martes, 18 de enero de 2022

Manganime y mundo clásico: el latín en el manganime I

Ya era hora de inaugurar el año en el blog, ¿verdad? 😊 2022 ha empezado de una manera bastante ajetreada para mí, con encargos y fechas de entrega que tenía que cumplir. ¡Pero más vale tarde que nunca! Y aquí estoy, publicando una entrada que, además, me apetecía mucho escribir.

Y es que el post de hoy es un tanto especial. Hasta ahora, os he hablado de mitología, de historia, de costumbres de la Antigüedad que han tenido influencia, de una u otra forma, en el manga y el anime. Pero no me había detenido tanto en las lenguas antiguas, con alguna excepción puntual. En eso quiero centrarme hoy: en el rastro que deja una de ellas en concreto, el latín, en los cómics y la animación japonesa. Hay bastantes ejemplos, ¡así que en el futuro escribiré más sobre este tema! 😊

De momento, me quedo con tres títulos concretos: Saihate no paladin, Los apuntes de Vanitas y Viaje a Agartha. Como siempre, una advertencia: puede que haya spoilers. Si tenéis intención de leer o ver alguno de ellos, podéis volver al blog más tarde. 🤗 Dicho esto, ¡vamos allá!

El poder de la magia: Saihate no paladin

Comienzo con un anime de la pasada temporada de otoño: Saihate no paladin, basado en las novelas ligeras del mismo nombre, que podemos ver en Crunchyroll. Como os comenté en la entrada sobre las series que había visto en 2021, fue toda una sorpresa para mí porque tenía un planteamiento, en cierto modo, diferente al de otros isekais. Al menos por determinados personajes. Y es que rara vez un protagonista es educado por muertos vivientes: fue este hecho, precisamente, el que me llamó la atención. Gus, Mary y Blood le enseñan a Will, todo lo que saben y, gracias a ellos, el muchacho puede embarcarse en una aventura que lo llevará a descubrir mundo, a conocer nuevos compañeros y a luchar contra el mal.

Pero Saihate no paladin no solo me llamó la atención por sus personajes. Ya desde el primer capítulo, hubo otra cosa que conectó conmigo: la magia. Al menos, parte de ella. Gus, el mago fantasma, es el que instruye a Will en estas artes y, para mi asombro, las palabras que salían de sus labios… eran latín. No es este un recurso extraño en la fantasía. Al fin y al cabo, en algunas obras de corte más clásico el lenguaje de la magia se considera la herencia de una antigüedad lejana y, en cierto modo, ajena al presente de los personajes, por lo que se emplean palabras en lenguas olvidadas para los conjuros. O, simplemente, se opta por el latín y el griego —o algo que se les parezca— para acentuar ese carácter misterioso y ancestral de los hechizos. Pese a ello, no esperaba encontrarme palabras latinas en Saihate no paladin.

© Children's Playground Entertainment 2021

Cuando Will y Gus comienzan sus lecciones, este le explica las bases del tipo de magia que van a practicar: la palabra de creación. Según le cuenta, su fundamento son las palabras que el dios creador del mundo empleó para cumplir con su cometido; de esa forma, cuando se pronuncian, hacen aparecer determinados elementos o provocan efectos específicos. Gus sostiene que el lenguaje es poderoso, por lo que hay que ser especialmente cuidadoso en lo que a la magia se refiere y pronunciar las palabras con precisión. Will debe ajustarlas poco a poco para conseguir el efecto deseado.

Son muchos los conjuros en latín que aparecen a lo largo del anime: acceleratio para ganar velocidad, erasus —el participio de perfecto de erado, «raspar, borrar»— para eliminar los efectos o los objetos producidos por un hechizo, ignis para invocar el fuego, cadere araneum —con las palabras latinas que corresponden a «caer» y «araña»— para crear telarañas, vastare —«devastar, asolar»— para destruir… Como podéis ver, son bastante literales, ya que cada palabra provoca un cambio en la realidad directamente relacionado con el significado del término en latín. Muchos, además, son bastante reconocibles porque han dejado derivados en nuestra lengua.

© Children's Playground Entertainment 2021

Pero si hubo un hechizo que me llamó la atención —y me sacó una sonrisa, para qué negarlo— fue uno muy poderoso que emplea Gus en el capítulo 4, en su combate contra Stagnate, el dios de los no muertos. ¡Porque pronunciaba, como quien no quiere la cosa, un verso completo de Horacio, uno de los poetas romanos más importantes! Concretamente, de su Oda I, 4, que os dejo completa a continuación por si sentís interés. La frase que dice Gus está en negrita:

 

Solvitur acris hiems grata vice veris et [Favoni

trahuntque siccas machinae carinas

ac neque iam stabulis gaudet pecus aut [arator igni

nec prata canis albicant pruinis.

