jueves, 24 de junio de 2021

Manga y mundo clásico: el poder del dinero

Thermae Romae es un excelente ejemplo de lo que los mangakas pueden hacer con la cultura grecolatina. Su autora, Mari Yamazaki, traslada a sus viñetas la vida en la antigua Roma con bastante exactitud y, sobre todo, mucho cariño por un pasado lejanísimo y ajeno, en cierto modo, a su país natal. Las aventuras del arquitecto de termas Lucius Modestus se han convertido en un vínculo entre Oriente y Occidente, en un manifiesto que defiende la posibilidad —y necesidad— de entendimiento entre quienes son distintos, ya que, pese a sus diferencias, pueden encontrar ciertos puntos en común. De todo ello os hablé el verano pasado.

Hay mucho que decir sobre Thermae Romae. Y es que en sus páginas se nota la ingente labor de documentación que llevó a cabo Mari Yamazaki, su deseo por empaparse de la cultura latina para hacerla llegar a sus lectores con fidelidad. No solo leyó libros y artículos sobre los temas que le interesaban: también se acercó a la literatura de nuestros clásicos y le dio una nueva vida con sus plumillas de dibujo. Creo que así se ve en los capítulos 15-17 del manga, en los que, desde mi punto de vista, el Satiricón, la célebre novela de Petronio, se integra perfectamente en la trama. De eso quiero hablaros en la entrada de hoy. 😊

Los excesos de un liberto: el banquete de Trimalción

Ilustración del banquete de Trimalción,
de Georges-Antoine Rochegrosse
(1859-1938).

Antes de empezar con Thermae Romae, permitidme que os cuente un poco sobre el Satiricón, una de las dos únicas novelas latinas que nos han llegado. Se trata de una obra muy problemática, llena de obstáculos para los estudiosos. ¿La razón? En primer lugar, sabemos muy poco de su autor, Petronio, aunque muchos lo han identificado con un personaje del que nos habla Tácito, uno de los grandes historiadores romanos, en sus Anales. Por otro lado, nos ha llegado incompleta: de ella solo se conservan una serie de fragmentos que es difícil insertar en un conjunto más amplio. ¿Cuál fue la intención del autor al escribirla? ¿Qué temas quería tratar? ¿Qué papel tienen los textos con los que contamos en la totalidad de la novela? Son muchas las preguntas, pero, por desgracia, no hay respuestas seguras. 

Si hay algo por lo que es conocido el Satiricón es por uno de esos fragmentos que nos han llegado: el de la cena de Trimalción. Es, sin lugar a dudas, el pasaje más famoso de la novela, y también el más extenso. En él, los protagonistas, Encolpio y sus compañeros, son invitados a casa de Trimalción, un liberto que ha logrado rodearse de lujos. Todo el pasaje nos da una idea muy clara de la gran cantidad de riquezas que posee el personaje: una decoración suntuosa, unos platos de impresión, un ambiente fastuoso. Eso sí, todo resulta ridículo y exagerado. Es en este pasaje en el que nos vamos a fijar a partir de aquí.

Lucius y Trimalción se encuentran: el increíble encargo de Samani

¿Y dónde veo el Satiricón en la obra de Mari Yamazaki? En unos personajes para los que, en mi opinión, Trimalción sirve de modelo. En la explicación que acompaña a los capítulos 15-17 de su manga, nuestra autora comenta que lo que le llamó la atención del Satiricón era, precisamente, la figura del liberto que, tras alcanzar su libertad, adquiría una gran riqueza. Y había una razón muy simple: Yamazaki señala que, pese a sus logros, la sociedad romana no podía aceptar entre los suyos a quien había vivido en un régimen de esclavitud. Creo que esta idea es importante para entender cómo son los personajes de Thermae Romae de los que voy a hablaros ahora y cómo los trata la mangaka.

© Mari Yamazaki 2011.
Antes de pasar al análisis, voy a poneros en contexto. En los capítulos 15-17 del manga, un amigo de Lucius le pide por favor que diseñe unas termas para los sacerdotes augustales, encargados del culto al emperador, ya que ellos mismos lo han solicitado. Él, sin embargo, no parece muy contento con la propuesta y se reafirma en su opinión cuando acude a la casa de uno de ellos, Samani. Tanto su actitud como la ostentación de la que hace gala no concuerdan con la forma de pensar del arquitecto. Mientras atiende a su futuro cliente, Lucius cae en un estanque… y se traslada a Japón para vivir una experiencia muy similar a la que estaba sufriendo en Roma, con otro rico y otro proyecto descabellado.

