viernes, 3 de junio de 2022

Anime y mundo clásico: el hombre que desafió a la muerte

Me acuerdo perfectamente del momento en el que conocí la historia de Sísifo. Fue en el instituto, cuando empecé las clases de Cultura Clásica. Mi profesor, como parte del temario, nos contaba de vez en cuando algún mito. El primero fue, precisamente, el de este personaje, famoso por su inteligencia y su ingenio, que lo ayudó a engañar incluso a la mismísima muerte. En ese momento, me quedé fascinada por su figura. También me llamaba la atención la idea de que la muerte ya no pudiese cumplir con su misión por culpa de un único hombre —no os preocupéis si no sabéis los detalles de la historia, ¡luego os los cuento!—. A partir de entonces, Sísifo se convirtió en uno de mis personajes favoritos de la mitología grecolatina.

Me hizo mucha ilusión descubrir que en Ulises 31 se le dedicaba un episodio. Como siempre, se traslada al personaje al futuro, al espacio, y se nos ofrece una nueva mirada sobre él. Hoy, siguiendo con el conjunto de entradas que le estoy dedicando a este anime, una coproducción franco-japonesa, quiero hablaros de su figura y de cómo aparece reflejada en la serie, también en relación con el protagonista, el propio Ulises. Como siempre, os advierto que hay spoilers del capítulo, así que, si os apetece ver Ulises 31 antes de leer la entrada, podéis volver más tarde. 😊

Morir o no morir: las triquiñuelas de un hombre astuto

Sísifo, de Tiziano (1548-1549)

Como os acabo de comentar, hoy quiero hablaros de Sísifo, que, al igual que Ulises, era un hombre caracterizado por su astucia —de hecho, hay quienes lo consideran el verdadero padre del protagonista de la Odisea: según estas versiones, consiguió seducir a Anticlea antes de que la muchacha se casara con Laertes, el padre de Ulises en el poema homérico y en gran parte del acervo mitológico grecolatino—. Son bastantes las historias en las que este personaje tan peculiar hace gala de su ingenio para salir airoso de un problema u obtener beneficios en su favor. Pero si por algo es famoso es por el castigo que le impusieron los dioses en el Tártaro, esa región de las profundidades de la tierra en la que muchos cumplían con terribles condenas para toda la eternidad y donde los dioses enclaustraban a sus enemigos. En el caso de Sísifo, le tocó arrastrar una roca hacia la cima de un monte; sin embargo, nunca lo lograba: cuando llegaba hasta allí, la roca se deslizaba de nuevo hacia la base y el hombre tenía que volver a empezar. Así lo vio Ulises cuando descendió a la entrada del Hades para invocar al famoso adivino Tiresias y consultarle sobre su viaje:

 

κα μν Σίσυφον εσεδον κρατέρ λγε [χοντα

λαν βαστάζοντα πελώριον μφοτέρσιν.

τοι μν σκηριπτόμενος χερσίν τε ποσίν τε

λαν νω θεσκε ποτ λόφον: λλ τε [μέλλοι

κρον περβαλέειν, τότ ποστρέψασκε [κραταιίς:

ατις πειτα πέδονδε κυλίνδετο λας [ναιδής.

ατρ γ ψ σασκε τιταινόμενος, κατ δ [δρς

ρρεεν κ μελέων, κονίη δ κ κρατς [ρώρει.

 

(Od. XI, 593-600)

 

 

También vi a Sísifo, que, con gran sufrimiento, movía una enorme roca con ambas manos. Este, apoyándose en las manos y los pies, empujaba la roca hacia la cima de un monte, pero, cuando estaba a punto de alcanzar la cumbre, se echaba hacia atrás por su peso. Entonces, rodaba hacia la llanura la desvergonzada piedra. Pero él de nuevo la empujaba con todas sus fuerzas. El sudor caía de sus miembros; el polvo se agitaba sobre su cabeza.

