Hace ya
un tiempo que Norma anunció la licencia de un manga que me llamó mucho la
atención por su trasfondo: Im. El sumo sacerdote Imhotep. Sinceramente,
cuando dijeron que iban a publicarlo, no lo conocía, pero decidí leerlo por
curiosidad. La premisa me pareció interesante: el sacerdote egipcio Imhotep
volvía a la vida miles de años después… y en el Tokio actual. Ya he dicho
muchas veces lo mucho que me maravilla la capacidad que tienen los mangakas
para reinterpretar otras culturas e insertarlas en su realidad.
Porque
eso es Im. Un manga de acción y comedia en el que el antiguo Egipto y el
país del sol naciente se entremezclan. La historia comienza con Hinome, una
estudiante a la que sus compañeros marginan porque, según dicen, es víctima de
una maldición. Y es que a la pobre le sucede una cosa extrañísima —y bastante
peligrosa— desde hace mucho tiempo: cuando habla, de sus labios salen llamas.
Un día, por casualidad, se encuentra con un muchacho muy particular que resulta
ser Imhotep, el famoso sacerdote egipcio, quien fue sellado en el pasado como
castigo. Sin embargo, ha regresado con una misión importantísima: acabar con
los magai, imitaciones de los dioses que provocan terribles catástrofes…
e incluso poseen a los seres humanos. A partir de entonces, la vida de Hinome
cambia por completo, ya que se verá envuelta en los asuntos de Im y en un
pasado que todavía lo persigue.
© Makoto Morishita 2015. |
Es
cierto que Im. El sumo sacerdote Imhotep tiene un planteamiento típico
de este tipo de mangas, con elementos bastante reconocibles, pero creo que
Makoto Morishita consigue hacerlos suyos para contarnos una historia muy
disfrutable sobre la amistad y la necesidad de enmendar nuestros errores a fin
de sentirnos en paz y seguir adelante. A mí, por lo menos, ha terminado
gustándome bastante. Pero en esta entrada no quiero contaros por qué, sino
hablaros de uno de los elementos que aparecen en Im y que tiene que ver,
en parte, con el mundo grecolatino: la damnatio memoriae, la condena de
la memoria. Si bien es cierto que es célebre, sobre todo, por su aplicación en
el mundo romano, son varias las civilizaciones antiguas que la tienen en común.
Por eso la entrada de hoy va a ser un poco especial: no solo voy a centrarme en
Grecia y Roma —sobre las que haré algunos apuntes—, sino también en Egipto. 😊 Aunque Im
tenga como base la civilización egipcia y la mayoría de los elementos se
vinculen con ella, la damnatio memoriae fue muy importante en el mundo
romano, de ahí que haya decidido incluir el artículo en la sección de «Manga y mundo clásico».
Antes de
empezar, una advertencia: hay spoilers de la trama. Para
tratar el tema de hoy, quiero hablar del manga en su conjunto, así que, si
tenéis intención de leer Im y no queréis que os destripe nada, podéis
volver cuando lo hayáis terminado. Dicho esto, ¡vamos allá! 😊
Reescribir
la memoria
Tondo con la familia de Septimio Severo. Su hijo, Geta, tiene la cara borrada por una damnatio memoriae. © Antikensammlung der Staatlichen Museen zu Berlin - Preußischer Kulturbesitz. Fotografía de Johannes Laurentius. |
Lo
primero de todo, vamos a ver brevemente qué es la damnatio memoriae. Y
digo brevemente porque se trata de un fenómeno bastante complejo. Esta locución
latina —que, sin embargo, no se encuentra como tal en las fuentes clásicas,
sino que se acuñó en el siglo XVII— suele utilizarse para aludir a un tipo de
castigo impuesto en la sociedad romana, especialmente en época imperial,
mediante el que se condenaba la memoria de un ciudadano y se lo relegaba al
olvido, de modo que su recuerdo no trascendía la muerte. Las autoridades
llevaban a cabo un juicio tras la muerte de un personaje relevante y, en
función de lo que hubiera hecho en vida, podía ser condenado a la damnatio memoriae.