Iam Cytherea choros ducit Venus [imminente luna

iunctaeque Nymphis Gratiae decentes

alterno terram quatiunt pede, dum gravis [Cyclopum

Volcanus ardens visit officinas.

Nunc decet aut viridi nitidum caput [impedire myrto

aut flore, terrae quem ferunt solutae,

nunc et in umbrosis Fauno decet immolare [lucis,

seu poscat agna sive malit haedo.

Pallida Mors aequo pulsat pede [pauperum tabernas

regumque turris. O beate Sesti,

vitae summa brevis spem nos vetat inchoare [longam;

iam te premet nox fabulaeque Manes

et domus exilis Plutonia; quo simul mearis,

nec regna vini sortiere talis

nec tenerum Lycidan mirabere, quo calet [iuventus

nunc omnis et mox virgines tepebunt.

 

(Hor. C. I, 4)

 

 

Se disuelve el punzante invierno con la grata vuelta de la primavera y del favonio, arrastran las quillas secas los cabestrantes y ya no se complace el ganado en los establos o el labrador junto al fuego, ni los prados se vuelven blancos con las blancas escarchas. Ya Venus Citerea conduce sus grupos de danza bajo la luz de la luna y las hermosas gracias, unidas a las ninfas, golpean la tierra con pie alterno mientras el ardiente Vulcano visita las atareadas fraguas de los cíclopes. Ahora es el momento de ceñir con verde mirto la perfumada cabeza, o con la flor que producen las tierras esponjosas; ahora también es el momento de hacer sacrificios en honor de Fauno en los umbrosos bosques, ya si los pide con una cordera o si los prefiere con un cabrito. La pálida muerte golpea con igual pie las chozas de los pobres y las torres de los reyes. ¡Oh, dichoso Sestio! La brevedad de la vida nos prohíbe concebir largas esperanzas; ya se te echarán encima la noche y los manes de la fábula y la exigua casa de Plutón; en cuanto vayas allí, no echarás a suertes los reinos del vino ni admirarás al tierno Lícidas, por el que ahora toda la juventud arde y después hará que las muchachas se entibien.

 

 

Will se asombra, pues se trata de un hechizo que, habitualmente, tendría que ejecutarse entre cuatro personas. Sin embargo, Gus es un gran mago y puede manejarlo. ¿Su efecto? Las palabras finales que el viejo fantasma añade lo dejan muy claro: damnatio memoriae. Ese castigo de la Antigüedad que consistía en borrar la memoria de alguien y condenarlo al olvido. Os hablé hace unos meses de ella en relación con el manga Im. El sumo sacerdote Imhotep.

Combinar el verso de Horacio —que nos habla de una muerte implacable de la que nadie puede escapar— con la locución latina damnatio memoriae le da una fuerza increíble al poder destructivo del conjuro. Y es que cuando uno se enfrenta a un dios debe recurrir a este tipo de magia, ¿no?

Creo que el uso del latín en Saihate no paladin obedece a lo que comentaba antes: el deseo de establecer una relación entre la magia y lo antiguo y lo ancestral. Ese lenguaje solo se emplea en los hechizos. Además, si le sumamos el hecho de que los japoneses no tienen un vínculo tan estrecho con la lengua de los romanos como nosotros, me parece que la magia se vuelve más «exótica» en cierto modo, más especial, y se reserva únicamente a quienes conocen sus misteriosas palabras.

Vampiros en el París del siglo xix: Los apuntes de Vanitas

De una obra de fantasía paso a otra, pero a una muy diferente. Ni el entorno en el que transcurre ni los personajes tienen que ver con los de Saihate no paladin. Ahora, nos trasladamos al París de un siglo xix imaginado en el que los vampiros existen: voy a centrarme en Los apuntes de Vanitas, de Jun Mochizuki, que podemos disfrutar en español gracias a Norma Editorial. En él, seguimos a Vanitas y a Noé, quienes intentan librar a los vampiros de una extraña maldición que se está extendiendo entre ellos. Es un manga que me gusta bastante por sus personajes y por el concepto tan interesante que plantea Mochizuki con respecto a esas criaturas que se alimentan de sangre y que han protagonizado tantas leyendas, libros y películas.

