lunes, 25 de abril de 2022

Manga y mundo clásico: enemigos de leyenda

Hace ya mucho tiempo que quería hablar de Bestiarius, publicado en español por Milky Way Ediciones, en el blog. Y no solo porque Masasumi Kakizaki decidiera ambientar esta historia de fantasía y aventuras en la antigua Roma: sin este manga, no habría Afrodita L. Cuando estaba pensando en el tema para mi trabajo de fin de grado, fue uno de los títulos que me ayudaron a decidirme y despertaron mi interés por el tratamiento que recibía la Antigüedad clásica en la cultura popular del país del sol naciente. De hecho, cuando tuve mi primera reunión con mi tutor para hablarle sobre lo que había pensado, el primer tomo de Bestiarius vino conmigo, junto con Unico y Thermae Romae. ¡Así que ha llegado el momento de hacerle un hueco en el blog! Y no será el último: hay muchos temas sobre los que hablar, desde los propios gladiadores y su mundo hasta la figura del emperador Domiciano.

Ahora, sin embargo, no voy a centrarme en estos asuntos. La entrada de hoy tiene que ver, de nuevo, con la mitología. En el mundo en el que transcurre Bestiarius, una Roma reimaginada, los humanos conviven con criaturas fantásticas de todo tipo, procedentes de diferentes culturas y mitologías. Por supuesto, no podían faltar algunos de los monstruos y bestias más importantes de la cultura grecolatina, y entre ellos se encuentra la protagonista del post de hoy: la quimera, un terrible enemigo que pondrá en aprietos a los protagonistas de Kakizaki, el bestiarius Finn, un gladiador especializado en la lucha contra seres de leyenda, y Durandal, el guiverno que lo cría y lo entrena hasta convertirlo en el valiente hombre que es. Puesto que la quimera aparece cuando ya el manga está avanzado, como siempre, os hago una advertencia: va a haber spoilers de la trama, así que, si no habéis leído Bestiarius y tenéis ganas de hacerlo, deteneos aquí, que no quiero destriparos nada. 😊 Dicho esto, ¡vamos allá!

Tres animales, una bestia

Belerofonte matando a la quimera
Como os comentaba al principio, hoy voy a hablaros de la quimera, uno de los monstruos más terribles de la mitología grecolatina. Y no es para menos, tanto por su aspecto como por su linaje. En la Teogonía, Hesíodo nos cuenta que sus padres fueron Tifón y Equidna o la hidra de Lerna —las palabras que emplea en el pasaje son un poco ambiguas y pueden hacer referencia a cualquiera de las dos—. También nos describe su apariencia, que seguro que os suena:

 

δ Χίμαιραν τικτε πνέουσαν μαιμάκετον [πρ,

δεινήν τε μεγάλην τε ποδώκεά τε κρατερήν [τε:

τς δ ν τρες κεφαλαί: μία μν χαροποο [λέοντος,

δ χιμαίρης, δ φιος, κρατεροο [δράκοντος.

 

(Hes. Th. 319-324).

 

 

Esta [la hidra / Equidna] parió a la quimera, que exhalaba un fuego implacable; era terrible, enorme, ágil y violenta. Tenía tres cabezas: una de un león de brillante mirada, otra de cabra, otra de serpiente, de violento dragón.

Lo que dice no suena demasiado bien, ¿verdad? Si bien es cierto que Hesíodo no nos da detalles sobre las atrocidades que cometía el monstruo, nos las podemos imaginar. Apolodoro, en su Biblioteca, sí nos cuenta brevemente algunas de las desgracias que ocurrían por su culpa, justo después de describir la forma de la bestia:

 

κα τν χώραν διέφθειρε, κα τ βοσκήματα λυμαίνετο: μία γρ φύσις τριν θηρίων εχε δύναμιν.

 

(Apollod. Bibliotheca, II, 3).

 

 

Devastaba la región y causaba daños al ganado, pues se trataba de una única criatura que tenía la fuerza de tres bestias.

Plato de figuras rojas con una quimera

Como veis, es normal que tuviera a la gente aterrorizada. Sin embargo, como suele pasar en la mitología clásica con este tipo de criaturas, surgió un héroe capaz de derrotarla y, de esa forma, le devolvió la paz al pueblo. En este caso, el encargado de acabar con la bestia fue Belerofonte, un muchacho perteneciente a la realeza de Corinto, hijo de Poseidón. Las circunstancias que lo llevaron a encargarse de una tarea tan peligrosa no fueron las mejores, a decir verdad: mató accidentalmente a un hombre —muchas de las versiones apuntan a su hermano, Delíades, pero en otras se registran nombres diferentes—, por lo que tuvo que marcharse de su hogar. Para purificar el crimen, acudió a la casa del rey Preto, en Tirinto. Sin embargo, al muchacho aún le esperaban desgracias. Concretamente, las derivadas de un amor no correspondido: la esposa de Preto, Estenebea, se encaprichó del joven, quien hizo oídos sordos a sus proposiciones. Por supuesto, la mujer quiso vengarse, y para ello urdió mentiras y engaños. 

