lunes, 27 de junio de 2022

Manga y mundo clásico: la belleza que conquistó el espacio exterior

Hace unos días, en un ratito libre que me dejaron las muchas tareas que se me han acumulado en junio, me puse a revisar las entradas que tengo pensadas para los próximos meses. Por lo general, organizo más o menos lo que voy a escribir para hacerme una idea, pero, de vez en cuando, me salto mi plan y decido ponerme con otros textos. Siento un pálpito, algo me dice que esa es la entrada que debo escribir. Y con la que os traigo hoy me pasó eso. De todos los mitos y personajes que aparecían en la libreta donde organizo mi calendario, Adonis era el que más me pedía un hueco en Afrodita L. Había dejado una cuenta pendiente con él cuando escribí la entrada sobre la hidra en Z Mazinger, de Gô Nagai, así que tocaba retomar el episodio para concederle un poco más de protagonismo.

Hoy, por tanto, regreso a ese manga en el que Nagai reinterpreta a sus propios personajes para ligarlos a la mitología grecolatina. Los dioses del Olimpo se han dividido en dos bandos: los que quieren acabar con la Tierra y los que van a protegerla de todo mal. Es ahí donde entra Z Mazinger, el cuerpo de Zeus, padre de los dioses, modificado para salvar a la humanidad, y también Afrodita, que se une a él en su causa. Los cinco volúmenes de los que se compone la historia nos muestran esa rivalidad que parece no tener fin: intrigas, peleas, monstruos… En la entrada de hoy, vuelvo al episodio del que os hablé hace unos meses para completarlo. Como siempre, os advierto que hay spoilers de la trama. Si no habéis leído Z Mazinger y os apetece hacerlo, podéis volver más adelante. 😊 Sin más dilación, ¡empezamos!

El muchacho que encandiló a los dioses

El nacimiento de Adonis, de Marcantonio Franceschini
(ca. 1685)

La historia de Adonis, personaje asociado en la Antigüedad con la vegetación, la muerte y el renacer, comienza con un amor prohibido, incestuoso. La hija del rey de Siria, Mirra —o Esmirna— se enamoró de su padre. ¿La culpable? Afrodita —aunque hay ciertos autores que culpan a las furias. Según algunas versiones, la madre de la joven cometió esa falta tan terrible que es la hýbris, como ya hemos visto en muchas ocasiones, y afirmó que su hija era más bella que la diosa. Por supuesto, ella no podía dejar las cosas así. La pobre Mirra intentó ignorar los sentimientos que habían aflorado en su interior, pero no pudo. Ovidio, en el libro x de sus Metamorfosis, nos muestra su desesperación:

 

Ultra autem spectare aliquid potes, impia [virgo?

Et quot confundas et iura et nomina, sentis!

Tune eris et matris paelex et adultera patris?

Tune soror nati genetrixque vocabere [fratris?

Nec metues atro crinitas angue sorores,

quas facibus saevis oculos atque ora petentes

noxia corda vident? At tu, dum corpore non [es

passa nefas, animo ne concipe, neve [potentis

concubitu vetito naturae pollue foedus.

Velle puta: res ipsa vetat. Pius ille [memorque est

moris — et o vellem similis furor esset in [illo!

(Ov. Met. X, 345-355)

 

 

¿Es que puedes proponerte algo más allá, impía muchacha? ¿Te percatas de cuántas leyes y nombres confundes? ¿Acaso tú serás la rival de tu madre y la concubina de tu padre? ¿Acaso tú te llamarás hermana de tu hijo y madre de tu hermano? ¿No temerás a las hermanas de cabellera de negras serpientes, sobre las que los corazones criminales ven que atacan sus ojos y rostros con crueles antorchas? Pero tú, mientras en tu cuerpo no haya ocurrido esta impiedad, no la concibas en tu ánimo ni mancilles con una unión prohibida el pacto de la poderosa naturaleza. Piensa qué quieres: la propia realidad te lo prohíbe. Él es piadoso y atiende a la costumbre. ¡Oh, querría que hubiera en él una locura parecida a la mía!

Mirra en el Infierno de Dante, de Gustavo Doré 
(siglo XIX)

La desdichada joven incluso intentó quitarse la vida, pero su nodriza no se lo permitió. Así lo vemos en algunas versiones, entre otras, la del propio Ovidio. En lugar de eso, la ayudó a consumar ese amor que la quemaba por dentro. Ambas urdieron un plan para engañar a su padre y la joven por fin pudo cumplir su anhelo más profundo: unirse con él. Pero el hombre terminó enterándose del engaño y, enfurecido, decidió acabar con su hija. La joven trató de huir e imploró a los dioses que la ayudaran. Estos la transformaron en un árbol, del que, unos meses después, nació un precioso niño: Adonis. Afrodita, que había causado la desgracia de su madre, lo acogió, conmovida, y terminó enamorándose de él.

