miércoles, 26 de mayo de 2021

Manga y mundo clásico: la locura de amar a un reflejo

Narciso es un personaje que ha cautivado a artistas y estudiosos durante siglos. Y no es para menos: su historia, tan sugerente, da pie a infinidad de lecturas e interpretaciones. No es de extrañar entonces que haya llamado también la atención de algunos mangakas y, más concretamente, de Hideo Azuma, que no dudó en incluir este mito en Olympus no Pollon. Os he hablado en varias ocasiones de este manga, ¡pero hay tanto que decir sobre él! La relectura que hace su autor de la mitología griega y la manera en que la traslada a sus viñetas es muy interesante. Utiliza el humor para acercarla a sus lectores. La actualiza e incluye en ella elementos de nuestro presente. Y también de la cultura japonesa, claro. Os puse un ejemplo hace unos meses con el mito de Apolo y Dafne. Podéis leer la entrada aquí.

¡Pero hoy es el turno de Narciso! Os adelanto ya que la versión de Hideo Azuma es tan gamberra como el resto de las historias protagonizadas por la pequeña Pollon y su amigo Eros. Además, he encontrado durante la relectura algunos elementos que me apetecía mucho comentar. ¿Me acompañáis? 😊

El muchacho que se enamoró de sí mismo

Seguro que os suena el mito de Narciso. O, al menos, la versión que nos ha llegado a través de Ovidio en sus Metamorfosis. La historia del joven que se enamoró de su reflejo tiene algunas variantes. Una de ellas nos cuenta, por ejemplo, que un muchacho llamado Aminias se había enamorado de él, pero que Narciso lo rechazó. En su soberbia, llegó a enviarle una espada como regalo, con la que el propio Aminias se suicidó ante la puerta de su casa. Eso sí, no sin antes maldecirlo: las cosas no podían quedar así. Fue esa maldición la que hizo que Narciso, cierto día, se descubriera en una fuente, se enamorara con pasión de sí mismo y terminara matándose por la desesperación. El joven muestra una arrogancia que supera los límites impuestos por la divinidad, lo que los antiguos griegos llamaban βρις, ‘hýbris’.

Eco y Narciso, de John William Waterhouse (1903).

Sin embargo, la versión más famosa es, como he dicho antes, la que transmite Ovidio. Es en ella donde encontramos el destino fatal del joven y a un personaje que suele aparecer ligado a él: el de Eco. Una ninfa con el don de la palabra, capaz de entretener a la mismísima Hera cuando su esposo, Zeus, se ausentaba para disfrutar con las ninfas del monte. La diosa, por supuesto, acabó dándose cuenta. Y castigó a Eco. La que un día pudo pronunciar las palabras más hermosas fue condenada a desprenderse de ellas. A partir de entonces, su voz solo pudo repetir las últimas palabras que la ninfa hubiera oído.

Pero volvamos a Narciso. Tal y como nos cuenta Ovidio en el tercer libro de sus Metamorfosis, sobre él pesaba un horrible destino. Su madre, la ninfa Liríope, le preguntó al famoso adivino Tiresias si su hijo llegaría a ser anciano. Estas fueron las palabras del sabio:

 

Enixa est utero pulcherrima pleno

infantem, nymphis iam tunc qui posset [amari,

Narcissumque vocat. De quo consultus, an [esset

tempora maturae visurus longa senectae,

fatidicus vates “si se non noverit” inquit.

 

(Ov. Met. III, 342-346).

 

 

La hermosísima ninfa parió de su útero pleno un niño que ya entonces era digno objeto de amor, y lo llama Narciso. Al consultar sobre él si iba a poder ver los largos tiempos de una vejez plena, el profético vate le dijo: «si no se conoce».

 Narciso creció y se convirtió en un muchacho de gran belleza. Fueron muchos los que se enamoraron de él, aunque el joven siempre se mostró orgulloso e indiferente. Ninguno logró acercarse a su corazón, tal y como señala Ovidio:

 

Namque ter ad quinos unum Cephisius [annum

addiderat poteratque puer iuvenisque videri:

multi illum iuvenes, multae cupiere puellae.

Sed fuit in tenera tam dura superbia forma:

nulli illum iuvenes, nullae tetigere puellae.

 

(Ov. Met. III, 349-353).

 

 

Así pues, el Cefiso había añadido un año a los quince y podía parecer un niño y un joven: a él muchos jóvenes, muchas muchachas lo desearon. Pero (había en su hermosura una soberbia tan dura) ninguno de los jóvenes ni ninguna de las muchachas lo conmovió.