 

Βελλεροφόντης δ Γλαύκου το Σισύφου, κτείνας κουσίως δελφν Δηλιάδην, ς δέ τινές φασι Πειρνα, λλοι δ λκιμένην, πρς Προτον λθν καθαίρεται. κα ατο Σθενέβοια ρωτα σχει, κα προσπέμπει λόγους περ συνουσίας. το δ παρνουμένου, λέγει πρς Προτον τι Βελλεροφόντης ατ περ φθορς προσεπέμψατο λόγους. Προτος δ πιστεύσας δωκεν πιστολς ατ πρς οβάτην κομίσαι, ν ας νεγέγραπτο Βελλεροφόντην ποκτεναι.

 

(Apollod. Bibliotheca, II, 3).

 

 

Belerofonte, hijo de Glauco, hijo de Sísifo, tras matar sin querer a su hermano Delíades —al que algunos llamaban Pirén y otros, Alcímenes—, cuando llegó a casa de Preto fue purificado. Pero Estenebea se enamoró de él y le hizo llegar una proposición para tener trato íntimo con él. Como este se negó, le dijo a Preto que Belerofonte le había hecho proposiciones deshonrosas. Preto, al creérselo, le dio una carta para que se la llevara a Yóbates en la que había escrito que este matara a Belerofonte.

Por suerte para Belerofonte, Yóbates, el suegro de Preto y monarca de Licia, no quiso matarlo. Al menos, no directamente, ya que se trataba de su huésped y acabar con su vida podría traerle desgracias. Pero había una buenísima forma de librarse del muchacho sin mancharse las manos de sangre: enviarlo a una misión suicida. Y por eso le ordenó que matase a la quimera, que, como hemos visto antes, causaba muchos problemas en la región. Yóbates estaba seguro de que Belerofonte no saldría victorioso —al fin y al cabo, no era fácil derrotar a la bestia, y mucho menos si uno se enfrentaba a ella completamente solo—. No contaba con que el joven recibiría la ayuda de una criatura muy especial: Pegaso.

 

ναβιβάσας ον αυτν Βελλεροφόντης π τν Πήγασον, ν εχεν ππον κ Μεδούσης πτηνν γεγεννημένον κα Ποσειδνος, ρθες ες ψος π τούτου κατετόξευσε τν Χίμαιραν.

 

(Apollod. Bibliotheca, II, 3).

 

 

Así pues, Belerofonte, después de montar sobre Pegaso —que era un caballo alado nacido de la unión entre Medusa y Poseidón—, elevándose hacia las alturas, desde allí asaeteó a la quimera.

 

Belerofonte es enviado en busca de la quimera,
de Alexander Ivanov (1829)

Os podéis imaginar cómo se quedó Yóbates cuando Belerofonte regresó sano y salvo, ¡y habiendo matado al monstruo! Después de aquello, el rey le impuso más pruebas, con la esperanza de que muriese en el transcurso de alguna. Incluso maquinó una emboscada —ya como último recurso—, sin saber que Belerofonte acabaría con todos los atacantes. Finalmente, Yóbates se rindió y, admirado tanto por su linaje divino como por su capacidad para superar todos los retos que se le ponían por delante, lo casó con su hija y lo convirtió en su heredero.

La muerte de Belerofonte no fue tan gloriosa, eso sí. Y es que, como muchos otros personajes de la mitología, cayó en esa falta que los griegos llamaban βρις, ‘hýbris’, ese intento arrogante de los seres humanos por superar los límites impuestos por la divinidad. Según muchas versiones —aunque algunas difieren en ciertos detalles de la historia—, el muchacho quiso elevarse hacia el Olimpo a lomos de Pegaso para, de esa forma, alcanzar la morada de los dioses. A Zeus, por supuesto, no le hizo ninguna gracia, así que consiguió que el caballo alado se encabritara y tirara a su jinete, quien murió al estrellarse contra el suelo. Pegaso, después, fue convertido en una constelación.