 

Labitur occulte fallitque volatilis aetas,

et nihil est annis velocius. Ille sorore

natus avoque suo, qui conditus arbore [nuper,

nuper erat genitus, modo formosissimus [infans,

iam iuvenis, iam vir, iam se formosior ipso [est:

iam placet et Veneri matrisque ulciscitur [ignes.

(Ov. Met. X, 519-524)

 

 

Se desliza ocultamente y engaña la edad alada, y nada es más veloz que los años. El nacido de su hermana y de su abuelo, que hace poco estaba escondido en un árbol y había nacido, ahora es un hermosísimo niño, ya un joven, ya un hombre, ya es más hermoso que él mismo, ya incluso agrada a Venus y venga el fuego de su madre.

 

El despertar de Adonis, de John William Waterhouse (1899-1900)

Pero no fue la única que se dejó cautivar por el muchacho: también Perséfone, la esposa de Hades, cayó en sus redes. Afrodita le confió a Adonis para que lo cuidara durante un tiempo, pero ella se negó a devolvérselo. El problema no parecía tener solución, así que Zeus intervino y determinó que el joven debería pasar un tiempo con cada una. Apolodoro nos lo cuenta en su Biblioteca:

 

δεκαμηνιαί δ στερον χρόν το δένδρου αγέντος γεννηθναι τν λεγόμενον δωνιν, ν φροδίτη δι κάλλος τι νήπιον κρύφα θεν ες λάρνακα κρύψασα Περσεφόν παρίστατο. κείνη δ ς θεάσατο, οκ πεδίδου. κρίσεως δ π Δις γενομένης ες τρες μοίρας διρέθη νιαυτός, κα μίαν μν παρ αυτ μένειν τν δωνιν, μίαν δ παρ Περσεφόν προσέταξε, τν δ τέραν παρ φροδίτ: δ δωνις ταύτ προσένειμε κα τν δίαν μοραν.

 

(Apollod. Bibliotheca, III, 14.4)

 

 

Transcurridos diez meses, una vez se quebró el árbol, nació el llamado Adonis, al que Afrodita, por su belleza, escondió de los dioses en una caja, aún niño, y, después de ocultarlo, se lo llevó a Perséfone. Ella, cuando lo vio, no se lo devolvió. Al quedar la decisión en manos de Zeus, dividió el año en tres partes y ordenó que, en la primera, Adonis estaría por su cuenta; otra la pasaría con Perséfone; otra, con Afrodita. Pero Adonis le concedió a ella también su propia parte.

 

Venus, Adonis y Cupido, de Annibale Carracci (ca.1590)

Como acabáis de leer, sin embargo, Adonis le ofreció a Afrodita todo el tiempo que pudo. Surgió entre los dos un amor tan intenso que la diosa dejó de visitar los lugares sobre los que gobernaba y el Olimpo para estar junto al muchacho, que había encontrado en la caza una gran afición. La diosa siempre lo acompañaba, aunque con cierta inquietud. Adonis debía tener cuidado si no quería terminar mal. En las Metamorfosis, a modo de premonición, le habla de esta forma:

 

Te quoque, ut hos timeas, siquid prodesse [monendo

possit, Adoni, monet, «fortis» que [«fugacibus esto»

inquit «in audaces non est audacia tuta.

Parce meo, iuvenis, temerarius esse periclo,

neve feras, quibus arma dedit natura, [lacesse,

stet mihi ne magno tua gloria. Non movet [aetas

nec facies nec quae Venerem movere, [leones

saetigerosque sues oculosque animosque [ferarum.

Fulmen habent acres in aduncis dentibus [apri,

impetus est fulvis et vasta leonibus ira,

invisumque mihi genus est».

 

(Ov. Met. X, 542-552)

 

 

A ti también te advierte para que los temas, Adonis, si advertirte pudiera servirte de algo. «Sé valiente con los que huyen —dice—, contra los audaces la audacia no es segura. Deja de ser temerario, joven, para mi peligro, y no irrites a las fieras, a las que la naturaleza dio armas, que no me cueste demasiado tu gloria. No conmueven la edad ni la belleza ni lo que a Venus ha conmovido a los leones ni a los hirsutos jabalíes ni a los ojos y almas de las fieras. Tienen un rayo en sus curvos colmillos los impetuosos jabalíes, la violencia y la vasta ira son de los leones, una raza odiosa para mí».

