viernes, 4 de marzo de 2022

Manga y mundo clásico: un enigma mortal

Cuando era pequeña, una de mis películas favoritas era Unico. No importaba las veces que la viera: siempre la disfrutaba y me emocionaba con las aventuras del pequeño unicornio creado por Osamu Tezuka. Por aquel entonces, yo no sabía quién era el dios del manga y tampoco tenía ni idea de que, en origen, esos dibujos animados habían sido un cómic japonés. Por supuesto, en cuanto lo descubrí me faltó tiempo para comprarlo —en una edición extranjera, claro: desgraciadamente, aún no lo tenemos publicado en español— y sumergirme de lleno en el mundo fantástico que Unico recorría en compañía de decenas de personajes a los que era muy fácil cogerles cariño.

Pero, aparte de ser uno de mis títulos preferidos de Tezuka, Unico está en el blog por otra razón: en él hay presencia de la Antigüedad clásica, tanto en el marco narrativo que utiliza el autor como en alguno de los episodios autoconclusivos que inserta en él. Para quienes no lo sepáis, la historia trata sobre Unico, un adorable y bondadoso unicornio que una muchacha, Psique, tiene como mascota. Vive feliz con él hasta que cierto día la diosa Venus, celosa de la belleza de la joven y de su animalito, decide arrebatárselo y condenarlo a vagar eternamente por el espacio y el tiempo, siempre solo, sin permitirle estrechar lazos con nadie. Así, Unico empieza a viajar por diferentes lugares y épocas, pero, en cuanto empieza a hacer nuevos amigos, Céfiro, el viento del oeste, aparece para llevárselo. La pobre criatura olvida de inmediato todo lo que ha vivido para trasladarse a un nuevo entorno, con nuevos personajes, y empezar de cero una vez más.

© Osamu Tezuka, 1976-1979, 2005

Son varios los elementos que hay que destacar en Unico. Hoy me voy a centrar precisamente en uno de los capítulos autoconclusivos, en el que Tezuka toma a la esfinge de la mitología clásica y la reinterpreta. Como siempre, una advertencia: aunque no hay spoilers del argumento general, pues se trata de un manga episódico con un marco narrativo cuyas historias tienen su propio principio y final, voy a hablar en profundidad del capítulo de la esfinge, que está dividido en dos partes bien diferenciadas. Si preferís acercaros a Unico sin saber nada sobre él, podéis volver más tarde. 😊 Dicho esto, ¡vamos allá!

Acertar o morir: la pregunta mortal de la esfinge

Seguro que conocéis a la esfinge. Es una de las criaturas más célebres de la mitología griega, sobre todo por el episodio que voy a comentar a continuación. Ya Hesíodo nos habla de ella en su Teogonía, en la que establece su linaje. De acuerdo con la obra, el monstruo habría nacido de la unión entre Equidna, mitad mujer y mitad serpiente, y Orto, el perro que guardaba los rebaños de Gerión, gigante de tres cabezas al que Hércules derrotó en uno de sus famosos doce trabajos:

 

δ ρα Φκ λον τέκε Καδμείοισιν [λεθρον

ρθ ποδμηθεσα Νεμειαόν τε λέοντα,

τόν ῥ᾽ ρη θρέψασα Δις κυδρ παράκοιτις

γουνοσιν κατένασσε Νεμείης, πμ [νθρώποις.

 

(Hes. Th. 326-329)

 

 

Esta parió a la funesta esfinge, ruina para los cadmeos, unida con Orto, y al león de Nemea, al que Hera, la ilustre esposa de Zeus, tras criarlo, envió a habitar las colinas de Nemea, desgracia para los hombres.

 

Por cierto, también fue Hércules quien acabó con la vida del hermano de la esfinge, el terrible león de Nemea. Pero eso es otra historia. Pese a que Hesíodo señala a Equidna y Orto como sus progenitores, en otras fuentes se le han adjudicado genealogías diferentes: algunos la consideraban hija de Tifón, un terrible monstruo que puso en problemas a los dioses olímpicos y que también había engendrado a la hidra de Lerna, como os conté aquí.