 

Sísifo, de Pedro Lira Rencoret (1893)

¿Y por qué Sísifo se granjeó la enemistad de los habitantes del Olimpo, tanto como para que lo castigaran con una pena eterna y llena de sufrimiento? Porque fue testigo de un hecho que concernía a Zeus y osó contar dicha información. El padre de los dioses, como es costumbre en él, se encaprichó de una muchacha: Egina, hija de Asopo, una divinidad fluvial. Y la raptó. Sísifo lo vio todo cuando el dios pasó por Corinto, la ciudad que el hombre había fundado. Asopo, por supuesto, se puso a buscar a su hija como un loco. Fue Sísifo quien le reveló el nombre del captor, tal y como nos cuenta Apolodoro en su Biblioteca, en la que también nos habla del linaje de Sísifo —¿recordáis a Belerofonte? Os hablé de él aquí—. 

 

Σίσυφος δ Αόλου κτίσας φύραν τν νν λεγομένην Κόρινθον γαμε Μερόπην τν τλαντος. ξ ατν πας γίνεται Γλακος, πας Βελλεροφόντης ξ Ερυμέδης γεννήθη, ς κτεινε τν πυρίπνουν Χίμαιραν. κολάζεται δ Σίσυφος ν ιδου πέτρον τας χερσ κα τ κεφαλ κυλίων, κα τοτον περβάλλειν θέλων: οτος δ θούμενος π ατο θεται πάλιν ες τοπίσω. τίνει δ ταύτην τν δίκην δι τν σωπο θυγατέρα Αγιναν: ρπάσαντα γρ ατν κρύφα Δία σωπ μηνσαι ζητοντι λέγεται.

 

(Apollod. Bibliotheca, I.9.3)

 

 

Sísifo, hijo de Eolo, tras fundar Éfira —a la que ahora llaman Corinto—, se casó con Mérope, hija de Atlante. De ellos nació un niño, Glauco, que con Eurímede engendró a Belerofonte, quien mató a la quimera de aliento de fuego. Sísifo fue castigado en el Hades a empujar una roca con las manos y la cabeza y a querer llevarla hacia arriba. Pero esta, empujada por él, se precipitaba de nuevo hacia atrás. Pagó esta pena a causa de la hija de Asopo, Egina, pues se dice que, cuando a escondidas se la arrebató Zeus, se lo reveló a Asopo, que la buscaba.

 

Sísifo, anónimo del siglo XVII (imitación de José de Ribera)

Por cierto, el Eolo que aparece en este texto en ciertas versiones se identifica con el señor de los vientos que protagonizó la anterior entrada sobre Ulises 31, aunque, por lo general, suele considerarse que no son el mismo.

Ahora bien, Sísifo no actuó así por altruismo. A cambio, le pidió a Asopo una fuente para Corinto. El dios hizo que el agua manase en su ciudadela. Pausanias, geógrafo e historiador, recoge el dato en su obra Descripción de Grecia:

 

νελθοσι δ ς τν κροκόρινθον ναός στιν φροδίτης: γάλματα δ ατή τε πλισμένη κα λιος κα ρως χων τόξον. τν δ πηγήν, στιν πισθεν το ναο, δρον μν σωπο λέγουσιν εναι, δοθναι δ Σισύφ: τοτον γρ εδότα, ς εη Ζες ρπακς Αγιναν θυγατέρα σωπο, μ πρότερον φάναι ζητοντι μηνύσειν πρν ο κα ν κροκορίνθ γένοιτο δωρ: δόντος δ σωπο μηνύει τε οτως κα ντ το μηνύματος δίκηντ πιστν ιδου δίδωσιν.

 

(Paus. 2.5.1)

 

 

Para quienes suban al Acrocorinto, hay allí un templo de Afrodita con estatuas de la diosa armada, de Helios y de Eros con un arco. Dicen que la fuente que hay detrás del templo fue un regalo de Asopo y que le fue entregada a Sísifo, pues este, sabedor de que Zeus había raptado a Egina, la hija de Asopo, se negó a revelárselo al que la buscaba antes de que hubiera agua en el Acrocorinto. Una vez se la dio Asopo, se lo reveló y de este modo, por esta denuncia, lo condenaron a un castigo en el Hades, si es creíble para alguien.

Sísifo, de Franz von Stuck (1920)

De todas formas, si os fijáis, en ninguno de los textos que acabo de mencionar se cuenta cómo llegó Sísifo al Tártaro. Se habla de la causa y, después, se nos indica que fue condenado a empujar una roca para siempre, pero hay una parte de la historia que se omite en ellos. ¡Y es justo mi favorita! 