Algunos estudiosos sostienen que estas prácticas fueron adoptadas por los
romanos a partir de la Grecia helenística, complicada desde un punto de vista
político. Los reyes helenísticos recibían honores y culto por parte de sus
súbditos, pero en ocasiones estos podían ser revocados, por distintas razones y
de diferentes formas. Dichos procesos a veces conllevaban la destrucción de sus
estatuas, la eliminación de su nombre en determinadas listas… Tenemos un
ejemplo en Filipo V de Macedonia, a quien los atenienses le impusieron una
suerte de damnatio memoriae durante la segunda guerra macedónica: se
decretó que se destruyeran sus estatuas, retratos e inscripciones —también las
de sus ancestros—, se revocaron fiestas y rituales establecidos en su honor y
se decretó que se pronunciasen maldiciones contra él cada vez que los sacerdotes
hicieran plegarias por Atenas y sus ciudadanos. Así nos lo cuenta Tito Livio en
Ab urbe condita.
Estatua de Domiciano. |
Los
orígenes de la damnatio memoriae romana suelen ubicarse a finales del
periodo republicano. Entonces, era especialmente importante para alguien
dedicado a la política terminar su carrera con el reconocimiento oficial de sus
gestae —los
hechos memorables que había llevado a cabo—, así
como su permanencia en la memoria colectiva. ¿Qué sucedía, entonces, con aquellos
a quienes se había considerado, por diferentes razones, enemigos del Estado?
Que, como he mencionado, se los podía condenar al olvido mediante diferentes
procesos, muy variados, a los que suele aludirse en los textos jurídicos con
expresiones como memoria damnata. A esta condena se asociaban dos clases
de crímenes político: la perduellio, por llevar a cabo una acción
concreta contra el Estado, y los de maiestate, por mostrar negligencia o
no ejercer adecuadamente las funciones públicas, así como por atentar contra el
mos maiorum —las tradiciones ancestrales que debían seguirse para un buen
comportamiento— o la piedad que se debía a los dioses. En el primer caso, se condenaba
al criminal a muerte y, con frecuencia, se llevaban a cabo procesos de condena
de la memoria; en el segundo, se solía castigar con el destierro y, de vez en
cuando, con el olvido, aunque no siempre ni de forma obligatoria. Durante el
principado, se consideraba que ambos tipos de delitos eran una ofensa contra el
princeps y los suyos, por lo que terminaron identificándose.
A lo
largo del tiempo, los procesos de condena de la memoria fueron transformándose.
En una primera fase, todavía en época republicana, era habitual que las
sanciones se relacionaran con el ámbito privado y la condena se entendiera en
este sentido. Las penas eran muy variadas —demolición de viviendas, destrucción
de inscripciones y estatuas, eliminación de menciones públicas, prohibición de
que sus descendientes llevaran su nombre…— y se aplicaron de formas bastante
diversas. Fue durante el principado cuando los procesos de damnatio memoriae
adquirieron una serie de características que perduraron, casi sin
modificación, varios siglos y cuando empezaron a llevarse a cabo de forma más
generalizada.
Moneda acuñada para recordar el consulado de Sejano, con su nombre raspado. Como conspiró contra el emperador Tiberio, se le aplicó una damnatio memoriae. Fotografía de Classical Numismatic Group. |
La damnatio
memoriae afectó a muchos personajes importantes desde el punto de vista
político e histórico, como Marco Antonio, el cónsul Cneo Calpurnio Pisón o el
poeta Cornelio Galo. Varios emperadores y miembros de la familia imperial —mujeres
incluidas— sufrieron procesos de este tipo: Nerón, Domiciano, Heliogábalo… Durante
el principado fue un mecanismo bastante utilizado para afianzar el poder. Se
perseguía a los enemigos políticos del princeps o a personas a las que
se veía como una amenaza, se juzgaba a determinados personajes según los
intereses políticos… Hubo condenas tanto justas como injustas. Algunas de
ellas, con el tiempo, fueron revocadas y a los afectados se les restituyeron
ciertos honores.