Edipo y la esfinge, de François-Xavier Fabre (ca. 1806-1080)

Apolodoro, en su Biblioteca, nos habla del aspecto que tenía la criatura: cabeza de mujer, cuerpo de león y alas de ave. Así nos la describe—¡fijaos que justo es uno de los que la relaciona con Tifón!—:

 

τούτου δ βασιλεύοντος ο μικρ συμφορ κατέσχε Θήβας. πεμψε γρ ρα Σφίγγα, μητρς μν χίδνης ν πατρς δ Τυφνος, εχε δ πρόσωπον μν γυναικός, στθος δ κα βάσιν κα ορν λέοντος κα πτέρυγας ρνιθος.

 

(Apollod. Bibliotheca. III, 5.8)

 

 

Reinando este, desgracias no insignificantes sometieron Tebas. Pues Hera envió a la esfinge, cuya madre era Equidna y cuyo padre era Tifón. Tenía rostro de mujer; pecho, patas y cola de león, y alas de pájaro.

Como os comentaba antes, la esfinge es conocida sobre todo por la historia de Edipo, el hombre que la derrotó. Tiempo antes de que eso sucediera, la diosa Hera la envió a Tebas como tormento para sus habitantes. Su rey, Layo, había cometido un acto imperdonable: durante su estancia en Olimpia, donde lo acogieron, raptó al hijo del monarca Pélope, Crisipo, porque se había encaprichado de él. Ese amor tan terrible provocó que Crisipo se quitara la vida, avergonzado, y que su padre maldijera a Layo.

Edipo y la esfinge
La esfinge martirizaba a los tebanos con un enigma que nadie sabía resolver. Así, día tras día, el monstruo devoraba a quienes se atrevían a acercarse y a los incautos que intentaban sin éxito responder a la pregunta que siempre planteaba y que seguro que conocéis:

 

μαθοσα δ ανιγμα παρ μουσν π τ Φίκιον ρος καθέζετο, κα τοτο προύτεινε Θηβαίοις. ν δ τ ανιγμα: τί στιν μίαν χον φωνν τετράπουν κα δίπουν κα τρίπουν γίνεται: χρησμο δ Θηβαίοις πάρχοντος τηνικατα παλλαγήσεσθαι τς Σφιγγς νίκα ν τ ανιγμα λύσωσι, συνιόντες ες τατ πολλάκις ζήτουν τί τ λεγόμενόν στιν, πε δ μ ερισκον, ρπάσασα να κατεβίβρωσκε.

 

(Apollod. Bibliotheca. III, 5.8)

 

 

Habiendo aprendido un enigma de las musas, en el monte Ficio se apostó y se lo exponía a los tebanos. El enigma era este: ¿qué criatura poseedora de voz llega a ser de cuatro pies, de dos pies y de tres pies? Como había un oráculo para los tebanos que decía que se liberarían de la esfinge cuando resolvieran el enigma, buscaban qué decir en muchas reuniones; puesto que no lo hallaban, tras apoderarse de uno de ellos, la esfinge lo devoraba.

Según otras versiones, proponía, además, otros enigmas cuya solución tampoco encontraban los tebanos. Por suerte para ellos, cierto día apareció un hombre que consiguió derrotar a la esfinge: Edipo. Había huido del que, según creía, era su hogar a causa de un oráculo que le había vaticinado que mataría a su padre y se casaría con su madre. Aterrado, el joven se había alejado de Corinto para no causar desgracia a sus «padres», el rey Pólibo y su esposa. Cuando llegó a Tebas, le respondió a la esfinge y, contra todo pronóstico, acertó. El monstruo entonces se quitó la vida:

 