Cuando Zeus se enteró de que Sísifo lo había delatado, decidió darle una lección. Para ello, le encargó a Tánatos, la personificación de la muerte, que fuera a buscar al hombre y se lo llevase consigo. No obstante, por mucho que se tratase de una divinidad, no podía hacer frente al ingenio de su víctima, que se las arregló para capturarlo. Y, como consecuencia, la gente dejó de morir, lo que en el Hades no hizo demasiada gracia. Así que los dioses obligaron a Sísifo a soltar a su prisionero, que, por supuesto, le arrebató la vida. No obstante, de nuevo el astuto mortal lo tenía todo previsto y le pidió a su mujer que no le rindiese las honras fúnebres que le correspondían. De esa forma, cuando Sísifo se presentó ante Hades, le expuso la situación, maldijo el comportamiento de su esposa y le suplicó que le permitiese regresar para castigarla como correspondía. Por supuesto, después volvería al inframundo… o eso dijo. Porque Sísifo permaneció en el mundo de los vivos mucho tiempo después de escapar de las sombras del infierno. Eso sí, cuando por fin murió, no se libró de una pena acorde a su forma de actuar y a las exigencias de los dioses.

Hay otras versiones al respecto, claro. Algunas sostienen que Zeus lo fulminó con su rayo. Sin embargo, esta es la que me contaron a mí en clase hace ya bastante tiempo y la que me llevó a interesarme por Sísifo. 😊

Castigado a la eternidad

© DiC Entertainment y Tokyo Movie Shinsha (TMS) 1981

Ahora bien, ¿qué sucede con Sísifo en Ulises 31? Que también está condenado, y ese castigo tiene que ver con la muerte. También hay un encuentro entre Ulises y él, como sucedía en la Odisea, solo que es un poco diferente. Veamos poco a poco qué cambios se han hecho en el capítulo y por qué razón.

El episodio empieza con Sísifo, que vive en el desierto Tártaro completamente solo, trabajando con los desechos que hay por allí y, concretamente, con unas bolas de metal gigantes que no dejan de rodar, una y otra vez. Y es que ese lugar, a diferencia del Tártaro de la mitología grecolatina, es el basurero de los dioses. Sísifo termina allí por algo bastante habitual en muchos personajes clásicos: la hýbris. El deseo de superar los límites impuestos. Sísifo quiere descubrir los misterios de la muerte, por lo que abandona Corinto, donde reina, pese a las advertencias de su esposa, quien le dice que no debería conocer los secretos de los dioses. Por supuesto, no la escucha y, como consecuencia, se ve obligado a malvivir en el Tártaro, a la espera de alguien que lo sustituya. Ese alguien, por supuesto, es Ulises: llega hasta allí en su nave, junto con su hijo Telémaco, el robot Nono y Thais. 

© DiC Entertainment y Tokyo Movie Shinsha (TMS) 1981

No obstante, el héroe es el único que desciende al Tártaro. Sísifo aprovecha la oportunidad: lo ataca, consigue que caiga por un enorme agujero —por el que él siempre echa los restos de las bolas de metal— y sube a su nave con intención de marcharse de allí. Pero sus compañeros no están dispuestos a consentirlo: Sylca, el ordenador inteligente, no obedece y Telémaco consigue atraparlo con la ayuda de sus amigos. Es entonces cuando lo obligan a regresar al Tártaro para encontrar a Ulises, que se ha perdido en unas instalaciones donde se «reciclan» los desechos del basurero y se fabrican las bolas de metal, una y otra vez. Cuando Sísifo se percata de que ha trabajado en vano y de que su vida allí es tan solo un ciclo eterno, sin fin previsto, intenta destrozarlo todo, sin éxito. Su rabia no le sirve, y tampoco cuando tiene que enfrentarse a un monstruo gigante que vive en las profundidades del basurero. Ulises y Telémaco logran escapar, pero no pueden regresar a por Sísifo debido a unas alteraciones atmosféricas: el hombre debe permanecer en el Tártaro. No va a desobedecer los designios de los dioses, y menos cuando ha desaprovechado la única oportunidad de escapar que ha tenido: si hubiera escuchado a Ulises en lugar de atacarlo, tal vez las cosas habrían sido distintas.