El arma más temible del Imperio romano

© Masasumi Kakizaki 2013

Como comentaba al principio, son muchas las criaturas fantásticas que aparecen en Bestiarius: minotauros, mantícoras, licántropos, elfos… Masasumi Kakizaki propone una mezcla interesante para dar forma a su Imperio romano, que se erige como un enemigo casi imposible de batir. Y digo casi porque Finn, Durandal y sus compañeros no se rinden, sin importar los reveses que el destino tenga preparados para ellos. Realmente, esa es la principal función de los elementos de la Antigüedad clásica que toma Kakizaki como base para su historia: convertirse en un obstáculo prácticamente insuperable. ¿Qué mejor forma de resaltar la heroicidad de sus personajes que enfrentarlos a un rival de este tipo? El Imperio romano es perfecto para ello —algo similar sucedía en Gigantomachia, de Kentaro Miura, del que os hablé aquí—. Pero no solo eso: también algunas de las bestias más terroríficas de la mitología funcionan a la perfección como adversarios. Es aquí donde entra la quimera, que Kakizaki utiliza en los dos últimos tomos de la serie para darle más emoción al argumento y poner sobre el papel combates épicos. Recordad que hay spoilers —¡os lo repito por si os habéis saltado la introducción!—.

© Masasumi Kakizaki 2013

Antes de referirme a cómo usa nuestro mangaka a la quimera, voy a poneros en situación por si no os acordáis con detalle del argumento. En el tomo 6 de la obra, Finn, Durandal y sus compañeros han puesto al Imperio romano contra las cuerdas. Los soldados cada vez tienen más problemas para acabar con la resistencia del Pueblo Libre, y el propio emperador Domiciano —que no se caracteriza por ser el hombre más valiente del mundo— está desquiciado. Por eso su esposa, Domicia, decide tomar cartas en el asunto: va en busca de Ciro, un semielfo oscuro que tuvo como fruto de un desliz con un subhumano. Domicia se avergüenza de él, por supuesto, pero no duda en utilizarlo como arma. Al fin y al cabo, Ciro es cruel, despiadado y muy buen guerrero. Le ofrece un ejército para terminar con Finn y Durandal, pero el semielfo lo masacra para que la emperatriz le permita acudir a la única criatura que podría hacerle frente al Pueblo Libre: la quimera Longinus, que lo crio cuando Domicia quiso deshacerse de él. Fue la bestia la que le enseñó a luchar y lo convirtió en el ser desalmado que es. De esa forma, Longinus se vuelve una de las principales bazas del imperio: terrible, implacable, dirige varias ofensivas contra Finn y los suyos, y devasta los territorios de Britania, donde se esconden, al igual que hacía su homónima en la mitología grecolatina.

© Masasumi Kakizaki 2013

Kakizaki opta por una quimera que se asemeja bastante a la original en su apariencia física: vemos la parte de león, la de cabra y la de serpiente o dragón, aunque le añade también una cabeza de águila y alas, tal vez para hacerla aún más terrible. De esa forma, puede atacar también desde el cielo y lanzar sus llamas a la tierra; en estos momentos, el Pueblo Libre, formado por humanos y subhumanos que conviven, apenas puede defenderse. Pero presenta también varias diferencias con respecto a su modelo original. Para empezar, no se trata de una criatura única: podemos intuir que hubo otras quimeras, ya que se dice que Longinus es la última. Por otra parte, aparece «humanizada» en cierto modo: es capaz de hablar, cría a Ciro como si de su hijo se tratara —aunque, por supuesto, no le dé el cariño de un padre y después pretenda utilizarlo como un instrumento para conseguir poder— y tiene objetivos más propios de un ser humano que de una bestia irracional —fundamentalmente, hacerse con el imperio—. En mi opinión, esta transformación que sufre la criatura se debe a que, así, encaja mejor en el argumento de la historia: al fin y al cabo, «ayuda» a Domicia no porque esté realmente bajo sus órdenes ni porque sus soldados la controlen, sino porque ansía gobernar. Kakizaki añade un elemento más a las conspiraciones e intrigas que se gestan en el seno del palacio imperial. Y, además, es uno bastante interesante.