 

La muerte de Adonis, de Juan Bautista Martínez
del Mazo (siglo XVII)

Sus predicciones terminaron cumpliéndose. Cierto día, mientras Adonis cazaba, un jabalí lo atacó y le clavó sus terribles colmillos. Según algunas versiones, Ártemis lo había puesto en su camino, furiosa porque Afrodita había tenido mucho que ver en la muerte de uno de sus discípulos, Hipólito. De acuerdo con otras, fue Apolo quien quiso consumar su venganza, ya que la diosa del amor había cegado a uno de sus hijos, Erimanto, porque la había visto desnuda. También pudo ser Ares, celoso de que Afrodita amara al muchacho. El caso es que el desgraciado Adonis no sobrevivió y Afrodita se sumió en una pena muy profunda. Se dice que las rosas se volvieron rojas cuando ella, que acudía en auxilio del joven cazador, se clavó una espina en el pie y su sangre manchó la blancura de las flores.

Por mucho que llorase, nada podía devolverle a su amado. Bión, poeta del periodo helenístico que se caracteriza por sus composiciones bucólicas, nos muestra su angustia en el Canto fúnebre por Adonis. Hay varios textos de otros autores de la época en los que se habla de la relación entre Afrodita y el joven, pero este me ha parecido interesante porque parece que, de alguna forma, se cierra un círculo: Afrodita se quedó con el amor del muchacho mientras vivía, pero ahora este debe ir al Hades… y, por tanto, regresar junto a Perséfone.

 

[…] φίλημα δ τοτο φυλάξω

ς ατν τν δωνιν, πε σύ με δύσμορε [φεύγεις,

φεύγεις μακρν δωνι, κα ρχεαι ες [χέροντα

πρ στυγνν βασιλα κα γριον, δ [τάλαινα

ζώω κα θες μμ κα ο δύναμαί σε διώκειν.

λάμβανε Περσεφόνα τν μν πόσιν: σσρ ατ

πολλν με κρέσσων, τ δ πν καλν ς σ [καταρρε:

(Bio Fr.)

 

 

[…] Guardaré este beso como si fuera el propio Adonis, porque tú, desdichado, huyes de mí, huyes lejos, Adonis, y te diriges al Aqueronte, junto al odioso y cruel rey, mientras que yo, desgraciada, vivo y soy una diosa y no puedo seguirte. Perséfone, toma a mi esposo, pues eres más poderosa que yo. Todo lo bello hacia ti desciende.

 

Un amor sin límites

© Gô Nagai 1999

Antes de centrarme en cómo se adapta el mito de Adonis, os pongo en situación. Poseidón, enfurecido porque Afrodita es aliada de los humanos, decide matarla y, para ello, le envía un terrible monstruo: la hidra, una criatura casi imposible de vencer por su extraordinaria fuerza. Sin embargo, la diosa no está sola. Cuenta, por supuesto, con la ayuda de Z Mazinger y Koji Kabuto, pero también de los científicos que están a las órdenes del padre de Sayaka, quienes construyen un acorazado para la lucha. Y, por supuesto, también acude Adonis —que aquí es un dios—, llevado por el amor que siente hacia Afrodita. Esa adoración le impide quedarse de brazos cruzados: se presenta en la contienda a lomos de Pegaso, dispuesto a cualquier cosa con tal de salvar a su amada.

Hay varias cosas del mito que permanecen en la versión de Gô Nagai. Para empezar, ese amor tan intenso, que lleva a Adonis a enfrentarse a una de las bestias mecánicas más poderosas —Afrodita, de hecho, menciona que lo que le gusta de los humanos es, precisamente, que no han perdido la capacidad de amar de verdad—. Pero también su belleza, que, al igual que en la historia original, cautiva a varios dioses, solo que esta vez no encandila a Perséfone… sino a Ares, el temible dios de la guerra. En este caso, se produce cierta inversión con respecto al mito: el objeto de amor de esta divinidad no es Afrodita, sino Adonis. No siente celos del chico, sino de la diosa, que se lo ha robado. Por un lado, su papel es contrario al que tiene en la mitología; por otro, parece mantenerse en él la pasión que el joven cazador despertó en Perséfone.