πολλν δ πολομένων, κα τ τελευταον Αμονος το Κρέοντος, κηρύσσει Κρέων τ τ ανιγμα λύσοντι κα τν βασιλείαν κα τν Λαΐου δώσειν γυνακα. Οδίπους δ κούσας λυσεν, επν τ ανιγμα τ π τς Σφιγγς λεγόμενον νθρωπον εναι: γίνεσθαι, γρ τετράπουν βρέφος ντα τος τέτταρσιν χούμενον κώλοις, τελειούμενον δ δίπουν, γηρντα δ τρίτην προσλαμβάνειν βάσιν τ βάκτρον. μν ον Σφγξ π τς κροπόλεως αυτν ρριψεν […]

 

(Apollod. Bibliotheca. III, 5.8)

 

 

Después de que muchos murieran —el último, Hemón, hijo de Creonte—, este proclamó que le daría a quien resolviera el enigma el reino y a la mujer de Layo. Edipo, al escucharlo, lo resolvió diciendo que la respuesta al enigma de la esfinge era el hombre, pues, siendo un recién nacido, tiene cuatro pies, ya que va a gatas; en la madurez, tiene dos pies; ya anciano, lleva como tercer pie el bastón. Así pues, la esfinge se arrojó desde la acrópolis.

Edipo y la esfinge, de Gustave
Moreau (1864)
Él mismo, en la tragedia Edipo rey, de Sófocles, se jacta de su hazaña cuando le reprocha a Tiresias, uno de los adivinos más célebres de la mitología clásica, que se ponga de parte de Creonte, quien gobernaba en Tebas antes de que él llegara en sustitución de Layo —que había sido asesinado—, y que pretendan echarlo de la ciudad:

 

πεί, φέρ επέ, πο σ μάντις ε σαφής;

πς οκ, θ αψδς νθάδ ν κύων,

ηδας τι τοσδ στοσιν κλυτήριον;

καίτοι τό γ ανιγμ οχ τοπιόντος ν

νδρς διειπεν, λλ μαντείας δει:

ν οτ π οωνν σ προυφάνης χων

οτ κ θεν του γνωτόν: λλ γ μολών,

μηδν εδς Οδίπους, παυσά νιν,

γνώμ κυρήσας οδ π, οωνν μαθών:

ν δ σ πειρς κβαλεν, δοκν θρόνοις

παραστατήσειν τος Κρεοντείοις πέλας.

 

(S. OT. I, 390-400).

 

 

«Porque, dime, ¿en qué fuiste tú un verdadero adivino? ¿Cómo no dijiste nada liberador para estos ciudadanos cuando estaba aquí la perra recitadora de versos? En verdad el enigma no era para que lo interpretara cualquier hombre que se acercara a ella, sino que se necesitaba el don de la adivinación, que tú no mostraste tener, ni de las aves ni conocido de ninguno de los dioses. Pero, cuando vine, yo, Edipo, que nada sabía, la detuve, lográndolo con mi astucia, sin haber aprendido de las aves. A este tú intentas echar, pensando que así estarás cerca del trono de Creonte».

Edipo y la esfinge, de Jean Auguste
Dominique Ingres (1808)

Una vez muerta la esfinge, Creonte le ofreció a Edipo gobernar sobre Tebas y casarse con Yocasta, la viuda del anterior rey. Fue entonces cuando cumplió con el destino que le había sido vaticinado: en realidad, sus padres no eran los reyes de Corinto, sino los propios Layo y Yocasta, que lo habían expuesto cuando nació para evitar, precisamente, que la maldición que pesaba sobre ellos se hiciese realidad. Pero el bebé no murió, sino que lo encontraron unos pastores y se lo llevaron a Pólibo, quien crio a Edipo como si se tratase de su propio hijo. En su huida hacia Tebas, antes de enfrentarse con la esfinge, el hombre cumplió sin saberlo la primera parte de la profecía: se encontró con Layo en el camino y, tras una disputa, lo mató. Después, al terminar con el monstruo que aterrorizaba a los tebanos, la llevó a término contrayendo matrimonio con la mujer que le había dado la vida:

 

Οδίπους δ κα τν βασιλείαν παρέλαβε κα τν μητέρα γημεν γνον, κα παδας τέκνωσεν ξ ατς Πολυνείκη κα τεοκλέα, θυγατέρας δ σμήνην κα ντιγόνην.