© DiC Entertainment y Tokyo Movie Shinsha (TMS) 1981

Comencemos hablando del protagonista indiscutible del capítulo: Sísifo. A diferencia de otros episodios, Ulises no es el centro de la acción —o, al menos, esa es la sensación que me dio a mí—, sino el rey de Corinto. Y creo que es así porque, en este caso, no se quiere destacar la astucia del héroe de la Odisea, ni su valentía. La aventura queda en un segundo plano para mostrarnos el comportamiento de alguien que no ha hecho más que cometer errores y, por esa razón, es incapaz de escapar de sus circunstancias.

Me explico. Sísifo no es aquí el hombre astuto de la mitología: no descubre a Zeus en ninguna situación comprometida, no busca obtener beneficios a cambio de esa información privilegiada, no captura a quien pretende castigarlo —de hecho, él mismo se deja atrapar por Telémaco, Thais y Nono, que de verdad hacen uso de su ingenio para hacerle frente; es como si, por un instante, se hubiese transformado en Tánatos—. No son esas sus faltas. Él solo quiere conocimiento, uno que tal vez le esté prohibido por su condición de mortal, o tal vez no. Ya sabemos que los dioses no siempre son justos en sus castigos y, además, a Sísifo se le presenta la oportunidad de escapar. Solo que no la aprovecha.

En él, vemos el enfrentamiento con el otro, la resolución de los problemas mediante la violencia, el rechazo hacia quien quiere prestarle ayuda por egoísmo y por negarse a escuchar. Es un personaje ciego que solo busca salvarse, sin tener en cuenta a los demás. Y ese es su error. Si hubiese colaborado con Ulises y no hubiese escuchado a la voz que le decía que el héroe era su sustituto, tal vez habría logrado escapar del Tártaro y de su castigo eterno. 

© DiC Entertainment y Tokyo Movie Shinsha (TMS) 1981

Hay muchos elementos del capítulo que se modifican para servir a este mensaje. Para empezar, la condena en sí misma. El hecho de que haya varias bolas de metal y no una sola piedra ayudan a que el personaje no se dé cuenta al principio de que su vida en el basurero es cíclica. Por eso creo, además, que Sísifo no tiene que arrastrarlas, sino que las destruye para tirarlas por el agujero que conduce a las entrañas del Tártaro. Así, el momento en el que se percata de la verdadera pena que le han impuesto los dioses es aún mucho más desolador: su actitud le impide alejarse de esa eternidad tediosa, llena de desesperanza.

También contribuye a intensificar la tortura de Sísifo el que sea la única persona en el Tártaro. Ya en la mitología clásica era un lugar que ponía los pelos de punta —al fin y al cabo, estaba lleno de condenados que debían cumplir eternamente con los castigos más horribles—, pero, al transformarlo en un desierto inhóspito, únicamente él está condenado. A su castigo se le une, además, una soledad que lo agobia y le hace añorar Corinto y a su esposa —que, por cierto, conserva más o menos el nombre de su homónima en la mitología—. 

© DiC Entertainment y Tokyo Movie Shinsha (TMS) 1981

Como conclusión, puede decirse que Sísifo se erige como una figura totalmente contraria a la del Ulises que protagoniza la serie. Si este es valiente, honrado, ayuda a los demás en lo que puede y no utiliza su ingenio para perjudicar al otro, Sísifo se nos muestra como alguien egoísta y tramposo —aunque le salga mal—. Sus circunstancias explican su comportamiento, pero no lo justifican: si hubiera actuado de otra manera podría haberse librado de su yugo eterno.

 

Con esto termino la entrada de hoy. 😊 ¡Espero que os haya gustado! De vez en cuando, volveré a Ulises 31, que aún queda mucho que decir. Por mi parte, os espero el 6 de junio con un post muy especial para mí. ¡Hasta entonces! 🤗


Bibliografía

Como siempre, os dejo una lista de las referencias que he utilizado para escribir mi entrada. 😊

Grimal, Pierre (1981). Diccionario de mitología griega y romana (trad. de Francisco Payarols), Barcelona: Paidós.

No hay comentarios:

Publicar un comentario