Esfinge de Hatshepsut. |
Sin
embargo, como ya he mencionado, los romanos no fueron los únicos en intentar
borrar el recuerdo de aquellos a quienes consideraban enemigos. Y tampoco los
primeros. Se tiene constancia de que otras civilizaciones, como la babilonia o
la persa, aplicaban castigos semejantes. También en el antiguo Egipto, mucho
antes de que los romanos llevaran a cabo sus propios procesos de damnatio
memoriae, hubo varios ejemplos, de ahí que se emplee esta expresión para
hacer referencia a este tipo de condenas. ¿Os suena la reina Hatshepsut? Tanto
ella como Senenmut, uno de sus grandes apoyos, fueron castigados con el olvido,
bien por sus pretensiones políticas, bien para que, al eliminar sus nombres de
los registros y destruir sus imágenes, el faraón Tutmosis III pudiera
legitimarse en el trono. Otro caso muy célebre es el de Akhenatón, el conocido
como faraón hereje, quien, durante su reinado, terminó instaurando el culto a
Atón como única y suprema divinidad del panteón egipcio, cambiando por completo
la religión tradicional. Los conflictos con los sacerdotes y el pueblo, que no
había abandonado sus creencias, hicieron que, a su muerte, el faraón fuera
condenado a una damnatio memoriae: su nombre, sus imágenes… En Egipto
era también una condena terrible, ya que la eliminación del nombre, fundamental
para el ser humano —pues contenía parte de su esencia—, suponía la negación de
la existencia y la imposibilidad de tener una vida en el otro mundo.
Hechizos
para borrar el recuerdo
© Makoto Morishita 2015. |
¿Y cómo
aparece la damnatio memoriae en Im? Pues bien, no se trata de un
mecanismo de índole política, sino de magia. La damnatio imaginada por
Makoto Morishita para su historia es, en realidad, un poderoso conjuro
prohibido que el dios Thot grabó en un megalito al que solo sus sacerdotes
pueden acceder: está protegido en su templo. Desde el principio, se nos dice
que es un hechizo terrible, cuya fuerza mágica puede eliminar los recuerdos
para siempre. Su utilización suele traer consecuencias nefastas, de ahí que Im,
una vez ha regresado al presente, se niegue a utilizarlo… otra vez. Porque el
poder de la damnatio memoriae se desata varias veces a lo largo de la
historia, a veces con resultados que atormentan al protagonista durante siglos.
La
primera vez sucede, precisamente, en el pasado, en Egipto. Imhotep era un
muchacho solitario, pero terminó haciéndose amigo, contra todo pronóstico, de
Zoser, el hijo del faraón. Sin embargo, un destino terrible le aguardaba: había
nacido para ser sacrificado y, de esa forma, contener el miasma del infierno,
surgido a partir de las almas de los condenados. Im quiso salvar a su amigo
utilizando el conjuro prohibido de la damnatio memoriae: si lograba
eliminar dichas impurezas por su cuenta, Zoser podría vivir. Sin embargo, las
cosas no salieron bien y el hechizo provocó una catástrofe horrible. Entre
otras cosas, aparecieron los magai, los trasuntos de los dioses que he
mencionado al principio. Imhotep se vio obligado a acabar con su amigo y fue
sellado durante miles de años, ya que se lo consideró el principal culpable del
desastre.
© Makoto Morishita 2015. |
Por eso,
cuando los sacerdotes de Amón, en el presente, le piden a Im que elimine
definitivamente a Zoser con la damnatio memoriae, este se muestra tan
reticente. Son muchos los recuerdos desagradables y la culpa todavía le pesa.
Por otro lado, no quiere eliminar de nuevo a su amigo, por mucho que haya
regresado y esté causando problemas. Está seguro de que hay otras formas de vencerlo
en vez de utilizar una magia tan terrible.
Y es que
la damnatio memoriae se nos presenta en el manga como un mecanismo mucho
más negativo y destructivo que el que se empleó en la Antigüedad, ya sea en
Roma o en Egipto. La condena de la memoria, como acabamos de ver, tenía
consecuencias para aquel a quien se le aplicaba y, en su caso, para su familia
o seguidores. Sin embargo, en el manga de Makoto Morishita se emplea para
borrar cualquier tipo de elemento, no simplemente el nombre y los hechos
relacionados con una persona, de ahí que sus consecuencias tengan un mayor
alcance. De hecho, cuando Im la utiliza por primera vez provoca la muerte de
cientos de personas, además del surgimiento de los magai, que siguen
prolongando la desgracia durante milenios: con su poder, pueden causar todo
tipo de males en el futuro. Es la población general la que se transforma en
víctima de la damnatio memoriae. Cuando
Jonsu, uno de los superiores de los sacerdotes de Amón, propone la magia como
método para acabar con Zoser, tenemos una utilización de la damnatio
memoriae contra una persona concreta, no contra una impureza o unos recuerdos
generales, pero no se trata solo de un castigo personal por sus actos: se busca
evitar un mal mayor.