 

(Apollod. Bibliotheca. III, 5.8)

 

 

Edipo recibió el reino y se casó con su madre sin saberlo, y engendró con ella a Eteocles y Polinices y a sus hijas Ismene y Antígona.

La historia de Edipo continúa un poco más, pero voy a detenerme aquí, ya que lo que nos interesa para el manga de Unico es su enfrentamiento con la esfinge. ¡Quién sabe! Quizás vuelva a él en el futuro.

El lado desconocido del monstruo

© Osamu Tezuka, 1976-1979, 2005

En Unico, son bastantes los detalles del mito que Tezuka cambia para insertarlo en la historia del pequeño unicornio. El capítulo comienza cuando el pobre es trasladado al desierto del Sáhara por Céfiro, en uno de los múltiples viajes a los que Venus lo condena. Es allí donde se encuentra con la esfinge, después de vagar por las dunas y sentirse, una vez más, desolado. La criatura le plantea enigmas que el pobre unicornio no puede resolver porque está triste y perdido, así que se lo termina llevando a su guarida para que sirva de alimento a su cría, Piro. No obstante, ambos se llevan bien y Piro deja que Unico huya —además, habría preferido unos buenos espaguetis—. Cuando este se aleja de allí, se encuentra con una estampa que en absoluto esperaba ver… Un viajero ha terminado con la esfinge y, por tanto, ha dejado huérfano a su amigo.

En este episodio, Tezuka nos muestra que lo que nos parece monstruoso y temible, en ocasiones, no lo es tanto; que a veces nos dejamos llevar por nuestras primeras impresiones sin entender qué hay detrás del otro, del diferente, y muchas veces esa incomprensión nos lleva a hacer daño. Es lo que sucede con la esfinge que protagoniza este episodio: no resulta tan fiera ni terrible como parece al principio. Cuando Unico se ve incapaz de resolver sus enigmas, el monstruo se apiada de él y le propone otros más fáciles. En el fondo, da la sensación de que no quiere devorarlo: al fin y al cabo, también es pequeño, como Piro. De alguna manera, parece estar condenada a castigar a los viajeros que no saben resolver su enigma, aunque no quiera. Por otra parte, si decide llevárselo a su hijo para que le sirva de cena es porque piensa en él y en su futuro: quiere que crezca fuerte y sano, y consiga valerse por sí mismo. En el fondo, es una madre preocupada por su cría que, a diferencia de la esfinge de la mitología grecolatina, tiene un lado más amable y tierno, pese a ser un monstruo.

© Osamu Tezuka, 1976-1979, 2005

Por otra parte, Tezuka le añade otro aspecto positivo: si uno logra responder correctamente a sus preguntas, podrá ver cumplirdo cualquier deseo. La esfinge se encarga de ello.

Edipo también cambia. A diferencia de lo que sucede en la historia original, no pesa sobre él ninguna maldición —o, al menos, el lector no puede saberlo porque no se dice—, no libra a ninguna ciudad de la desgracia, no se convierte en el gobernante del pueblo al que salva. De hecho, a mí me ha dado la impresión de ser más bien un viajero errante que termina ahí por casualidad. ¡La primera parte del episodio ni siquiera transcurre en Grecia, como he comentado! Además, tal y como lo pinta Tezuka, es un hombre lleno de esos prejuicios de los que hablaba al principio: cuando resuelve el enigma, ni siquiera escucha a la esfinge; se limita a matarla. Él mismo dice que su único deseo es matarla, sin más explicaciones. Por lo poco que tarda en hacerlo y lo parco que es con respecto a sus motivos, parece que no lo hace para librar a los viajeros de ningún destino fatal, sino por el simple placer de acabar con ella.

