murió, encontraba consuelo al verse reflejado en las
fuentes, ya que ambos eran exactamente iguales. Era consciente de que estaba
viendo su propio reflejo, pero de ese modo podía recordar a la joven.
Narciso…
¿en el colegio?
¿Y qué sucede con Narciso en Olympus no Pollon? Que Hideo Azuma lo actualiza y, sobre todo, le da un toque humorístico a su historia, como suele hacer en sus peculiares adaptaciones de los mitos griegos. Con Pollon de por medio no podía ser de otra manera: ¡la pequeña diosa solo sabe meterse en líos!
© Hideo Azuma 2005. |
© Hideo Azuma 2005. |
Pero aún
hay más. Eco, en Olympus no Pollon, no es esa ninfa incapaz de hablar
salvo para repetir las palabras del resto: es una chica especialmente guapa,
muy popular entre sus compañeros. Narciso es el chico feo de la clase, quien,
por supuesto, suspira por Eco, aunque ella lo rechace. Y es ahí donde surge el
conflicto, que empieza cuando Pollon recibe de Afrodita el poder de conceder
belleza. Lo que en principio podría ser un don útil y beneficioso para el resto
genera problemas en manos de la pequeña diosa, que siempre se ve obligada a aprender
de sus errores. Lo mismo ocurre en este episodio: Pollon pretende ayudar a los
demás, pero sin pensar en las consecuencias de sus actos, y termina recibiendo
una lección que la ayudará a convertirse en una verdadera divinidad.
Cuando
Pollon se encuentra con Narciso, terriblemente apenado porque Eco ha rechazado
su amor, decide transformarlo en un muchacho bellísimo. De ese modo, cree que
podrá evitar su sufrimiento. Sin embargo, Narciso no utiliza su hermosura para
alcanzar sus sueños, sino para vengarse. Dolido por todo el daño recibido, se
dedica a seducir a las chicas, que caen rendidas a sus pies, para después
abandonarlas. Ellas, en su desesperación, se marchan corriendo para llorar a
solas con tan mala suerte que siempre terminan chocándose con algo. Una roca
gigante, por ejemplo. Así se vuelven feas. Pollon se da cuenta entonces de lo
que ha hecho y decide pedirle ayuda a su amigo Eros. Es él quien hace que
Narciso se enamore de sí mismo disparándole una flecha. Sin embargo, lo que
parece una solución definitiva solo contribuye a agrandar el problema: Narciso
deja de comer y se obsesiona consigo mismo. Solo la ayuda de los dioses —Afrodita
en este caso— puede solucionarlo todo y devolver a los afectados a su estado
original.
© Hideo Azuma 2005. |
El poder
de Pollon y lo que sus buenas intenciones generan le sirve a Hideo Azuma para
suavizar el mito original y conseguir que despierte la risa de los lectores.
Las ideas locas de Pollon y Eros, la comparación de Narciso con idols
japoneses famosos en el momento de publicación del manga, la manera en que Eco
y las demás chicas se lamentan… Y también las disputas entre los dioses, al principio
de la historia. ¡El Olimpo de Hideo Azuma no podría ser más caótico!
Narciso
y Eco: dos caras de la misma moneda
Son
bastantes los elementos del mito original que están presentes en este episodio
de Olympus no Pollon. La atracción que Eco siente por Narciso, al menos
cuando este se vuelve hermoso. El rechazo del amor por parte del joven, pese a
que las causas sean diferentes. La desesperación de Narciso cuando se enamora
de sí mismo y se da cuenta de que sus anhelos son imposibles. Incluso empieza a
consumirse, aunque Pollon y Afrodita actúan antes de que la situación sea
irremediable. Sin embargo, Hideo Azuma obvia otros, probablemente por el giro
que quiere darle a su historia.
En Olympus
no Pollon, Eco y Narciso también están separados, pero de una manera
diferente. No hay un problema de comunicación entre ellos, ya que la ninfa puede
hablar con total normalidad. Hera no la castiga por distraerla mientras Zeus
está con sus amantes; esa parte del mito no aparece en el manga. Lo que les
impide estar juntos, en este caso, es el rechazo. Y creo que este elemento es,
precisamente, el que hace que los dos amantes se conviertan en dos caras de la
misma moneda: Eco se vuelve Narciso, Narciso se vuelve Eco, y comparten también
ciertos roles.
Al
principio, es el propio Narciso el que no recibe el amor de Eco y no al revés.
¿La causa? Su fealdad. El Narciso de Hideo Azuma no es un muchacho orgulloso
desde el principio —no existe esa ὕβρις inicial
aquí—: lo único que ansía es que lo quieran. Pero Eco es superficial y solo se
fija en las apariencias, así que se burla de él. En este sentido, los papeles
del mito original se invierten.
© Hideo Azuma 2005. |
Pero los
personajes los recuperan a continuación. Cuando Pollon le otorga la belleza a
Narciso, este no se contenta con rechazar únicamente a Eco, sino también al
resto de muchachas. Ninguna se salva de su desprecio. Hideo Azuma acerca a su
personaje al Narciso tradicional, con la misma soberbia, solo que la causa de
esta es diferente: en el manga, es el deseo de venganza. Y Eco recibe un
castigo, aunque no de la misma manera que la ninfa de la que nos habla Ovidio
ni por la misma razón. Su orgullo la ha llevado a la desesperación, como le
sucedía al Narciso del mito griego.
¿Y qué
sucede con el Narciso de Azuma cuando se enamora de sí mismo? También se
desespera, también se vuelve loco. Como comenté antes, se encuentra a punto de
consumirse. Está muy solo, y esta vez ni siquiera hay una Eco que se compadezca
de él. Sí, Pollon se encuentra a su lado e intenta ayudarlo, pero le preocupa
más el hecho de ser ella misma la culpable de lo que le sucede al joven. Es
cierto que no hay maldiciones ni un destino fatal, y Eros hizo que se enamorara
de su reflejo para solucionar un problema, pero el sufrimiento de Narciso puede
entenderse también como una suerte de castigo por todo lo que ha hecho.
Así, en
una espiral de rechazo, soberbia y sufrimiento, los dos protagonistas de la
historia se unen en cierto modo. No hay un único Narciso, sino dos, aunque no
lleven el mismo nombre. Y me parece que eso es lo más interesante de la nueva
lectura que Hideo Azuma hace del mito griego. Ambos personajes sirven para
mostrar las consecuencias que conlleva dejarse cautivar por las apariencias,
sin conocer al otro con mayor profundidad.
Con esto termino la entrada de hoy. 😊 ¡Espero que os haya gustado! Por desgracia, Olympus no Pollon no está publicado en español, pero, si os manejáis en italiano, podéis leer la edición italiana, que es la que tengo yo. Dicho esto, os espero dentro de unos días con la última reseña del mes. ¡Hasta entonces!
Bibliografía
Como
siempre, aquí tenéis la lista de referencias que me han servido para elaborar
la entrada. 😊
Grimal, Pierre
(1981). Diccionario de mitología griega y romana (trad. de Francisco
Payarols), Barcelona: Paidós.
Es una lástima que la obra no se haya publicado por estos lares, porque la manera en la que Hideo Azuma traslada el mito que nos ocupa, reconstruyéndolo a través del humor, tiene muchísimo mérito y es una buena manera de acercarlo a todo tipo de lectores.
ResponderEliminarUn saludo y muy buen texto ^^
Tenéis toda la razón del mundo. ¡Ojalá alguna editorial se anime a traerlo! :)
EliminarMuchísimas gracias por pasaros por aquí y por vuestras palabras. <3