© Jun Mochizuki 2016


En Los apuntes de Vanitas  también hay términos en latín, empezando por el nombre de varios personajes. Hasta donde yo he leído —el tomo 6—, he encontrado algunos que, además, tienen bastante que ver con quien los lleva. El propio protagonista, por ejemplo. En latín, vanitas —que ha dado lugar a nuestro término vanidad—significa varias cosas: «vana apariencia, mentira, vaciedad», entre otras cosas. En una obra como esta, en la que una maldición modifica y corrompe el nombre de los vampiros, me parece significativo que justo el personaje que restaura su nombre verdadero se llame precisamente así. Por otro lado, no puedo evitar acordarme de esos bodegones y naturalezas muertas del Barroco que llevaban el nombre de vanitas y que representaban la fragilidad de la existencia humana y la certeza de que todos vamos a morir. Los vampiros nunca saben en qué momento su vida casi eterna va a verse afectada por la maldición y van a morir a manos de alguno de los bourreau encargados de eliminar a sus congéneres cuando se convierten en un peligro. Por último, Vanitas no es el nombre real del protagonista: lo toma del vampiro de la Luna Azul, de quien también hereda el Libro de Vanitas, que utiliza para «curar» la maldición. Con respecto a ellos, nada es lo que parece y están envueltos en un halo de misterio. No sé la razón por la que Mochizuki decidió llamar así a su protagonista —y estoy segura de que aún falta mucho por desvelar sobre él—, pero me parece, cuanto menos, una opción sugerente. Seguro que, según avance en la historia, descubriré más al respecto.

© Jun Mochizuki 2016

Dejando a un lado a Vanitas, hay otros nombres en el manga que proceden del latín. Por ejemplo, una de las sirvientes del conde Parks Orlox se llama Nox, «noche», muy apropiado para una vampira. También tenemos a Lord Machina, un vampiro con la apariencia de un autómata. Destaca, además, uno de los nombres verdaderos que restaura Vanitas, el de Thomas Berneux: Bucolicus, «el que inventa églogas», tal y como se ha traducido al español. Un nombre verdadero siempre le devuelve la cordura y la calma al vampiro afectado, y este es un buen ejemplo de ello. Bucolicus procede del griego βουκολικός y este término, a su vez, de βουκόλος, «boyero». Además de dar título a las Bucólicas, una de las obras más importantes de Virgilio, el adjetivo hace referencia a la literatura pastoril que tanta tradición tiene en Occidente, caracterizada por los entornos naturales idílicos en los que los pastores lamentaban sus amores mientras apacentaban sus rebaños. Una de las principales composiciones poéticas de este tipo de literatura es, precisamente, la égloga. Os he dado una visión muy general del género, que es bastante más complejo, pero seguro que recordáis cosas sobre él u os hacéis una idea. Esa evocación idealizada del mundo rural es la que permanece también en nuestro término bucólico. ¡No podría haber mejor nombre verdadero para mostrar los efectos que tiene el Libro de Vanitas sobre las víctimas de la maldición!

Otro personaje que lleva un nombre latino es Naenia, esa misteriosa figura negra que aparece en el desfile de Charlatan, lo que todos los vampiros ven antes de que su nombre se corrompa. Nenia pertenece al grupo de los dioses indigetes, divinidades menores que patrocinaban determinados aspectos de la vida humana desde el nacimiento de una persona hasta su muerte. Nenia, en concreto, es la diosa del lamento fúnebre, y así se denominaban también los cantos y lamentos que se componían en estas circunstancias. Un nombre lúgubre para un personaje funesto que condena a muchos vampiros al sufrimiento y, en ocasiones, a la muerte.

© Jun Mochizuki 2016

Termino con dos últimos nombres. El primero es el del castillo de lord Ruthven, un personaje muy sorprendente: Carbunculus, que puede aludir a un trocito de carbón o al rubí. En cualquier caso, ese color rojo está muy vinculado a los vampiros. El segundo es el del arma que utiliza Jeanne, la bourreau de Ruthven, un brazo carmesí llamado carpe diem. Este «aprovecha el momento» que se convirtió en tópico literario y que hoy en día utilizamos mucho para recordarnos que debemos vivir el presente procede de la Oda I, 11 de Horacio, en la que invita precisamente a ese disfrute:

 

Tu ne quaesieris, scire nefas, quem mihi, [quem tibi

finem di dederint, Leuconoe, nec [Babylonios

temptaris numeros. Ut melius, quidquid erit, [pati.

Seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter [ultimam,

quae nunc oppositis debilitat pumicibus [mare

Tyrrhenum: sapias, vina liques et spatio [brevi

spem longam reseces. Dum loquimur, [fugerit invida

aetas: carpe diem quam minimum credula [postero.