Narciso, de Caravaggio (ca. 1600)

También Eco, como no podía ser de otra forma, se enamoró de él. Lo vio un día mientras el muchacho cazaba y lo siguió. Sin embargo, no pudo expresar sus sentimientos: su castigo tan solo le permitía repetir las palabras que Narciso le decía. Lo único que consiguió fue que el joven la rechazara, como había sucedido con tantos y tantos otros. Eco, sumida en la tristeza, vivió desde entonces en lugares solitarios, en los que su pena terminó consumiéndola hasta que de ella solo quedó la voz, esa voz que repetía sin cesar y que es el origen mitológico del eco, como el propio nombre de la ninfa indica.

Narciso, sin embargo, no quedó indemne. Una de las personas a las que había rechazado lo maldijo y Némesis, la diosa encargada de castigar a quienes pecaban de βρις, escuchó sus plegarias: el muchacho amaría, pero jamás lograría alcanzar ese amor. Eso fue lo que sucedió un día de caza cuando Narciso, cansado y agobiado por el calor, se inclinó sobre una fuente. Ovidio nos cuenta cómo, poco a poco, se descubre a sí mismo y se recrea en su rostro, en su cuerpo:

 

Dumque bibit, visae correptus imagine [formae

spem sine corpore amat: corpus putat esse, [quod unda est,

adstupet ipse sibi, vultuque inmotus eodem

haeret, ut e Pario formatum marmore [signum.

Spectat humi positus geminum, sua lumina, [sidus

et dignos Baccho, dignos et Apolline crines

impubesque genas et eburnea colla [decusque

oris et in niveo mixtum candore ruborem,

cunctaque miratur, quibus est mirabilis ipse.

Se cupit imprudens et qui probat, ipse [probatur,

dumque petit, petitur, pariterque accendit et [ardet.

(Ov. Met. III, 414-424).

 

 

Mientras bebe, arrebatado por el reflejo de la belleza que ve, ama una esperanza sin cuerpo, piensa que es un cuerpo lo que es agua. Se queda atónito consigo mismo e, inmovilizado con la misma expresión, permanece quieto como una estatua hecha de mármol de Paros. Mira, echado en la tierra, el astro doble, sus ojos, sus cabellos dignos de Baco, dignos de Apolo, las mejillas imberbes y el cuello de marfil y la nobleza de la boca, y el rubor mezclado con nívea blancura, y admira todas las cosas por las que él mismo es admirable. Se desea a sí mismo, ignorante, y él mismo alaba y es alabado, mientras busca, es buscado, y a la vez enciende y arde.

Eco y Narciso, de Nicolas Poussin (ca. 1630).

Su amor apasionado se convirtió en locura. Intentó abrazarse, besarse, pero le fue imposible. Su dolor terminó por arrebatarle las fuerzas, y fue en esa fuente donde encontró su fin. No obstante, no estuvo solo: Eco lo vio y lo acompañó en sus últimos momentos:

 

Quae tamen ut vidit, quamvis irata [memorque,

indoluit, quotiensque puer miserabilis [“eheu”

dixerat, haec resonis iterabat vocibus “eheu”;

cumque suos manibus percusserat ille [lacertos,

haec quoque reddebat sonitum plangoris [eundem.

Ultima vox solitam fuit haec spectantis in [undam,

“heu frustra dilecte puer!” totidemque [remisit

verba locus, dictoque vale “vale!” inquit et [Echo.

(Ov. Met. III, 492-499).

 

 

Sin embargo, esta, cuando lo vio, aunque airada y rencorosa, se dolió, y cuantas veces el desgraciado muchacho decía: «¡ay!», ella repetía con su voz resonadora: «¡ay!»; y cuando él golpeaba sus brazos con sus manos ella también reproducía el mismo sonido del golpe. La última palabra del que se contemplaba en la acostumbrada fuente fue: «¡Ay, muchacho querido en vano!», y el lugar le devolvió otras tantas palabras. Y cuando dijo «adiós», «adiós» también dijo Eco.

Al morir, Narciso se transformó en la flor que lleva su nombre.