© Osamu Tezuka, 1976-1979, 2005

Además, hay otro elemento del episodio que le resta grandeza a la hazaña de Edipo: se convierte en una especie de leyenda que llega a Atenas, pero que sus habitantes no confirman. Cuando la esfinge muere, Piro y Unico se trasladan a la ciudad griega y se instalan en su bosque, lo que hace surgir infinidad de historias sobre un terrible monstruo que asusta a los viajeros. Corren decenas de rumores al respecto, a cuál más exagerado. Edipo es tan solo un dato más que alimenta el temor de los atenienses ante algo que no comprenden y que tampoco han querido entender: se han limitado a difundir sus miedos y a enviar partidas para acabar con el monstruo.

© Osamu Tezuka,
1976-1979, 2005

Creo que la manera en que Tezuka trata el mito tiene que ver, por un lado, con el público al que estaba dirigida la historia, más infantil, pero también sirve para reforzar un mensaje: detrás de nuestros temores muchas veces se esconden nuestros prejuicios y una visión sesgada de lo que nos rodea. Las cosas no son blancas o negras: ni la esfinge es tan terrible ni Edipo es un héroe salvador. Siempre hay matices que, muchas veces, no nos esforzamos por conocer.

Un reino de las hadas ateniense

Pero la historia de la esfinge no se termina aquí. Hay un último aspecto que me gustaría comentar. Y es que Tezuka integra este episodio de la mitología grecolatina en su manga utilizando un mecanismo habitual en la cultura popular: lo combina con otros elementos y manifestaciones culturales. La esfinge griega se mezcla con las que erigían los antiguos egipcios —de hecho, su hijo quiere construir una en recuerdo de su madre— y Piro pasa a vivir en El sueño de una noche de verano que Shakespeare imaginó hace siglos. La segunda parte de la historia, de hecho, transcurre en el bosque de Atenas y en ella intervienen Titania y Oberón, los reyes de las hadas, así como su travieso sirviente Puck.

© Osamu Tezuka, 1976-1979, 2005

De la obra de Shakespeare, Tezuka toma la parte que más le interesa: deja a un lado los enredos amorosos de los jóvenes atenienses y se centra en las desavenencias entre Titania y Oberón, la trama que, por otro lado, es más fantástica y encaja mejor en un manga que, en varias ocasiones, tiene cierto aire de cuento. La premisa es similar: si en El sueño de una noche de verano ambos discuten a causa de un niño que Titania tiene en su poder y que Oberón desea convertir en su paje, en Unico su disputa gira alrededor de Piro —un niño, aunque no sea humano—, al que la reina de las hadas acoge y con el que su esposo se mete por el aspecto tan poco fiero que tiene. Eso sí, esta vez sus tejemanejes para quedar por encima del otro apenas influyen en la vida de los seres humanos, como ya he dicho, sino que afectan sobre todo a Piro y al pobre Unico, que se encuentra en medio del enredo. Puck, por supuesto, sigue siendo igual de liante, solo que esta vez sus travesuras se adaptan a la obra de Tezuka y al argumento que el dios del manga propone, en el que reconocemos escenas de la comedia de Shakespeare transformadas y en un contexto diferente.

© Osamu Tezuka, 1976-1979, 2005

La mitología clásica, en este caso, aparece integrada en una historia compuesta de elementos muy diversos entre sí y se modifica para dar una nueva dimensión a los personajes, más humana o más cruel en función de cada uno. De esa forma, Tezuka nos transmite un mensaje y logra incorporar a Edipo y la esfinge al argumento general de Unico.


Con esto, termino la entrada de hoy. 😊 ¡Espero que os haya gustado! Disculpad que haya tardado tanto en actualizar… A finales de febrero, se me juntaron demasiadas cosas y anduve un poco escasa de tiempo. A lo largo de marzo, intentaré ponerme al día con las entradas que quedaron pendientes en febrero y las que me tocan este mes. Dicho esto, os espero dentro de unos días con una nueva reseña. ¡Hasta entonces! 🤗


Bibliografía

Como siempre, os dejo una lista con las referencias que he utilizado para escribir la entrada. 😊

Grimal, Pierre (1981). Diccionario de mitología griega y romana (trad. de Francisco Payarols), Barcelona: Paidós.


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