Como vemos, el contexto en el que ocurre la acción no es el mismo que el de la obra de Petronio. No hay una cena excesiva, llena de platos lujosos y momentos de caricatura. Sin embargo, veo a Trimalción muy presente en Samani: son muchas las cosas que comparten. Para empezar, su condición de sacerdotes augustales. En el Satiricón, cuando los personajes acuden a casa del liberto, ven en la puerta de su casa una inscripción que reza: «G. POMPEIO TRIMALCHIONI SEVIRO AVGVSTALI CINNAMVS DISPENSATOR» («A Gayo Pompeyo Trimalción, sevir augustal; su administrador Cinamo», Petron. Sat. 30). Hay una similar en la casa de Samani, aunque no se refiere en exclusiva al personaje, sino a los augustales en general.

© Mari Yamazaki 2011.
Pero hay más. Aparte de su condición de sacerdotes, Trimalción y Samani se parecen en su aspecto físico. Petronio describe al primero de la siguiente forma:

 

[…] errare coepimus immo iocari magis et circulis ludentem accedere, cum subito videmus senem calvum, tunica vestitum

russea, inter pueros capillatos ludentem pila.

 

(Petron. Sat. 27).

 

 

Empezamos a pasear, más bien a divertirnos y acercarnos a los que jugaban en corro, cuando de repente vemos a un viejo calvo, vestido con una túnica rojiza, que jugaba a la pelota entre unos muchachos de pelo largo.

 

No contento con eso, el autor del Satiricón incide más tarde en que la apariencia de Trimalción es repulsiva, en que su voz es chirriante. Una descripción así no genera ninguna simpatía en el lector, y tampoco el lujo excesivo con el que se viste. Así se ve en el siguiente pasaje:

 

In his eramus lautitiis, cum ipse Trimalchio ad symphoniam allatus est positusque inter cervicalia minutissima expressit imprudentibus risum. Pallio enim coccineo adrasum excluserat caput circaque oneratas veste cervices laticlaviam immiserat mappam fimbriis hinc atque illinc pendentibus. Habebat etiam in minimo digito sinistrae manus anulum grandem subauratum, extremo vero articulo digiti sequentis minorem, ut mihi videbatur, totum aureum, sed plane ferreis veluti stellis ferruminatum. Et ne has tantum ostenderet divitias, dextrum nudavit lacertum armilla aurea cultum et eboreo circulo lamina splendente conexo.

 

(Petron. Sat., 32).

 

 

Estábamos en medio de esta opulencia cuando el propio Trimalción fue traído con un acompañamiento de música y colocado entre cojincitos muy pequeños, lo que nos provocó la risa, pues estábamos desprevenidos. Del manto escarlata surgía una cabeza rapada y alrededor del cuello, oprimido por la ropa, llevaba una servilleta adornada con una franja púrpura y flecos que colgaban de aquí y de allá. Tenía también en el dedo meñique de la mano izquierda un anillo grande, ligeramente dorado, y en la última juntura del dedo siguiente uno más pequeño, según me pareció, entero de oro, pero claramente con incrustaciones de hierro, como si fueran estrellas. Y, para no exhibir solo estas riquezas, se desnudó el brazo derecho, adornado con un brazalete de oro y un aro de marfil abrochado con una placa de esmalte.

 

Samani, el personaje de Mari Yamazaki, comparte muchos de estos rasgos: una calvicie bastante avanzada, verrugas, un rostro arrugado… Y, por supuesto, una vestimenta bastante lujosa, aunque no tan exagerada como la de Trimalción: túnica de buena factura, anillos y un colgante. De todas formas, y pese a que tienen ciertas características en común, Samani no resulta en ningún momento tan ridículo como el personaje de Petronio. No es un personaje agradable, pero la autora de Thermae Romae se muestra más benévola que Petronio. Volveré sobre esto más adelante.

© Mari Yamazaki 2011.

La segunda característica que comparten Trimalción y Samani es su afán de ostentación. ¿Qué ocurre cuando los invitados del primero entran en su casa para disfrutar del banquete que les ha preparado? Que se quedan sin habla, y no es para menos. Solo hay que fijarse en la decoración de la vivienda para entender su sorpresa.

 

[…] ego autem collecto spiritu non destiti totum parietem persequi. Erat autem venalicium cum titulis pictum, et ipse Trimalchio capillatus caduceum tenebat Minervaque ducente Romam intrabat. Hinc quemadmodum ratiocinari didicisset, denique dispensator factus esset, omnia diligenter curiosus pictor cum inscriptione reddiderat. […] Praeterea grande armarium in angulo vidi, in cuius aedicula erant Lares argentei positi Venerisque signum marmoreum et pyxis aurea non pusilla, in quo barbam ipsius conditam esse dicebant.

 

(Petron. Sat. 29).