Por cierto, no a todos los antiguos les convencía esta versión del mito. Pausanias, en su Descripción de Grecia, cuando habla del monte Helicón, nos ofrece otra muy distinta que pretende racionalizar la historia. Según él mismo nos dice, «τοτο μν δ παντάπασιν εηθες, λικίας δη τιν ς τοσοτο κοντα ς π ρωτος λίσκεσθαι μηδ ποόν τι νθρωπος κα ποόν τι νθρώπου σκι διαγνναι:», «esto es absolutamente ridículo, que quien ya ha llegado a una edad tal como para ser dominado por el amor no distinga a un hombre de la imagen de un hombre» (Paus. 9.31.7). A continuación, afirma que, en realidad, Narciso se enamoró de su hermana gemela y, cuando ella murió, encontraba consuelo al verse reflejado en las fuentes, ya que ambos eran exactamente iguales. Era consciente de que estaba viendo su propio reflejo, pero de ese modo podía recordar a la joven.

Narciso… ¿en el colegio?

¿Y qué sucede con Narciso en Olympus no Pollon? Que Hideo Azuma lo actualiza y, sobre todo, le da un toque humorístico a su historia, como suele hacer en sus peculiares adaptaciones de los mitos griegos. Con Pollon de por medio no podía ser de otra manera: ¡la pequeña diosa solo sabe meterse en líos!

© Hideo Azuma 2005.
Los mecanismos que utiliza nuestro mangaka para volver divertido el mito original son muchos. En primer lugar, como ya he dicho, acerca la historia a nuestra actualidad: aunque transcurre en un ambiente mitológico que reconocemos bien —hay bosques ideales, hay templos griegos—, introduce en él nuestro presente. En este caso, a través de una escuela, con sus pupitres, su pizarra… y sus maestros. Dioniso, que también es el director, enseña a sus alumnos a beber alcohol. Poseidón se transforma en un exigente profesor de Educación Física. Afrodita se centra en la asignatura en la que es experta: seducir y resultar atractivo. Por supuesto, ninguno se pone de acuerdo en qué materia es más importante para la educación de los estudiantes, así que el proyecto de escuela termina en desastre.

© Hideo Azuma 2005.

Pero aún hay más. Eco, en Olympus no Pollon, no es esa ninfa incapaz de hablar salvo para repetir las palabras del resto: es una chica especialmente guapa, muy popular entre sus compañeros. Narciso es el chico feo de la clase, quien, por supuesto, suspira por Eco, aunque ella lo rechace. Y es ahí donde surge el conflicto, que empieza cuando Pollon recibe de Afrodita el poder de conceder belleza. Lo que en principio podría ser un don útil y beneficioso para el resto genera problemas en manos de la pequeña diosa, que siempre se ve obligada a aprender de sus errores. Lo mismo ocurre en este episodio: Pollon pretende ayudar a los demás, pero sin pensar en las consecuencias de sus actos, y termina recibiendo una lección que la ayudará a convertirse en una verdadera divinidad.

Cuando Pollon se encuentra con Narciso, terriblemente apenado porque Eco ha rechazado su amor, decide transformarlo en un muchacho bellísimo. De ese modo, cree que podrá evitar su sufrimiento. Sin embargo, Narciso no utiliza su hermosura para alcanzar sus sueños, sino para vengarse. Dolido por todo el daño recibido, se dedica a seducir a las chicas, que caen rendidas a sus pies, para después abandonarlas. Ellas, en su desesperación, se marchan corriendo para llorar a solas con tan mala suerte que siempre terminan chocándose con algo. Una roca gigante, por ejemplo. Así se vuelven feas. Pollon se da cuenta entonces de lo que ha hecho y decide pedirle ayuda a su amigo Eros. Es él quien hace que Narciso se enamore de sí mismo disparándole una flecha. Sin embargo, lo que parece una solución definitiva solo contribuye a agrandar el problema: Narciso deja de comer y se obsesiona consigo mismo. Solo la ayuda de los dioses —Afrodita en este caso— puede solucionarlo todo y devolver a los afectados a su estado original.

© Hideo Azuma 2005.

El poder de Pollon y lo que sus buenas intenciones generan le sirve a Hideo Azuma para suavizar el mito original y conseguir que despierte la risa de los lectores. Las ideas locas de Pollon y Eros, la comparación de Narciso con idols japoneses famosos en el momento de publicación del manga, la manera en que Eco y las demás chicas se lamentan… Y también las disputas entre los dioses, al principio de la historia. ¡El Olimpo de Hideo Azuma no podría ser más caótico!

Narciso y Eco: dos caras de la misma moneda

© Hideo Azuma 2005.