© Gô Nagai 1999

Sin embargo, no es el único elemento que se invierte. En el caso de Z Mazinger, Adonis no es el blanco de la ira de ningún dios, sino Afrodita. Es a ella a quien le mandan una bestia —marina en este caso; no hay rastro del jabalí— para acabar con su vida. Y es el muchacho el que quiere salvarla, por imposible que parezca la tarea. Eso sí, la historia tiene un final tan triste como el del mito: Adonis muere doblegado por el monstruo y Afrodita lo llora. Pero no solo ella; también lo hace Ares, que, furioso, se dirige al planeta de Hades para pedirle ayuda en su venganza. Da la impresión de que todo lo que tiene que ver con el dios de la guerra se ha modificado para hacer que la historia continúe: su rabia es el punto de partida para los siguientes peligros a los que se enfrentan Koji, Z Mazinger, Afrodita y los demás. Por cierto, al final del eposiodio podemos ver, en cierta manera, a Perséfone: las legiones de Hades se unen a Ares contra Afrodita. La diosa del amor está enfrentada con el inframundo a causa de Adonis, solo que el motivo es un poquito diferente. La rivalidad se produce a posteriori, cuando el joven ya ha muerto y Ares quiere resarcirse, y quien está enamorado de él es el propio dios de la guerra, como ya hemos mencionado. La esposa del dios de la muerte no aparece en el manga.

De héroes y caballos alados, de dioses y samuráis

© Gô Nagai 1999

Al margen de la historia de Adonis y Afrodita —sobre la que, como veis, había bastante que decir—, me gustaría comentar algunos aspectos más sobre la forma en la que Gô Nagai utiliza los mitos griegos. Ya hemos visto varias veces en el blog que, por lo general, en muchos mangas los autores mezclan varios mitos, algo bastante habitual en la cultura popular. Pues bien: este capítulo de Z Mazinger no es una excepción. No solo por el hecho de que la hidra, Afrodita y Adonis aparezcan en un mismo episodio —que también—, sino porque en el hermoso joven conviven diferentes historias de la mitología. Cuando Adonis aparece para ayudar a su amada, lo hace a lomos de un caballo muy célebre: Pegaso, que, con sus alas, surca el cielo y le permite atacar al monstruo desde el aire. Pero su corcel no tiene nada que ver con el cazador original, no aparece en su historia. Sin embargo, en Z Mazinger Adonis no es solo un muchacho muy bello que disfruta de la caza y los amores de Afrodita, sino una suerte de héroe que se dispone a acabar con una terrible bestia —o, al menos, a participar en la hazaña—. En este sentido, puede recordarnos a otro héroe que sí combatió a lomos de Pegaso: Belerofonte. Fue el héroe que acabó con la quimera, y lo hizo con la ayuda del caballo alado. Os hablé de su historia aquí. En ocasiones, también se asocia con él a Perseo, quien venció a Medusa: cuando el héroe decapitó a la gorgona, Pegaso nació del cuello de esta. Hay bastantes obras de arte en las que se ve a Perseo montado en el caballo y salvando a Andrómeda, su futura esposa, de una bestia marina, aunque en muchas fuentes clásicas se dice que huyó de la guarida de Medusa utilizando las sandalias aladas que le había concedido Hermes. Lo que está claro es que muchos personajes se asocian con Pegaso y la lucha contra terribles bestias, sean marinas o no.

Andrómeda y Perseo, de Pierre Mignard (1679)

Por otra parte, Gô Nagai no solo mezcla diversas historias de la mitología grecolatina, también hace algo muy frecuente en los mangas: unir en las viñetas nuestra cultura clásica y la del país del sol naciente. Hace un tiempo, en la entrada sobre la hidra, comenté las referencias que había a la gesta de Susanoo, el dios que acabó con la terrible serpiente de ocho cabezas Yamata-no-Orochi. No obstante, aparte de eso quiero fijarme en la apariencia de algunos de los dioses mecánicos que aparecen en el episodio, especialmente en Ares, enfurecido por el final de Adonis. Da la impresión de que lleva una armadura samurái, y su rostro puede recordarnos al de ciertas criaturas del folclore japonés, como los oni, una especie de ogros o demonios.

© Gô Nagai 1999

Con esto termino la entrada de hoy. 😊 ¡Espero que os haya gustado! Aún me quedan cosas que decir sobre Z Mazinger y Gô Nagai, así que en el futuro les dedicaré más entradas. Por otra parte, siento haber tardado tanto en aparecer por aquí, pero junio está siendo un mes bastante ajetreado, para variar. 😅 Por suerte, estoy terminando ya varias cosas que tenía pendientes y espero poder dedicarle un poco más de tiempo al blog. Dicho esto, os espero dentro de unos días con una nueva reseña. ¡Hasta entonces!

 

Bibliografía

Aquí os dejo una lista de las referencias que me han servido para escribir la entrada. 😊

Grimal, Pierre (1981). Diccionario de mitología griega y romana (trad. de Francisco Payarols), Barcelona: Paidós.


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