 

 

Pero yo, tras recobrar el aliento, no deseché la oportunidad de continuar admirando el muro completo. Había un mercado de esclavos, pintado con sus rótulos; el propio Trimalción, con mucho cabello, sostenía en las manos un caduceo y, guiándolo Minerva, entraba en Roma. A partir de ahí, cómo había aprendido a calcular; después, cómo se había hecho administrador: todo lo había reproducido con celo un minucioso pintor, con sus inscripciones correspondientes. […] Además, vi en una esquina un gran armario, en cuya hornacina había colocados unos lares de plata y una estatua de mármol de Venus y una cajita de oro no muy pequeña en la que decían que estaba guardada la primera barba del señor.

 

Por no hablar de la cantidad de manjares que Trimalción sirve a lo largo del pasaje. El lujo en el que vive, los platos que ha encargado y las continuas alusiones que hace a sus bienes dejan bastante clara su condición de hombre rico. Eso sí, ese lujo excesivo, lejos de resultar admirable o despertar la envidia, termina mostrándose como algo completamente ridículo. Y algo similar sentimos, como lectores, cuando Mari Yamazaki nos muestra el interior de la vivienda de Samani. Lucius nos pone en antecedentes cuando afirma que el dueño de la casa tiene muy mal gusto. Lo que nos espera a continuación son estancias amplísimas repletas de estatuas, animales exóticos, jarrones, columnas y esclavos, todo muy brillante —¡hasta las onomatopeyas que utiliza Mari Yamazaki en sus viñetas aluden a ese resplandor!—. Pero la cosa no acaba ahí: Samani tiene un vivero de salmonetes carísimos y, además, quiere construir unas termas completamente doradas. Lucius no se ríe, como sucede con los invitados de Trimalción en varias ocasiones: su actitud, por encima de todo, le parece despreciable.

© Mari Yamazaki 2011.
Pero este afán de ostentación no se limita a los bienes materiales, también afecta a los conocimientos, a la cultura. Petronio nos muestra a un Trimalción obsesionado por demostrar que es un erudito. Sus intentos salen bastante mal, eso sí. Por ejemplo, en el siguiente pasaje, cuando habla de los bronces de Corinto, confunde la conquista de Troya y la de Corinto, separadas por varios siglos. El liberto tampoco acierta con los personajes que participaron en ellas.

 

«Et forsitan» inquit «quaeris, quare solus Corinthea vera possideam: quia scilicet aerarius, a quo emo, Corinthus vocatur. Quid est autem Corintheum, nisi quis Corinthum habet? Et ne me putetis nesapium esse, valde bene scio, unde primum Corinthea nata sint. Cum Ilium captum est, Hannibal, homo vafer et magnus stelio, omnes statuas aeneas et aureas et argenteas in unum rogum congessit et eas incendit; factae sunt in unum aera miscellanea. […]».

 

(Petron. Sat. 50).

 

 

Dijo: «y tal vez te preguntes por qué soy el único que tiene auténticos corintios. Está claro: porque el broncista al que se los compro se llama Corinto. ¿Y qué es verdaderamente corintio, sino el que tiene a Corinto? Y no penséis que soy un ignorante, sé muy bien de dónde surgieron los primeros bronces corintios. Cuando Troya fue conquistada, Aníbal, un individuo astuto y lagartón, reunió todas las estatuas de bronce, oro y plata en una hoguera y les prendió fuego; se volvieron una única masa de bronce».

 

© Mari Yamazaki 2011.

Lo único que logra Trimalción es ponerse en evidencia. Samani es igual de ignorante o incluso más, aunque ni siquiera hace un esfuerzo por ocultarlo: afirma sin tapujos que no sabe leer ni escribir, por lo que ha sido un esclavo suyo quien ha dibujado los planos de las termas que le muestra a Lucius.

El último aspecto en el que nos vamos a detener es la falta de generosidad, tanto de Trimalción como de Samani. El primero agasaja a sus invitados, les ofrece todo el vino y comida que puede: así demuestra que ha alcanzado una posición bastante alta. Se comporta de esta forma con aquellos a quienes puede considerar de su misma posición. ¿Qué sucede, sin embargo, con sus esclavos? Bueno… Creo que basta la inscripción que hay en la puerta de su casa para que os hagáis una idea: «QVISQVIS SERVVS SINE DOMINICO IVSSV FORAS EXIERIT ACCIPIET PLAGAS CENTVM» («todo siervo que salga fuera sin que su señor lo ordene recibirá cien golpes», Petron. Sat. 28). Son muchos los ejemplos de la crueldad de Trimalción. Aquí, por ejemplo, vemos cómo castiga a uno de sus esclavos:

 

Ceterum inter tumultum cum forte paropsis excidisset et puer iacentem sustulisset, animadvertit Trimalchio colaphisque obiurgari puerum ac proicere rursus paropsidem iussit.

 

(Petron. Sat. 34).