© Masasumi Kakizaki 2013

La otra razón por la que creo que la quimera está humanizada —aunque solo aparezca en ella la peor parte de nuestra esencia— es porque, así, se puede poner sobre el papel una vez más que humanos y subhumanos no son tan diferentes, aunque el imperio considere inferiores a los segundos. La propia Domicia lo manifiesta cuando, en una de las reuniones que tiene con el emperador, sus consejeros y sus generales, propone utilizar a Longinus para acabar con Finn y los demás y, después, librarse de la criatura: es una simple bestia. Sin embargo, no podría estar más equivocada. ¿Es Longinus peor que un imperio que masacra a la gente, esclaviza y se divierte cuando humanos y subhumanos se matan mutuamente en la arena del Coliseo? ¿O peor que Domicia, que abandonó a Ciro a su suerte, con idea de que la quimera iba a comérselo, para enterrar un secreto que podría haberle supuesto un escándalo? Longinus es un monstruo, sí, pero Domicia, el emperador y su círculo también. Tanto en humanos como en subhumanos puede encontrarse lo mejor y lo peor: solo se diferencian por su aspecto físico, por su raza, no por cómo sienten o se comportan.

© Masasumi Kakizaki 2013

Por suerte para el Pueblo Libre, al igual que sucedía en la mitología clásica, hay un héroe dispuesto a acabar con la amenaza de la quimera. Más bien, un hombre y un ser alado —aunque físicamente no tenga nada que ver con Pegaso—: Finn y Durandal, el guiverno. Antes de ellos, quien lo intenta es Ciro, después de que Finn le abra los ojos, le descubra que hay cosas mucho más gratificantes que el odio y la rabia y Longinus decida acabar con su «hijo» por lo que considera una traición. El semielfo no sobrevive, aunque, de alguna forma, se redime por todo el mal que ha causado.

Pero vuelvo a Finn y Durandal. Cuando el primero escapa de Roma gracias a Ciro y regresa con los suyos, enseguida se ve obligado a prepararse para una batalla decisiva. Por supuesto, el imperio no está dispuesto a permitir que el Pueblo Libre se salga con la suya, así que envía a sus legiones, bajo el mando de Longinus, para que destruyan su base en Hebden, Britania, y les arrebaten la vida a todos sus habitantes. Conviene aplastar a todos los rebeldes para mayor gloria de Roma y su emperador.

Sin embargo, Finn y Durandal han demostrado con creces que son unos héroes. Sus hazañas son incontables y han llegado a oídos de mucha gente a lo largo y ancho del imperio. El Pueblo Libre los mira con esperanza; por eso, muchos de sus compañeros se sacrifican para salvarlos: los necesitan vivos. ¿Quién mejor que ellos para acabar con la quimera, el arma más poderosa de sus enemigos? En principio, es el guiverno el que decide luchar con ella mientras Finn se ocupa de los soldados romanos, pero al final, igual que en el mito de Belerofonte, se necesitan el uno al otro. Colaboran. Y terminan con la bestia desde el aire, solo que de una manera un poco diferente a la del mito: mientras Durandal entretiene a Longinus, Finn salta sobre la bestia y le clava su espada. Esta nueva gesta no hace sino engrandecer la figura de los protagonistas de Kakizaki. Belerofonte fue en busca de la quimera porque Yóbates pensó que así moriría, pero esa y otras heroicidades hicieron que el rey lo admirara. En el caso de Finn y Durandal, hay una inversión en este sentido: matar a Longinus no es una manera de impresionar a sus compañeros o a quienes apenas los conocen, sino la culminación de su leyenda. Por supuesto, sus motivos también son distintos: Belerofonte cree que va a acabar con una amenaza para los griegos; Finn y Durandal, además de eso, quieren demostrar cómo es un verdadero vínculo entre padre e hijo, tan alejado de la relación que tenían Longinus y Ciro.

© Masasumi Kakizaki 2013

En mi opinión, como acabo de comentaros, hay ciertos paralelismos entre Belerofonte y Pegaso, Finn y Durandal. Sin embargo, cada uno de ellos sigue su propio camino y tiene un papel en su historia, de ahí las diferencias que existen entre ellos, entre Bestiarius y el mito original. De lo que no hay duda es de que Kakizaki sabe cómo emocionarnos con las heroicidades de sus personajes, que parecen luchar contra un enemigo invencible y, pese a todo, nunca se rinden.

 

Con esto, termino la entrada de hoy. 😊 ¡Espero que os haya gustado! En el futuro, volveré a Bestiarius para comentar más cosas sobre el manga; como os decía al principio, aún hay mucho que analizar. Dicho esto, os espero dentro de unos días con una nueva reseña. ¡Hasta entonces! Y gracias por leer. 😊

 

 

Bibliografía

Como siempre, os dejo por aquí una lista de referencias que he utilizado para escribir la entrada. 😊

Grimal, Pierre (1981). Diccionario de mitología griega y romana (trad. de Francisco Payarols), Barcelona: Paidós.


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