 

(Hor. C. I, 11)

 

 

Tú no preguntes —pues es un sacrilegio saberlo— qué final a ti, qué final a mí nos han concedido los dioses, Leucónoe, ni consultes los oráculos babilonios. Cuánto mejor soportar cualquier cosa que venga si Júpiter te ha otorgado algunos inviernos más o el último, que ahora debilita al mar Tirreno batiéndolo contra los escollos que se le enfrentan: sé lista, cuela tus vinos y acorta una larga esperanza a un breve espacio. Mientras hablamos, se nos habrá escapado el envidioso tiempo: aprovecha el día, confiando lo mínimo en el que vendrá después.

 

Recuerdo que mi profesora nos decía que la imagen que utilizaba aquí Horacio era la de una persona que «agarraba» el día como si se tratara de una fruta a la que quisiese darle un mordisco. En cualquier caso, es como si la propia arma de Jeanne incitara a los vampiros a aprovechar el momento… hasta que ella los atrape.

A diferencia de Saihate no paladin, los personajes de Los apuntes de Vanitas pueden tener conocimientos de latín, de ahí que les resulte más común utilizar términos de esta lengua para nombrar ciertas realidades —también hay que tener en cuenta, por supuesto, las razones personales de la autora y lo que quiere expresar—.

Descenso al inframundo: Viaje a Agartha

Termino con una película de anime de la que os hablé hace poco: Viaje a Agartha, distribuida por Selecta Visión. En ella, el mito de Orfeo y Eurídice se entremezcla con el del viaje de Izanagi al mundo de los muertos para recuperar a su esposa y nos ofrece una reinterpretación muy emocionante de ambas historias. Además, Makoto Shinkai aprovecha elementos de otras culturas para crear un mundo más complejo, lleno de matices, ideal para lo que quiere contarnos. Si queréis saber más, podéis leer la entrada que le dediqué aquí.

La tragedia de Orfeo no es el único elemento de la cultura grecolatina que aparece en la película. Son también varias las palabras latinas que Shinkai emplea para nombrar realidades de esa tierra subterránea que hay más allá de lo que conocemos. Y se trata, por cierto, de piezas fundamentales para el desarrollo de la historia, ya sea porque son objetos que hacen avanzar la trama, ya sea porque son lugares que los protagonistas deben alcanzar.

El primero de dichos elementos es lo que en la película llaman clavis, término latino que significa «llave, cerrojo» y que ha dado lugar, precisamente, a nuestra palabra llave. En Viaje a Agartha, se trata de una piedra o cristal azulado que abre la puerta a ese mundo subterráneo donde los protagonistas esperan encontrar a sus seres queridos. Asimismo, es lo que permite acceder a Finis Terra, el límite entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Resulta tan fundamental para Agartha y sus habitantes que la misión de Shin es detener a Asuna y Morisaki para robarles la clavis. Si lo consigue, logrará, a su vez, evitar que el orden natural de Agartha se subvierta.

© Makoto Shinkai 2011/CMMMY – EDV982

Pero hay otros términos en latín. Por ejemplo, esa vita aqua que Asuna y Morisaki deben atravesar para llegar a Agartha. El término, como podréis imaginar, procede de las palabras latinas correspondientes a vida y agua, respectivamente. El nombre no podría ser más adecuado, ya que ese denso y antiguo líquido deja respirar a quien se sumerge en él: no ahoga, sino que te permite sobrevivir hasta que lo atraviesas. No quiero olvidarme, por último, de Finis Terra, ese lugar en los confines del mundo subterráneo que conduce al más allá y que también viene del latín.

Creo que, al igual que sucede en otros casos, el empleo del latín obedece a un deseo de conferirle cierto exotismo al mundo de fantasía en el que transcurre parte de la historia. Al fin y al cabo, se trata de un sitio extraño, ajeno a nosotros. ¿Y qué mejor manera de marcar esa diferencia y definir los límites entre la realidad y la imaginación que utilizar una lengua bastante alejada de la cultura japonesa?

 

Con esto termino la entrada de hoy. 😊 ¡Espero que os haya gustado! Por mi parte, os espero dentro de unos días con una nueva reseña. ¡Hasta entonces! 🤗

 

Bibliografía

Como siempre, os dejo aquí una lista de las referencias que he utilizado por si tenéis interés. 😊

Grimal, Pierre (1981). Diccionario de mitología griega y romana (trad. de Francisco Payarols), Barcelona: Paidós.

Segura Munguía, Santiago (20135). Nuevo diccionario etimológico latín-español y de las voces derivadas, Bilbao: Universidad de Deusto.


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