© Makoto Morishita 2015. |
Por otra
parte, el hechizo escrito por Thot en el megalito es también un mecanismo que
los dioses tienen en su poder para reiniciar el mundo si su devenir se tuerce
demasiado. En ese sentido, la damnatio memoriae supone la destrucción de
la realidad tal como Im y sus amigos la conocen. No suena demasiado bien,
¿verdad? Esta condena de la memoria es bastante más radical que la original, aunque también pretendiera hacer como si ciertas personas y hechos no hubieran existido.
Un
resquicio de esperanza
Sin
embargo, ¿es tan terrible la damnatio memoriae como Im afirma? En parte
sí, como acabamos de ver. Pero en ocasiones ese borrado puede servir como
solución a los problemas y restaurar cierto orden universal. Así se ve, por
ejemplo, en la recta final del manga, cuando Zoser le desvela a Im su secreto y
desata el caos en la sede central de los sacerdotes de Amón, en Egipto. Cuando
todos sus habitantes empiezan a transformarse en magai, la única solución
es, precisamente, la magia prohibida de Thot: el borrado permite que toda la
gente regrese a la normalidad. Eso sí, esta vez no es Imhotep el que invoca el
poder solo; es el propio dios quien pronuncia el conjuro. Y quizás por eso no
tiene consecuencias nefastas. No es un humano débil el que emplea una magia que
supera sus fuerzas y desata el caos: la divinidad está detrás —esto me recuerda, salvando bastante
las distancias, a la hýbris griega, a esos humanos que pretendían
compararse con los dioses y superar los límites impuestos por ellos para
recibir un castigo a cambio. Son muchos los ejemplos que tenemos en la
mitología. Parece como si Imhotep, al emplear un hechizo tabú tan complejo él
solo, hubiera recibido un escarmiento—.
© Makoto Morishita 2015. |
Y es también la damnatio memoriae
la que permite que todos tengan una nueva oportunidad al final del manga. Sin
embargo, no son los dioses quienes deciden cómo ha de reconstruirse el mundo.
Para alcanzar el equilibrio y la felicidad, se precisa que intervengan dos
partes, la divina y la humana, Thot e Imhotep, juntos. La colaboración entre
ambas esferas es la que permite que, al final, esa magia tan terrible se
convierta en esperanza. Ni los mortales pretenden utilizar por su cuenta una
herramienta demasiado poderosa ni los inmortales toman decisiones unilaterales.
Así, la damnatio memoriae es una
moneda de dos caras. Tiene un lado devastador, pero también uno más luminoso y
positivo, ya que puede beneficiar a toda la humanidad. Esa es otra de las
diferencias que se ven con respecto a la condena de la memoria antigua, tan demoledora
para aquel a quien se le aplicaba.
Con
esto, termino la entrada de hoy. 😊 ¡Espero que os haya gustado! Si os interesa
la cultura egipcia estoy segura de que disfrutaréis de Im. El sumo sacerdote
Imhotep. Por mi parte, os espero la semana que viene con una nueva reseña.
¡Hasta entonces! ¡Espero que estéis pasando un buen verano!
Bibliografía
Como siempre, os dejo una lista de las referencias que me han servido para escribir mi entrada. En este post, solo ofrezco una visión muy general de la damnatio memoriae; si queréis saber más, en estos libros y artículos podéis encontrar muchos más datos y nuevas referencias bibliográficas para seguir ampliando información. 😊 Si clicáis en las imágenes, podéis acceder a su fuente.
Benoist, Stéphane
(2003). “Martelage et damnatio memoriae: une introduction”, Cahiers
du Centre Gustave Glotz, 14, 231-240.
Bujanda Viloria, Sharif
(2016). “El ‘complot del harén’: damnatio memoriae y el tabú de la
sangre derramada en el reino nuevo egipcio”, Antesteria: debates de Historia
Antigua, 5, 5-13.
Castel Ronda, Elisa (1999).
Egipto. Signos y símbolos de lo sagrado, Madrid: Alderabán.
Crespo Pérez, Carlos
(2014). La condenación al olvido (damnatio memoriae). La deshonra
pública tras la muerte en la política romana (siglos I-IV d.C.), Madrid:
Signifer.
Flower, Harriet
I. (2006). The art of forgetting. Disgrace and oblivion in Roman political
culture, Chapel Hill: The University of North Caroline Press.
Galán, José
Manuel (2004). “El paso del tiempo y el recuerdo del pasado en el antiguo
Egipto”, Disparidades. Revista de Antropología, 59(1), 37-55.
No hay comentarios:
Publicar un comentario