Son bastantes los elementos del mito original que están presentes en este episodio de Olympus no Pollon. La atracción que Eco siente por Narciso, al menos cuando este se vuelve hermoso. El rechazo del amor por parte del joven, pese a que las causas sean diferentes. La desesperación de Narciso cuando se enamora de sí mismo y se da cuenta de que sus anhelos son imposibles. Incluso empieza a consumirse, aunque Pollon y Afrodita actúan antes de que la situación sea irremediable. Sin embargo, Hideo Azuma obvia otros, probablemente por el giro que quiere darle a su historia.

En Olympus no Pollon, Eco y Narciso también están separados, pero de una manera diferente. No hay un problema de comunicación entre ellos, ya que la ninfa puede hablar con total normalidad. Hera no la castiga por distraerla mientras Zeus está con sus amantes; esa parte del mito no aparece en el manga. Lo que les impide estar juntos, en este caso, es el rechazo. Y creo que este elemento es, precisamente, el que hace que los dos amantes se conviertan en dos caras de la misma moneda: Eco se vuelve Narciso, Narciso se vuelve Eco, y comparten también ciertos roles.

Al principio, es el propio Narciso el que no recibe el amor de Eco y no al revés. ¿La causa? Su fealdad. El Narciso de Hideo Azuma no es un muchacho orgulloso desde el principio —no existe esa βρις inicial aquí—: lo único que ansía es que lo quieran. Pero Eco es superficial y solo se fija en las apariencias, así que se burla de él. En este sentido, los papeles del mito original se invierten.

© Hideo Azuma 2005.

Pero los personajes los recuperan a continuación. Cuando Pollon le otorga la belleza a Narciso, este no se contenta con rechazar únicamente a Eco, sino también al resto de muchachas. Ninguna se salva de su desprecio. Hideo Azuma acerca a su personaje al Narciso tradicional, con la misma soberbia, solo que la causa de esta es diferente: en el manga, es el deseo de venganza. Y Eco recibe un castigo, aunque no de la misma manera que la ninfa de la que nos habla Ovidio ni por la misma razón. Su orgullo la ha llevado a la desesperación, como le sucedía al Narciso del mito griego.

¿Y qué sucede con el Narciso de Azuma cuando se enamora de sí mismo? También se desespera, también se vuelve loco. Como comenté antes, se encuentra a punto de consumirse. Está muy solo, y esta vez ni siquiera hay una Eco que se compadezca de él. Sí, Pollon se encuentra a su lado e intenta ayudarlo, pero le preocupa más el hecho de ser ella misma la culpable de lo que le sucede al joven. Es cierto que no hay maldiciones ni un destino fatal, y Eros hizo que se enamorara de su reflejo para solucionar un problema, pero el sufrimiento de Narciso puede entenderse también como una suerte de castigo por todo lo que ha hecho.

Así, en una espiral de rechazo, soberbia y sufrimiento, los dos protagonistas de la historia se unen en cierto modo. No hay un único Narciso, sino dos, aunque no lleven el mismo nombre. Y me parece que eso es lo más interesante de la nueva lectura que Hideo Azuma hace del mito griego. Ambos personajes sirven para mostrar las consecuencias que conlleva dejarse cautivar por las apariencias, sin conocer al otro con mayor profundidad.

 

Con esto termino la entrada de hoy. 😊 ¡Espero que os haya gustado! Por desgracia, Olympus no Pollon no está publicado en español, pero, si os manejáis en italiano, podéis leer la edición italiana, que es la que tengo yo. Dicho esto, os espero dentro de unos días con la última reseña del mes. ¡Hasta entonces!

Bibliografía

Como siempre, aquí tenéis la lista de referencias que me han servido para elaborar la entrada. 😊

Grimal, Pierre (1981). Diccionario de mitología griega y romana (trad. de Francisco Payarols), Barcelona: Paidós.

 


2 comentarios:

  1. Es una lástima que la obra no se haya publicado por estos lares, porque la manera en la que Hideo Azuma traslada el mito que nos ocupa, reconstruyéndolo a través del humor, tiene muchísimo mérito y es una buena manera de acercarlo a todo tipo de lectores.

    Un saludo y muy buen texto ^^

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    1. Tenéis toda la razón del mundo. ¡Ojalá alguna editorial se anime a traerlo! :)
      Muchísimas gracias por pasaros por aquí y por vuestras palabras. <3

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