 

 

Pero en el tumulto por casualidad se cayó un plato de postre y un esclavo lo recogió del suelo. Se dio cuenta Trimalción y ordenó que se castigara al esclavo con golpes y que de nuevo se arrojara el plato al suelo.

 

Y aquí lo que piensa de quienes tienen la misma posición que él tuvo en el pasado:

 

Laudatus propter elegantias dominus «Aequum» inquit «Mars amat. Itaque iussi suam cuique mensam assignari. Obiter et putidissimi servi minorem nobis aestum frequentia sua facient».

 

(Petron. Sat. 34).

 

 

Alabado el señor por estos detalles de buen gusto, dijo: «Marte ama la igualdad. Por ello ordené que a cada uno se le asignara su propia mesa. De paso, esos esclavos fétidos, al no estar tan amontonados, nos darán menos calor».

 

© Mari Yamazaki 2011.

Para Trimalción, los esclavos no son sus iguales, ya no. Han pasado a convertirse en seres inferiores. Algo similar ocurre en el caso de Samani. Es cierto que no vemos cómo trata a sus esclavos, pero sí cuál es su actitud con los pobres. Mientras sueña con unas termas doradas que quiere ofrecer al pueblo, les da pan duro a los más necesitados. Contradictorio, ¿verdad? Además, se muestra especialmente generoso con Lucius, un ciudadano que cuenta con el favor del emperador: le promete pagarle mucho más que este si se convierte en el arquitecto oficial de los augustales.

Trimalción en el país del sol naciente

Pero Trimalción no solo sirve como modelo para Samani. En Thermae Romae, pasado y presente están siempre conectados, y los capítulos 15-17 no podían ser una excepción. Así que, cuando Lucius se traslada a Japón en uno de sus viajes a través del tiempo, se encuentra con un personaje tan irritante como Samani: un nuevo rico que, al igual que su cliente, pone a prueba sus nervios. Y, además, tiene un proyecto desmesurado entre manos. Su deseo es construir unas termas a la romana o, más bien, de acuerdo con la concepción que él mismo tiene sobre la antigua Roma.

© Mari Yamazaki 2011.

En el nuevo rico japonés se repiten todos esos rasgos que Trimalción y Samani comparten. Para empezar, su afán de ostentación, que se aprecia en su ropa, en su reloj de marca, en la cadena que cuelga de su cuello… y en su proyecto, por supuesto: en sus termas soñadas tiene que haber oro por todas partes y estatuas de diosas exuberantes, aunque su arquitecto le advierta que las termas de la Antigüedad no eran así. Por otro lado, al igual que Samani, tiene un estanque de carpas, a cuál más cara.

En segundo lugar, Trimalción, Samani y el nuevo rico comparten el aspecto físico. Los tres están calvos y han dejado atrás la juventud. Acabo de hablaros, además, de su ropa y sus complementos. Por otro lado, son igual de ignorantes. En el caso del nuevo rico japonés, como os he contado, no tiene ni la más remota idea de cómo eran las termas romanas, y tampoco le interesa. Lo único que busca es cumplir con sus objetivos, cueste lo que cueste.

¿Y qué decir de los subordinados? El nuevo rico japonés no tiene esclavos a los que maltratar, claro está, pero sí trabajadores a sus órdenes que deben hacer realidad su sueño. Por ejemplo, el joven arquitecto que trata de explicarle lo alejado que está su proyecto de la Antigüedad clásica. El nuevo rico se limita a gritarle, a rechazar sus propuestas sin siquiera escucharlo. No lo trata nada bien y le reprocha todas sus ideas, aunque al final tanto estas como las que Lucius le da cuando viaja al presente son las que terminan triunfando.

© Mari Yamazaki 2011.

Así, una vez más, Mari Yamazaki se las arregla para unir pasado y presente, Roma y Japón. Trimalción, Samani y el nuevo rico demuestran que no importan ni la época ni la cultura: hay una serie de modelos de conducta que se repiten. Eso sí, como ya he apuntado antes, hay una diferencia con respecto al Satiricón: mientras que el liberto de Petronio es siempre ridículo y se lo representa con desprecio, Yamazaki dibuja a Samani y su homólogo nipón de una manera mucho más amable. Pese a sus ideales y a su comportamiento inicial, ambos terminan aceptando los consejos de sus respectivos arquitectos y abandonan, al menos en lo que a sus proyectos concierne, ese ideal de ostentación por el que se regían. Al final, todos podemos cambiar, aunque sea un poco.

 

¡Y con esto termino la entrada de hoy! Espero que os haya gustado. 😊 Disculpad el retraso en publicar, he tenido un mes bastante ocupado. 😅 Dicho esto, os espero dentro de unos días, antes de que termine junio, con una nueva reseña. ¡Hasta entonces!


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